“Corrían los días de fines de guerra. / Pasó un gaviota volando. / Y el que anduvo intacto rodó por la tierra / huérfano, desnudo, herido, sangrando”. Esta es la última estrofa, estrofa-síntesis de “La gaviota” de Silvio Rodríguez*. Y, sin embargo, síntesis que esconde afirmando y aclara escondiendo, como toda síntesis.
Eran las postrimerías de la guerra y un soldado regresaba intacto. La canción es de 1976 cuando Silvio estuvo entreteniendo a los soldados cubanos enviados al matadero de Angola por Castro y Brezhnev. En este caso el contexto ofusca (de hecho, Silvio no la firma en Angola como hizo con “Aceitunas”). Porque no sólo termina una guerra, también es “un tiempo de amor que se cierra” y el agónico personaje deja de ser un soldado concreto para ser simplemente un mortal cualquiera, ileso e indemne: “Intacto de flores de horror en su cuarto”.
Quizás ayude –y también espante– la relación de la gaviota con el tiempo, “tan rápida, tan detenida”. La relación del sobreviviente con el espacio, que se detiene, respira, eleva los ojos, como queriendo suspender un tiempo atroz y vertiginoso para recomponer las ideas y las cosas, y tomar aliento, y hacerse otro mundo. Pero, “como si no hubiera más en el mundo” pasa una gaviota volando y la pausa, el intermezzo que el sobreviviente ha buscado, se esfuma.
Ahora aquel que no necesitaba justificación es lanzado de nuevo al vértigo, sin poder reponerse siquiera. Y quien tenía ya la palabra cielo en su boca rueda por el suelo, “herido, sangrando”.
* “La gaviota” (1976). Letra y música: Silvio Rodríguez. Publicado en “Unicornio” (1982).
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