lunes, 31 de diciembre de 2018

Estatus

Una historia puede ser la del perro doméstico en la Holanda dieciochesca, el país más rico por cabeza del mundo. Los burgueses adoptaron la costumbre aristocrática de domesticar los perros y convertirlos en sujetos cortesanos; la creciente clase media imitó a los burgueses. El país se llenó de perros (y de caca). La crisis económica subsiguiente hizo que multitudes de personas abandonaran el costoso gusto de sostener una mascota y los perros callejeros se volvieron una epidemia nacional con los subsecuentes problemas de salud. De allí proviene —al parecer— la primera política pública de control perruno: castración, vacunación, aseo, sacrificio, normas para los tenedores.

Otra puede ser la del césped, la grama. “Antes del siglo XIX —dice Bill Bryson— el césped estaba reservado casi exclusivamente a los propietarios de mansiones señoriales y a las instituciones con grandes jardines debido al elevado coste que suponía mantenerlo” (En casa, 2011). El mismo patrón de imitación social, esnobismo y deseo de aparentar la pertenencia a un determinado grupo social. En la segunda mitad del siglo pasado, cualquier obrero de país desarrollado buscaba tener su propio césped. El césped tiene los rasgos propios de todo objeto lujoso, es costoso e improductivo (“finco”, le dice un primo campesino para distinguirlo de finca). Bryson estima que el 60% del consumo de agua en el oeste en Estados Unidos está destinado a mantener el césped, y añadamos herbicidas y mano de obra.

El ejemplo más reciente es el del teléfono inteligente. El principal objeto de deseo del siglo XXI y el de mayor pulsión de exhibicionismo material (no hablemos del virtual), hasta el punto de que el hecho de que el robo de dispositivos se haya vuelto una plaga en las ciudades chic del mundo (Nueva York o Barcelona, por ejemplo) no disminuye el afán de la gente por mostrar su millón o dos en chatarra. Aunque las compañías se esfuerzan por desarrollar la obsolescencia del aparato no logran superar el afán del consumidor por cambiarlo. Los dispositivos móviles generan una de las cadenas de consumo más exitosas y también una de las más contaminantes. No hablemos de las consecuencias psicológicas de creer que se sabe, de pensarse ubicuo o sentirse en el mismo grupo de amigos de Lady Gaga o Cristiano Ronaldo. Ahora es bueno sentirse “seguidor”, cosa que detestamos quienes crecimos escuchando “No Guru, no Method, no Teacher” de Van Morrison.

La conversión provisional de Colombia en un país de clase media está haciendo que estas tendencias se instalen entre nosotros. Las virtudes del ahorro y la prudencia en la economía doméstica tienen un viejo enemigo con nuevos disfraces, el arribismo. Adam Smith disentía de las extravagancias de los ricos pero creía que impulsaban la economía; ya no basta el comercio, hay que pensar en el ambiente, la salud y el espíritu.

El Colombiano, 30 de diciembre

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Populistas a la colombiana: entrevista en La Silla Vacía

“El populismo de Petro y el retorno de Uribe se deben a los fracasos de Santos”

Por LASILLAVACIA.COM · 26 DE DICIEMBRE DE 2018

Uno de los términos más usados en el 2018 fue populismo, a raíz del gobierno de Trump pero también a nivel local a raíz de la creciente fuerza de Gustavo Petro en las vísperas de elecciones y de propuestas de Álvaro Uribe como la de subir el salario mínimo.

El libro Populistas a la colombiana, del filósofo y decano de Humanidades de la Universidad Eafit, en Medellín, Jorge Giraldo, explica de qué se trata el populismo, las formas de populismo que han existido en Colombia y también las probabilidades de que florezca en estas tierras.

Esta entrevista es una transcripción editada de una conversación que sostuvo Giraldo con Juanita León, en Fescol, el día del lanzamiento del libro el semestre pasado. Porque estábamos en vísperas de las elecciones y la transcripción se demoró no la alcanzamos a publicar, pero la guardamos como regalo de fin de año para los que quieran leerse un buen libro en vacaciones.

La Silla Vacía: Inicialmente en su libro habla de una matriz del concepto del populismo, pero antes de que nos metamos en el punto teórico me parecería bueno arrancar con una pregunta fácil. ¿Es Petro un populista de acuerdo con su matriz?

Jorge Giraldo: Petro es un populista. Sí.

L.S.V.: ¿Por qué? ¿Cuáles son los rasgos de esa matriz que él comparte?

J. G.: Los rasgos básicos son una mentalidad autoritaria. Es una autoridad que se caracteriza por no someterse a las modulaciones de los departamentos técnicos como Planeación Nacional, por ejemplo. Tampoco a las regulaciones legales, lo cual se vio muy claro en el proceso de destitución.

En segundo lugar, Petro establece la dicotomía básica amigo-enemigo en los términos más clásicos del populismo latinoamericano, en particular la del pueblo-oligarquía.

En tercer lugar, tiene estas grandes dotes que son casi un requisito del populista. Es muy personalista, con unas dotes oratorias, una capacidad de transmitir el mensaje y de generar emotividad. Además Petro es populista desde antes de que naciera.

L.S.V.: ¿Cómo así?

J. G.: Entró al M-19, la única guerrilla populista que tuvimos en Colombia. Era hijo de la Anapo, el segundo partido populista importante que tuvimos en Colombia, que hace 48 años estuvo a punto de ganar las elecciones. A Petro, usando un verbo que acuñó un académico colombiano, le encanta “Gaitaniar”. Él “gaitanea” todos los días. En campaña, Gaitán aparecía no solo cada vez que Petro hablaba, sino porque usó el estilo de Gaitán. Entonces, a mí me parece que son muy evidentes los rasgos populistas de Gustavo Petro.

L.S.V.: Usted dice en su libro que el populismo ha sido usado en Colombia como un estigma. Yo leo su libro y quedo con la sensación de que es algo negativo.

A una académica argentina que entrevistamos le parece que el populismo es positivo. ¿El populismo inevitablemente lleva a una situación peor de la que uno arranca?

J. G.: No sabría decirlo. Hay que mirar los casos históricos.

A mí me parece que es una banalidad decir que el populismo es un trato peyorativo. En política casi todas las etiquetas fueron usadas peyorativamente. En algún momento, hasta a mediados del siglo XX, decir que alguien era un demócrata era relativamente peyorativo.En la teoría política, la democracia como tal se veía con reserva, porque se pensaba más bien en una idea republicana que era el término clásico que usaron los padres fundadores de los Estados Unidos.

Yo digo que el populismo no necesariamente es negativo, porque los movimientos populistas son un síntoma de las fallas de las democracias liberales.

L.S.V.: ¿De qué tipo de fallas?

J. G.: De deficiencias de la representación, pero también de la incapacidad de las democracias liberales para responder las demandas de la población.

En ese sentido, un análisis de estigmatización del populismo no tiene mucho sentido, sobre todo en el caso colombiano.

Uno se tiene que preguntar ¿por qué 7 millones de colombianos eligieron a Álvaro Uribe en primera vuelta? ¿Y por qué 5 millones votaron por Gustavo Petro? Y digo que 7 millones votaron por Álvaro Uribe porque ellos no votaron por este muchacho Duque, cuya hoja de vida está por escribirse.

Entonces, ese síntoma es muy importante que una sociedad política lo reciba, lo entienda y no lo satanice, menos en un país que acaba de firmar un acuerdo con las Farc. Todos decíamos en Colombia que lo peor que había en el país era que la gente hiciera política con las armas. Una de las ventajas de los populistas es que hacen política aceptando la normativa que nos rige.

