lunes, 18 de abril de 2016

De la emergencia a la estrategia

Durante las tres primeras semanas de marzo Medellín y el valle de Aburrá pasaron por una emergencia ambiental nunca antes vista en la región. Tuvimos días con niveles de contaminación del aire similares a los peores de Beijing, Mumbai o Ciudad de México, que llevan a que en esas ciudades se suspendan las actividades educativas, incluso laborales, y se establezcan medidas estrictas. En nuestro valle, la reacción fue tardía, apenas se adoptaron algunas medidas de impacto durante un fin de semana. Primero el bolsillo que la vida, parece seguir siendo la perversa divisa de nuestra cultura.

Como compadeciéndose de todos nosotros –primero de las autoridades– San Pedro movió el grifo y algunas partículas se vinieron al suelo, lluvia ácida de por medio (sin que se haya escuchado ninguna advertencia al respecto). Pero no hay razones para la tranquilidad. Según concentraciones de PM2.5 (partículas de diámetro inferior a 2.5 micrómetros) en Medellín no tenemos aire bueno en ningún día del año. Durante los primeros 13 días de abril, el 40% de las mediciones fueron de nivel “dañina a grupos sensibles” y el 11% “dañina” (en general). En plata blanca significa que –según el Área Metropolitana– las personas con afecciones cardíacas y respiratorias deben limitar su actividad al aire libre y debe ser restringida la actividad física en exteriores de toda la gente y que, especialmente en puntos como La Candelaria, los límites entre Laureles y Castilla, Caldas y La Estrella, medidas radicales deben aplicarse semanalmente.

Las medidas de información pública que está adoptando Eugenio Prieto desde el Área Metropolitana son un buen comienzo para sensibilizar a las diez administraciones municipales y a los dos millones y medio de habitantes del valle. Pero necesitamos medidas urgentes, primero del sector público, seguido de las corporaciones y, después, de los ciudadanos.

Según la experiencia internacional, estamos en mora de convertir el centro en una zona de baja emisión a través de la limitación de acceso de vehículos, el incremento de vías peatonales, el aumento en los costos de parqueo e impuestos para la carga en vehículos medianos y grandes (ver: http://sootfreecities.eu/measure). Las corporaciones tienen poder para influir sobre sus proveedores y empleados en la racionalización del transporte privado, la optimización de horarios por actividad y la adecuación técnica de los vehículos para reducir la contaminación. Es importante mantener en alerta a la ciudadanía para promover comportamientos razonables y amigables con el ambiente. Al final, aunque la mala calidad del aire tiene efectos sobre la competitividad y el gasto público, es la salud de cada persona la que resulta afectada.

He escuchado al alcalde Federico Gutiérrez hablar de la importancia del realismo y criticando la autocomplacencia. La calidad del aire en Medellín es un tema más grave hoy que la inseguridad o la pobreza. Es hora de actuar sin timidez ni medias tintas.

El Colombiano, 17 de abril

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