El ambiente de Medellín en los últimos meses está corriendo el riesgo de parecerse mucho al ambiente nacional: una disociación entre los poderes tronantes y los poderes silenciosos. Los poderes tronantes son los que pueden tronar, esto es, los que tienen el poder de las armas de fuego y los que pueden hacer ruido, o sea, los medios de comunicación (ambas acepciones, hacer ruido y disparar figuran en el diccionario).
Los poderes tronantes están contra el Alcalde. Esa mezcla inadmisible pero común entre autoridades de policía y bandidos como El Cebollero o Don Mario. El poder legítimo de los medios de comunicación para criticar, que muchas veces se usa retorcidamente para crear un ambiente turbio de animadversión. Los ejemplos más claros son Telantioquia Noticias y los comunicadores informales que iniciaron los sitios contra Alonso Salazar en Facebook inmediatamente se posesionó.
Otra cosa son los poderes silenciosos. Unos guardan silencio porque les conviene o porque creen que su papel es guardar silencio, esto es típico del poder económico. Los otros no es que guarden silencio, es que su voz sólo se oye en las urnas o en las encuestas realmente representativas (no en los opinómetros o las consultas telefónicas o vía internet). En este caso los resultados de la encuesta de Datexco* sobre la percepción respecto a diversos asuntos de los colombianos que viven en las capitales de departamento es muy ilustrativa. Medellín tiene el mejor gobierno (calificado con 3,97) seguida de Manizales (3,71). Medellín tiene el mejor clima de seguridad (3,71) seguida de Cartagena (3,60). Medellín tiene la segunda mejor movilidad vial (4,31) después de Neiva (4,45).
Los poderes tronantes han hecho una gran labor creando un clima de inseguridad, de inconformidad con la movilidad vial y oposición irrazonable (y seguramente interesada) contra la Administración Municipal que es totalmente opuesta a la opinión de los poderes silenciosos. Esto, por supuesto, puede cambiar. Ahora, si cambia, si la opinión de los poderes silenciosos toma la dirección que quieren los poderes tronantes los perdedores seremos todos. O casi todos, porque ya se sabe que el río revuelto lo aprovechan los luispérezcadores.
* La encuesta fue realizada en julio pasado (entre el 17 y el 21) y publicada por El tiempo el domingo 24 de agosto.
domingo, 31 de agosto de 2008
viernes, 22 de agosto de 2008
Provocando al dragón
Cuando el fuego olímpico empezó a calentarse, hace más de un año, un largo periodo de preparativos del humanitarismo global empezó a mostrar sus frutos. El recorrido de la llama olímpica por los cinco continentes fue acompañado de una agresiva campaña contra el Estado chino a favor de la independencia del Tíbet, denunciando violaciones de los derechos humanos y las restricciones de las libertades civiles.
Semanas antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos, los medios de comunicación occidentales generaron un ambiente de incertidumbre por la contaminación del aire en Beijing y se inundaron de titulares sobre la renuncia de varias estrellas deportivas a participar en las competencias y la inminencia de la suspensión de muchas competencias por parte del Comité Olímpico Internacional.
El 8 de agosto, mientras se encendía el fuego olímpico, miles de humanitaristas globales encendieron veladoras en varios lugares del mundo lamentando la tragedia de una celebración fraternal en un Estado infernal. Un día antes, George Bush y Nicolás Sarkozy habían recogido la primera cosecha del activismo humanitario exigiendo a China que cambiara sus políticas y lanzando duras advertencias para el futuro. Los terroristas separatistas de Xinjiang hicieron lo suyo explotando bombas en esta provincia limítrofe con Afganistán en esas mismas fechas.
A la semana siguiente, medios de comunicación liberales se dedicaron a mostrar la otra cara de los juegos: una niña que dobló en la ceremonia, el uso de trucos televisivos en la transmisión, la imposibilidad de entrar a las páginas web de los secesionistas en los computadores chinos, la existencia de apartamentos de 10 metros cuadrados, el robo de cámaras a los turistas occidentales… China es todo lo que Occidente detesta y supuestamente no es.
El humanitarismo global está pavimentando las avenidas sobre las que se disputará el próximo conflicto global. Los Bush y Sarkozy de mañana recogerán esa herencia. Y dentro de 5, 10 y 15 años los humanitaristas globales se eximirán de responsabilidades y dirán que los nuevos conflictos son culpa de los políticos: del belicismo occidental y el totalitarismo oriental. No predicarán los derechos sino la paz.
