La revista Semana publicó en diciembre un volumen especial de 242 páginas titulado “La fuerza de Antioquia”. El subtítulo engañosamente publicitario es “Una tierra vanguardista que avanza al ritmo del siglo XXI”. Puede dar lugar a muchos equívocos una publicación como esta, sobre todo porque muchas veces son usadas como estrategias de mercado y vaciadas con publirreportajes.
No es este el caso. Hay una mirada general –casi enciclopédica– a la región con la dosis suficiente de miradas críticas y evaluaciones juiciosas, con balances equilibrados de casi todos los actores. Este clima denota un cambio en la postura paisa: hay autocrítica, poca autocomplacencia y más realismo para encarar los problemas. Esto hace parte del cambio cultural.
Visto de conjunto el material que se presenta, me parece que se puede resumir en dos palabras: reinvención y proyecto.
El anónimo autor de la introducción usa la palabra reinvención. Este es un descubrimiento relativamente reciente de la prensa y la academia internacionales que se puede condensar en la idea de que hace 15 años Medellín era la imagen global de ciudad problemática y hoy es vista como ciudad de soluciones. También se trata de una ventaja relativa deriva de la visibilidad que le otorga a Antioquia el contraste con la crisis crónica del Valle del Cauca y el más reciente desbarajuste bogotano.
La palabra proyecto no aparece en el texto pero ilustra bien su contenido. Me gusta más proyecto que modelo, que es la palabra que ha usado la tecnocracia de las dos últimas administraciones municipales. Proyecto es una palabra más modesta, que ilustra mejor un esfuerzo de más de 20 años y nos recuerda todos los días que faltan muchas cosas por hacer.
Pero, ¿cuáles son las líneas maestras de ese proyecto? La primera es la transformación del regionalismo en una fuerza positiva. Llámese como se quiera: sentido de pertenencia, patriotismo solidario, republicanismo, civismo regional, lo cierto es que muchos antioqueños nunca se fueron, ni se llevaron la plata y las ideas para otra parte. Incluso, muchos de los que se fueron, mantuvieron su compromiso con lo que se estaba sufriendo y luchando en la región.
La segunda línea maestra es la consolidación de una masa crítica dirigente en la que convergen empresarios, políticos, intelectuales y líderes sociales. Con excepción de pequeños núcleos de ortodoxos y resentidos, un ejercicio de diálogo que empezó en los años noventa se convirtió en una red tupida de relaciones, acuerdos y alianzas entre sectores muy diversos. Esta masa crítica se hizo pública en las últimas elecciones regionales, ante el peligro representado por el tridente clientelismo, corrupción y economía criminal.
La tercera línea está conformada por los criterios rectores que se vislumbran en lo que estamos haciendo. Un corte de cuentas con la violencia y con el enriquecimiento ilegal en el campo social; una mayor valoración por la educación, el pensamiento y las artes en el campo cultural; una visión global y moderna en el campo de los negocios; más apertura política y más audacia de los nuevos líderes.
Las posesiones en sus cargos del gobernador Fajardo y el alcalde Gaviria consonaron bien con este ideal. El asunto es que ya no basta la esperanza, necesitamos más realizaciones.
El Colombiano, 9 de enero del 2011
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