Yo encuentro una fuerte filiación del populismo con las ideas tradicionales. La invocación a la comunidad por encima del individuo, la invocación a los valores o a una idea natural de justicia por encima de la ley. Esa parte me parece relativamente clara, por eso me parece que hay una filiación filosófica entre el populismo y el romanticismo.

L.S.V.: Uribe es un populista y Duque es su heredero. Aunque no tiene los rasgos que usted describe, ¿se puede ser populista en cuerpo ajeno?

J. G.: Es muy difícil. Yo creo que no tenemos esa experiencia.

Es difícil porque el populismo es personalista. Uribe es capaz de poner presidente, pues ha puesto presidente todo este siglo. Se puso dos veces él, puso a Santos una y ahora puso a Duque. Pero ser populista en cuerpo ajeno es difícil porque el populismo tiene este rasgo carismático.

Los teóricos discuten mucho si el carisma es una cosa necesaria. Yo creo que ha habido muchas experiencias que lo demuestran. Por ejemplo, la experiencia brasileña. Después de Getulio Vargas no hubo posibilidades de reemplazar a Getulio. En Argentina, la experiencia de Perón de hacer un gobierno en cuerpo ajeno mientras llegaba el exilio fue un fracaso.

En Colombia, la experiencia de Uribe de querer gobernar por intermedio de un político profesional también fue un fracaso. Entonces lo de Duque es un poco enigmático. Yo creo que es muy difícil que eso se transmita.

L.S.V.: Usted dice que hay unas estructuras de oportunidad para el populismo en Colombia y entre ellas menciona “la clausura de lo político” a raíz de Santos…

J. G.: Sí, yo creo que hay un problema en la representación cuando el ciudadano siente que elige un presidente para que haga A y ese presidente hace B. Así lo correcto sea B, eso significa que los canales de la representación democrática no están funcionando.

Yo creo que la emergencia del populismo petrista en buena parte se debe a eso. O sea, el populismo de Petro y el retorno de Álvaro Uribe se deben a los fracasos de Santos.

L.S.V.: ¿En qué forma?

J. G.: Santos fue elegido en el 2010 para hacer una cosa pero hizo otra. Yo estoy de acuerdo con lo que hizo, pero al él lo eligieron para que hiciera otra cosa. En el 2016 se dio la pela de someterse a las urnas y perdió. No le hizo caso a los votantes. Hay un problema de representación.

Yo lo escribí un año antes en mi columna de prensa diciendo: ¿para qué vas a convocar un plebiscito? Por Dios, si la Constitución dice que el presidente es el detentador de la potestad de hacer la paz.

Yo creo que Santos rompió los lazos de confianza entre el electorado y el poder ejecutivo y por eso terminó donde terminó.

L.S.V.: ¿La firma del Acuerdo con las Farc no justificaba romper ese pacto?

J. G.: El acuerdo con las Farc era una cosa fundamental, una tarea de responsabilidad política, pero es ahí donde los liderazgos democráticos carecen de pactos y la democracia se debilita muchísimo.

Santos, como la mayoría de políticos de cualquier democracia, carece de pactos.

L.S.V.: También menciona que otra de las cosas que crea una oportunidad para el populismo es la división de la élite, que es lo que vimos durante 8 años antes de la elección de Duque

J. G.: Yo diría que no son 8 sino 12, porque el segundo gobierno de Uribe fue un gobierno de gran fractura de la élite. Llevamos 12 años de fracturas de las élites.

Además, un problema de larga trayectoria en la historia de Colombia es que, a pesar de todo este discurso sobre la oligarquía, la historia colombiana es una historia de fraccionamiento en las élites. Las élites se unen solamente en momentos de extrema urgencia: de la guerra civil de mitad de siglo, con el pacto del Frente Nacional se unen.

Ahora, cuando las Farc estaban sentadas negociando, ya estaba generándose esta fractura tan grande. Los estudios históricos lo que muestran es que este tipo de revoluciones políticas como el populismo, solamente son posibles cuando las élites de un país se fracturan. Y es muy claro que en este país las élites están fracturadas: la clase política, los sectores económicos; hay una fractura importante en los sectores dirigentes del país.

L.S.V.: El apoyo de todos los gremios y partidos políticos tradicionales a Duque es una señal de que esa élite se unió precisamente para disipar la ‘amenaza’ populista?

J. G.: Por supuesto; hubo mucho susto entre las élites económicas y políticas y una unidad intensa entre quienes habían estado divididos por casi una década. Incluso se escucharon propuestas disruptivas para calmar la indignación de los ocho millones de votantes de Petro; parte de ello era el incremento del salario mínimo que propuso Uribe. Pero apenas se posesionó Duque se les olvidó; pasaron el susto y volvieron a lo de antes… un error craso. Están preparando las condiciones para el próximo susto.

L.S.V.: Dice que los seguidores de los populistas no quieren que se les ofrezca tanto una verdad sino una ilusión. Me gustaría que explicara cómo se expresa ese romanticismo dentro del populismo?

J. G.: Yo escribo apenas una página sobre el romanticismo político porque creo que es un tema que no se ha investigado en Colombia.

Señalo huellas del romanticismo político en Antonio García, el gran intelectual del populismo, y también encuentro huellas de ese romanticismo político en William Ospina. Pero esa fuerza que tiene el romanticismo es simétrica con la debilidad que tiene el proyecto moderno y el proyecto liberal en el país.

El romanticismo se caracteriza por una visión romántica del líder, del héroe. Una exaltación del caudillo. Estaba releyendo unas páginas de Max Weber y lo dice de una manera muy hermosa. Dice, en este tipo de tendencias políticas el ciudadano deja de ser ciudadano y se convierte en un proletario, que renuncia a tener ideas propias y adopta las ideas del caudillo, un proletario que renuncia a todo tipo de vanidad.

No hay ninguna vanidad distinta a la de Álvaro Uribe y la de Gustavo Petro. Porque, además, si hubiera un vanidómetro esos tipos lo romperían. Entonces, el otro rasgo es la sentimentalización de la vida social.

L.S.V.: ¿Qué significa eso?

J. G.: Nunca es una relación entre iguales. Siempre es una relación con el pobre.

Ese discurso del pobre, del desvalido, del que no es capaz y necesita ayuda, del que no necesita derechos sino ayudas y subsidios del Estado, se expresa mucho en los diminutivos de Uribe. La gente no es igual a él. Él es padre, el líder es un benefactor, no es un igual.

Además, muchos académicos también la repiten sin prueba. En un análisis de las elecciones, un profesor decía, “en este país, donde los pobres y marginados son la mayoría”… y yo me preguntaba ¿los pobres y los marginados son la mayoría? Eso no me da ni las estadísticas de la OECD, ni en las de la Cepal, ni en las de Planeación Nacional. Eso es un tópico romántico, igual que el que muestra que siempre estamos en guerra, o que aquí siempre ha dominado la oligarquía.

L.S.V.: ¿No le parece que aquí siempre ha dominado la oligarquía?

J. G.: Yo creo que en el mejor de los casos uno podría aceptar que siempre han gobernado algunas élites, pero alternas.

Hablar de una oligarquía en un país donde ha habido mal contadas 12 guerras civiles y que, excepto la última, todas la demás fueron entre las oligarquías es un despropósito. Santander y Bolívar apenas firmaron la Constitución se agarraron a pelear. Después empezaron Mosquera y Ospina. Siguieron Reyes y Herrera, hasta Laureano y Lleras. Aquí nunca ha habido ese tipo de unidad. Si la hubiera habido, yo creo que no hubiéramos tenido tantas guerras civiles.

L.S.V.: ¿No es contradictorio que el líder populista no vea el ciudadano como igual y, sin embargo, parte de su fuerza radique en que la gente pobre o excluida se siente por fin representada?