Semanas antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos, los medios de comunicación occidentales generaron un ambiente de incertidumbre por la contaminación del aire en Beijing y se inundaron de titulares sobre la renuncia de varias estrellas deportivas a participar en las competencias y la inminencia de la suspensión de muchas competencias por parte del Comité Olímpico Internacional.
El 8 de agosto, mientras se encendía el fuego olímpico, miles de humanitaristas globales encendieron veladoras en varios lugares del mundo lamentando la tragedia de una celebración fraternal en un Estado infernal. Un día antes, George Bush y Nicolás Sarkozy habían recogido la primera cosecha del activismo humanitario exigiendo a China que cambiara sus políticas y lanzando duras advertencias para el futuro. Los terroristas separatistas de Xinjiang hicieron lo suyo explotando bombas en esta provincia limítrofe con Afganistán en esas mismas fechas.
A la semana siguiente, medios de comunicación liberales se dedicaron a mostrar la otra cara de los juegos: una niña que dobló en la ceremonia, el uso de trucos televisivos en la transmisión, la imposibilidad de entrar a las páginas web de los secesionistas en los computadores chinos, la existencia de apartamentos de 10 metros cuadrados, el robo de cámaras a los turistas occidentales… China es todo lo que Occidente detesta y supuestamente no es.
El humanitarismo global está pavimentando las avenidas sobre las que se disputará el próximo conflicto global. Los Bush y Sarkozy de mañana recogerán esa herencia. Y dentro de 5, 10 y 15 años los humanitaristas globales se eximirán de responsabilidades y dirán que los nuevos conflictos son culpa de los políticos: del belicismo occidental y el totalitarismo oriental. No predicarán los derechos sino la paz.
jueves, 14 de agosto de 2008
Pulsiones fundamentalistas
El gran innovador de la historia en Colombia, Jaime Jaramillo Uribe, diagnosticó la personalidad como “mediana”. De algún modo reflejaba con ello cierta tendencia a negociar y a transar, a contemporizar, que permitió que durante siglos se eludieran soluciones radicales. Eso ha permitido una estabilidad política más bien rara en el contexto latinoamericano y, también, muchas veces, la prolongación crónica de muchos problemas.
No ha sido Colombia un país fértil para el fanatismo ideológico, ni político ni religioso. Y siempre que alguien buscó votos con alternativas extremas, fracasó. A mediados del siglo pasado tuvimos a Gaitán, Laureano y Gilberto Vieira, un trío pavoroso pero bien articulado con el populismo continental y la guerra fría mundial. Ellos pertenecen a un momento excepcional.
Ahora vivimos la amenaza de un nuevo fanatismo, hijo legítimo del idealismo cosmopolita de principios de los años noventa y descendiente bastardo del fundamentalismo evangélico de George Bush. Se trata de la pretensión de ordenar la vida política y social bajo los parámetros de la moral liberal y, así, de despolitizar las relaciones sociales y la administración pública.
La prensa se nos llenó de fogosos predicadores que pretenden arrancar de cuajo los principios de han orientado la vida política en Occidente. Como se sabe hay dos grandes enfoques de la relación entre política y ética. El tradicional, expuesto por Santo Tomás, que plantea la continuidad entre ambas esferas y admite la posibilidad de excepciones para que el político pueda atender situaciones urgentes o motivos prioritarios. El moderno, expuesto por Max Weber, que sostiene que ambas esferas están separadas y que en la política funciona la ética de la responsabilidad y en la vida personal la ética de la convicción.
Nuestros predicadores integristas no admiten los casos excepcionales y desconocen la ética de la responsabilidad. Hablo, de nuevo, del uso del emblema de la Cruz Roja en el rescate de Ingrid Betancourt: ¿Puede la policía pasarse un semáforo en rojo para atrapar a un ladrón? ¿Deben los bomberos circular en contravía para apagar un incendio? Este tipo de preguntas son bastante estúpidas. Cuando alguien se las hace debemos suponer que existe una visión fanática de las normas o una utilización instrumental de la misma para desprestigiar a un enemigo. Si hay que escoger, preferiría prensar que los Savonarolas de periódico son mezquinos pues ello sería menos grave que la creación de un nuevo fanatismo moral.
