Una de las consecuencias indeseadas del movimiento cultural feminista, que no es lo mismo que la revolución social de las mujeres, ha sido el ocultamiento de la condición de muchos hombres, especialmente de los más pobres y vulnerables, que han terminado siendo ignorados social y políticamente, y excluidos de las políticas públicas.
Los hombres han caído en el poco confortable lugar de los grupos que no merecen protección –máxime si no son parte de una minoría étnica o sexual– y aunque sean pobres. Encima, el inconciente colectivo castiga a un tipo particular de hombre: al padre. Madre no hay sino una, padre es cualquiera, se dice. Contra toda la evidencia etnográfica, se acusa a los padres de ser los inoculadores exclusivos de la violencia de los hijos o de sus otros atributos antisociales.
Estamos ante un tema espinoso. Tan mal estamos, que se puede correr el riesgo de la estigmatización cuando se habla a favor de los hombres y de los padres. Sometido a ese y otros riesgos, y tratando de ser poco especulativo, hablaré de los hombres jefes de hogar.
Gracias a la colaboración del economista Daniel Cuartas, de la Universidad Eafit, me he dado cuenta de la realidad que describiré con algunos datos.
En Medellín hay 328,393 hogares sin madre o padre (uniparentales); de ellos 136,283 hogares están bajo la jefatura de un hombre, es decir, el 41,5%. Esto significa que los discursos oficiales, las políticas públicas y los programas privados de bienestar que se enfocan exclusivamente en las madres cabeza de familia están ignorando prácticamente la mitad del problema. Aunque la participación porcentual de los padres solos bajó un poco, desde el 2009 hasta el 2011 tuvimos casi diez mil hogares nuevos con un único jefe hombre. De los hogares con jefe hombre el 43,8% son pobres. El tamaño de la familia uniparental con jefe hombre es de casi tres personas, más bajo que la familia con jefe mujer.
No estoy en capacidad de decir por qué está ocurriendo este fenómeno. Las familias uniparentales siguen creciendo en Medellín (en 2011 eran el 46% del total), pero las explicaciones tradicionales como la violencia o la migración laboral no parecen dar cuenta de la magnitud insospechada de las familias donde solo existe el padre. Intuitivamente, podría decirse que las mujeres están abandonando voluntariamente los hogares en mayor proporción que los hombres.
Por ahora lo que me interesa es mostrar un fenómeno social oculto, señalar un nuevo segmento social vulnerable (el de los padres cabeza de familia, especialmente los 59,192 padres solos y pobres que viven en Medellín) y mostrar que la política pública posmoderna crea nuevas franjas de excluidos por el solo hecho de que tienen menos voz, menos representación y son menos glamorosos para los discursos políticamente correctos.
El Colombiano, 16 de junio
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