El Congreso de la República tiene una mala reputación merecida, pero es muy probable que su mala fama exceda el mal desempeño de sus funciones. El congreso tiene un poder menor en un régimen presidencialista y, más aún, con el presidencialismo colombiano. El más autoritario de los presidentes del Frente Nacional (Lleras) gobernó con 64 decretos presidenciales mientras Juan Manuel Santos, emitió 351 en un solo año. Los decretos menoscaban la función legislativa de los congresistas. El congreso también ha perdido poder respecto a las altas cortes. Esto quiere decir que deberíamos ser más equitativos en las críticas al sistema político.
La corrupción tampoco es un monopolio de los congresistas. Colombia entró en el siglo XXI al club de los países más corruptos del mundo de la mano de la bonanza petrolera y de una mala gestión por parte de los gobiernos de Uribe y Santos. Según Transparencia Internacional, estamos en el puesto 96 entre 182 países, en un grupo con Brasil, Panamá, Perú, Tailandia, Zambia e Indonesia. Transparencia destacó acciones contra la corrupción en nueves países de América, entre los que no está Colombia. En Suramérica, Brasil, Panamá y Perú ya acusaron a varios jefes de gobierno; en Colombia no. Los congresistas reciben cárcel, a los magistrados les dan incapacidades y el Presidente y los ministros, pasan muertos de la erre.
Claro, los congresistas no se ayudan. La mayoría son mediocres, poco diligentes y oportunistas. Pero siempre los hay destacados y laboriosos. Los partidos ayudan menos. En estas elecciones, en particular, la indigestión amenaza: hay muchos candidatos a Cámara por un partido en alianza con postulados de otro partido Senado. Los resultados desfigurarán más la representación.
No tengo dudas de lo buenos congresistas que fueron Sofía Gaviria, Álvaro Uribe y Roy Barreras, al lado de los estelares Claudia López y Jorge Robledo. Sin embargo, hoy más que nunca en las últimas décadas tendrá más sentido votar por proyectos que por personas. El 11 de marzo tendremos un escenario político definido por las alternativas que se están ofreciendo para el país en los próximos cuatro años.
Las resumo: una oferta clientelista, corrupta y dura, articulada por Cambio Radical y muchos piratas de otros partidos; una promesa de repetir lo mismo de hace diez años, sin Farc y sin Bush, liderada por el Centro Democrático; un proyecto de cambio moderado e institucional que representa la Coalición Colombia; y una promesa de revolcón, sin respeto a las reglas, que se pregona desde Colombia Humana.
El país se reventará después de cuatro años con más de lo mismo –Cambio Radical o Centro Democrático– y no soportará el salto al vacío de Colombia Humana. La mejor opción hoy es la que proponen los partidos y los candidatos de la Coalición Colombia. En particular, las listas de Alianza Verde. Iván Marulanda nos representará bien.
El Colombiano, 4 de marzo.
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