La historia escondida detrás de “Your Own Worst Enemy” (Bruce Springsteen, “Magic”, 2007), puede ser una historia íntima como la de “Una historia violenta” (David Cronenberg, 2005). Pero dejemos a un lado el ambiente hogareño que se nota en la canción y pensemos en ella como una historia política y hagamos dos glosas sin la pretensión de construir un argumento.
“Los tiempos llegaron a ser claros / cuando quitamos todos los espejos”. Si tenemos en cuenta que se está hablando de enemigos y de la nueva situación en la cual el peligro real se detecta en lo propio, cobra sentido este verso preciso. Había un tiempo claro en el cual el enemigo era otro distinto, estaba afuera, o simplemente había una línea divisoria precisa entre amigos y enemigos. En los tiempos en que el curso de las cosas está determinado por el afuera los espejos sobran, se cubren con sábanas, se guardan en los sótanos, desaparecen en el estropicio de los combates. Sin embargo algo ha sucedido para que esa línea se haya perdido; quizás hayamos ganado la guerra; quizás ya no tengamos enfrente lo malo, lo feo, lo falso, ordenado bajo la misma sigla; el de afuera ha perdido importancia.
En la nueva calma los espejos se han reinstalado y la tranquilidad de un adversario público viene a ser sustituida por la falta de certeza acerca del origen de nuestras preocupaciones. Cuando nos miramos al espejo podemos descubrir que el nuevo enemigo está al frente y que no es otro que nosotros mismos. Es el verdadero enemigo, “the own enemy”, tal vez porque el enemigo feroz de los tiempos sin espejos era sólo nuestra propia maldad encarnada en cuerpo extraño. ¿Por qué si el feroz adversario ha sido derrotado, nuestros males continúan? Parece ser que no era nuestro verdadero enemigo. Nuestro verdadero enemigo, al parecer, somos nosotros mismos. Que sea el peor es apenas una consecuencia, al fin y al cabo no hay peor enemigo que el enemigo íntimo. Y ninguno más íntimo que el que surge de una escisión interior.
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