jueves, 31 de diciembre de 2020

También esperanza

No Treasure but Hope


Demasiadas estrellas para contar,

Lecciones para aprender

Lecciones para recordar

Demasiados hambrientos como para pensar en la providencia

Demasiados enojados por las consecuencias

El truco es escapar

 No hay amor en nuestras calles,

Hay miedo en nuestros corazones

Pero también esperanza


Versión libre de un fragmento de la canción "No Treasure but Hope" de Tindersticks, en el álbum del mismo nombre (2019).

lunes, 28 de diciembre de 2020

Chicharrón

El provincianismo tiene sus ironías. Una sociedad provinciana es aquella cuyas fuentes y motivos radican exclusivamente en su región, según dice el ensayista Lewis Mumford. La vía tradicional de escape del provincianismo es la cosmopolita; pero en las comarcas pobres, como Antioquia, el ascenso social es otra alternativa, toda vez que se asume que los rasgos provincianos están atados a la condición económica y que la plata ayuda a botar el capote.

Las generaciones paisas nacidas antes de 1970, tuvimos en los fríjoles con chicharrón uno de nuestros santo y seña. Se comían diariamente en medio de la pobreza económica y de la no menor penuria gastronómica que nos caracterizó hasta hace poco. Desde el descubrimiento de América el chicharrón había sido un mecanismo de inclusión social y, recientemente, quiere ser de exclusión.

Me explico. En América, los cristianos nuevos, afanados por ser admitidos en la sociedad colonial, se apresuraban a sacrificar y comer cerdo en público. Comerse el cuero del cerdo era el truco para ocultar los escrúpulos por la carne, prohibida por nuestros ancestros judíos. El cuero pasó a ser el comodín en la monótona comida paisa: fríjoles con garra o pezuña, adiciones de cachete u oreja, además del bendito chicharrón. Puede decirse que el símbolo gastronómico de la cristiandad americana es el chicharrón y el cerdo todo y que, como se usa en los sectores populares, debería distinguir a la cena navideña. El pesebre criollo debería tener marrano.

Prestos a abandonar los signos de pobreza y localismo, nuestros cosmopolitas y arribistas empezaron a dejar la tradición marranera de lado. Plato pobre y provinciano, los fríjoles con chicharrón fueron estigmatizados como gusto llano, rudo y mañé —sin mucho éxito, debe decirse. Apenas nuestros personajes ascedentes empezaron a viajar se dieron cuenta de que el chicharrón es universal: pork belly, en el mundo anglosajón, torreznos en gran parte de España, variadas denominaciones en Asia. Los fríjoles merecen otro comentario. La comida diaria en los confines montañosos paisas resultó ser un plato ancestral y global.

Sabemos que Colón trajo cerdos a América, razón más que suficiente para que tanto tonto suelto deje de tumbar sus estatuas. Historiadores más puntillosos le atribuyen a Hernando de Soto (1495-1542) el intento definitivo para dejarnos el buen cerdo en el continente. El chicharrón parece ser tan viejo como la civilización pues, según las referencias literarias, estaba en China, como no, hace algunos milenios, y en Roma, antes de Cristo.

¿Por qué la inquina con el chancho? El antropólogo Marvin Harris sostiene que el veto porcino fue una excusa de los reyes para controlar su consumo y monopolizarlo. Mi compañero médico Leonardo Quirós tiene una explicación psicológica. Del cerdo hablan mal por cabeciagachado, decía en sus charlas sobre prevención de riesgo cardíaco. Así que por aguinaldo recibo un buen chicharrón.

El Colombiano, 27 de diciembre

viernes, 25 de diciembre de 2020

Querida vieja

Querida vieja

 Lázaro García
(canta Sara González)


Querida vieja:

Qué palabra decir que no te duela.

De cuánto orgullo se me aniega el alma,

que he preferido la canción que vuela

desde esta selva a tu querida palma.


Me siento bien, digamos que me siento

alegre por tu amor y por mi vida,

dichoso de estrenarme en el tormento

de hacer al hombre aún, cuando la herida.


Cada mujer reparte tu mirada;

cada niño es tu vientre y cada niño

es una flor desnuda y lastimada,

muriéndose de sol por tu cariño.


Me despido de ti muy sonriente,

y habrás de compartir mi regocijo

con el beso de todos en la frente.

Hasta siempre, mamá:


Tu hijo.





miércoles, 23 de diciembre de 2020

lunes, 21 de diciembre de 2020

Lo posible y lo necesario

Posibilidad y necesidad es uno de los temas clásicos de la filosofía, especialmente en metafísica y lógica. Jean Piaget (1896-1980) dedicó los últimos años de su vida a estudiar la relación entre lo posible y lo necesario desde la perspectiva del conocimiento. La investigación de Piaget está relacionada con el aprendizaje de los niños y su problema trata de cómo puede lograrse que durante el periodo de formación de la mente humana se desarrolle la capacidad para crear nuevos posibles. Este año escuché a una funcionaria europea —el recuerdo es vago— plantear el asunto en términos morales; ante la crisis, dijo, debemos hacer lo necesario, no basta lo posible. 

