Las zonas periféricas del suroeste antioqueño se mantuvieron durante siglos lejos de las autoridades estatales y del mercado. Durante el siglo XIX, fueron marca fronteriza con el Cauca; durante las últimas décadas del siglo XX, teatro de guerra de las Farc; en el periodo intermedio pocos se interesaron en las rutas que podrían conectar la intersección natural de Antioquia, Chocó, Risaralda y Caldas. Ni los mineros ni los aserradores ni los ganaderos lograron destruir significativamente el entorno natural de la región, y eso representa ahora un regalo insospechado y una oportunidad.
La zona de los Farallones del Citará se declaró Reserva Forestal Protectora en 2008 y, en 2009, se creó el Distrito de Manejo Integrado Cuchilla Jardín-Támesis (que también abarca terrenos de Andes, Jericó y Caramanta). Suman, en total, 58 mil hectáreas. Hay cosas por hacer, como convertir los Farallones en parque nacional, integrar las áreas protegidas de la región y hacer eficiente el control contra la depredación. Aparte de lo que logre el Estado, a través de Parques Nacionales o de las corporaciones autónomas regionales, hay que contar con lo que hace el sector privado.
Desde 1993, la ley (99) creó la figura de Reserva Natural de la Sociedad Civil para incorporar a las áreas protegidas aquellos predios que “por decisión autónoma de sus propietarios” se convirtieron en “reserva natural para la protección de un ecosistema o hábitat natural”. En muchos casos, se trata de restauración o reproducción de ciertas condiciones para la promoción de la flora y la fauna silvestres. En el caso específico de Jardín, el área protegida privada es mayor que la pública. Existen ocho reservas de la sociedad civil, desde algunas con áreas muy grandes hasta predios pequeños, manejadas algunas por ONG o entidades como el Jardín Botánico de Medellín y otras por personas naturales.
La mayor es la Reserva Mesenia-Paramillo con casi 3 mil hectáreas y terrenos en Risaralda y Antioquia. Es gestionada por Fundación Colibrí y apoyada por Saving Species, entre otras entidades de trayectoria científica y ambiental. Sin serlo, es quizá la más virgen de las zonas de Jardín y Andes, y conecta los ecosistemas del Chocó y la cordillera occidental. Hogar de orquídeas, colibrís, mamíferos (uno reseñado recientemente: olinguito). Una excursión de dos días —con un estado físico normal— permitiría, incluso, acceder a la cumbre del Cerro Paramillo. La más pequeña es Jardín de Rocas, un punto de encuentro del gallito de roca a tres minutos del parque (hay quien se queja por pagar cinco mil pesos). Es una iniciativa del biólogo Orlando Marulanda. La Sociedad Colombiana de Orquideología adquirió 200 hectáreas al suroccidente, en límites con Riosucio, y está a borde de carretera.
Queda trabajo de las alcaldías y los gremios de agricultores y ganaderos para desestimular la destrucción del ecosistema con potreros, cultivos y construcciones inapropiadas.
El Colombiano, 13 de enero
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