lunes, 13 de mayo de 2019

Cuadrando el círculo

El gran logro de la política democrática en Occidente en el siglo XX fue impulsar las reformas que necesitaba cada país (y el mundo), y mantener el tono moderado en la contienda parlamentaria, electoral y diplomática. Esta mezcla se rompió en el siglo XXI, quizás desde 2001, pero, con seguridad, después de 2008. Los moderados (liberales y conservadores) se han replegado y son una minoría. La mayoría de los liberales se están conservatizando velozmente, atemorizados y plegados a una estabilidad precaria. Los populistas y otros radicales (con mucho discurso y pocas propuestas) se han abanderado del cambio. Los conservadores se están radicalizando; en estos tiempos sus héroes son tipos intemperantes y volátiles como Trump.

Entre las viejas corrientes políticas, todas pierden. Perdieron los socialistas, con la mayoría montada en los trenes populistas, huérfanos de teoría y simples repetidores de versiones alucinantes del mundo. Pierden los liberales, con esclerosis múltiple, aferrados a fórmulas añejas y a regímenes políticos que hacen agua. Los que más pierden son los conservadores, arrastrados por el tsunami levantisco del populismo o de la reacción pura y dura, estilo Bolsonaro. Cuando recibo comentarios de algunos lectores “azules” de este diario echo de menos a los viejos godos: corteses, parcos, seguros; en resumen, civilizados.

En tiempos tan inciertos como los que vivimos, y rodeados de pirómanos políticos por todos los lados, hay pocas dudas de que los abanderados de la democracia liberal deben conservar la moderación en la esfera pública. La mitezza que reivindicó Norberto Bobbio (1909-2004), en un ensayo suyo. Mitezza que, en ciertas acepciones, se contrapone a la agresividad o a la conducta predatoria. Mitezza que los traductores del maestro italiano convirtieron en templanza.

Pero volver a hacer lo que antes era rutina parece una proeza. Organizar proyectos políticos que busquen el cambio social y que lo hagan con mesura y honestidad. Encontrar líderes inconformes y, a la vez, sensatos. Quizá lo que menos se discute hoy es qué debemos conservar y qué debemos cambiar porque, mientras los radicales de todos los partidos parten de la confusión y la alimentan, los demócratas liberales solo atinan a defenderse. Estas podrían ser las variables de la cuadratura del círculo en la política contemporánea.

Todos tenemos tareas para hacer: promover la moderación en el lenguaje y en los actos públicos, someter a examen las afirmaciones que pueden tener impacto considerable sobre la vida de las personas y las decisiones políticas, divulgar la información plural y calificada, retomar las discusiones de ideas y propuestas. Los políticos tienen la mayor responsabilidad, pero los intelectuales públicos —siguiendo un consejo de Michael Oakeshott (1901-1990)— deberíamos dedicarnos a limitar los efectos producidos por el abuso del lenguaje y la manipulación de la ambigüedad propia de las expresiones políticas. Arrojar un poco de luz en la vasta oscuridad del mundo social.

El Colombiano
, 12 de abril

1 comentario:

Carlos M. Vélez S. dijo...

Gracias por mostrarnos esta realidad de la pol´tica actual, en la cual muchos estamos perdidos, pues casi cualquier opción es mala. Ya uno se preocupa por apoyar lo "menos malo".