Mi amigo el filósofo Alberto Buela, le decía a su esposa –medio en sorna, medio lisonjero– “son casi argentinos”. Se refería a nosotros, sus visitantes colombianos, confiados y altivos. Ilustra bien el cariño que nos tienen en el sur, sus afinidades (sobre todo con los paisas) y los defectos de ambos.
Se vieron todas en la Copa América. Colombia se llenó de euforia por haber ganado el peor grupo del torneo (único sin mejor tercero, ni semifinalista), mientras Argentina celebró por lo alto su triunfo sobre la sub-22, semi-aficionada selección de Costa Rica. Después llegó la gente seria y nos despachó rapidito para la casa.
Colombia y Argentina se parecen, mucha estrella, altos sueldos, poco equipo y directores técnicos despistados jugando con cinco delanteros, sin medio, uno confiado en la “mejor defensa” (de América) y el otro en la “mejor delantera” (del mundo). Cuando se enfrentan a maestros de la táctica como Markarián y Tabárez, Batista y el Bolillo quedan “casi boludos”.
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