Recordaba hace dos años (19 de febrero de 2009, Hipocresía y política IV) que Hannah Arendt había hallado en la lucha contra la hipocresía la explicación del carácter sangriento y terrorífico de la Revolución Francesa. Siguiendo las huellas jacobinas, Marx creía que la tarea de la crítica era despojar a las cadenas de las flores que las mimetizaban.
El trabajo de Wikileaks puede ser visto –y de hecho muchos espíritus liberales lo han visto– como la prosecución de esta supuesta misión moderna. Robert Wright (NYT, 08.12.10) cree lo contrario. El bloguero de Opinionator dice que el señor Assange cree que es un anti-Bush pero que en realidad es un anti-anti-Bush. El argumento es que Wikileaks es la mejor ayuda al neoconservatismo para profundizar las líneas de fractura que crearon los halcones de Bush.
Esto significaría que Wikileaks estaría ayudando sin proponérselo a la prolongación del tipo de guerras que la realpolitik desató durante el siglo XX. El tipo de guerras sobre las que Huntington llamó la atención y que sus malos lectores interpretaron como una prescripción. Las guerras modernas mutadas en guerras de la agonizante hegemonía europea contra las civilizaciones emergentes.
Sin embargo, el ataque frontal de Wikileaks al corazón de la diplomacia estatal es más bushista de lo que Wright percibe. La bandera de la transparencia es la justificación de la guerra preemptiva (preemptive war), núcleo duro de la doctrina de la dupla Bush-Rumsfeld. Sobre estos riesgos ya había advertido Philip Dick en el cuento que dio origen a Minority Report. Assange le estaría sirviendo así a las guerras que el fundamentalismo religioso de la extrema republicana puso en marcha desde el fin de la Guerra Fría, cuyo mejor ejemplo es la de Irak.
El último tipo de guerras parece haber empezado el 7 de diciembre. El ataque de la red de Assange contra los sistemas informáticos de un banco suizo y de Mastercard, precedido por los controles a las cuentas de Wikileaks; las amenazas de los hackers contra twitter y las de los bancos para neutralizar a PayPal; todo ello son los primeros anuncios de la guerra informática. Que por ahora sea la insinuación de una guerra virtual puede significar dos cosas: que tendremos pronto una nueva forma de guerra o que la vieja guerra con “efusión de sangre” usará también nuevas armas.
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