El informe de Jorge Giraldo para la CHVC
Gustavo Gallón
El Espectador, 28 de octubre de 2015
“Cualquier acuerdo para la terminación de la guerra será más sólido mientras mejor trate de entender nuestro drama desde una perspectiva colectiva, y mientras más respeto guarde por los que han sufrido”.
Con esta apertura mental e invitación a la concordia termina el informe del profesor Jorge Giraldo para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, creada por el Gobierno y las Farc. Qué valioso habría sido que el resto de su texto se hubiera trabajado con tal sabiduría y cautela.
En su opinión, el conflicto armado en Colombia habría persistido por la debilidad del Estado, y “la extraordinaria longevidad del mismo” se debería a su mezcla con el narcotráfico. Siendo un punto de vista respetable, su escrito no lo desarrolla con maestría.
Esa debilidad del Estado la atribuye en primer lugar a lo que considera como el escaso tamaño de la fuerza pública. En sus palabras, “la élite gobernante se autoinhibió para enfrentar la insurgencia guerrillera” al haber delegado “a los militares toda la responsabilidad para enfrentarse con un fenómeno de naturaleza estrictamente política, como es la guerra civil revolucionaria”. Ordinariamente dicha delegación ha sido interpretada como una cesión de poder al Ejército, en desmedro de la democracia. Ha dado lugar a cierta militarización del Estado y a graves abusos, incrementando así los motivos de la guerra, según documentados informes de Naciones Unidas y de la Comisión Interamericana sobre la situación de derechos humanos en Colombia. La fuerza pública está integrada por 450.000 efectivos, 100 mil más que en Brasil, cuya población es cuatro veces superior. El gasto militar en nuestro país representa el 3,5 % del PIB, tres veces más que en Brasil, según el Banco Mundial.
Acontecimientos bélicos notorios brillan por su ausencia en este ensayo. Si bien se advierte allí que en 1965 hubo una importante reforma laboral, no se menciona que simultáneamente se bombardeó a Marquetalia, ni que ese año se expidió el Estatuto Orgánico de la Defensa Nacional mediante el decreto 3398, que autorizó a los militares para crear grupos paramilitares e introdujo nociones claves de la Doctrina de Seguridad Nacional en las fuerzas armadas. La relación entre éstas y los paramilitares sólo aparecería con la vinculación de Rodríguez Gacha a la actividad anticomunista a mediados de los años 80: “desde ese momento en adelante, miembros de la fuerza pública participaron en las redes logísticas y operativas de estos núcleos privados contrainsurgentes”, según Giraldo.
Un segundo componente de esa debilidad del Estado sería la baja inversión en infraestructura vial. Y un tercer componente, la baja tributación, que privaría al Estado de suficiente dinero para cumplir con sus obligaciones. Ciertamente esos son dos problemas nacionales, pero su relación de causa a efecto con el conflicto armado no es evidente, y el informe no la demuestra.
Mucha gente en el país, mal informada y sin rigor analítico, puede tener una visión similar. Sin proponérselo, este informe hace visible ese hecho y pone de presente que hace falta divulgar más información y propiciar más reflexión sobre nuestro conflicto armado para construir la paz. Gracias, profesor Giraldo.
*Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljuristas.org)
jueves, 29 de octubre de 2015
domingo, 25 de octubre de 2015
Ciudadanía
Llegó la hora de la ciudadanía. Amarillean afiches y pasacalles, se desperfilan los ejercicios de Photoshop y ya dejamos de mirar algunos rostros llenos de botox para rejuvenecer filipichines. Olvidaremos algunas vallas a las que les sentaría bien un letrero de “se busca” (“también caerán”) en la parte superior. Y dejaremos de oír la saturación radial de propaganda política pagada y la subliminal que se sueltan comentaristas deportivos y pinchagujas. Dejaremos de ver lo que se ve y de oír lo que se oye.
En muchas partes se sentirán aliviados porque pesa más lo que no se oye ni se ve. La presión de los combos para que las comunidades se callen y voten por “el duro”. El estrés de los paterfamilias que se “apuntaron” en una campaña para recibir contratos en el próximo cuatrienio. El temblor ignorante de las familias que cuidan un pequeño puesto burocrático como si fuera un regalo y un tesoro. El cinismo del sujeto que vende el voto o la torpeza del que se deja comprar lo que es suyo, sus derechos.
