En su concierto de cierre del 2008 en el Paseo del Río (Medellín, 19 de diciembre) Juanes habló de política como siempre lo hace y como pocos lo hacen. Lo hace siempre porque el rock antioqueño siempre habló de política, al menos desde finales de los años setenta. Lo hace como pocos porque siempre habla de la gran política: Colombia en el mundo, la pobreza, la guerra, la desigualdad, el patriotismo; mientras los políticos se dedican a la pequeña política: la trifulca, el personalismo, las intrigas sospechosas de día y la intrigas criminales de noche.
Expresó su apoyo a Alonso Salazar desde la perspectiva de la gran política. No habló de sus dotes personales, ni de su proyecto de gobierno, ni de la buena obra que continúa desde la Administración Fajardo. No. Habló de la conspiración que está montada entre dos periodistas poderosos, un exalcalde y un exjefe paramilitar (esta lista es mía). Y habló de que había que apoyar la institucionalidad.
Institucionalidad es la palabra clave de la gran política en un país que carece de Estado fuerte, que posee una sociedad anómica, una gran economía ilegal y unos partidos políticos que se guían por ideologías disolventes y autodestructivas. Institucionalidad es la línea de congruencia entre la crítica social y la búsqueda de soluciones, entre la defensa del Estado colombiano hacia afuera y la promoción del cambio hacia adentro. Institucionalidad es la idea que exorciza la violencia, la ilegalidad y la confusión acerca de la legitimidad.
sábado, 20 de diciembre de 2008
lunes, 15 de diciembre de 2008
Cuarenta años de "Astral Weeks"
Es curioso que el aniversario de “Astral Weeks” haya pasado casi desapercibido, de no ser porque el propio Van Morrison decidió recrearlo en un par de conciertos en noviembre pasado. Curioso porque “Astral Weeks” es, sin duda, uno de los mejores álbumes de la música popular del siglo XX y porque su autor es un artista vigente, altamente respetado por la crítica y con público suficiente como para producir ganancias.
Dice la leyenda que “Astral Weeks” fue grabado en sólo dos días –en New York– como primer álbum solista del frontman de “Them!” una famosa y fugaz banda de mediados de los años 1960, y que pasó desapercibido para un público extasiado con la fecundidad sonora de las dos costas de los Estados Unidos y la ruidosa invasión británica.
“Astral Weeks” iba a contrapelo de todo eso. Venía concebido por un extraño joven de Belfast, que con apenas 23 años convenció a Warner de asegurarle un ensamble de músicos circunstanciales para grabar ocho canciones sin contactos terrenales. En 1968 casi una hora de música sin estridencias ni estribillos ni estandartes ni extravagancias, parecía no tener sentido… pero lo tuvo. Nunca más la crítica olvidaría este disco, ni dejaría de reservarle a su autor un lugar en el olimpo.
Partido en dos, “In the Beginning” y “Afterwards”, tiene la pretensión de ser una obra completa más que una colección de canciones. La desgraciada costumbre de la radio, que después llegó a los bares y a los iPods, de deshuesar los álbumes para consumirlos en píldoras, hizo que “Sweet Thing” y “The Way Young Lovers Do” sonaran después como sencillos. Pero “Astral Weeks” es otra cosa.
Las palabras que Morrison estampó en la contracarátula del disco podrían ser una premonición de su suerte: “Cierro mis ojos y duermo pues el amor surca las corrientes del sentido, suave como la nieve, de aquí para allá… como una bailarina”. Por ahora, soñemos que tendremos una tardía edición de aniversario o al menos los conciertos del 7 y 8 de noviembre en el Hollywood Bowl.
Dice la leyenda que “Astral Weeks” fue grabado en sólo dos días –en New York– como primer álbum solista del frontman de “Them!” una famosa y fugaz banda de mediados de los años 1960, y que pasó desapercibido para un público extasiado con la fecundidad sonora de las dos costas de los Estados Unidos y la ruidosa invasión británica.
“Astral Weeks” iba a contrapelo de todo eso. Venía concebido por un extraño joven de Belfast, que con apenas 23 años convenció a Warner de asegurarle un ensamble de músicos circunstanciales para grabar ocho canciones sin contactos terrenales. En 1968 casi una hora de música sin estridencias ni estribillos ni estandartes ni extravagancias, parecía no tener sentido… pero lo tuvo. Nunca más la crítica olvidaría este disco, ni dejaría de reservarle a su autor un lugar en el olimpo.
