Hubo cambio en la gerencia de Metroplús en diciembre pasado y llegó la señora Adriana Palau. El cambio auguraba buenas cosas. Por la coyuntura problemática de Metroplús en sus conflictos por la Estación San Pedro, el túnel verde y la accidentalidad en sus flotas y en sus carriles. También por el perfil y la carrera de la señora Palau.
Sin embargo, la entrevista que concedió El Colombiano hace poco deja una gran sinsabor (“Túnel verde es un tema emocional y no ambiental”, 10.02.14). En primer lugar porque demuestra la tozudez de la empresa y de la administración de Envigado que quieren imponer su voluntad a rajatabla contra los vecinos, los ciudadanos y las organizaciones civiles, sin mediar argumentos ni alternativas. Y después por la fragilidad de los argumentos presentados.
La gerente de Metroplús subestima la posición de quienes estamos en contra de la destrucción del túnel verde diciendo que se trata de un asunto “paisajístico y emocional”, mientras la posición de la empresa está formulada “desde lo técnico y lo científico”.
Es un mal argumento porque se desconocen los pronunciamientos técnicos de ingenieros y expertos en movilidad sobre los problemas técnicos del trazado. Incluso los ciudadanos sostienen, intuitivamente, que la convergencia perpendicular desde las laderas hasta el río era el esquema más lógico. Y nadie ha demostrado que la circulación en U entre Itagüí y Envigado sea estratégica desde el punto de vista de la movilidad en el sur del valle de Aburrá.
Y empeora cuando contrapone paisaje y emociones a cálculos y planos. Según Trinidad Jiménez –dirigente política española– para Charles Baudelaire el problema urbano de nuestro tiempo sería que “las ciudades cambian más deprisa que el corazón de sus habitantes”. Cuando un funcionario público se impone autoritariamente contra la ciudadanía lo que está haciendo es ampliando la brecha entre la ciudad y el corazón de los ciudadanos.
Por eso Jiménez dice que es imperativo ganar la adhesión de la gente “implicando al ciudadano en un relato colectivo capaz de crear un consenso interno –algo que podría definirse como patriotismo local– lo que también nos dotaría de una imagen mejor definida hacia el exterior” (“Una nueva política para las ciudades”, El País, 16.10.02). Los maestros contemporáneos de las políticas públicas exigen que la vida cotidiana de los ciudadanos sea equiparada a las razones técnicas y políticas como criterio adicional de las decisiones sociales.
Hace años un alcalde de Envigado quería demoler la casa de Débora Arango porque obstaculizaba la prolongación de una calle, su justificación era perfectamente técnica pero era una propuesta tan descabellada que ni siquiera tuvo apoyo de su grupo político. Así que sí, señores alcaldes, junta y gerente de Metroplús, somos pasionales y paisajísticos, y esas son mejores razones que las motosierras, los buldócer y los articulados.
El Colombiano, 16 de febrero.
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