Al final de la fila, en la mesa de votación, en el cubículo, se necesita poco valor para poner la equis donde le plazca y donde le dijeron, compraron, obligaron. En el acto de votar, ser ciudadano dura cinco segundos y requiere –en la intimidad– una pizca de personalidad. Vote como quiera, libremente, sin miedo y sin rabia, sin obsecuencia ni reverencia y verá cómo se siente de bien. Ganaríamos mucho todos si cada uno ante el tarjetón es él mismo y no el jefe de combo, el patrón contratante o el jefe manipulador.
Ahora. Ganamos más si el ciudadano piensa en su situación, la de Medellín y la de Antioquia. ¿Cree que van mal Medellín y Antioquia? Vote por los candidatos del cambio, por los críticos acérrimos de la gestión de Aníbal Gaviria y Sergio Fajardo. ¿Van bien Medellín y Antioquia? Los candidatos que quieren avanzar a partir de lo que se ha hecho son pocos. Para la Gobernación de Antioquia solo Federico Restrepo da certeza sobre la continuidad de la obra de Fajardo. Para la Alcaldía de Medellín la única amenaza seria a los progresos de las últimas tres administraciones es Juan Carlos Vélez, sin ideas, cuya carta de presentación consiste en que va a seguir las instrucciones de un senador de la república. ¡Por favor!
Tengo muchas dudas de que –como dicen algunos analistas– las elecciones regionales sean intrascendentes. Son periodos de cuatro años. En los próximos cuatro años habrá posconflicto y desaceleración económica. Los niveles de incertidumbre y riesgo en los planos social, económico y político serán muy altos. Ello demanda gobernantes con alta preparación, buenos equipos, ideas renovadoras y gran imaginación. Los demagogos y parlanchines, los clientelistas y corruptos, solo agravarán las cosas.
El Colombiano, 25 de octubre
En muchas partes se sentirán aliviados porque pesa más lo que no se oye ni se ve. La presión de los combos para que las comunidades se callen y voten por “el duro”. El estrés de los paterfamilias que se “apuntaron” en una campaña para recibir contratos en el próximo cuatrienio. El temblor ignorante de las familias que cuidan un pequeño puesto burocrático como si fuera un regalo y un tesoro. El cinismo del sujeto que vende el voto o la torpeza del que se deja comprar lo que es suyo, sus derechos.
Al final de la fila, en la mesa de votación, en el cubículo, se necesita poco valor para poner la equis donde le plazca y donde le dijeron, compraron, obligaron. En el acto de votar, ser ciudadano dura cinco segundos y requiere –en la intimidad– una pizca de personalidad. Vote como quiera, libremente, sin miedo y sin rabia, sin obsecuencia ni reverencia y verá cómo se siente de bien. Ganaríamos mucho todos si cada uno ante el tarjetón es él mismo y no el jefe de combo, el patrón contratante o el jefe manipulador.
Ahora. Ganamos más si el ciudadano piensa en su situación, la de Medellín y la de Antioquia. ¿Cree que van mal Medellín y Antioquia? Vote por los candidatos del cambio, por los críticos acérrimos de la gestión de Aníbal Gaviria y Sergio Fajardo. ¿Van bien Medellín y Antioquia? Los candidatos que quieren avanzar a partir de lo que se ha hecho son pocos. Para la Gobernación de Antioquia solo Federico Restrepo da certeza sobre la continuidad de la obra de Fajardo. Para la Alcaldía de Medellín la única amenaza seria a los progresos de las últimas tres administraciones es Juan Carlos Vélez, sin ideas, cuya carta de presentación consiste en que va a seguir las instrucciones de un senador de la república. ¡Por favor!