Partido en dos, “In the Beginning” y “Afterwards”, tiene la pretensión de ser una obra completa más que una colección de canciones. La desgraciada costumbre de la radio, que después llegó a los bares y a los iPods, de deshuesar los álbumes para consumirlos en píldoras, hizo que “Sweet Thing” y “The Way Young Lovers Do” sonaran después como sencillos. Pero “Astral Weeks” es otra cosa.
Las palabras que Morrison estampó en la contracarátula del disco podrían ser una premonición de su suerte: “Cierro mis ojos y duermo pues el amor surca las corrientes del sentido, suave como la nieve, de aquí para allá… como una bailarina”. Por ahora, soñemos que tendremos una tardía edición de aniversario o al menos los conciertos del 7 y 8 de noviembre en el Hollywood Bowl.
sábado, 6 de diciembre de 2008
La gaviota
“Corrían los días de fines de guerra. / Pasó un gaviota volando. / Y el que anduvo intacto rodó por la tierra / huérfano, desnudo, herido, sangrando”. Esta es la última estrofa, estrofa-síntesis de “La gaviota” de Silvio Rodríguez*. Y, sin embargo, síntesis que esconde afirmando y aclara escondiendo, como toda síntesis.
Eran las postrimerías de la guerra y un soldado regresaba intacto. La canción es de 1976 cuando Silvio estuvo entreteniendo a los soldados cubanos enviados al matadero de Angola por Castro y Brezhnev. En este caso el contexto ofusca (de hecho, Silvio no la firma en Angola como hizo con “Aceitunas”). Porque no sólo termina una guerra, también es “un tiempo de amor que se cierra” y el agónico personaje deja de ser un soldado concreto para ser simplemente un mortal cualquiera, ileso e indemne: “Intacto de flores de horror en su cuarto”.
Quizás ayude –y también espante– la relación de la gaviota con el tiempo, “tan rápida, tan detenida”. La relación del sobreviviente con el espacio, que se detiene, respira, eleva los ojos, como queriendo suspender un tiempo atroz y vertiginoso para recomponer las ideas y las cosas, y tomar aliento, y hacerse otro mundo. Pero, “como si no hubiera más en el mundo” pasa una gaviota volando y la pausa, el intermezzo que el sobreviviente ha buscado, se esfuma.
Ahora aquel que no necesitaba justificación es lanzado de nuevo al vértigo, sin poder reponerse siquiera. Y quien tenía ya la palabra cielo en su boca rueda por el suelo, “herido, sangrando”.
* “La gaviota” (1976). Letra y música: Silvio Rodríguez. Publicado en “Unicornio” (1982).
Eran las postrimerías de la guerra y un soldado regresaba intacto. La canción es de 1976 cuando Silvio estuvo entreteniendo a los soldados cubanos enviados al matadero de Angola por Castro y Brezhnev. En este caso el contexto ofusca (de hecho, Silvio no la firma en Angola como hizo con “Aceitunas”). Porque no sólo termina una guerra, también es “un tiempo de amor que se cierra” y el agónico personaje deja de ser un soldado concreto para ser simplemente un mortal cualquiera, ileso e indemne: “Intacto de flores de horror en su cuarto”.
Quizás ayude –y también espante– la relación de la gaviota con el tiempo, “tan rápida, tan detenida”. La relación del sobreviviente con el espacio, que se detiene, respira, eleva los ojos, como queriendo suspender un tiempo atroz y vertiginoso para recomponer las ideas y las cosas, y tomar aliento, y hacerse otro mundo. Pero, “como si no hubiera más en el mundo” pasa una gaviota volando y la pausa, el intermezzo que el sobreviviente ha buscado, se esfuma.
Ahora aquel que no necesitaba justificación es lanzado de nuevo al vértigo, sin poder reponerse siquiera. Y quien tenía ya la palabra cielo en su boca rueda por el suelo, “herido, sangrando”.
* “La gaviota” (1976). Letra y música: Silvio Rodríguez. Publicado en “Unicornio” (1982).
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