La campaña para desprestigiar a los jesuitas por encubrimiento de abuso infantil encontró en usted al chivo expiatorio perfecto, gracias a su enorme prestigio entre los colombianos de buena voluntad, que han sido testigos de una vida dedicada al servicio de Colombia y de la humanidad. Siendo provincial de los jesuitas, usted aplicó con diligencia el poder del que disponía al apartar de la vida religiosa a quien confesó su responsabilidad. Usted no hizo ningún acto de encubrimiento del crimen ni incurrió en omisión de denuncia, a la que no estaba obligado cuando tuvo conocimiento de los hechos.
Su única responsabilidad es haber escogido pertenecer como sacerdote a la Iglesia Católica y la Compañía de Jesús, y por tanto carga una cuota de la culpa que comparten sus miembros por conductas que sólo se pueden juzgar y condenar individual, pero no colectivamente. Una cosa es el escándalo por los pecados de miembros de la iglesia, que manchan la institución, y otra atacar malintencionadamente la vida ejemplar de personas que, como usted, se han destacado por su elevada moral, y con ello afectar el valor de las causas que ha defendido.
Los firmantes nos solidarizamos con usted en estos momentos pasajeros de oscuridad y deseamos que trascienda el dolor que le ha causado la injusta campaña de desprestigio de la que ha sido víctima.
Alejandro Reyes
Eduardo Pizarro
Jorge Giraldo Ramírez
Carlos Miguel Ortiz
Javier Duque
Diego García Sayán
Juan Gabriel Tokatlian
KIaus Meschkat
Gonzalo Sánchez
Iván Garzón
Socorro Ramírez
Luis Alberto Restrepo
Iván Orozco
Pilar Gaitán
Mô Bleeker
Hernando Corral