J. G.: No es contradictorio. Precisamente eso es lo que trato de mostrar en el libro. Se ve sobre todo en el discurso de Gaitán. Gaitán era un tipo que exaltaba al pueblo, a ese mismo que veía como un pueblo abyecto. Gaitán decía “el pueblo colombiano es un pueblo de ignorantes y alcohólicos. Lo que tenemos que hacer es sacar este pueblo y llevarlo a una situación mejor”. Gaitán tenía esa capacidad. Podía lograr que esa gente ignorante, pobre, descalza y alcohólica se sintiera representada por ese tipo que les decía eso. Entonces, lo que hay es una transfiguración, un fenómeno de alguna manera místico. Hay una rama de la filosofía política que llamamos teología política, que explica bien ese fenómeno del líder que es capaz de hacer esa representación del pobre, del que es menos. Del que logra que ese menos se siente más, no porque lo sea sino porque se siente más a través del líder.

L.S.V.: También dice que esos líderes son insolidarios. ¿Por qué?

J. G.: : Es una consecuencia inevitable del personalismo. El populismo está muy atado al ciclo de vida del líder. Es muy difícil que el populismo subsista sin que el individuo esté.

L.S.V.: Por eso apenas pueden cambian la Constitución para prolongarse en el poder

J. G.: Sí. Usando una distinción muy vieja, el régimen populista es un régimen de hombres, no de leyes ni de instituciones. Entonces, los cargos siempre se acomodan mucho al perfil de las personas.

Si ustedes miran el primer gabinete de Álvaro Uribe, cuando introduce la reforma en su gabinete ministerial, la reforma se hace pensando en unas personas que eran capaces de hacer esos cargos. ¿Ministro de Salud y Trabajo? La única persona que podía hacer eso a la misma vez era un señor que se llamaba Juan Luis Londoño. Muerto Juan Luis Londoño tuvieron que volver a poner: ministro salud y ministro de trabajo, eso fue patético. ¿Ministro del interior y de justicia? Eso no se podía juntar, pero apenas llegó un tipo que estaba hecho para eso, Fernando Londoño, entonces decidieron hacerlo. Cuando el señor salió, pues hubo que volver a dividir los ministerios. Aquí la institución y el régimen político se hace a la medida de las personas, eso me parece que es muy claro.

L.S.V.: Mientras usted afirma que el populismo no es contrario al clientelismo, hay otros que piensan que el clientelismo es lo que nos ha defendido del populismo.

J. G.: El esquema clientelista es igual al esquema populista: existe un grupo de gente que tiene problemas y existe otro que los resuelve. Es el mismo esquema.

El clientelismo tradicional es muy personal, es muy micro. La lealtad es muy cambiante. El clientelismo que hace el populista es personal, la relación es directa con el líder, por eso Perón tenía a Evita, Rojas tenía a María Eugenia y Uribe se tenía a él mismo. Entonces, es una relación personal y tiene un elemento muy importante: es afectivo. El clientelismo tradicional, como decía Marx, es frío y de pago a contado. En cambio, la relación populista tiene una carga afectiva muy importante, por eso es que el político profesional tiene tantas limitaciones.

Resumiendo, yo diría que el populismo es clientelismo a gran escala, porque vos tenés todos los subsidios, le podés pagar a un montón de gente.

Además, los líderes populistas necesitan unos niveles de movilización que no admiten que esa gente esté trabajando 8 horas diarias, 6 días a la semana, ¿como hace el chavismo para sacar a la calle 100.000 personas cada que quiere? Porque a esa gente le llega un mercado a la casa, no tiene que pagar servicios, tiene un subsidio. Yo no sé cómo serían las movilizaciones de Petro cuando era alcalde de Bogotá, cómo operaba esa relación para que montón de gente que tiene que ir a trabajar no vaya y esté en la plaza de Bolívar, o al pie del Palacio de Liévano, aclamando al líder. Eso cuesta: la gente come, la gente tiene que pagar servicios, alguien tiene que hacer eso por ellos.

L.S.V.: ¿Tiene la sociedad colombiana forma de protegerse de un riesgo populista?

J. G.: Sí, hay forma de protegerse, pues aquí hay alguna sociedad civil.

Tenemos más sociedad civil que la que tenían los venezolanos en el 99 . Venezuela tenía una sociedad civil muy interesante, tenía un sindicalismo más fuerte que el de nosotros.

Lo primero que hizo Chávez, que es muy característico de los primeros dos años en su momento de gloria, fue destruir la Confederación de trabajadores de Venezuela. Él destruyó todo lo que había de sociedad civil organizada. La capacidad de resistencia, la Iglesia Católica.

El problema es que estos entes tienen que fijarse en sus prioridades. A las iglesias las mantienen en la mano simplemente ofreciéndoles conservadurismo en derechos sexuales y reproductivos y se olvidan de lo demás. Eso fue lo que pasó en Nicaragua. Daniel Ortega les dijo: no voy a permitir que se apruebe el aborto y la Iglesia Católica se quedó callada hasta estos días, que le tocó salir a decir no más, ésto se tiene que acabar.

Pero ya cuando la crisis es inocultable, es una interpelación general a toda la sociedad. No puede ser simplemente una cosa de la gente ilustrada. Si la gente ilustrada no es capaz de hablarle a los sectores amplios de la población en un momento que la clase media creció de manera tan importante, ahí no va a ver manera, sobre todo una clase media que creció de la mano del boom petrolero pero que todos los estudios demuestran que es una clase media muy vulnerable. Es la clase que más paga impuestos. Es la única clase que no recibe ningún beneficio del Estado, porque los pobres reciben subsidios y los ricos excenciones. Eso nos puede llevar a una situación un poco desesperada.

Se nos puede aparecer la virgen, el petróleo puede subir a 100 otra vez, el Estado puede tener cómo repartir, pero esos son paliativos.

Según los datos del gobierno, tenemos casi 19 millones de personas en la clase media vulnerable, es decir, personas que pueden caer en la pobreza por cualquier contingencia. Cuando uno ve ese dato uno dice son 19 millones de personas, el 40% de la población en una situación de vulnerabilidad. Eso es para tener por lo menos un bombillo anaranjado prendido, es parte de los mensajes de los que creo que hay que difundir y recibir.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Personas

A la hora de honrar a algunas personas los más desconfiados solo mostraban benignidad con los muertos. En estos tiempos en los cuales el pasado tiene más variantes que el presente esa maniobra sirve de poco. La parálisis de los encomios se agrava cuando pensamos que las personas ejemplares lo deben ser en todo campo y acción: una visión idealista que no funciona en ningún caso. La perfección humana no existe, ese es el fundamento de la visión cristiana del mundo y también el de la ilustración liberal. Así que honremos a los vivos por méritos que convivirán con sus errores por conocer o por venir.

Con este preámbulo paso a destacar algunos de los personajes del año.

Caterine Ibargüen encarna uno de los casos más representativos de la subvaloración nacional; por atleta, por negra o por mujer, no lo sé. A pesar de que el atletismo es el summum de la excelencia física desde los tiempos clásicos, en esta época ocupa un lugar secundario detrás del deporte y, especialmente, del fútbol, pleno de farándula, política y mafia. Caterine fue nombrada en 2018 la atleta femenina del año, la mayor distinción que ha obtenido deportista colombiano alguno. Ni siquiera el orgullo paisa se ufanó de ella, lo que demuestra —en mi opinión— la enorme distancia que existe entre ser antioqueño y ser paisa.

