Pocas cosas parecen tan fútiles como las nubes. Solo por ejemplificar a partir de algunas aficiones personales, recuerdo un poema de la Nobel polaca Wisława Szymborska y una canción de los Caifanes de México. La primera habla de las nubes “primas lejanas y frívolas”, los segundos dicen que “parecemos nubes que se las lleva el viento”.
Pero a veces, muchas, la ciencia despoetiza la realidad. El científico brasileño Antonio Nobre plantea que existe un “polvo de hadas” sobre la Amazonia que permite que la selva más grande del mundo produzca “20.000 millones de toneladas de agua” al día y la lance a la atmósfera para beneficio del resto del planeta (El País, 22.08.14). Los investigadores Ángela Rendón y Juan Fernando Salazar de la Universidad de Antioquia encontraron otro tipo de nubes. Las llaman trampas contaminantes y consisten en masas de polución que quedan atrapadas sobre la ciudad y no circulan, o circulan sin desalojar el espacio urbano que las creó (El Colombiano, 23.08.14).
Son dos fenómenos muy distintos. El primero es un auténtico milagro de la naturaleza. El agua que la selva amazónica pone en el aire es mayor que la que el río Amazonas lleva al océano Atlántico. Alguien decidió llamar al resultado de este fenómeno un “río volador”. Lo que los científicos nuestros encontraron, el segundo caso, se parece más a un basurero aéreo algo así como si tuviéramos varios morros de Moravia suspendidos sobre los habitantes del valle de Aburrá.
El sistema de producción también es diferente. En la gran selva suramericana cada árbol tira al aire mil litros de agua diarios y, en su conjunto, el bosque puede llevar esta agua hasta lugares situados en un radio de cuatro mil kilómetros. En nuestra pequeña selva artificial –la región metropolitana de Medellín– producimos toneladas de partículas contaminantes provenientes principalmente de la industria de la construcción y después del consumo de combustibles fósiles (automotores).
Mientras el señor Nobre asegura que los bosques son “como una póliza de seguros” ya que donde existen no hay sequías pero tampoco huracanes, la trampa contaminante detectada por los estudios de la Universidad de Antioquia es una calamidad. El valle de Aburrá hoy es la zona más contaminada del país y la región con la tasa más alta de enfermedades infecto respiratorias agudas. No es un fenómeno natural; es el resultado de la manera como producimos y consumimos, como nos desarrollamos y nos gobernamos.
Hay nubes de nubes. Y esto tiene que ver con todo: con el plan de ordenamiento territorial y con los túneles, el de oriente o el túnel verde; con la idea del desarrollo como la fórmula de cemento más comisión o con la prioridad a la protección del ambiente; con la preferencia por usar la bicicleta y el metro o montarse en un carro.
El Colombiano, 31 de agosto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario