La columna de Rafael Nieto me llamó la atención por su título, “La patria por encima de los partidos”, y corrí a leerla. En los primeros siete párrafos (él tiene más espacio que yo) advierte del peligro que corre el país ante un eventual triunfo de Petro; en los dos últimos dice que hay que evitar “el infeliz escenario de tener que escoger entre la extrema izquierda y la centroizquierda santista” (El Colombiano, 24.01.22). La columna debió titularse “la derecha por encima de la patria”. Aristóteles diría que la primera parte constituye la verdad retórica y mientras que en la última está la verdad práctica.
Para Aristóteles, la verdad práctica se deja ver cuando se examina la congruencia entre el propósito, los medios que hacen posible ese propósito y el deseo que lo confirma. Nuestra mentalidad ilustrada suele asumir que cuando la verdad retórica y la verdad práctica divergen es por una falla de la razón: mal diagnóstico o deficiente definición del objetivo o errores en la elección de los medios, dos de ellos o los tres. Nuestro maestro comprendió que los principales problemas estaban en otra parte, en el choque entre deseo y meta, y en la ausencia de la virtud que permita moldear la pasión y la decisión.
El ejemplo me sirve para mostrar como a los jefes políticos se les impone su deseo íntimo sobre sus previsiones razonables. Todos dicen temer a Petro, pero sus hechos muestran que lo más temen es perder su cuota de poder, esa es su verdad práctica; la patria, la economía de mercado y la democracia solo sirven para adornar el discurso y disimular su auténtica pulsión.
Hace un par de semanas expuse aquí mis preocupaciones por los problemas de acción colectiva ante el ambiente de crisis, de angustia, que se respira en gran parte de la ciudad. Pero siento que a muchos les pasa en Medellín lo mismo que a Nieto en Colombia. En la teoría y el discurso le dan una dimensión al problema, pero sus acciones se quedan cortas. Cuando se habla de intervenir, la muletilla de moda es “sí, pero”. Los “peros” suelen ser de conveniencia (cuidar reputación, contrato, relaciones) o de vacilación (no todo lo que dice Quintero es falso, no todo lo que hace Duque es malo). El repertorio de los “peros” embolata las prioridades de la coyuntura. El “sí” es la verdad retórica, en los “peros” —y no son pocos— está la verdad práctica.
Voy creyendo que ese es el principal obstáculo pues allí es donde se amella la acción. Tenemos las preguntas y la propuesta en el cerebro, falta una decisión en el corazón, porque en el corazón es donde nace la verdad práctica. O como decía mi madre en los momentos de verdad: “mijo, póngase la mano en el corazón”.
El Colombiano, 30 de enero.