lunes, 30 de mayo de 2022

Moritat

La mayoría de los melómanos mantenemos el afán por clasificar, comparar, buscar los datos que están detrás de la música y sus autores. Una vieja curiosidad que tenía fue respondida hace poco por el periodista y escritor Ibsen Martínez —buen amigo intelectual— en El País de Madrid (“El moritat de Gerhard Schröder”, 25.04.22). Voy a parasitar, con su venia, esa columna.

Dice Ibsen que el moritat es un género popular “que  narra sin escandalizarse las andanzas de un malhechor, normalmente un asesino salteador de caminos, condenado a muerte y en fuga de sus verdugos. Puede traer o no moraleja”. Wikipedia señala el origen alemán del género que, desde el medioevo, se extendió a Escandinavia y las islas británicas. En esta última región se les llama “murder ballads”, baladas de asesinos. Solo ahora entiendo el título del álbum que lleva el mismo nombre de Nick Cave, uno de mis artistas favoritos, y la categoría en la que entran otros grandes discos como “Nebraska” (Bruce Springsteen) o “The criminal under my own hat” (T Bone Burnett). En América Latina abundan canciones de este tipo, especialmente en la ranchera y el tango, y en Colombia tenemos un subgénero —el de los corridos prohibidos— que medró con la guerra y el narcotráfico. Para que los lectores se formen una idea, un buen ejemplo de moritat sería la canción de Roberto Cantoral “El preso número 9” o “Pedro navaja” de Rubén Blades.

El rasgo característico del moritat es la postura moral que se deriva del texto con independencia de quien sea el sujeto que narra la historia; Ibsen lo define como “la socarrona simpatía por el protagonista”. Este es un fenómeno extendido y no sé qué tan bien haya sido explicado. El caso es que la columna que comento enlaza esta manera solapada de justificar al criminal con el escándalo europeo a raíz de la conducta del excanciller alemán Gerhard Schroeder, quien llegó a la junta de la petrolera rusa Gazprom tres semanas después de haber cesado en sus funciones de gobierno y siguió sirviendo a los intereses de Putin en plena invasión a Ucrania. O con las revelaciones sobre los oscuros negocios del yerno de Trump y el entonces Secretario del Tesoro con los Emiratos Árabes Unidos y otras dictaduras plutocráticas de Oriente Medio (Kushner's and Mnuchin's quick pivots to business with the Gulf”, The New York Times, 22.05.22). Y algún día saldrán a relucir los efectos de las relaciones del asesor presidencial Luis Guillermo Echeverri y del propio presidente Duque con el régimen emiratí.

Pero, ese no es mi centro de interés. Veremos si los cogen o no. Lo llamativo del caso es cómo y por qué amplios sectores de la población, en Estados Unidos o aquí, silencian, excusan o celebran los delitos de los gobernantes. Quizás exista una razón de orden mayor como la que le escuché una vez a alguien: “Sí, ese es un bandido, pero es nuestro bandido”.

El Colombiano, 29 de mayo.

lunes, 23 de mayo de 2022

Suavizar los ánimos

Entre la salida del túnel de oriente y el aeropuerto hay un griterío de vallas en campaña y entre ellas una ventana de color magenta que exhibe el mensaje “¿Dejarías de abrazar a tu mamá porque prefiere a un candidato político que no te gusta?”. La firma Comfama. La pregunta confronta la fuerza de los afectos y la tensión política. La probabilidad de que la respuesta sea negativa es muy alta: se dirige a la madre, en un país hispano, en una región con un matriarcado fuerte. Es seguro que las respuestas bajen si se tratara de sobrinos o primos, y que sean positivas si fueran amigos, colegas o compañeros de trabajo. (Esta semana un empresario sugirió vetar a los hijos que no voten como sus padres.) Lo cierto es que la otra pregunta de la campaña —“¿excluirías a alguien del grupo familiar de Whatsapp por sus posturas políticas?— tiene respuestas positivas cercanas al 100%. No es hipotético: pasa todos los días, en los medios sociales y en los pasillos académicos y laborales.

La publicidad cívica de Comfama está respaldada por la edición de la revista institucional. Allí se dice que el objetivo es fomentar “la capacidad humana de discutir sin pelear, de escuchar al otro sin juzgarlo, insultarlo o anularlo”. El director de la Caja, David Escobar, nos recuerda que habrá vida después de las elecciones. Este llamado de atención es importante ya que algunas personas se están comportando como si el 29 de mayo o el 19 de junio fueran la mañana y la tarde del Día del Juicio Final. Cuando alguien piensa en términos apocalípticos ya está a las puertas del fanatismo y sus males anexos. Comfama confiesa inspirarse en el movimiento digital Mutante (mutante.org) que promueve, entre otras, la idea de “se vale cambiar de opinión”.