No ha sido Colombia un país fértil para el fanatismo ideológico, ni político ni religioso. Y siempre que alguien buscó votos con alternativas extremas, fracasó. A mediados del siglo pasado tuvimos a Gaitán, Laureano y Gilberto Vieira, un trío pavoroso pero bien articulado con el populismo continental y la guerra fría mundial. Ellos pertenecen a un momento excepcional.
Ahora vivimos la amenaza de un nuevo fanatismo, hijo legítimo del idealismo cosmopolita de principios de los años noventa y descendiente bastardo del fundamentalismo evangélico de George Bush. Se trata de la pretensión de ordenar la vida política y social bajo los parámetros de la moral liberal y, así, de despolitizar las relaciones sociales y la administración pública.
La prensa se nos llenó de fogosos predicadores que pretenden arrancar de cuajo los principios de han orientado la vida política en Occidente. Como se sabe hay dos grandes enfoques de la relación entre política y ética. El tradicional, expuesto por Santo Tomás, que plantea la continuidad entre ambas esferas y admite la posibilidad de excepciones para que el político pueda atender situaciones urgentes o motivos prioritarios. El moderno, expuesto por Max Weber, que sostiene que ambas esferas están separadas y que en la política funciona la ética de la responsabilidad y en la vida personal la ética de la convicción.
Nuestros predicadores integristas no admiten los casos excepcionales y desconocen la ética de la responsabilidad. Hablo, de nuevo, del uso del emblema de la Cruz Roja en el rescate de Ingrid Betancourt: ¿Puede la policía pasarse un semáforo en rojo para atrapar a un ladrón? ¿Deben los bomberos circular en contravía para apagar un incendio? Este tipo de preguntas son bastante estúpidas. Cuando alguien se las hace debemos suponer que existe una visión fanática de las normas o una utilización instrumental de la misma para desprestigiar a un enemigo. Si hay que escoger, preferiría prensar que los Savonarolas de periódico son mezquinos pues ello sería menos grave que la creación de un nuevo fanatismo moral.
lunes, 4 de agosto de 2008
Poderosas: El regreso de un grande
3 de agosto del 2008, será ya una fecha entrañable para los portadores de la Camiseta Sagrada. Sin mucho bombo se había anunciado el regreso de John Javier Restrepo a su país y su equipo después de casi 5 años de vida profesional en México.
Un sol de agosto, de esos que se han vuelto escasos, y los mismos 12 mil aficionados que somos la hinchada del Poderoso, porque los que dejan de ir al estadio después de dos partidos perdidos salen de la lista. Ese era el escenario para recibir a Choronta. Por supuesto, una pancarta de Asobdim a modo de tarjeta, el saludo ruidoso de la Rexixtenxia y el aplauso del respetable.
El partido es una anécdota y la simple corroboración de lo que ya sabíamos. El liderazgo de Choro, su técnica para recuperar balones en el área propia, generar pases precisos de la mitad hacia arriba y rematar al arco, incluso con un tiro en el palo. En 90 minutos lo que las nuevas “estrellas” se demoran todo un campeonato en hacer.
Al final una postal: el abrazo de Leonel Álvarez y el Choro. Sólo faltó la Pelusa Pérez para la fotografía de los tres mejores recuperadores de balón de los últimos 20 años en el país, la selección y en el Poderoso. Una línea de sucesión que está en suspenso.
Un sol de agosto, de esos que se han vuelto escasos, y los mismos 12 mil aficionados que somos la hinchada del Poderoso, porque los que dejan de ir al estadio después de dos partidos perdidos salen de la lista. Ese era el escenario para recibir a Choronta. Por supuesto, una pancarta de Asobdim a modo de tarjeta, el saludo ruidoso de la Rexixtenxia y el aplauso del respetable.
El partido es una anécdota y la simple corroboración de lo que ya sabíamos. El liderazgo de Choro, su técnica para recuperar balones en el área propia, generar pases precisos de la mitad hacia arriba y rematar al arco, incluso con un tiro en el palo. En 90 minutos lo que las nuevas “estrellas” se demoran todo un campeonato en hacer.
Al final una postal: el abrazo de Leonel Álvarez y el Choro. Sólo faltó la Pelusa Pérez para la fotografía de los tres mejores recuperadores de balón de los últimos 20 años en el país, la selección y en el Poderoso. Una línea de sucesión que está en suspenso.
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