Tengo muchas dudas de que –como dicen algunos analistas– las elecciones regionales sean intrascendentes. Son periodos de cuatro años. En los próximos cuatro años habrá posconflicto y desaceleración económica. Los niveles de incertidumbre y riesgo en los planos social, económico y político serán muy altos. Ello demanda gobernantes con alta preparación, buenos equipos, ideas renovadoras y gran imaginación. Los demagogos y parlanchines, los clientelistas y corruptos, solo agravarán las cosas.
El Colombiano, 25 de octubre
lunes, 19 de octubre de 2015
Deliberando
Llovieron comentarios (e insultos) por mi columna de la semana pasada en la que criticaba al candidato Juan Carlos Vélez. Me parece muy bien. En Colombia falta deliberación. Aquí la mayoría de los políticos no discuten y la mayoría de los opinadores se van por las ramas. Me parece loable que sus partidarios hayan salido a la palestra ya que su candidato suele eludir el foro público. Respondo a los que están a la altura, empezando por mi gran amigo Jaime Jaramillo Panesso (El Colombiano, 15.10.15).
¿Por qué no estoy de acuerdo con Vélez? Porque no se quiso comprometer con los programas locales dirigidos a reparar a las víctimas (y eso incluye a las de la guerrilla), reconstruir la memoria de la ciudad y atender a los desmovilizados. Su gesto muestra carencia de sensibilidad para atender las necesidades del posconflicto. También porque se esconde detrás del mantra de la seguridad democrática. Esa política fue rural, dirigida a enfrentar a las guerrillas y estaba basada en el poder duro. La seguridad urbana necesita otros criterios –principalmente poder blando– y Vélez ha demostrado que no los conoce.
La seguridad ciudadana no necesita machos. Necesita líderes perceptivos, que sepan usar la inteligencia, la tecnología y la capacidad de coordinarse con entidades del orden nacional. No se combaten ladrones de celulares con helicópteros artillados. Al lado de Federico Gutiérrez o de Alonso Salazar, Vélez es un aprendiz en materia de seguridad. Eso de andar proponiendo robocops para llevar a las comunas y un programa de empleo pagando informantes no solo es demagógico, es peligroso.
Para Antioquia, objeto a Luis Pérez. Los que ya no somos jóvenes sabemos de Goyeneche, un señor bogotano a quien le encantaba lanzarse a la presidencia con propuestas tales como pavimentar el río Magdalena, pues lleno de arena y agua no le faltaba sino cemento para hacer una autopista. Goyeneche iba a solucionar la congestión en el tráfico construyendo las ciudades en el campo. Bueno, Luis Pérez le iba a poner segundo piso al río Medellín y ahora quiere hacer autopistas aéreas para entrar a Medellín. Más demagogia que locura.
Pero Luis Pérez no hace parte del folklor. El folklor es ingenuo y simpático. Luis Pérez no es ni lo uno ni lo otro. Sus relaciones políticas son bastante peligrosas y su manera de hacer política es humillante y clientelista. Sus antecedentes como alcalde son nefastos. Los principales símbolos de su gestión son La Escombrera en la Comuna 13 y la vajilla que costó cien millones de pesos. Sus críticos viven acorralados por los pleitos judiciales y las amenazas, como acaba de ocurrir con el periodista Pascual Gaviria. Es candidato porque Santos le está pagando el favor de haber sido jefe de finanzas de su campaña.
Mis diferencias con Vélez son programáticas, con Luis Pérez son éticas.
El Colombiano, 18 de octubre
¿Por qué no estoy de acuerdo con Vélez? Porque no se quiso comprometer con los programas locales dirigidos a reparar a las víctimas (y eso incluye a las de la guerrilla), reconstruir la memoria de la ciudad y atender a los desmovilizados. Su gesto muestra carencia de sensibilidad para atender las necesidades del posconflicto. También porque se esconde detrás del mantra de la seguridad democrática. Esa política fue rural, dirigida a enfrentar a las guerrillas y estaba basada en el poder duro. La seguridad urbana necesita otros criterios –principalmente poder blando– y Vélez ha demostrado que no los conoce.