Lenín Moreno, como se sabe, es el presidente de Ecuador. Fue bautizado Lenín Boltaire (así con b) con intención premeditada —digo yo— ya que su padre fue militante del más antiguo de los partidos populistas del país. Moreno llegó a la presidencia con el precedente de haber sido ministro de Abdalá Bucaram y vicepresidente de Rafael Correa. Su ascenso a la presidencia hizo pensar en una prolongación de la política de Correa pero Moreno —hasta ahora— ha hecho de la responsabilidad la enseña de su gobierno, lo contrario de cualquier populismo. Anuló la reelección, ha sido más eficaz que Colombia combatiendo a la disidencia de las Farc, los incumplimientos del ejecutivo se pagan con renuncias como las del ministro de defensa y la vicepresidenta. Siento envidia de los ecuatorianos.

Martín Vizcarra se posesionó como presidente de Perú en marzo de 2018 en medio de una crisis política que condujo a la destitución del presidente en ejercicio y de la trama de corrupción provocada por Odebrecht. En siete meses lideró un referendo contra la corrupción, lo ganó, indujo una reforma política que sometió los intereses clientelistas del congreso y pasó de ser un desconocido a tener una popularidad del 65% (la mayor de los últimos 25 años). Vizcarra no se quedó cruzado de brazos esperando el albur de una acción de la justicia para combatir la corrupción; entendió que se requería iniciativa política. El contraste con Colombia no puede ser más nítido.

El Colombiano
, 23 de diciembre

martes, 18 de diciembre de 2018

Bruce Springsteen

Me sorprende lo bien que el hombre ha captado mi sentido de las cosas a lo largo de las décadas, hasta la la vejez contemplativa.


"The Bruce"
by Michael S. Greve

https://www.lawliberty.org/2018/12/14/the-bruce/

[A propósito del lanzamiento digital de Springsteen on Broadway]

lunes, 17 de diciembre de 2018

Deber

“El mundo no sigue andando gracias al amor sino gracias al deber”. La frase prístina, unívoca, es de Elizabeth Costello, el recio personaje de John M. Coetzee (Siete cuentos morales, 2018). Puede uno estar de acuerdo con tal afirmación siempre que no sostenga que en el mundo no hay más que amor o deber. Lo estoy en principio porque en la vida social es más importante el respeto que el amor y porque, creo, debemos simplificar los derechos y expandir los deberes. La sentencia y la reflexión son un pretexto para enmarcar una consideración básica sobre los deberes en la sociedad. Y también para tratar de poner en su lugar una frase que escucho a veces sobre el deber del optimismo.

Los deberes son múltiples y su distribución en la sociedad es desigual: intuyo que el deber guarda cierta proporción con la capacidad propia, y esa capacidad se amplía o se especializa según una función social. Pensemos, por ejemplo, en una de las metáforas más antiguas de la política, la del barco, de donde provienen algunos tópicos bien instalados como el que dice que todos estamos en el mismo barco o que debemos remar en la misma dirección, o metáforas derivadas como la del timonel, la brújula, el norte. (En el siglo XX el barco pasó al dominio de los epistemólogos.)

El deber del optimismo o de la esperanza les corresponde primordialmente a los dirigentes. La grandeza de Winston Churchill no se debe a que haya previsto sangre, sudor y lágrimas sino a que ofreció a cambio una victoria contra la agresión alemana que nadie más creyó necesaria o probable; caso de vida o muerte. Un dirigente tiene la obligación moral de mostrar la luz al final del túnel. Alguna vez escuché decir la gran verdad sobre el dirigente: que su deber es mantener la unidad y garantizar la supervivencia de su grupo. Los dirigentes pendencieros del presente son malos no porque denigren de sus antecesores sino porque, haciéndolo, dividen a los ciudadanos, debilitan las instituciones y nublan las perspectivas de mejoramiento de la sociedad.

El dirigente tiene, además, el deber de dirigir, cosa que no siempre pasa. Una cosa es ocupar un cargo de dirección y otra distinta cumplir con la función gubernativa. Los periodistas de adjetivo fácil suelen confundir al director con el líder; al líder no lo hace el cargo. En todos estos casos el deber del dirigente es semejante, tratándose de uno privado o público. La gran diferencia es que del público decimos que es un servidor, cosa que los funcionarios olvidan con frecuencia por el envanecimiento que genera el poder, así sepamos todo que se trata de un poder temporal y provisorio.

A los demás no nos exigible el deber del optimismo. A los intelectuales menos, pues se nos pide crítica.

El Colombiano, 16 de diciembre

lunes, 10 de diciembre de 2018

Migas para el espíritu

No fue un buen año el 2018; ni para el alma ni para la ciudad, para usar una de las metáforas menos difundidas de Platón. Ante la adversidad solo quedan el cuidado y el amor; contra ella solo el arte. Como acostumbro cada año, van recomendaciones de mi huerto cultural (ninguna de este año).

“Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos”. La reeditada biografía de Philip K. Dick de Emmanuel Carrère, publicada inicialmente en 1993, es divertida e inteligente. Un retrato del escritor de ciencia ficción a quien Carrère considera “nuestro Dostoievski, el hombre que lo había entendido todo”. Es, además, una impresión sobre la región que ha prefigurado siempre lo que seremos desde mediados del siglo XX: California. Así que el libro es importante para entender el modo y el sentido con que los seres humanos hemos habitado el mundo en los últimos sesenta años.


“Blade Runner 2049”. La película de Denis Villeneuve definida como secuela del clásico estrenado hace 36 años es una maravilla de la que Hollywood solo vio la utilería. Basada en la historia de Philip K. Dick, es una renovación de los temas filosóficos que se habían planteado en “Blade Runner” con la diferencia notable de que ya las posibilidades de la técnica no parecen cuentos fantásticos. Como Dick solía decir, lo suyo era puro realismo, realismo de una realidad que la mayoría no veíamos. (Las últimas conjeturas de Stephen Hawking podrán ser más elegantes pero son más incompletas y menos profundas que las de Dick.)

Nada de esto tiene que ver con el hecho de que el próximo 16 de diciembre sea el 90° aniversario del autor de “El hombre en el castillo”.


“El infiel y el profesor”. Biografía intelectual, historia de las ideas, novela, esta encantadora obra del profesor de filosofía política —por tanto, colega— Dennis C. Rasmussen es un fresco de la ilustración escocesa centrado en la amistad entre David Hume, el infiel, y Adam Smith, el profesor. Una obra accesible a todos los ojos, que ayuda a comprender el origen intelectual de la época moderna escrita con una difícil mezcla de rigor y desparpajo. Rasmussen logra que uno sienta la seriedad de Smith y la gracia de Hume, hasta arrancarle una lágrima por la muerte de este último hacia la página 260. Un gran logro, considerando que eso fue hace 242 años.


“At least for now”. Claro que sí; Juan Antonio Agudelo me había hablado de Benjamin Clementine; claro que lo había escuchado y lo tenía apuntado en mi moleskine, pero el Kairós se dio a comienzos de año: primero escuchando “Condolence”, después “Cornerstone”, luego el álbum completo (que es de 2015). Clementine —bastante parecido al estereotipo de un watusi: alto, delgado, rostro anguloso— es un joven inglés, mezcla musical de Nina Simone y Philip Glass.


El Colombiano, 9 de diciembre

jueves, 6 de diciembre de 2018

10 libros para leer y entender a Colombia en este 2018

La comunidad universitaria colombiana produce conocimiento, investigaciones que estudian la realidad y la actualidad del país. SEMANA le preguntó a los jefes editoriales de 10 de las universidades más importantes cuál libro recomendarían leer para entender nuestro contexto político, social, económico y cultural.