Juan Carlos Arenas, director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, dice en la misma revista que “antes, durante y después de la contienda, hay que suavizar los ánimos”. Un ejercicio necesario y una obligación ciudadana, más urgentes ante la visibilidad de las voces agresivas y destructoras que se están levantando. Buena parte de los sectores dirigentes del país se acostumbró en demasía a romper las reglas de la civilidad en la política; a los ciudadanos nos toca despolitizar la vida cotidiana y las relaciones sociales.

En el futuro muchos se podrán preguntar cómo fue posible que se pusiera en duda abrazar a la propia madre o a un familiar cercano por un desacuerdo sobre las preferencias políticas. Porque la mera formulación de un interrogante de este tipo denota una situación desesperada, casi terrorífica, que será difícil de comprender; tanto como las reyertas por una imagen religiosa en tiempos o lugares lejanos o las peleas por el papel higiénico en los mercados al comienzo de la pandemia. Aunque siempre quede quien crea que un escapulario o un rollo ameritan un buen pleito.

El Colombiano, 22 de mayo

lunes, 16 de mayo de 2022

Garantías

Hace 72 años no se veía un ambiente preelectoral tan enrarecido y convulso que estuviera originado desde el interior de las instituciones públicas; en ese entonces, el partido liberal no participó en las elecciones presidenciales y quedó Laureano Gómez como único candidato. Otras elecciones irregulares fueron las de 1990, cuando fueron asesinados cuatro candidatos presidenciales, pero la amenaza fue principalmente extrainstitucional, aunque está comprobado que el DAS participó en el homicidio del candidato del centro Luis Carlos Galán.

Como si le faltaran errores y horrores al gobierno de Iván Duque, la campaña electoral está profundamente enturbiada de cuenta suya. El gobierno, con el apoyo del congreso, eliminó algunos artículos de la Ley de Garantías para permitir que los dineros de la contratación pública se usaran para financiar las campañas. La Corte Constitucional —como no podía ser de otro modo— declaró inexequible el esperpento, pero nada asegura que la plata será devuelta. A la autoridad electoral se le perdieron más de un millón de votos de las consultas durante una semana y sigue allí, incólume, en su puesto. El presidente decidió intervenir en la campaña, y como el mal ejemplo cunde, otros funcionarios decidieron lanzarse al ruedo haciendo lo propio. Entonces, en una decisión descabellada, la Procuraduría empezó a destituir alcaldes (el presidente es intocable y el comandante del ejército, también). La procuradora Cabello lo hizo a sabiendas de que existe un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el asunto, y del retorcido antecedente de Alejandro Ordóñez contra el alcalde de Medellín Alonso Salazar. Se trata de un abuso de poder y de una torpeza.

A quince días de la primera vuelta presidencial y cinco semanas de la segunda, hay poco por hacer. Rezar, tal vez. Uno no sabe hasta dónde nos pueden llevar el sectarismo y la arbitrariedad gubernamentales.

Por tanto, las preocupaciones que quieren ser eficaces apuntan al próximo gobierno, que tiene mucha probabilidad de ser autoritario: o la continuidad de este o la ruptura. Casi un centenar de personas, principalmente exministros y académicos más algunos empresarios y periodistas, firmamos esta semana una declaración que lleva por título Acuerdos básicos para la convivencia nacional. Aunque la circulación de estos borradores suele ser aleatoria, es bueno que aparecieran notables nombres antioqueños como los de los periodistas Ana Mercedes Gómez Martínez y Luis Alirio Calle o el del sacerdote Federico Carrasquilla.

El comunicado les pide a los candidatos presidenciales comprometerse con ocho puntos, la mitad de los cuales se refieren al cumplimiento de las normas que definen la transitoriedad del gobierno y la imparcialidad institucional, entre ellas, la norma no escrita de que los perdedores reconocen los resultados. La otra mitad plantea asuntos básicos de política estatal que deberían ayudar a recobrar condiciones estables para la convivencia nacional, hoy tan dañadas.

El texto completo, de dos páginas, puede consultarse en la internet con el título ya comentado; también puede leerse en mi blog: giraldoramirez.blogspot.com

El Colombiano, 15 de mayo

viernes, 13 de mayo de 2022

Acuerdos básicos para la convivencia nacional

La polarización política es, además del Covid 19, otra pandemia del siglo XXI. 

Una cosa es la competencia electoral entre líderes, partidos y movimientos políticos provistos de distintas visiones sobre el país -lo que es propio de una democracia pluralista- y otra muy distinta es la gestación de un clima de polarización extrema con graves riesgos de una ruptura nacional. 

