lunes, 28 de agosto de 2017

Santos en el vórtice

Es un rompecabezas fétido. Primero el cemento, después los tarjetones, siguieron las togas. Primero fue Odebrecht en un caso directamente relacionado con su actividad económica, la construcción de obras de infraestructura. Después Odebrecht, de modo más tangencial, en un proyecto político que garantizaba no tanto la elección de unos congresistas sino de un presidente de la república. Después poco o nada de Odebrecht; la conjura de magistrados de la Corte Suprema de Justicia para poner el Estado a su servicio.

El caso de las carreteras carece de interés. Se trata de un asunto de ladrones: funcionarios de segundo nivel cuya valía era estar cerca de los centros de decisión, algunos ministerios, la Agencia Nacional de Infraestructura, la Casa de Nariño, por supuesto. Altos puestos, apellidos lustrosos de todo el país, pero simples ladrones.

El caso de Bernardo Elías es un poco más sofisticado pero se trata de algo que ya sabíamos. La investigadora Gloria Isabel Ocampo había ilustrado el funcionamiento de esas maquinarias políticas en su libro Poderes regionales, clientelismo y Estado. Etnografía del poder y la política en Córdoba (2014). ¿Cómo funciona la cosa? Gracias a un dispositivo de repartición de recursos creado a comienzos del siglo se les entregan los cupos indicativos –la “mermelada”– a unos políticos regionales que luego los convierten en dinero para comprar votos y elegir y reelegir (en este caso) a los poderes del centro. Ese mecanismo ya había sido documentado por los politólogos. Véase, por ejemplo, el trabajo de Fabio Sánchez y Mónica Pachón de 2013, que ocupaba del efecto de la mermelada sobre el esfuerzo fiscal.

El caso de los tres magistrados de la Corte Suprema de Justicia es otra cosa porque muestra cómo en poco tiempo la corrupción logró lo que las Farc no pudieron en medio siglo: doblegar el Estado de Derecho. Porque esos magistrados usaron la Corte para favorecer a los clientes de socios cercanos, atacar a la oposición política y entregarle la independencia de la rama judicial al congreso y al ejecutivo. En Bogotá todo el mundo sabía que Leonidas Bustos era el hombre del presidente de la república dentro la justicia.

El rompecabezas está armado. Debe faltar una pieza porque es improbable que la mezcla de carreteras y votos no toque a Germán Vargas Lleras. Pero esa ausencia no altera la conclusión acerca de cuál es el centro de este torbellino.

Recuerdo una litografía de Escher de 1956. El artista holandés intentó hacer converger tres planos figurativos que se curvan hacia el centro y no lo logró. Con honestidad dejó el centro limpio y puso allí su firma y la fecha. Varias décadas después un grupo de matemáticos resolvió esa convergencia. En este caso no hay misterio ni desafío mental: en ese vórtice blanco puede escribirse “Juan Manuel Santos”. Santos, un “hombre de bien”.

El Colombiano, 27 de agosto

1 comentario:

Anónimo dijo...

Profesor cuál es la obra de Escher a la que hace referencia?