Este libro, que aborda con solvencia la reflexión sobre el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera de 2016, desde diferentes perspectivas, es una oportunidad como ninguna para intentar comprender, dentro de su enorme complejidad, el proceso político, ideológico y social que vivimos y enfrentamos juntos todos los colombianos. Los temas incluidos en el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, que se firmó en el Teatro Colón el 24 de noviembre de 2016, son urgencias nacionales. Al margen de los marcos interpretativos en que se inserten, el desarrollo rural y la formalización de la propiedad, la integración política de la periferia nacional, los cultivos ilícitos y la cadena criminal del narcotráfico y los términos de la justicia transicional para los desmovilizados de los grupos armados, siguen siendo asuntos que la sociedad y el Estado colombianos tienen que resolver.

Por eso, al margen de la precariedad de la implementación de ese acuerdo y de las cambiantes posiciones en el poder ejecutivo y la dirigencia de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, los diagnósticos discutidos a propósito de la negociación, las fórmulas convenidas, las propuestas alternas que surgieron desde distintas voces, seguirán haciendo parte del repertorio acumulado en el país para la resolución de esos problemas pendientes.

Ver artículo completo en:
https://www.semana.com/cultura/articulo/10-libros-leer-y-entender-colombia-en-el-2018/593461

lunes, 3 de diciembre de 2018

A Federico le va bien, a Medellín menos

Con esta frase pretendo sintetizar las conclusiones de la Encuesta de Percepción Ciudadana Medellín 2018 que realiza la firma Ipsos-Napoleón Franco para el proyecto Medellín cómo vamos. En efecto, el alcalde mejoró en cuanto a confianza, favorabilidad y gestión con puntajes muy altos (67,78, 91). Todas las dependencias municipales mejoraron su trabajo, menos Tránsito. La única institución local castigada por la ciudadanía es el Concejo de Medellín que obtuvo la menor favorabilidad y aprecio por su labor de los últimos once años. Entidades del orden nacional, como Bienestar Familiar y la Policía, sufrieron caídas en su favorabilidad.

A la ciudad le vamos menos bien que al alcalde. Aunque el optimismo y el orgullo de vivir en la ciudad son altos, en 2018 mostraron las calificaciones más bajas de los últimos trece años, con una incidencia mayor entre las mujeres y los sectores populares y medios. ¿Cuáles serían los grandes motivos de esta incomodidad creciente? Los resultados son claros: empleo, seguridad, movilidad y ambiente. No creo que esto sea sorpresa para nadie.

La percepción de pobreza está en niveles similares a los de hace seis años. Ha sido más difícil encontrar trabajo en los últimos dos años y las condiciones para el emprendimiento no han mejorado, sobre todo el formal. La gente ha sentido el golpe del desempleo en las familias. La satisfacción con el espacio público bajó y los ciudadanos están hasta la coronilla con el deterioro ambiental: más de la mitad están inconformes con la calidad del aire (67), el ruido (54), la contaminación visual (51) y los escombros (50).

En cuanto a seguridad, todos los indicadores cayeron. La percepción de seguridad en el barrio es la más baja desde el 2011 y las mayores caídas fueron en la banda oriental, aunque las puntuaciones más bajas están en las zonas centro occidental y centro oriental. La percepción de seguridad en la ciudad es la peor desde el 2008 (41%). La victimización subió en los últimos tres años (15%), siendo más alta en las zonas centro occidental, centro oriental y sur oriental. En el agregado, según el Global Law and Order Index, Medellín es menos segura que Colombia.

Las personas gastan más tiempo en el trasporte y hay una alta insatisfacción con la autoridad de tránsito (normas, agentes y atención a accidentes). La cosa empeora cuando nos dicen que el medio más satisfactorio es la moto (88) y que, si pudiera, la gente compraría más automóviles y motos. Cosas del particularismo.

Dos temas preocupantes: bajó la satisfacción con la educación en niños y jóvenes, sobre todo en establecimientos públicos, y aumentaron las agresiones intrafamiliares contra la mujer. Y cosas buenas: las vías de los barrios mejoraron, ha disminuido un poco la percepción de desigualdad, aumentó la participación en actividades culturales y parece que mejora el comportamiento ciudadano.

El Colombiano, 2 de diciembre

lunes, 26 de noviembre de 2018

Capital social en Medellín y Colombia

La Corporación para el Control Social – Contrial presentó esta semana en la Universidad Eafit los resultados de la Cuarta Medición de Capital Social en Colombia, con resultados para Medellín. Desde 1997 contamos con estas mediciones y con otras similares que buscan dar cuenta del estado de organización, cooperación y confianza de la sociedad civil. Una idea seminal de Alexis de Tocqueville que alcanzó cotas operativas con los trabajos de Inglehart, Coleman y Putnam.

Hay resultados negativos en cuanto a confianza en las instituciones, atomización o aislamiento de las personas y oportunismo en el comportamiento de la gente, es decir, aumento de aprovechados (una vieja figura por explorar). La conclusión no debe extrañar dados los procesos que vivió el país en los últimos veinte años. Incremento de la corrupción que golpea la legitimidad institucional, modernización que alienta el individualismo y la guerra que es caldo de cultivo de oportunistas.

Las buenas noticias provienen del hecho de que, después del 2011, repuntó la participación en organizaciones civiles, tanto en tradicionales, como los sindicatos, como en las nuevas, por ejemplo, ecológicas. El interés en la política ha aumentado y la notable participación en las cuatro elecciones de 2018 —no registradas en el estudio— representan un signo de vitalidad en la calidad de la ciudadanía.

Tres datos resultan inquietantes de cara al futuro inmediato del país: la convergencia entre desconfianza personal y desconfianza institucional que puede generar un ambiente de desorden y deterioro de la convivencia; el recurso más frecuente a las jerarquías y a agentes externos para la solución de necesidades y de conflictos, que puede resultar en un incentivo al caudillismo y a las salidas autoritarias; y el activismo de las iglesias que captan la confianza ciudadana como colaboradoras y mediadoras (hay menos creyentes pero más fervientes).

Los resultados de Medellín son mejores que los del país. En unos casos por franca mejoría de la actividad ciudadana: en Medellín la gente se siente más corresponsable con la gestión pública, lo que explica la benevolencia con la que tratamos a los gobernantes locales; y en Medellín hay un crecimiento sostenido en el interés por la política y en la participación. En otros casos, como el de la confianza interpersonal, por las caídas en el resto del país. Sin embargo, debe advertirse que en gran parte de los casos los indicadores empiezan a mostrar cierto deterioro desde 2011. Los peores números señalan un descenso grave en la solidaridad social y en las redes familiares.

Las mediciones de capital social tienen la ventaja de que ponen a la sociedad frente al espejo. Se da poco margen para culpar al Estado o a los llamados factores estructurales; interpelan de frente la cultura ciudadana y la calidad de las organizaciones civiles. Surgen preguntas serias sobre la estructura familiar y las internas de las empresas.

El Colombiano, 25 de noviembre

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Perder el futuro

Los acontecimientos de 1848 —una efeméride de la cual nos desentendimos este año— suscitaron profundas reflexiones sobre el sentido del tiempo histórico. Ellos marcaron el final de la era de las revoluciones modernas en Europa y América, y el inicio de una nueva etapa que arrojaba dudas sobre la convicción de que el progreso era siempre constante y ascendente, idea que debemos a Condorcet, entre otros. El futuro luminoso había dejado de ser un destino que se imponía providencialmente sobre las imperfecciones y los errores de los seres humanos.

