He aquí un listado de palabras y frases que describen al reguetón: letras crudas, imagen de cínica supervivencia y de calculada liviandad, desmedida impudicia, sus intérpretes luchan por la audiencia y lo hacen como en un reality show, las letras crudas y los sonidos de metralleta en sus producciones refuerzan la sensación de combate. Todas ellas pertenecen a la periodista cubana Yoani Sánchez quien habla del género y de su hegemonía en la isla (“Reguetón, la música de la realidad”, El País, 26.12.16).
Todas y cada una de esas frases encajan bien con la manera como se escenifica buena parte de la política contemporánea: discursos carentes de elaboración y que apelan calculadamente a la ordinariez, abandono de las formas aceptadas en el trato hacia los pares, tratamiento de toda controversia como enemistad personal, sobreexposición pública de la vida privada propia y ajena. Todos esos ingredientes aparecen en los discursos populistas, de Chávez o Cristina, de Donald Trump o Rodrigo Duterte.
Sánchez pasó por alto otras características del reguetón que también son comunes con el populismo y que provienen del rechazo descarado de todo lo políticamente correcto, tanto de los montones de noñerías en que las clases medias han convertido algunos avances civilizatorios como de estos mismos. Son rampantes sus exaltaciones del machismo, de la ilegalidad, de la ostentación y de la violencia. No se debe subestimar el poder de las estrellas reguetoneras y de los líderes populistas para moldear las ideas y los comportamientos de la gente.
El ascenso del reguetón ha coincidido con el ascenso del estilo populista y ello debería interrogarnos sobre el tipo de relaciones sociales y patronales culturales sobre los que subyacen ambos fenómenos. Fenómenos poderosos a los que no parecen hacerles mella los cánones del buen gusto o de la buena política y que no creo se puedan enfrentar solo en sus propios terrenos o en sus propios términos. Estas lides no son nuevas pues, como dijo Rousseau, el hombre es el único animal susceptible de hacerse imbécil.
La diferencia entre los reguetoneros y los políticos populistas es que los primeros juegan con sus cartas sobre la mesa y no desbordan los parámetros de su actividad; ellos están para producir entretenimiento (no están pensando en arte) y vivir –con avión privado incluido– de su trabajo. Los líderes populistas no solo están trastocando las reglas constitucionales sino todo lo que se ha entendido siempre como el buen ejercicio de la política. En este sentido, si se tratara de escoger, no tendría la menor duda en elegir a Pitbull en lugar de Nicolás Maduro.
Nada de lo dicho tiene que ver con la condecoración que Luis Pérez le hizo a Maluma. Eso solo fue un acto oportunista que desprestigió el Escudo de Oro, a los anteriores y futuros condecorados y al propio Maluma.
El Colombiano, 16 de abril.
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