La pregunta del pensador suizo es cómo hacemos para crear alternativas de acción ante los problemas que vivimos. Según él, muchas personas piensan lo posible como una deducción, como una consecuencia de lo que ya existe y de lo que hemos hecho. A eso lo podemos llamar la conducta orgánica, vegetativa para ser precisos, basada en la justificación de que “así son las cosas”, “así lo hemos hecho siempre” o, peor aún, “así somos”. En este nivel puede decirse que no hay reflexión sino reacciones basadas en los hábitos construidos a lo largo de la vida.

La complejidad y variabilidad de los asuntos que afrontamos demanda pensar y hacer las cosas de otra manera. Ese fue el gran aporte de la ilustración y se debe a la nueva realidad que impusieron el liberalismo y el capitalismo, que luego movió a las mentes más prodigiosas de Occidente, llámense Hamilton, Mill, Montesquieu o Beethoven. La normalidad moderna exige crítica, creación, invención. Las dos últimas dependen de la primera. En términos cognoscitivos y morales el mundo nos exige generar más posibilidades. Posibilidades que demandan esfuerzo y que generalmente se realizan con medida.  

Hasta aquí todavía vamos en una relación cómoda entre conocimiento y moral. El riesgo empieza cuando pasamos de una normalidad cambiante a una crisis. A Karl Jaspers (1883-1969) debemos la categoría de situación límite. Una situación límite se da cuando tenemos la experiencia de la soledad, la lucha, el dolor y la muerte; ante ellas, las medidas habituales no sirven. Creo que a esto se refería la señora que mencioné al comienzo. Cuando lo posible no basta hay que hacer lo necesario. Pero hacer lo necesario no tiene medida, más que esfuerzo requiere sacrificio, más que contribución necesita entrega, necesita inteligencia como siempre y, sobre todo, coraje como pocas veces se nos exige. Lo necesario es lo que hay que hacer, no lo que se puede hacer.

Este es el origen de la consternación: si este fue el año más extraño e inquietante para la humanidad —desde lo personal e inmediato, hasta lo político y administrativo— ¿qué tanto hicimos de lo que era posible? ¿Hicimos algo de lo necesario?

El Colombiano, 20 de diciembre

lunes, 14 de diciembre de 2020

Centro político

El sentido y el contenido del centro político fueron uno de los temas dominantes de los mensajes políticos en el segundo semestre de este año. A mediados del año hubo un corto debate animado por una columna de Humberto de la Calle en El Espectador (19.07.20). La columna se tituló, curiosamente, “Centroizquierda” lo que por sí mismo devela incomodidades para ubicarse y ganas de lanzar piropos a uno de los supuestos lados del espectro político. En el último trimestre proliferaron las columnas de prensa y las conversaciones de expertos. Durante todo el tiempo —me dicen— hubo mucha algarabía en medios digitales contra el centro y sus potenciales candidatos.

Cuando se dan estas conversaciones y reflexiones se olvida, a menudo, que el objeto de la política es definir el gobierno de una sociedad. ¿Cuáles son las sociedades más admiradas? Existe la falsa idea —derivada de la influencia de Platón en Occidente— de que las teorías políticas se refieren a situaciones hipotéticas y aspiraciones utópicas, pero lo cierto es que la mayoría de los clásicos de la política —en la senda marcada por Aristóteles— se ocuparon de analizar sociedades específicas y metas colectivas concretas y situadas históricamente. Maquiavelo hablaba para Italia, Locke para Inglaterra, Tocqueville para Francia, Marx, incluso, lo hacía para Alemania.

Cuando uno lee a los comentaristas políticos, da la impresión de que las sociedades más admiradas son las europeas: los países nórdicos, las dos potencias continentales e Inglaterra. Todos son países capitalistas, con gobiernos democrático-liberales. Los nórdicos, construidos bajo la hegemonía socialdemócrata y los demás hechos básicamente por partidos liberales, filosóficamente hablando.

¿Y cuáles son las sociedades en las que podríamos vivir a gusto? Cuando uno ve a la gente, los grandes movimientos poblacionales de la última centuria fueron hacia Estados Unidos. No se trata solo de la migración masiva que se nutre de los sectores populares, también la movilidad de los sectores medios y altos del mundo, no solo del llamado sur global.

¿Quieren vivir nuestros izquierdistas en Cuba o Venezuela? ¿Quieren vivir nuestras clases medias conservadoras en El Salvador o Bielorusia? No. Todos persiguen pasaportes europeos o gringos, enrutan a sus hijos a aprender inglés o alemán; muchos, en su corazón, se alegran de que sus vástagos puedan vivir en Norteamérica (no México) y Europa (no Europa oriental, claro).

Las simpatías de Gustavo Petro con Chávez y, más disimuladamente, con la Venezuela de Maduro y Diosdado son conocidas. La filiación del presidente Duque y del Centro Democrático con el trumpismo ha sido evidente, y no solo por la patanería de irse a hacer campaña a Florida. El centro político puede señalar la Alemania de Merkel o el Uruguay del recién fallecido Tabaré Vásquez. Solo el centro político puede mostrar ejemplos perdurables, con todos sus defectos; la derecha y la izquierda, solo fracasos históricos.

El Colombiano, 13 de diciembre

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Mauricio Gallo: Injusticia y esperanza

 



Porque necesitamos los derechos humanos y porque necesitamos nuevos argumentos que los apoyen es que el libro de Mauricio Gallo Callejas, Injusticia y esperanza Judith Schklar y los derechos sociales humanos, es relevante y pertinente.

La valía presente de este acervo radica en tres aspectos: a) la ruptura con el idealismo moral formalista y deductivo; b) el abandono de toda formulación utópica, racionalista e intervencionista; c) el reconocimiento de la diversidad y heterogeneidad de las sociedades humanas; d) la opción por un universalismo débil, ante el fracaso del universalismo fuerte. Otros son los lugares y momentos apropiados para planear controversias y reparos.

Del prólogo "Un libro necesario" por Jorge Giraldo

martes, 8 de diciembre de 2020

El centro político tiene fines y medios

El centro político tiene fines y medios

Por Jorge Giraldo Ramírez  |  Dic 7, 2020

El contenido contemporáneo de las propuestas del centro político se resume en la democracia liberal. Dicho así, parece un proyecto mínimo y superficial. No lo es.

https://contextomedia.com/el-centro-politico-tiene-fines-y-medios/ 

lunes, 7 de diciembre de 2020

Virus en el corazón

Todos conocemos la dureza de corazón de los tecnócratas que viven en mundos de papel y de números, y de los gobiernos —como el de Iván Duque— que parecen nombrados por la Casa Blanca, las farmacéuticas y quién sabe quién más. Hablar mal de ellos es fácil, aunque siempre sea necesario, dada la estolidez de gran parte de nuestra ciudadanía. Criticar a las gentes de corazón blando, a los agitadores de las banderas de las buenas causas, es más difícil.

La pandemia del Covid-19 y, más precisamente, las inclementes medidas tomadas por la mayoría de los gobiernos occidentales (el argentino y el colombiano entre los más brutales), puso a prueba estos corazones blandos. No la pasaron. ¿Qué se hicieron los defensores del derecho a la vida, de los pobres, de los niños, de las mujeres, de la educación, de la paz, de la libertad?

Aunque los datos de mortalidad siguen siendo imprecisos, sabemos que hay un excedente de muertos que no explica el Covid-19 y que pueden ser atribuidos a los daños colaterales de las medidas que tomaron los gobiernos y que incluyen la discriminación contra todos los enfermos que no gozaban del privilegio de padecer la enfermedad de moda. Japón publicó sus datos mostrando grandes incrementos en el suicidio. ¿Dónde estaban los defensores del derecho a la vida?

Los datos mundiales muestran que los pobres, a causa de la pobreza, han padecido más duramente los efectos de la pandemia. En Bogotá, “enfermarse de un caso grave de Covid ha sido ocho veces más probable para un individuo en el estrato más bajo, donde se concentra la población más pobre, en comparación con la más alta”, según estudio de la Universidad de Los Andes (“The socioeconomic patterns of COVID outside advanced economies: the case of Bogotá”, Eslava y otros, Documento Cede #45). No debe ser muy distinto para otras regiones del país, seguramente peor. ¿Dónde estaban los defensores de los pobres?

Cinco meses de encierro, para encubrir las deficiencias y la corrupción en el sistema de salud, agravaron la violencia intrafamiliar, el abuso y el maltrato físico contra los niños y las mujeres. ¿Dónde estaban quienes en tiempos normales se rasgaban las vestiduras antes estos hechos?

De cuenta de una conectividad y una virtualidad que solo existen en la imaginación de la ministra de educación, la mitad de la niñez y la juventud colombiana perdió un año que tendrá efectos duraderos. Las limitaciones a las libertades coartaron la posibilidad de la movilidad de las personas y del culto religioso; los defensores de la paz se autocensuraron y no salieron a la calle de cuenta del virus. La educación, la religión, la paz, tuvieron que ceder al poder del miedo.

Dicen que el SARS-CoV-2 es un virus pulmonar. Se me hace que también daña el corazón.

El Colombiano, 6 de diciembre

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Caen árboles

 El murmullo, alguien apagó el murmullo

¿Se ha vuelto a acabar el jugo?

¿Nos sentamos a oscuras a contarnos nuestras viejas historias?

Oh no, esa no otra vez, pero éramos felices entonces

Ahora nos reímos de la risa, oh, la risa recordada

Y los árboles caen sin que nadie los escuche

Las lágrimas caen en nuestra cerveza

Y nos reímos de esa risa recordada

Está tan oscuro en las escaleras

El aire es espeso y rancio

La risa atraviesa las paredes

¿Estamos atados a esos momentos para siempre?

La forma en que era la luz, la sal de nuestra piel y el olor del océano

Y los árboles caen sin que nadie los escuche

Las lágrimas caen en nuestra cerveza


Versión libre al español de “Trees Fall”, canción de Tindersticks del álbum No Treasure But Hope, 2019.