En América Latina estamos ya viviendo procesos de ruptura nacional catastróficos. Venezuela y Nicaragua son dos ejemplos extremos, pero riesgos similares se pueden estar gestando en países como México, Honduras, El Salvador, Perú, Argentina, Brasil y Chile. 

Estos procesos de polarización política terminan afectando la estabilidad institucional y económica, agravando el desempleo, los índices de pobreza, el acceso a los servicios públicos y la desigualdad económica. 

Es decir, se trata de una situación a todas luces inconveniente. 

En Colombia estamos viviendo día a día un clima malsano de intolerancia, discursos de odio, que pueden conducir al país a un nuevo clima de violencia generalizada como tantas que hemos vivido en las últimas décadas. 

Por ello, es indispensable que todos los candidatos presidenciales, así como ciudadanos de todas las latitudes, lleguemos a unos “acuerdos sobre lo fundamental”, es decir, unos compromisos básicos para quebrar el temor de una ruptura nacional y que, gane quien gane la presidencia de la República envíe un mensaje de tranquilidad a todos los ciudadanos, tanto a quienes votaron a su favor, como a los que votaron por un candidato diferente. 

Para tal efecto, quien gane la Presidencia de la República se debe comprometer a:  

1. Aceptar plenamente los resultados electorales, tanto de la primera como de la segunda vuelta presidenciales, y reconocer al nuevo presidente electo como el mandatario de todos los colombianos y colombianas.

2. No prolongar su mandato más allá de los cuatro años previstos en la Constitución, respetando la alternación presidencial que constituye uno de los ejes más solidos de la democracia en Colombia. 

3. Respetar y reforzar el carácter profesional de las Fuerzas Armadas como una institución al servicio de la nación entera y no como herramienta de un partido en el poder. 

4. Garantizar la autonomía de los organismos de control del Estado: Procuraduría General de la Nación, Contraloría General de la República, Defensoría del Pueblo, así como la Junta Directiva del Banco de la República y de la Registraduría Nacional del Estado Civil, cuyas actuaciones deben ser intachables.

5. Impulsar el Estado Social de Derecho mediante medidas tendientes a superar la actual fractura social entre quienes se sienten excluidos y quienes se sienten integrados en la sociedad. Es decir, impulsar la disminución de los niveles de pobreza, la inequidad de género y raza, la desigualdad de los ingresos y el acceso de toda la población a los servicios básicos de salud, vivienda, alimentación, educación y transporte, lo cual exige aprobar una reforma tributaria progresiva.

6. El logro de la paz y el respeto de los derechos humanos deben continuar siendo dos de los principales empeños del país. 

7. Desarrollar una política exterior fundada en la universalidad de las relaciones internacionales, la integración y concertación con todas las naciones de América, y una definitiva profesionalización de la carrera diplomática. 

8. Llevar a cabo una planificación de largo plazo de la transición socio-ecológica del país, con nuevas metas de conservación y restauración de diversidad biológica e implementación plena de la Ley de Acción Climática. 

Siguen firmas.

miércoles, 11 de mayo de 2022

Libertad

Libertad es otra palabra para aquella convicción que en cualquier circunstancia se orienta a lo mejor, a lo más difícil, incluso porque es lo suficientemente libre para lo menos probable, lo menos vulgar, lo menos humano.

Peter Sloterdijk, Estrés y libertad

lunes, 9 de mayo de 2022

Para el lector de centro

Si usted se considera políticamente de centro o votó al centro más de una vez en el pasado reciente, este mensaje le interesa; si no, deje aquí y nos vemos dentro de ocho días.

Una democracia liberal, preocupada por el bienestar de los más vulnerables, con una economía de mercado inclusiva y respetuosa de la ley, bajo autoridades que promueven la reconciliación y una cultura pacífica y cívica, y unas instituciones públicas al servicio de la ciudadanía (no de los administradores ni de sus jefes políticos). Así definiría yo el programa de las opciones de centro que ha tenido Colombia en este siglo y cuyas principales figuras han sido Antanas Mockus y Sergio Fajardo.

Es un programa conocido en su literalidad, compartido de dientes para fuera por mucha gente y considerado anodino por otros, pero que está lejos de cumplirse en Colombia. Al contrario, la trayectoria reciente del país nos aleja de él. Una cosa que hay que agradecerle a las posturas radicales de las esquinas del espectro político es su franqueza a la hora de criticar al centro. Hay que agradecer a los voceros de la derecha que dicen que la corrupción es inevitable, que la pobreza se debe a la pereza de la gente y que son preferibles los horrores de la guerra a los pecados de la paz. Hay que agradecer a los voceros de la izquierda que piensan que un país puede ser próspero sin capitalistas, que la libertad debe ceder ante la voluntad mayoritaria y que es mejor la reivindicación que la reconciliación.

