Durante el puente más deprimente del año, el 5 de enero, murió en Bogotá Guillermo Hoyos Vásquez, uno de los filósofos e intelectuales más importantes del país.
La última vez que estuve con Guillermo Hoyos fue hace poco más de dos meses en la asamblea de la Sociedad Colombiana de Filosofía, entidad de la que compartíamos membresía. Durante muchos años nuestro lugar de encuentro fueron los congresos, conferencias, presentaciones de libros, como se supone que sea entre personas que comparten una vocación, que también es profesión y disciplina.
Pero no fue en la arena filosófica donde conocí a Hoyos; fue en el humus de la acción social. Fue durante el momento de mayor entusiasmo para mi generación: el proceso constituyente que se inició en 1989 y culminó con la proclamación de la constitución política de 1991. Hoyos vio en él, básicamente, un proceso democrático cuyo principal aporte fue “hacer conciencia en el pueblo del principio de soberanía popular como procedimiento”.
Esta remembranza pone de presente el doble carácter de la vida de Guillermo Hoyos Vásquez. De un lado, el filósofo formado en Alemania en la década del sesenta, traductor de Jürgen Habermas y renovador de la tradición fenomenológica en Colombia. Del otro, el intelectual público, cofundador del Cinep en 1974, partícipe en las iniciativas de paz de los años ochenta y promotor de los incipientes debates de bioética en lo que va del siglo. (Para una síntesis de su trayectoria consúltese el artículo de Oscar Mejía Quintana, “Guillermo Hoyos Vásquez: testimonio para una biografía intelectual”.)
Ahora. No se trata de dos caminos separados. Hace algunos años durante una conferencia en Medellín, Hoyos afirmó que en Latinoamérica y Colombia la filosofía estaba obligada a ser filosofía política. No desconocía la validez de otras ramas de la filosofía, ni mucho menos la potencia que ellas pueden ofrecer a la actividad humana. Su énfasis apuntaba a la tarea urgente de hacer sociedades más equitativas, democráticas y decentes, y a la imposibilidad de que el filósofo ignore esa demanda.
La vida de Guillermo Hoyos ilustra el esfuerzo por cumplir con su preceptiva. De eso da cuenta el título del volumen que se publicó en el 2008 en su homenaje: “La responsabilidad del pensar”.
En Hoyos la responsabilidad se expresó en una enorme capacidad de trabajo que, incluso, le permitía sobreponerse a la enfermedad que lo agobió en los últimos años pero que no le disminuyó su actividad y protagonismo. También en su comprensión de la importancia de las instituciones, pues Hoyos no parecía creer en el trabajo solitario: siempre estuvo en instituciones, creando, alentando, dirigiendo.
Guillermo Hoyos, nacido en Medellín en 1935, es sin lugar a dudas uno de los personajes más importantes del país en varios ámbitos en los últimos 45 años. Como tal es un ejemplo.
El Colombiano, 13 de enero
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