La estupefacción que reina en Medellín es inédita; al menos en lo que concierne a mi memoria. Aun si hacemos caso omiso del narcicismo regional que supone que aquí los políticos no han robado en distintas formas a lo largo de los tiempos, lo que estamos presenciando sigue siendo sorprendente.
Nos habíamos acostumbrado al clientelismo como un mal menor e, incluso, necesario. Cínicamente el exgerente del Banco de la República Miguel Urrutia Montoya se atrevió, hace 30 años, a sostener la tesis de que el clientelismo era una forma de política social. De haberlo sabido, Hugo Chávez lo habría condecorado. Después incorporamos al folklor regional expresiones como la que le escuché a un taxista de Envigado: “aquí roban pero también hacen”; o motes legendarios como Luis 15, así en números arábigos, el signo % se sobreentendía.
Es que aquí los corruptos han sido parsimoniosos. Primero porque tienen un sentido de carrera profesional; hay futuro, hoy concejal, mañana congresista, pasado otra cosa. El hurto continuado es más astuto. Segundo porque conservan un instinto político. La política requiere legitimidad, no se debe pelear con todo el mundo al mismo tiempo, no se debe tumbar a todos a la vez.
El estupor proviene del hecho de que Daniel Quintero quebrantó las reglas del político profesional malvado. Ya no queda sector de la vida pública sin escándalos: Hidroituango era la excusa demagógica, después vinieron los sectores de ambiente, niñez, salud, cultura, innovación, comunicaciones (ya viene tránsito). Todo esto en compañía de una camada de funcionarios cuyo lema es “hacer caso”, como dijo esta semana el gerente de Telemedellín. Que hay que hacer, diga no más. Como el lema de la Fábrica de Licores, “pa’las que sea”. La legitimidad no le interesa; gobierna con una corte burocrática traída de otras regiones y cuando acabe el periodo se irán todos, incluyéndolo, a vivir a otra parte.
Mi intuición es que Quintero tiene mucho afán y que ese afán se debe a que quiere jugar duro en las elecciones a congreso y, quizás, en las presidenciales. Poner una cuota grande en burocracia y dinero implicaba actuar a las malas, sin disimulos. Es posible que les cueste unas cuantas sanciones a él y a los que le “hicieron caso”, pero casa-finca por cárcel en el peor escenario no parece un disuasivo en esta época. Lo que no está claro es quiénes serán los beneficiarios. Iván Darío Agudelo, León Fredy Muñoz, un conservador solapado, casi seguro. ¿Y en las presidenciales?
Pacífico 1: El concesionario que suele ser correcto en el suroeste, dejó la vía intransitable entre Amagá y Salinas. Tres horas y más para transitar cinco kilómetros les costó a quienes retornaban el domingo 3 de octubre a Medellín. ¿Y saben qué? La gente tuvo que pagar el peaje como si no pasara nada.
El Colombiano, 10 de octubre
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