Realista, perceptivo, sensible como el que más a los indicios equívocos que muestran las sociedades, Alexis de Tocqueville (1805-1859) describió esa inflexión con la imagen del hombre que “marcha en las tinieblas”. Idealista, voluntarioso, optimista con ventaja sobre cualquier utópico, Karl Marx (1818-1883) prescribía que toda alternativa política debía extraer su fuerza del porvenir. Por supuesto que fue un momento propicio para el pensamiento reaccionario. No el que se basa en la defensa conservadora de la tradición como pie seguro para cualquier orden, sino el que llama sin más a una vuelta al pasado.

Hay ciertas consonancias entre el momento que vivimos hoy en el mundo occidental y la situación de hace 170 años. Entre el ataque a las Torres Gemelas y la crisis económica del 2008 se produjo el fin del éxtasis liberal y cosmopolita que habíamos vivido desde 1989. El ambiente festivo que se vivió en la política, el pensamiento y la cultura se desvaneció tan lentamente que muchos tuvieron que esperar a ver las ruinas para creerlo. Esta alegría progresista duró la mitad del tiempo que su análoga del siglo XIX, fue menos cruenta, cierto, pero mucho más torpe puesto que en la apoteosis de fines del siglo XX las fuerzas del progreso eran hegemónicas, mientras que 200 años atrás eran contestatarias.

Podría ser prematuro afirmarlo, pero hoy parece haber más confusión. Los herederos de Marx y de los utópicos y románticos del siglo XIX han perdido toda idea de futuro. Sintiéndose impotentes ante las demandas del presente se han empeñado en luchar por el pasado: los socialistas españoles retrocedieron 80 años para exorcizar a Franco, los progresistas californianos 500 para vilipendiar a Colón, la izquierda colombiana ha permutado el cambio social por la disputa de la memoria histórica. Los ilustrados tradicionales se abandonan a la complacencia por lo bien que le va a la humanidad en el larguísimo plazo, según los textos de Steven Pinker, su principal guía.

En aquel entonces se fundó en Gran Bretaña la revista The Economist (en 1843). Para celebrar su aniversario 175 sintetizó una reflexión sobre los retos actuales del liberalismo (“Reinventing liberalism for the 21st century”, September 13, 2018) rescatando la dimensión de futuro, invocando una rebeldía liberal e insistiendo en el camino del cambio social mediante la reforma.

El Colombiano, 18 de noviembre

lunes, 12 de noviembre de 2018

Sin mecha

Uno de los procesos más delicados para cualquier sociedad es el de la formación de la opinión. Como tal, ha sido una preocupación constante en la cultura occidental desde Sócrates hasta Jürgen Habermas, y un asunto de primer orden en los días que corren. La importancia de la formación de la opinión se ha resaltado por las conexiones con el mundo político y su proceso subsecuente de la toma de decisiones. Pero los rasgos que adquiere la opinión entre los grupos sociales poseen un interés intrínseco.

Modernamente, la formación de la opinión estuvo mediada por una serie de instituciones que he llamado empresas ideológicas: la iglesia, la escuela y los medios. Estás instituciones filtraban los asuntos cotidianos a través de los cedazos de la fe, la ciencia y la inteligencia letrada. Estas instituciones, además, hacían las veces de vasos comunicantes, intérpretes y voceros de oficio entre el olimpo de los poderosos y el suelo de la población llana. Esta mediación permitía procesar los malestares cotidianos de la gente, ajustar las reglas informales de la sociedad y someter regularmente a verificación las leyes y la orientación social de largo plazo.

Todo el esfuerzo ilustrado está encaminado a someter la reacción espontánea a un proceso deliberativo y racional que conduzca a decisiones razonables y prudentes. Todo esto requiere tiempo, instancias, múltiples intervinientes. Para la esfera política, el gran referente teórico de este proceso es James Madison (1751-1836). Hace poco, el custodio del legado material de los Padres Fundadores de los Estados Unidos Jeffrey Rosen describió el argumento de Madison como un mecanismo de “enfriamiento” (“Madison vs. The Mob”, The Atlantic, October 2018). En criollo, Madison creyó que era necesario alargar la mecha de la gente. En algunos países latinoamericanos se usa la expresión “tener la mecha corta” para referirse a personas impulsivas, explosivas, con la boca y los puños al pie del torrente sanguíneo.

Todo indica que en nuestro tiempo ha crecido el número de personas, no ya de mecha corta, sino sin mecha. La sincronicidad e inmediatez de miles de millones de personas con los aconteceres y los decires de ellas mismas elimina el tiempo, destruye las instancias y acalla las voces razonadas. La tecnología, por supuesto, ha operado como catalizador de este fenómeno. Pero tanto o más decisiva ha sido la actuación de las figuras públicas, especialmente los políticos y algunas individualidades de la farándula. El resultado es doble: la multiplicación de turbas excitadas y prestas a la acción inmediata, y la inflación de personalidades mediocres y ordinarias a la categoría de semidioses.

Necesitamos nuevas mediaciones y renovar los mediadores tradicionales. Pero también necesitamos líderes que no cedan a la tentación de responder cada mensaje en las redes sociales como si se tratara de una emergencia. Si los líderes no aprenden a enfriar la pasaremos mal.

El Colombiano, 11 de noviembre

lunes, 5 de noviembre de 2018

Centro Nacional de Memoria Histórica

Con el retiro del equipo directivo que se mantuvo, con algunos cambios desde sus inicios, está terminando una fase del funcionamiento del Centro Nacional de Memoria Histórica. El origen del Centro se remonta a 2007. Es una creación del segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez en el contexto de la desmovilización de los grupos paramilitares iniciada en Medellín en 2003. Muchos olvidan hoy que los pilares de la justicia transicional fueron creados por Uribe: tribunal de justicia y paz, Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, y el Grupo de Memoria Histórica, que cambió de nombre en 2011.

Muchos no saben que el Centro Nacional de Memoria Histórica es un establecimiento público del orden nacional, autónomo pero gubernamental. Su director a largo de 11 años —el académico Gonzalo Sánchez— fue nombrado también durante la segunda administración de Uribe y conservó su cargo hasta ahora. Ni que, por tanto, fue creado por ley de la República (448/2011) y que su misión fue definida por el gobierno nacional para “contribuir a la realización de la reparación integral y el derecho a la verdad del que son titulares las víctimas y la sociedad en su conjunto, así como al deber de memoria del Estado con ocasión de las violaciones ocurridas en el marco del conflicto armado colombiano”.

El trabajo del Centro ha sido enorme, al punto de convertirse en el primer referente mundial en materia de memoria histórica para conflictos armados internos. Hasta hoy, produjo más de un centenar de informes que han contado con la contribución de otro tanto de investigadores sociales colombianos. Varios de ellos competen a los antioqueños, en particular (Granada, San Carlos, San Rafael, Medellín, más los informes temáticos). El trabajo del Centro contribuyó, sin dudas, a la dignificación de buena parte de las víctimas del conflicto. Además de meritorio, ha sido un trabajo incomprendido porque en Colombia había prevalecido el olvido y la memoria era, y sigue siendo, un tema nuevo y urticante.

La producción del Centro Nacional de Memoria Histórica puede ser objeto, también, de críticas razonables, pero este no es el momento de hacerlas. Este es un momento de gratitud a Gonzalo Sánchez, María Emma Wills, Andrés Fernando Suárez, Marta Nubia Bello y demás colombianos que pasaron por allí. Diversas instituciones académicas y no gubernamentales de Antioquia expresaron ese reconocimiento el viernes pasado, al cual me sumo. Con Centro y sin él, diversos sectores de la sociedad colombiana seguirán contando historias y relatos, recuperando su versión de lo sucedido, ojalá siempre en la perspectiva de la reconciliación.

Pactos: el acuerdo político en el congreso sobre el mecanismo para el juzgamiento de militares por parte de la Jurisdicción Especial para la Paz fue una gran noticia en medio de la pugnacidad política habitual. Uribe, Petro, Barreras, Cepeda, sentados bajo el espíritu conciliador de la representante Juanita Goebertus.

