martes, 26 de enero de 2010

El Alcalde asediado

Varios columnistas de este diario han dicho en los meses pasados que la ciudad está “asediada”. La Real Academia ofrece dos acepciones, de las cuales la primera dice que asediar es “cercar un punto fortificado, para impedir que salgan quienes están en él o que reciban socorro de fuera”. Si hablamos español recto, estos opinadores dicen mentiras. No es cierto que la ciudad esté rodeada militarmente, ni cierto que la gente no pueda entrar o salir de ella. Y también se trata de una falsedad incluso hablando de barrios o comunas específicas.

Siendo indulgentes digamos que, como es del gusto colombiano, estos colegas estaban exagerando por alguna razón. Exageraciones amparadas en un crecimiento real y preocupante del número de homicidios en la ciudad. En este caso, diré que estos columnistas pecan de “presentismo” o se les olvida el pasado o vivían en Dinamarca y apenas regresan el país. Porque, si se exceptúan los cinco años entre 2004 y 2008, el número de homicidios del año pasado en Medellín es más bajo que el de cualquier otro año desde 1989.

¿Entonces qué pasa? Mi respuesta es que en Medellín pasan dos cosas. La primera es que la criminalidad organizada está reaccionando ante la ofensiva del Estado, la recuperación de la institucionalidad en la ciudad y la pérdida del control ilegal por parte de “Don Berna” y su organización. Esto genera un nivel de violencia que encontró el año pasado algunas condiciones propicias para escalarse.

Es un fenómeno crítico que, sin embargo, no es extraño. Como decía hace poco Mario Vargas Llosa (El País, 10.01.10) hablando del problema del narcotráfico en Occidente, los mafiosos “están aquí para quedarse”. Se trata de una violencia endémica en la que “no importa cuántos capos y forajidos caigan muertos o presos ni cuántos alijos de cocaína se capturen” porque a “los narcos caídos los reemplazarán otros, más jóvenes, más poderosos, mejor armados”. Pasa en México, en Rio, en Calabria. Y la sociedad debe unirse para enfrentar este fenómeno sin la desesperación de los que creen que Medellín puede ser El Vaticano.

Pero lo más grave que pasa en Medellín es precisamente que la solidaridad institucional y política se ha roto. Voy a citar una nota que circula en la red firmada por el periodista de Radio Súper Jorge Luis Cano en la que, después de varios párrafos de insultos contra el Alcalde, dice “que se caiga lo que esté cojo pero que se acabe el bazar de las mentiras y de las cosas inútiles”. Esta es la filosofía de los enemigos del Alcalde: crear el caos en la ciudad, destruir lo ganado en imagen positiva nacional e internacional. En suma, los enemigos del Alcalde se han convertido ya, hoy, en enemigos de la ciudad.

La segunda acepción de asedio que trae el diccionario es “importunar a alguien sin descanso”. La ciudad no está asediada, el que está asediado es el Alcalde y los que los asedian no tienen escrúpulos para afectar la ciudad con tal de golpear a su gobernante.

Publicado en El Colombiano, 25.01.10

4 comentarios:

Lagamo dijo...

Jorge, que buen articulo!!

Federico Hoyos Salazar dijo...

Muy buena Dr. Jorge. Los ciudadanos tendemos a caer en la exageración casi siempre cuando nos disgusta el líder de turno. Un saludo y lo sigo leyendo.

Magio dijo...

Excelente!!!

Iván Garzón Vallejo dijo...

Muy buen análisis. Hay asuntos en los que a nuestros líderes políticos les falta grandeza.