La seguridad ciudadana no necesita machos. Necesita líderes perceptivos, que sepan usar la inteligencia, la tecnología y la capacidad de coordinarse con entidades del orden nacional. No se combaten ladrones de celulares con helicópteros artillados. Al lado de Federico Gutiérrez o de Alonso Salazar, Vélez es un aprendiz en materia de seguridad. Eso de andar proponiendo robocops para llevar a las comunas y un programa de empleo pagando informantes no solo es demagógico, es peligroso.
Para Antioquia, objeto a Luis Pérez. Los que ya no somos jóvenes sabemos de Goyeneche, un señor bogotano a quien le encantaba lanzarse a la presidencia con propuestas tales como pavimentar el río Magdalena, pues lleno de arena y agua no le faltaba sino cemento para hacer una autopista. Goyeneche iba a solucionar la congestión en el tráfico construyendo las ciudades en el campo. Bueno, Luis Pérez le iba a poner segundo piso al río Medellín y ahora quiere hacer autopistas aéreas para entrar a Medellín. Más demagogia que locura.
Pero Luis Pérez no hace parte del folklor. El folklor es ingenuo y simpático. Luis Pérez no es ni lo uno ni lo otro. Sus relaciones políticas son bastante peligrosas y su manera de hacer política es humillante y clientelista. Sus antecedentes como alcalde son nefastos. Los principales símbolos de su gestión son La Escombrera en la Comuna 13 y la vajilla que costó cien millones de pesos. Sus críticos viven acorralados por los pleitos judiciales y las amenazas, como acaba de ocurrir con el periodista Pascual Gaviria. Es candidato porque Santos le está pagando el favor de haber sido jefe de finanzas de su campaña.
Mis diferencias con Vélez son programáticas, con Luis Pérez son éticas.
El Colombiano, 18 de octubre
lunes, 12 de octubre de 2015
Elecciones y postconflicto
En 2016 se firmará el “Acuerdo para la terminación” entre las Farc y el gobierno nacional. Eso es un hecho. Puede que usted se dé cuenta o no. Puede que a usted le guste o no. Eso va a pasar. A partir de ese momento Colombia no será la misma; se crearán programas derivados del acuerdo y habrá que poner en marcha políticas para complementar y ajustar las demás esferas de la vida nacional. Entraremos en una transición que se calcula que puede durar 10 años.
Antioquia será el principal escenario de esa intervención. ¿Por qué? Porque Antioquia fue el principal escenario de la guerra durante los últimos 35 años. Porque en Antioquia vivía una de cada cinco víctimas en el mismo periodo. Porque, si descontamos las imprecisas cifras de desplazados, en Antioquia vivía una de cada tres víctimas de la guerra. Una de las principales zonas de concentración de las Farc para el desarme y la desmovilización estará en Antioquia, en esa enorme región que va desde Urabá hasta el Bajo Cauca y que tiene al Nudo de Paramillo como ombligo.
Puede que usted no se dé cuenta. Puede que no le guste. Pero tocó. El periodista mexicano Jorge Ramos nos lo acaba de recordar: “Toca es una maravillosa expresión colombiana que significa, a la vez, responsabilidad e inevitabilidad. Si algo toca es que no hay opciones más que una. Y en Colombia la paz toca” (“Paz para mis amigos”, El Colombiano, 07.10.15). Si algo toca y uno no está de acuerdo o no se da cuenta, peor para uno.
Medellín y Antioquia se tienen que preparar y lo han venido haciendo en los últimos años. El alcalde Aníbal Gaviria fortaleció la Casa de la Memoria (iniciada en la administración Salazar), promovió el Informe de Memoria Histórica de Medellín, puso en marcha la investigación sobre los hechos de La Escombrera ocurridos durante la alcaldía de Luis Pérez. El gobernador Sergio Fajardo puso en marcha el programa “Preparémonos para la Paz” y –como alcalde– adelantó la experiencia más exitosa de reinserción ejecutada en el país.
Hoy estamos ante dos disyuntivas. El candidato Juan Carlos Vélez Uribe no quiso firmar el pacto para darle continuidad a los programas de postconflicto de Medellín. Luis Pérez es el candidato de casi todos los parapolíticos condenados en Antioquia y no ha dicho ni mu sobre el asunto. Si usted quiere que Antioquia quede pagando en el postconflicto pues vaya y vote por estos dos señores. Si usted, sepa o no, esté de acuerdo o no, cree que Antioquia y Medellín deben prepararse para lo que se viene le toca revisar bien el tarjetón. En Antioquia el único que le jala a la paz es Federico Restrepo. En Medellín, el único que le jala a la guerra es Juan Carlos Vélez.
