Cuenta Adriana Larotta (El Tiempo, 22.01.12) que el gobierno chino acaba de erigir una estatua monumental a Confucio en plena Plaza Tiananmen. Aunque parezca increíble el centro de las disputas filosóficas durante 60 años en el seno del comunismo chino ha sido el filósofo que vivió en un tiempo anterior al de Sócrates. Y si ahora conviven en la gran plaza el retrato de Mao y el bronce del pensador debe significar algo.
Larotta dice que ello demuestra la falta de ideología en China, pero a primera vista parece más bien un intento de reforzar el ámbito ideológico en la nueva gran superpotencia. Tampoco se puede reaccionar diciendo que donde no hay ideología es en Occidente. En el mundo occidental la ideología dominante es la del mercado, que por desgracia los liberales festivos la confunden con la suya propia. Mientras los economistas liberales se engañan creyendo que el mercado no entraña ideas, ni supersticiones.
Pero lo más interesante del asunto es que mientras en la potencia decadente la ultraderecha busca enterrar la filosofía, como lo demuestran la política educativa de Bush y las decisiones del rector de la State University of New York, en la potencia emergente el símbolo antonomástico de la misma se coloca en el centro del poder político y simbólico del país y del Estado.
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