Apareció por fin el resultado de 6 meses de conversaciones secretas entre el Gobierno nacional y las Farc. Termina así la llamada primera fase y pronto empezará la segunda. Me atrevo a dar unos consejos que pueden hacer que nuestra conducta contribuya a que esto termine bien:
1. Apoyar el proceso. Toda guerra tiene dos caras: la estratégica y la diplomática. La diplomacia siempre es una posibilidad y nadie debe desecharla. Las Farc le dijeron cuatro veces no a Uribe, según recordó Patricia Lara (El Espectador, 23.08.12). Ahora que dijeron sí, se crea una ocasión que hay que tomar.
2. No meterse a la mesa. Hay filas de cientos de lagartos tratando de meterse a la mesa y montones de ocurrentes proponiendo más temas, problemas, audiencias. En esa mesa no falta nadie y los temas son suficientes para ese escenario. Está el gobierno que representa al pueblo y están los adversarios.
3. Mantener una dosis de escepticismo. La gente tiene derecho a no creer que ahora haya un final feliz. Sería una insensatez salir a pintar palomas y a cantar el Himno a la Alegría. El escepticismo le quitará oxígeno a quienes quieren jugar con la negociación.
4. Presionar a las Farc. El 98% de los colombianos no queremos a las Farc. Nuestro deber es presionarlos para que cesen la violencia. En particular, que cesen unilateralmente los ataques a la población civil y a la infraestructura económica.
5. Fiscalizar el proceso. El incienso y las comisiones de aplausos sirven menos que las críticas. Hay que vigilar el proceso, darle insumos al Gobierno y exigir resultados. Estoy de acuerdo con la perspectiva de Juanita León y Martha Maya de que la posición de Uribe puede cumplir una función positiva (La silla vacía, 04.09.12).
6. Los pies en Colombia. Las conversaciones serán en Noruega y Cuba. Nosotros debemos mantenernos en Colombia, concientes de que tenemos problemas más serios que las Farc. Ni un solo minuto debe perderse en la vigilancia sobre lo que pasa con la salud, las pensiones, el desempleo, la educación, el medio ambiente.
7. No distraerse. El Gobierno concentrará unos esfuerzos en la negociación, pero el resto de la sociedad tiene que seguir haciendo su tarea. Uno de los efectos desastrosos de El Caguán fue que todo el mundo se paralizó esperando que allá se hiciera todo. El país tiene que seguir adelante con las Farc o sin ellas, con acuerdo o sin acuerdo.
8. No confundir los roles. Cualquier aprendiz de negociación conoce esta regla. Hay que mantener claras las diferencias entre las partes. Ellos son ellos y nosotros nosotros; cuando termine el proceso veremos. Por eso resulta inaudita la declaración del Ministro del Interior Fernando Carrillo saliendo a graduar de demócrata a Timochenko (Semana, 04.09.12).
Hay que hacer las tareas para que esto termine bien.
El Colombiano, 9 de septiembre
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