El Colombiano, 4 de noviembre

viernes, 2 de noviembre de 2018

La alegría comienza

Samurai Cop

Dave Matthews


Llegaste un día
Desnudo, asustado
Tu joven madre grita y te empuja
El día que viniste

Oh, la alegría comienza
Pequeña cosa débil
No habrá nada más precioso, no
Oh, la alegría comienza

No olvides esos primeros días
Recuerda que comenzamos igual
Con miedo y dolor perdemos el camino

Oh, la alegría comienza

Primero un solo paso
Una palabra y luego
Canta sonriente,
Oh, la vida comienza

Beso inocente
Feliz magia negra
Primeros huesos rotos
Repentino y rápido
Oh, inocencia

Oh, la alegría comienza

Por Jorge Mario, 39 años

lunes, 29 de octubre de 2018

Octubre

“El país que me tocó”. Me tocó comprar el libro de Enrique Santos. Por el personaje y los comentarios. Me tocó leerlo pronto ya que me parece un tipo de literatura fugaz. Gran decepción. Las memorias canónicas son autocríticas, reveladoras, al punto de que el primer nombre del género —tal vez— fue confesiones. Santos no confiesa nada, termina congraciado con todo el mundo (hasta Turbay le parece buen presidente) y no asume haberse equivocado en materia grave, algo que no pueden decir ni siquiera los santos de verdad. Su familia no es responsable del estado del país, apenas “les tocó”. ¿Se perdió la platica? No toda, por el valor de una carta que le envió García Márquez en 1974 y que reproduce en las páginas 108-111. Una lección sobre la seriedad periodística y política.

Bombas. Donald Trump no está solo; al trumpismo no le bastan twitter ni los devaneos de su líder. Llegó la hora de la acción. Los críticos de Trump empezaron a recibir mensajes con explosivos: Barack Obama y el actor Robert de Niro, CNN y el empresario George Soros. La violencia verbal siempre tiende a hacerse carne, como en el versículo famoso del evangelista exiliado en Patmos. La intolerancia social y el fundamentalismo ideológico no suelen confinarse al ademán o la expresión, terminan conduciendo a prácticas violentas y criminales: los audaces las cometen, los incapaces las aplauden.

Bolsonaro. Parece consumada la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, tal y como se predijo en esta columna el 1 de julio. Un economista señaló que las reformas sociales de Lula se hicieron insuficientes por la falta de innovación en el campo productivo. Un analista político indicó, de modo convincente, que los votantes están más hartos del pasado reciente —presente, de hecho— de corrupción y violencia que temerosos de un porvenir incierto en manos de quien parece ser un bárbaro. La izquierda brasileña se descalabró por la misma vía que la mayoría de las izquierdas del continente, es decir, por su menosprecio de la moralidad pública. Ya los electores contemporáneos han demostrado que prefieren a los cínicos de siempre antes que a los cínicos de hoy que predican y no practican.

Transporte. El país entró en un bache en materia de transporte que hace que nos sintamos como hace medio siglo. La carretera al Llano se cierra de manera total cada tanto, y cuando no el trayecto puede llevar una docena de horas. La vía Medellín-Bogotá ofrece menos confiabilidad para transitarla hoy que hace décadas; Invías recomienda viajar por Puerto Berrío como en tiempos antiguos. Ir al Suroeste exige cruzar la trocha de Amagá en la que se cobra peaje sin vergüenza alguna. Montar en avión se ha vuelto una aventura: ¿cumplimiento de horarios? Ni lo piense; esta semana no siquiera se podían sacar pasabordos en línea.

El Colombiano, 28 de octubre

lunes, 22 de octubre de 2018

Educación privada

La constitución de 1991 estableció que los servicios públicos podrían ser prestados por entes no estatales. En tal categoría entraron los llamados servicios públicos domiciliarios y quedaron algunos que, como el trasporte y la educación, eran prestados por particulares desde los comienzos de la república. El lenguaje común es errático respecto a este hecho: todo el mundo llama trasporte público al que prestan buses y taxis bajo propiedad y administración de privados; pero en el caso de la educación se le dice privada a la que tiene ese mismo régimen.

Por tanto, es conveniente hacer aclaraciones básicas; como para un niño de cuatro años, expresión que Denzel Washington le espetara a Tom Hanks en Philadelphia (Jonathan Demme, 1993). Si mantenemos el símil del trasporte, en Colombia no hay educación privada, toda es pública; solo que una parte está bajo la propiedad y gestión del estado y otra no. Pero no luchemos contra el uso establecido en el lenguaje común y aceptemos la tipología de pública y privada.

La llamada educación privada es muy heterogénea. Hay al menos —en la educación superior— tres tipos de privados: propietarios con ánimo lucrativo o sea negociantes de la educación, comunidades religiosas e iglesias dueñas de instituciones educativas y fundaciones sin ánimo. Las universidades privadas más reputadas del país son del segundo y del tercer tipo, es decir, religiosas (Javeriana) o fundaciones (Los Andes). En estos casos, las instituciones no son propiedad de ningún particular y no generan utilidades; generan excedentes destinados a reinvertirse en el objeto misional.

Las instituciones privadas de educación superior tampoco son las ricas. Para 2017, por ejemplo, el presupuesto de la Universidad Nacional de Colombia triplicó el de la Universidad de los Andes. En las regiones, la diferencia entre la principal universidad estatal y la principal privada puede ser de cuatro y cinco veces. Un contraste fundamental es que mientras todos los colombianos pagamos las universidades públicas, las universidades privadas se financian con el aporte de las familias que matriculan a sus hijos y la gestión de sus administradores. Dicho de otra manera, las familias de clase media del país financian parte de la universidad superior pública y toda la privada. Los hijos del uno por ciento más rico del país no estudian en las universidades privadas, estudian en el exterior.

La sufrida clase media colombiana vive en el trance de pagar cada vez más impuestos, no recibir ningún tipo de ayudas para educación y, encima, recibir la crítica de algunos despistados que creen que la educación privada es un enemigo. Los fundadores y gestores de las instituciones educativas que no funcionan con dineros públicos son auténticos héroes sociales.

(Por si algo: hice mis estudios básicos y de grado en instituciones de religiosos, mis posgrados en universidad pública, y he trabajado en universidades públicas y privadas).

El Colombiano, 21 de octubre

lunes, 15 de octubre de 2018

No todo es plata

Los datos sobre la financiación de la universidad pública son espeluznantes. En 25 años, los recursos por estudiante se han reducido en un 40%. Según el Banco Interamericano de Desarrollo —penúltimo lugar de trabajo del actual presidente de la república— el gasto educativo colombiano como porcentaje del producto interno bruto es el 3,1%. Ocupamos el décimo tercer puesto entre quince países, ganándole por una décima a Perú y perdiendo por casi un punto con los países inmediatamente por encima que son México y El Salvador. Le dedicamos a la educación cinco puntos menos que Brasil, Argentina y Costa Rica (“Pulso social de América Latina y El Caribe”, 2016). La inversión colombiana en investigación decreció entre 1997 y 2007. En ese aspecto solo invertimos más que los países del triángulo norte de Centroamérica (Bid, “Ciencia, Tecnología e Innovación en América Latina y el Caribe”, 2010). La inversión, el gasto, los presupuestos, son una urgencia.

