viernes, 18 de noviembre de 2022

Silencio

La noche: la noble sencillez y silenciosa grandeza. ¡Sí, silencio! ¡El silencio de los silenciosos del país! Silencio pietista-humanista. Y yo me pregunto, ¿silencio frente a quién? El silencio es un concepto controvertido frente al barroco ruido. Esto es lo más exacto en este silencio y noble sencillez.

Carl Schmitt, Glossarium

viernes, 11 de noviembre de 2022

Finitud

Amigos y conocidos que preguntan por la razón de mis decisiones vitales se encuentran con la misma respuesta mediante dos ejemplos distintos. La esperanza de vida para hombres en Colombia es de 77 años, cumplo 65, así que hago una regla de tres (me guardo la expectativa condicional). Si la vida fuera un partido de fútbol faltarían 14 minutos para el pitazo final. Como el fútbol es tan complejo, hablo de teléfonos móviles que son más populares y sencillos: le queda 16 por ciento a una batería que no se puede recargar. ¿Cómo querés pasar esos 14 minutos? ¿Con quiénes y dónde compartirás ese 16%?

La pregunta remite de modo directo al hecho de la finitud de la vida. Un hecho prosaico que por sí mismo solo adquiere brillo debido a la negación en que se refugia el bípedo humano. Esa negación que se hace en nombre de un falso activismo es paralizante porque dormitar en un tiempo ilimitado nos hace perder el sentido de las prioridades y aplazar lo que importa; lo sabía Thomas Mann cuando describió la falta de rebeldía de Jacob contra el suegro que lo esclavizó. Por eso creo que tiene razón Joan Mèlich cuando afirma que siendo finitos “vivimos siempre en despedida”. El límite hace de la renuncia una constante: ya sé que no iré a China, no leeré En busca del tiempo perdido, no aprenderé filosofía analítica, no escalaré el cerro San Nicolás y una lista larga.

La persona que se dedica a las tareas del espíritu suele engañarse también con su pertinencia y longevidad. La vocación por el “querer decir”, la pasión por comunicar, siempre debería conllevar la consciencia sobre la gravedad de la palabra. Sobra anotar que en los tiempos que corren esta implicación está perdida; sin embargo, no es excusa para quienes hemos asumido profesionalmente el oficio de decir, escribir, aparecer en la esfera pública. La paradoja de hoy es que se dice fácil y rápido, pero para algunos puede resultar costoso (pensemos en Carolina Sanín, por ejemplo). Aunque impersonal, el decir escrito necesita un proscenio, un auditorio, una calle mínimamente claros, dispuestos, tolerantes. La fatiga que entraña separar la sensibilidad del entendimiento cuando decimos algo no nos puede sobrepasar. Cuando esa fatiga se impone o se dice con pasión, así sea modulada, o se calla.

Diré que este es el sustrato de mi decisión de resignar mi espacio en este periódico después de 15 años. Hay contingencias, más o menos incómodas que espero que no pasen de tales. Debo expresar mi gratitud con la institución, con Ana Mercedes Gómez que me abrió las puertas, con sus sucesoras Marta Ortiz y Luz María Sierra y los editores de opinión (Luis Fernando Ospina, Julián Vélez, Francisco Jaramillo y Lina María Múnera). Me queda un buen recuerdo de los lectores, a ellos debe alentarles el motivo de Paul Ricoeur (1913-2005): la persona y la perspectiva son finitas, el verbo infinito.

El Colombiano, 13 de noviembre

miércoles, 9 de noviembre de 2022

¿Quién detendrá la lluvia?

Who'll stop the rain


Desde que tengo memoria

Ha estado lloviendo

Nubes de misterio se esparcen

Confusión en la tierra

Hombres buenos de todas las épocas

Tratando de encontrar el sol


Me pregunto, todavía me pregunto

¿Quién detendrá la lluvia?


Fui hasta Virginia

Buscando refugio de la tormenta

Atrapado en la fábula

Vi crecer la torre

Planes, acuerdos y promesas

Envueltos en cadenas de oro


Y me pregunto, todavía me pregunto

¿Quién detendrá la lluvia?


Escuché a los músicos tocando

Cómo animarnos un poco

La multitud se había juntado con prisa

Tratando de conservar el calor

Todavía seguía cayendo la lluvia

Filtrándose en mis oídos


Y me pregunto, todavía me pregunto

¿Quién detendrá la lluvia?


John Fogerty

Creedence Clearwater Revival

lunes, 7 de noviembre de 2022

Elasticidad

Me informó en estos días uno de mis hijos —que trabaja en el sector salud, y como quien no quiere la cosa— que mi próximo cumpleaños marcará el cambio en los protocolos médicos. Empezarán a tratarme como viejo. Como todas las especializaciones, la medicina ve por un solo ojo: hay cosas en las que soy viejo hace décadas y otras en la que no parezco o no parecía: el gusto por el rock, el descuido con la contabilidad de los pasos diarios o saber el ritmo cardíaco tres veces al día, el humor y la ironía cotidianos, son cosas de una juventud atemporal, creo.

Nunca me había surgido la pregunta por la vejez. Como estudiante de filosofía me tomé en serio aquello de prepararme para la muerte que es uno de los corolarios de la pregunta por la vida y su sentido, pero la vejez no. Leí a Séneca, claro, y De senectute de Bobbio, también, aunque no lograron interesarme en el tema (la bibliografía crece con Améry, Bruckner, Nussbaum, entre otros). La irreflexiva adulación a la juventud que se desató en los últimos treinta años despertó en mí un sentido crítico parecido al de Fernando Savater —lo bueno de la juventud es que es un mal pasajero, dijo alguna vez— mas no me suscitó la necesidad de reflexionar sobre la vejez.

La preocupación me asaltó casi de repente viendo día a día el envejecimiento de mis papás; mi primera conclusión fue la misma del intelectual español: la vejez también es un mal aunque parece, por desgracia, menos pasajera que la juventud. El quid del asunto sigue siendo qué significa una vida digna de ser vivida —la vita vitalis que planteó Gorgias hace dos milenios y medio— y, entonces, cómo puede ser una vejez digna de ser vivida.

Hay sugerencias sensatas, es decir, nada de las mercaderías, cirugías o simulaciones creadas por los comerciantes que prolongan los cuentos sobre Ponce de León y la fuente de la eterna juventud en La Florida. Una de las que más me ha resonado la planteó mi bioenergética: elasticidad. Si se ve la vejez como un proceso de anquilosamiento tratar de conservar la elasticidad puede ser una buena forma de asumir conscientemente la lucha perdida contra el rigor mortis. La palabra anquilosis indica la dificultad de articular. Sus familiares derivadas del griego clásico son ángulos, esquinas, apoyaduras, prótesis, me quedo con soldadura; es muy diciente también la raíz indoeuropea que se traduce como ancla, quizás atadura.

La elasticidad o la resistencia a la anquilosis deben ser físicas y mentales como se predica dados los problemas de invalidez y alzhéimer. Hay que estirar el cuerpo y el cerebro, pero no solo. Desde una perspectiva social, las peores rigideces son las del corazón y del espíritu: la ortodoxia, el dogmatismo, la intolerancia, el sectarismo, son algunos de sus síntomas. Ese conjunto de rasgos, y otros afines, conducen a la decrepitud de una persona y de una sociedad.

El Colombiano, 16 de octubre