El Colombiano, 11 de octubre.
Antioquia será el principal escenario de esa intervención. ¿Por qué? Porque Antioquia fue el principal escenario de la guerra durante los últimos 35 años. Porque en Antioquia vivía una de cada cinco víctimas en el mismo periodo. Porque, si descontamos las imprecisas cifras de desplazados, en Antioquia vivía una de cada tres víctimas de la guerra. Una de las principales zonas de concentración de las Farc para el desarme y la desmovilización estará en Antioquia, en esa enorme región que va desde Urabá hasta el Bajo Cauca y que tiene al Nudo de Paramillo como ombligo.
Puede que usted no se dé cuenta. Puede que no le guste. Pero tocó. El periodista mexicano Jorge Ramos nos lo acaba de recordar: “Toca es una maravillosa expresión colombiana que significa, a la vez, responsabilidad e inevitabilidad. Si algo toca es que no hay opciones más que una. Y en Colombia la paz toca” (“Paz para mis amigos”, El Colombiano, 07.10.15). Si algo toca y uno no está de acuerdo o no se da cuenta, peor para uno.
Medellín y Antioquia se tienen que preparar y lo han venido haciendo en los últimos años. El alcalde Aníbal Gaviria fortaleció la Casa de la Memoria (iniciada en la administración Salazar), promovió el Informe de Memoria Histórica de Medellín, puso en marcha la investigación sobre los hechos de La Escombrera ocurridos durante la alcaldía de Luis Pérez. El gobernador Sergio Fajardo puso en marcha el programa “Preparémonos para la Paz” y –como alcalde– adelantó la experiencia más exitosa de reinserción ejecutada en el país.
Hoy estamos ante dos disyuntivas. El candidato Juan Carlos Vélez Uribe no quiso firmar el pacto para darle continuidad a los programas de postconflicto de Medellín. Luis Pérez es el candidato de casi todos los parapolíticos condenados en Antioquia y no ha dicho ni mu sobre el asunto. Si usted quiere que Antioquia quede pagando en el postconflicto pues vaya y vote por estos dos señores. Si usted, sepa o no, esté de acuerdo o no, cree que Antioquia y Medellín deben prepararse para lo que se viene le toca revisar bien el tarjetón. En Antioquia el único que le jala a la paz es Federico Restrepo. En Medellín, el único que le jala a la guerra es Juan Carlos Vélez.
El Colombiano, 11 de octubre.
lunes, 5 de octubre de 2015
Fajardo
El paso de Sergio Fajardo de la alcaldía a la gobernación generó interrogantes. Sin duda, una cosa es manejar una ciudad rica y otra hacerlo con un departamento relativamente pobre. Además, Antioquia –como dijo Álvaro Uribe hace 20 años– tiene las complejidades de un país entero. El discurso de Fajardo no cambió mucho: educación, oportunidades, legalidad, transparencia.
El gobernador adoptó como programa bandera el de Antioquia la más educada con varias estrategias, entre ellas, infraestructura física y el programa de becas. Como pasa siempre en este tema, el impacto no se puede ver en el corto plazo, pero una señal de su potencial provino de la ministra Gina Parody que adoptó el modelo antioqueño para darle norte a la acción del gobierno nacional.
La educación ha sido una obsesión de Fajardo alineada con dos criterios distintos. Uno técnico, identificado hasta la saciedad por los principales expertos mundiales en desarrollo. El otro político, y es que un plan estratégico consensuado en la región a fines del siglo pasado puso la educación como ancla del proyecto regional. Dicho esto no se entiende que Luis Pérez diga que los parques educativos son un proyecto inmobiliario (¿será que si gana los va a privatizar para convertirlos en hoteles o residencias?) o que Andrés Guerra prometa reducir la inversión en educación (El Colombiano, “El presupuesto de seguridad de Antioquia pasará del 1 al 5 por ciento”, 29.09.15).
