Aunque una de las más graves enfermedades profesionales del melómano sea la de hacer rankings, por alguna extraña razón en la música joven de Antioquia carecemos de ellos. Tal vez el primero que lo intentó fue Juan Antonio Agudelo –pionero en tantas cosas de la escena local– cuando en una exposición en Comfenalco se atrevió a postular los 16 álbumes más importantes del rock colombiano.
Ahora Santiago Arango desde “Haga la u” se metió en una cosa más grande: auscultar y depurar el listado de “Las 100 canciones de la música local” (véase: http://www.hagalau.net/index.php?option=com_content&view=article&id=527&catid=35). Yo prefiero seguir hablando de rock, aunque sea inexacto también, para dejarle espacio a los músicos populares de la región que no pertenecen a esta constelación de gusto.
Habría que ponerle mucha más información al listado para agregarle valor al trabajo iniciado por Santiago, pero hay datos que emergen a primera vista y que pueden resultar sorpresivos para muchos:
1. La gente respeta los clásicos: Los Yetis, Carbure, Nash, figuran en la lista. Nuestra historia no es larga, pero no siempre el público mantiene la memoria de cuatro décadas.
2. Hay cuatro grupos que ponen tres canciones cada uno y se ubican en el Top 1 de la lista: Kraken, Mutantex, Bajo Tierra y Frankie ha Muerto.
3. Otros once grupos, con dos canciones cada uno, van al segundo lugar: Carbure, La Pestilencia, Masacre, Nadie, Estados Alterados, Ekhymosis, IRA, Fértil Miseria, Neus, Tres de Corazón y Puerto Candelaria.
4. El listado es muy variado. Hay espacio para Alejo García y Silvia O, entraron Charco Corazón y Siguarajazz, se le da un lugar a Parabellum y, sorprendentemente, a Los Podridos que nunca pusieron nada en vinilo.
5. El corazón y los oídos del melómano antioqueño siguen agitándose con los sonidos del punk, el metal y sus derivaciones. Creo que eso también queda claro.
miércoles, 26 de enero de 2011
domingo, 23 de enero de 2011
La estatua de Confucio
Cuenta Adriana Larotta (El Tiempo, 22.01.12) que el gobierno chino acaba de erigir una estatua monumental a Confucio en plena Plaza Tiananmen. Aunque parezca increíble el centro de las disputas filosóficas durante 60 años en el seno del comunismo chino ha sido el filósofo que vivió en un tiempo anterior al de Sócrates. Y si ahora conviven en la gran plaza el retrato de Mao y el bronce del pensador debe significar algo.
Larotta dice que ello demuestra la falta de ideología en China, pero a primera vista parece más bien un intento de reforzar el ámbito ideológico en la nueva gran superpotencia. Tampoco se puede reaccionar diciendo que donde no hay ideología es en Occidente. En el mundo occidental la ideología dominante es la del mercado, que por desgracia los liberales festivos la confunden con la suya propia. Mientras los economistas liberales se engañan creyendo que el mercado no entraña ideas, ni supersticiones.
Pero lo más interesante del asunto es que mientras en la potencia decadente la ultraderecha busca enterrar la filosofía, como lo demuestran la política educativa de Bush y las decisiones del rector de la State University of New York, en la potencia emergente el símbolo antonomástico de la misma se coloca en el centro del poder político y simbólico del país y del Estado.
Larotta dice que ello demuestra la falta de ideología en China, pero a primera vista parece más bien un intento de reforzar el ámbito ideológico en la nueva gran superpotencia. Tampoco se puede reaccionar diciendo que donde no hay ideología es en Occidente. En el mundo occidental la ideología dominante es la del mercado, que por desgracia los liberales festivos la confunden con la suya propia. Mientras los economistas liberales se engañan creyendo que el mercado no entraña ideas, ni supersticiones.
Pero lo más interesante del asunto es que mientras en la potencia decadente la ultraderecha busca enterrar la filosofía, como lo demuestran la política educativa de Bush y las decisiones del rector de la State University of New York, en la potencia emergente el símbolo antonomástico de la misma se coloca en el centro del poder político y simbólico del país y del Estado.
domingo, 16 de enero de 2011
Wikeaks: última (espero)
Después de soportar varias semanas de filtraciones, Fernando Savater acaba de publicar su opinión sobre Wikileaks. Es un artículo corto titulado “Transparentes abusos” (Tiempo, 23.12.10). Puede leerse completo en: http://www.tiempodehoy.com/default.asp?idpublicacio_PK=50&idioma=CAS&idnoticia_PK=62629&idseccio_PK=630&h=101029
Destaco solamente su mejor aporte conceptual respecto a los límites de la transparencia. Cito: “Hay dos tipos de transparencia, la de gestión y la de opinión o deliberación. La primera es imprescindible en democracia: queremos saber a qué destinan los gobernantes nuestros impuestos, cómo defienden nuestras garantías y derechos, cuál es la justificación de sus decisiones políticas, etc...; la segunda es una agresión totalitaria contra el buen funcionamiento de las instituciones y la privacidad de las personas, ocupen cargos públicos o sean simples particulares. Confundirlas es parte de la actual imbecilización social, a la que no es ajena la maquinaria espléndida pero a veces devastadora de Internet. Última observación: dejando aparte a Berlusconi, Putin, los hermanos Castro y alguno más, no hay político que me resulte tan sospechoso y tan poco fiable como el señor Julian Assange... y sus partidarios”.
Mario Vargas Llosa ha salido a suscribir la crítica de Savater con una argumentación más bien floja y una confusión terrible –propia de un liberal dieciochesco– al incluir la dicotomía público-privado en un asunto que trata de política y, por tanto, de asuntos públicos (El País, 16.01.11). Y es que lo público político nunca representa una transitividad pura con la publicidad como creía Kant.
Vuelvo a Savater y su sarcasmo contra los partidarios de Assange por sospechosos y poco fiables. Hagan una lista mental de los poco fiables intelectuales colombianos que lanzaron voladores con las hazañas de Wikileaks.
Destaco solamente su mejor aporte conceptual respecto a los límites de la transparencia. Cito: “Hay dos tipos de transparencia, la de gestión y la de opinión o deliberación. La primera es imprescindible en democracia: queremos saber a qué destinan los gobernantes nuestros impuestos, cómo defienden nuestras garantías y derechos, cuál es la justificación de sus decisiones políticas, etc...; la segunda es una agresión totalitaria contra el buen funcionamiento de las instituciones y la privacidad de las personas, ocupen cargos públicos o sean simples particulares. Confundirlas es parte de la actual imbecilización social, a la que no es ajena la maquinaria espléndida pero a veces devastadora de Internet. Última observación: dejando aparte a Berlusconi, Putin, los hermanos Castro y alguno más, no hay político que me resulte tan sospechoso y tan poco fiable como el señor Julian Assange... y sus partidarios”.
Mario Vargas Llosa ha salido a suscribir la crítica de Savater con una argumentación más bien floja y una confusión terrible –propia de un liberal dieciochesco– al incluir la dicotomía público-privado en un asunto que trata de política y, por tanto, de asuntos públicos (El País, 16.01.11). Y es que lo público político nunca representa una transitividad pura con la publicidad como creía Kant.
Vuelvo a Savater y su sarcasmo contra los partidarios de Assange por sospechosos y poco fiables. Hagan una lista mental de los poco fiables intelectuales colombianos que lanzaron voladores con las hazañas de Wikileaks.
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