Leí alguna vez, en un relato biográfico, que con cierta frecuencia Albert Einstein recibía de su esposa el calificativo de estúpido. Posiblemente a Einstein se le derramaba la comida, se le olvidaban las cosas o fuera torpe en asuntos varios; no sé. Lo que todos sabemos es que la señora Einstein estaba equivocada. Esa actitud tan frecuente suele deberse a la falta de distancia, de perspectiva y apreciación comparativa.
El ejemplo doméstico me sirve para hablar de Medellín. Nuestra ciudad se convirtió en modelo a nivel internacional para gobiernos, organismos internacionales y centros académicos. Nadie ha hecho la cuenta de la cantidad de eventos internacionales que se hacen fuera del país sobre Medellín, ni de los premios que recibe la ciudad cada año. Pero aquí no faltan personajes tipo señora Einstein que, sin embargo, tratan de demeritar esa apreciación, con la idea trivial de que es una ciudad con muchos problemas.
¿En qué es modelo Medellín? Hace 30 años en servicios públicos y aseo, hace 20 en civismo político, hace 15 años en finanzas públicas y 12 en servicio integrado de trasporte, hace 10 años en gestión pública, urbanismo social y seguridad, hace 8 en atención a desmovilizados y 6 en programas de atención a la niñez y los más pobres.
En algunos de estos aspectos Medellín es modelo comparada internacionalmente, especialmente en agua y saneamiento básico, gobernabilidad y gestión pública, trasporte masivo y urbanismo social. En otros aspectos la ciudad es modelo por la comparación con su propio desempeño, es decir, por haber revertido dinámicas crónicas de problemas como la violencia o la cobertura educativa.
¿Por qué es modelo Medellín? Porque la sociedad generó una red de acuerdos implícitos entre el gobierno local, el empresariado, la academia y las organizaciones sociales; porque decidió hacer una ruptura con la ilegalidad y cambió sus paradigmas; porque asumió responsabilidades directas frente a problemas de los ciudadanos sin esperar acciones nacionales; porque se crearon organismos de control ciudadano a la gestión pública y se han mantenido a lo largo del tiempo; porque la ciudadanía cobró iniciativa y vitalidad para hacerse sentir en las elecciones locales.
Los síntomas de esta trasformación de la ciudad son cotidianos. En el censo de 1993 se constató que Medellín se había convertido en ciudad expulsora de gente. Hoy Medellín es una ciudad receptora, cada año recibe un promedio de 25 mil nuevos habitantes y en los últimos años descubrió que existe el turismo, que había entrado en el circuito internacional de las artes y el entretenimiento y que hay empresas globales que se asientan aquí.
Sí, hay gente que pierde la perspectiva, pero también existe otro tipo: los dañinos, los que quieren ganar votos o popularidad sembrando desesperanza. Las discusiones con ambos se deben dar con franqueza, altura, argumentos y sin ocultar las dificultades.
El Colombiano, 18 de noviembre
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