El balance del gobierno departamental en materia de infraestructura educativa es alucinante. Antioquia carecía de una política en la materia. Se formuló, se creó una unidad en la Secretaría de Educación, se mejoraron 817 establecimientos educativos (promedio de casi 7 por municipio), más ciudadelas, los parques educativos y sedes universitarias (un dato por conocer).
Pero la intervención de mayores efectos inmediatos en Antioquia es la realizada en infraestructura vial. El departamento recuperó más de 10 mil kilómetros de vías. Fajardo deja el 88% de la red vial en buen estado después de haber recibido apenas el 15% en esas condiciones. La conectividad ha mejorado muchísimo en toda la geografía del departamento y, especialmente, en las zonas más alejadas como Urabá, el suroriente, Nudo de Paramillo y nordeste. Lo más distintivo, sin embargo, no se ve: el modelo de contratación que aseguró la trasparencia y eficacia en las licitaciones. No faltan los contratistas habituados al incumplimiento y a la trampa que afectan los planes y sueñan con que el próximo gobierno sea de corruptos.
De todas las iniciativas la más bonita, en mi opinión, es la promoción de cafés especiales. Con poco dinero, mucha imaginación, pequeños incentivos materiales y grandes incentivos simbólicos, muchas familias cafeteras empezaron a cambiar una tradición centenaria y a especializarse en producir cafés de muchas variedades y buena calidad. Juventud, tecnología y orgullo telúrico se dejan ver en las zonas cafeteras.
El Colombiano, 4 de octubre
El gobernador adoptó como programa bandera el de Antioquia la más educada con varias estrategias, entre ellas, infraestructura física y el programa de becas. Como pasa siempre en este tema, el impacto no se puede ver en el corto plazo, pero una señal de su potencial provino de la ministra Gina Parody que adoptó el modelo antioqueño para darle norte a la acción del gobierno nacional.
La educación ha sido una obsesión de Fajardo alineada con dos criterios distintos. Uno técnico, identificado hasta la saciedad por los principales expertos mundiales en desarrollo. El otro político, y es que un plan estratégico consensuado en la región a fines del siglo pasado puso la educación como ancla del proyecto regional. Dicho esto no se entiende que Luis Pérez diga que los parques educativos son un proyecto inmobiliario (¿será que si gana los va a privatizar para convertirlos en hoteles o residencias?) o que Andrés Guerra prometa reducir la inversión en educación (El Colombiano, “El presupuesto de seguridad de Antioquia pasará del 1 al 5 por ciento”, 29.09.15).
El balance del gobierno departamental en materia de infraestructura educativa es alucinante. Antioquia carecía de una política en la materia. Se formuló, se creó una unidad en la Secretaría de Educación, se mejoraron 817 establecimientos educativos (promedio de casi 7 por municipio), más ciudadelas, los parques educativos y sedes universitarias (un dato por conocer).
Pero la intervención de mayores efectos inmediatos en Antioquia es la realizada en infraestructura vial. El departamento recuperó más de 10 mil kilómetros de vías. Fajardo deja el 88% de la red vial en buen estado después de haber recibido apenas el 15% en esas condiciones. La conectividad ha mejorado muchísimo en toda la geografía del departamento y, especialmente, en las zonas más alejadas como Urabá, el suroriente, Nudo de Paramillo y nordeste. Lo más distintivo, sin embargo, no se ve: el modelo de contratación que aseguró la trasparencia y eficacia en las licitaciones. No faltan los contratistas habituados al incumplimiento y a la trampa que afectan los planes y sueñan con que el próximo gobierno sea de corruptos.
De todas las iniciativas la más bonita, en mi opinión, es la promoción de cafés especiales. Con poco dinero, mucha imaginación, pequeños incentivos materiales y grandes incentivos simbólicos, muchas familias cafeteras empezaron a cambiar una tradición centenaria y a especializarse en producir cafés de muchas variedades y buena calidad. Juventud, tecnología y orgullo telúrico se dejan ver en las zonas cafeteras.
El Colombiano, 4 de octubre
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