La opción de centro es más pertinente que nunca en Colombia. Basta abrir los ojos para ver que la población está siendo llevada a una situación en la que siente un peligro existencial, que pone a unos a buscar pasaporte y a otros a comprar armas. Y sobran los que buscan pasaportes para ellos y armas para que sus subalternos repitan historias como las de hace 25 o 70 años. Me cuentan sobre cadenas de Whatsapp, leo reportes sobre el ambiente preelectoral, escucho opiniones de gente sensata y decente diciendo cosas propias de criminales. Así está la cosa, y no exagero. El centro representa la moderación, la cordura y la continencia verbal en medio de un ambiente azaroso.

La única razón de peso que escucho entre personas con antecedentes democráticos y sensibilidad social para no votar por el centro en las elecciones del 29 de mayo es que no es viable: es decir, que no tiene probabilidades de ganar. Creo que es cierto, tiene pocas probabilidades. Pero, el comportamiento personal no se basa en las probabilidades de ganar, se basa en las convicciones; y se trata de tomar las decisiones que más se acercan a nuestras preferencias. Solo actuando así se puede dormir tranquilo.

¿De verdad creen que en el tarjetón hay candidato más honesto, formado o con mayor experiencia administrativa o conocimiento del estado que Sergio Fajardo?

El Colombiano, 8 de mayo

lunes, 2 de mayo de 2022

Obligaciones democráticas

La preocupación por el estado de la democracia liberal siempre es saludable. Sin embargo, más que a las intenciones, hay que estar atentos al sentido práctico con que esas preocupaciones se expresan. En nuestra tradición, las movilizaciones para respaldar las instituciones democráticas suelen obedecer al objetivo de evitar que se cuestionen el orden y la autoridad más que a mejorar la salud democrática propiamente dicha.

Cerrar filas alrededor de las autoridades constituidas es algo que cobra valor en el caso de situaciones excepcionales. No en vano la expresión “cerrar filas” es tomada del ámbito militar. En cualquier otro caso, estos apoyos incondicionales no le sirven a la vida democrática. Esto por una razón: la virtud y la superioridad de las democracias liberales sobre los demás regímenes políticos conocidos reside en su capacidad de autocorrección. Y las instituciones democráticas no pueden afinarse ni pulirse sin crítica.

De aquí se deriva una aparente paradoja: para un sistema democrático son más beneficiosos los críticos que los aduladores y obsecuentes. El intelectual, y alguna vez político, canadiense Michael Ignatieff lo expresa de forma contundente: “El reto de escribir sobre la política democrática está en ser implacable con su realidad sin abandonar la fe en sus ideales” (Fuego y cenizas, 2013).

Estos preliminares buscan enmarcar la actual discusión sobre las inconstitucionales intervenciones del Jefe de Estado —subrayado— en la campaña electoral y las inconstitucionales y peligrosas intromisiones del comandante del ejército nacional, general Eduardo Zapateiro. 

Traigo al caso dos comunicados que se publicaron el 26 de abril sobre el asunto. Uno firmado por dirigentes gremiales como Armando Montenegro y Jorge Humberto Botero o curtidos exministros como Carlos Caballero Argáez y Jorge Eduardo Cock, en el que se pide neutralidad en el proceso electoral y diligencia de la Procuraduría, ante los servidores públicos se entiende (“Empresarios y académicos llaman a preservar legitimidad y seguridad en las elecciones presidenciales”, El Colombiano, 26.04.22). El otro que lleva el título “Respaldo a muestras [sic] Fuerzas Militares y de Policía, especialmente al Comandante del Ejército General Zapateiro”, está firmado por el Comité Intergremial de Antioquia. Este comunicado, que incluye la expresión “absoluto apoyo”, me hizo acordar de mi madre que solía decir algo así como “absoluto ni a mis hijos”.

Como la providencia suele hacer sus travesuras, ese mismo martes, mientras circulaban esos comunicados, los medios divulgaban las declaraciones de antiguos miembros del ejército, entre ellos el general retirado Paulino Coronado, sobre las ejecuciones extrajudiciales que condujeron a la muerte a 6.400 colombianos que fueron presentados como guerrilleros sin serlo. Pocas horas después, se pronunció la embajada de los Estados Unidos con las siguientes palabras: “Elogiamos la valentía de los soldados que reconocen su responsabilidad en falsos positivos y que piden perdón a las víctimas”.

Creo que el grupo de personalidades, los soldados que comparecieron en Ocaña y la embajada americana están en lo correcto. En particular, los dos primeros grupos cumplieron con sus obligaciones democráticas.

El Colombiano, 1 de mayo.