Colombia ha tenido gobiernos preocupados por la educación como los de los radicales, Núñez, Pedro Nel Ospina y López Pumarejo. Otros pueden exculparse debido a urgencias como la guerra, los desastres o las crisis. También están los carentes de visión. El gobierno de Juan Manuel Santos ya aseguró su puesto en este último grupo.
El escándalo se produjo a fines del 2013 cuando se conoció el informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, según las siglas en inglés). Colombia se derrumbó 10 puestos respecto al informe de 2009, colocándose de 62º. entre 65 países. Hubo rasgamiento de vestiduras, algunos análisis y una declaración gubernamental: la ministra de educación dijo que los resultados del gobierno se verían en 10 años (La República, 04.12.13).
La verdad monda y lironda es que los resultados de la gestión de Santos se ven ya. Y no solo por el descalabro de los resultados PISA, ni por el fiasco en que terminó el proyecto de reforma a la educación. Según la Unesco el gasto público en educación como porcentaje del PIB descendió en el primer año del gobierno Santos en 0,4%. El gasto por alumno también disminuyó en este gobierno: levemente en primaria (-0,7%) y en secundaria (-0,6%). Y drásticamente en la educación superior: menos 6,6%, un recorte del 20% en la inversión estatal por estudiante.
Esta política acentúa la tendencia que indica que en Colombia el gasto privado en educación es cada vez más alto. Ya en el 2000 el gasto de las familias colombianas en educación alcanzaba el 38,4% de la inversión del país y el aporte de familiar en la educación superior estaba entre los más altos del continente, apenas detrás de Chile y Argentina. El gasto privado en 2011 representó aproximadamente la mitad del gasto total en el nivel de educación superior (Mesas Temáticas Diálogo Nacional hacia la construcción de una Política Pública de Educación Superior, 20.05.13).
¿Cuál fue la actitud del gobierno Santos ante el aporte familiar a la educación? Castigarlo. La reforma tributaria del 2012 eliminó los gastos en educación como posible deducción del impuesto a la renta, castigando a las familias de clase media por el esfuerzo para mejorar la educación de sus hijos. Algo así como: no financio la educación de tus hijos y tampoco reconozco lo que haces por educarlos.
A mí no me extraña. Hace cuatro años el candidato Santos se enfrentó a su contrincante Antanas Mockus en la segunda vuelta con un pequeña treta. Llamarlo “profesor” en los debates públicos. Los analistas del discurso político hicieron sus delicias con este epíteto. “Profesor” era una manera de decirle inútil, charlatán. No es raro que el candidato que usó el sustantivo “profesor” como un adjetivo degradante sea después el Presidente que ha despreciado la educación.
El Colombiano, 12 de enero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario