Narrativas pueblerinas es un programa que hacemos en Jardín desde el 2017 para dar a conocer y hablar sobre los escritores del suroeste antioqueño. Este duro año el programa se hizo de modo remoto durante el fin de semana pasado. Un pesar teniendo, como tuvimos, con unas invitadas tan poderosas y un escenario tan bello como el teatro remodelado del pueblo, que hay que usarlo porque de lo contrario sufrirá. (Los tres programas pueden verse en YouTube, en el canal de Comfenalco.)
2020 lo dedicamos a tres escritoras de la región: Gloria Posada Restrepo, de Andes, Carmen Rosa Herrera de Barth, de Jardín, y Laura Montoya Upegui, de Jericó. Como nos pasa a todos los pueblerinos, ellas son de muchas partes: donde crecieron, donde se hicieron mujeres, donde trabajaron. Es importante para la cultura que nuestros pueblos se reconozcan en esas figuras; que no se las trague Medellín que, como Bogotá, se traga todo. Al fin y al cabo, nuestras grandes personalidades vinieron de los pueblos.
Laura y Carmen Rosa escribieron autobiografías, Historia de las misericordias de Dios en un alma y Una vida de cualquiera, respectivamente. El género biográfico es, en mi opinión, una de las mayores fuentes de riqueza para la formación individual y social; al fin y al cabo, el mundo es una creación humana, colectiva y personal. Y uno de los déficits de la sociedad colombiana, como lo lamenta Eduardo Posada Carbó, está en la producción y el interés por este tipo de literatura.
Cuando uno las lee ve unas mujeres valientes, aguerridas, con propósito, polifacéticas, inconformes. Esto último puede sonar raro. Carmen Rosa esperó que muriera su padre, a quien cuidaba, para casarse y vivió en las selvas acompañando a su marido. Laura se dedicó a una causa desde la visión cristiana y conservadora, políticamente hablando. Dicho así, parecen el estereotipo de la mujer convencional, si la hubo, de la primera mitad del siglo XX. Pero no. Son heroínas, agentes de cambio (con diferencias de grado), rebeldes, de la rebeldía testimonial, que es la que realmente importa.
Carmen Rosa dice que la suya es una vida de cualquiera. Sí y no. Sí, porque su coraje, su fuerza, su ímpetu, los encuentra uno con frecuencia en nuestra gente —en mis padres para no ir muy lejos. Tal vez más en las generaciones que se están agotando que en las actuales, pero también en estas. No, porque los obstáculos, la capacidad para sobreponerse —esa cualidad que destacaba Fernando González— son distintas y nos maravillan.
Alumbrado: santa Laura Montoya asegura un par de veces en su
libro que a monseñor Builes se le había metido el diablo. En lugar de disputar
por el mamarracho puesto en un alumbrado público deberíamos vigilar a aquellos que
tienen el diablo adentro y esparcen el mal por el mundo.
El Colombiano, 22 de noviembre
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