Pero no todo es plata. La primera discusión tiene que ver con la adopción de la educación como una auténtica prioridad nacional. Una prioridad del Estado y también de la sociedad. En la pasada campaña electoral fracasaron los intentos por poner la educación en el lugar más alto de la agenda pública. Los políticos tradicionales dicen que sí, pero a la hora de la verdad dicen que no. Una muestra del desgreño gubernamental en materia educativa fueron las dos administraciones de Juan Manuel Santos: tres ministros de educación y ocho directores de Colciencias, muchos de ellos salidos por desacuerdos con la asignación de presupuestos o el manejo de las cuotas políticas. Largas vacancias en los puestos nacionales a cargo del sector. Lo que sí ocurrió durante la gestión de Santos fue un constante cambio de reglas de juego, la dilapidación de los recursos de las regalías y el incremento —hasta niveles asfixiantes— de la regulación, el control y la vigilancia sobre la prestación del servicio educativo. Parece que uno de los secretos de la revolución educativa en Finlandia, va exactamente en sentido contrario: allí “retiraron todos los controles del Estado sobre escuelas y maestros, y les otorgaron plena autonomía” (Moisés Wasserman, “Revoluciones en educación”, El Tiempo, 17.08.18).

La otra clave del mejoramiento de la calidad en la educación son los maestros. Todos los estudios y las buenas prácticas lo demuestran, pero Colombia sigue subvalorando al maestro. Nuestra desgracia es que el menosprecio de los políticos por la educación y los maestros se trasmite a la política pública. El maestro sirve como clientela política, no en su función social como educador.

Como en todo, habrá algunos logros, pero el panorama general de la educación no es bueno. El país necesita un golpe de timón en beneficio de la investigación, los maestros y las instituciones, públicas y privadas, que se esfuerzan por la formación de los colombianos.

El Colombiano, 14 de octubre

lunes, 8 de octubre de 2018

Amenaza cultural

Si, en medio de tantas vicisitudes, Colombia se destaca por algo es por su desempeño democrático y por sus avances culturales. Económicamente hemos sido mediocres y socialmente malos. Acá la economía cae poco pero nunca sobresale, mientras nuestros indicadores sociales nos asimilan a un país centroamericano, y eso sacando a Costa Rica. La estabilidad democrática colombiana es envidiable a nivel mundial. La apertura cultural es menos visible; sin embargo, John Rawls (1981-2002) al final de su vida expresó su admiración por el programa de control de natalidad impulsado a través de Profamilia desde 1965. Era presidente de la república, en ese entonces, el conservador Guillermo León Valencia. Los recientes acontecimientos en Argentina sobre el rechazo de una legislación menos restrictiva del aborto han puesto sobre el tapete el hecho de que la sociedad y el estado colombianos son, en muchos aspectos, más modernos que muchos otros países latinoamericanos.

Pues bien, las declaraciones del presidente Duque sobre la dosis personal y la cadena perpetua para cierto tipo de delitos ponen en entredicho los límites de la libertad individual en Colombia. Desde los tiempos de Laureano Gómez (1889-1965) no se escuchaban semejantes opiniones por boca de un jefe de estado. El presidente de la república puede pensar lo que quiera en su fuero interno, pero manifestar la intención de dar un paso atrás en materia constitucional, legislativa y consuetudinaria son palabras mayores. El consumo de sicoactivos es un problema de salud pública, como lo son los juegos de azar, lo va siendo la adicción a los videojuegos (lo acaba de reconocer la Organización Mundial de la Salud) y lo serán dentro de poco los vaporizadores. ¿Y qué? No alcanzará ningún catálogo prohibicionista para las obsesiones y pulsiones que tenemos los seres humanos. La cadena perpetua es una expresión del populismo punitivo y un remedio anacrónico (y falso).

Se trata de una ofensiva neoconservadora apoyada de modo imprevisto por el progresismo posmoderno. Porque, al fin y al cabo, la corrección política es completamente antiliberal y retardataria. La misma que exige hablar en papel sellado, la que prohíbe las bromas sobre el prójimo, la que mutila el uso del lenguaje común, la que castra las expresiones de la emotividad humana. En últimas, el progresismo posmoderno y el neoconservadurismo intentan eliminar lo que la humanidad tiene de humano, aquello que no es extirpable. Es la alianza insospechada que conforma un nuevo puritanismo contrario a los ideales de la libertad. “Libertad y orden”, como dice el escudo; “Oh libertad”, como dice el himno antioqueño.

Profamilia se precia de haber hecho la primera “emisión radial promoviendo la planificación familiar” en Latinoamérica. ¿Es posible eso en Colombia hoy, 50 años después? No tensemos la cuerda. Es posible, digamos, ¿hacer publicidad a la jurisprudencia sobre el aborto, el matrimonio homosexual o el consumo personal de drogas?

El Colombiano, 7 de octubre

lunes, 1 de octubre de 2018

Venezolanos

Venezuela está expulsando gente. Después de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela recibió cerca de dos millones de inmigrantes españoles, portugueses e italianos, en su mayoría (debe contársele a Matteo Salvini, ministro del Interior de Italia). Por supuesto, hubo también del Caribe como consta en el Diario 1951-1957 de Alejo Carpentier sobre su vida en Caracas (Letras Cubanas, 2013). A partir de los años sesenta los colombianos empezaron a conformar el grupo mayoritario de inmigrantes; en el censo venezolano de 1981 se contabilizó medio millón de colombianos y hasta hace cinco años se habló de unos 750 mil.

La situación se ha invertido; Venezuela se ha convertido en un país expulsor. Desde 2014 son dos millones y medio de personas las que han salido del país vecino. Solo entre abril y mayo del 2018 llegaron a Colombia 442.462 personas procedentes de Venezuela, muchos de ellos colombianos de nacimiento o binacionales. Las razones aducidas son la inseguridad y la escasez de alimentos, pero no hay dudas de que el giro del populismo autoritario a la dictadura está teniendo un impacto notable. La semana pasada Amnistía Internacional presentó el informe “Esto no es vida” en el que concluyó que “un 22% de los 21.700 homicidios registrados en 2016 serían responsabilidad de las fuerzas del orden” (El Mundo, “Amnistía Internacional denuncia cientos de ejecuciones extrajudiciales en Venezuela”, 20.09.18). Pese a ello, apenas 97 mil han accedido a que se les reconozca la condición de refugiados en todo el mundo.

El régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, así como la prensa rusa, difunden la idea de que la situación se debe a una agresión internacional. Como parte de sus gestiones diplomáticas para rechazar la agresión, el gobierno venezolano acaba de impugnar la solicitud del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para que se permita llevar asistencia humanitaria a la población. (Donald Trump, por su parte, denunció que Estados Unidos es objeto de agresiones continuas y le quitó su aporte al Consejo de Derechos Humanos.)

Evidentemente el desplazamiento masivo desde Venezuela genera traumatismos en los países vecinos, por su tamaño y por su intensidad. Con excepción de algunos incidentes xenófobos en la frontera brasileña, estas personas han podido llegar a sus destinos con muchos menos obstáculos que los inmigrantes asiáticos y africanos a Europa. Es seguro que muchos negociantes inescrupulosos los estén explotando laboralmente y sus actos deben ser controlados por las autoridades. Se requieren medidas hospitalarias eficaces y no solo por parte de los gobiernos y los organismos supranacionales. La campaña y la feria de empleo que realizó Comfama durante septiembre son un ejemplo de cómo las entidades privadas y del tercer pueden contribuir con este propósito y ayudar a crear un entorno generoso a quienes llegan al país.

(El autor es miembro del Consejo Directivo de Comfama.)

El Colombiano, 30 de septiembre

sábado, 29 de septiembre de 2018

martes, 25 de septiembre de 2018

Chile

Hace 45 años ocurrió el golpe de estado de Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende. Ese fue el once de septiembre célebre del siglo XX, antes de que fuera tapado por aquel otro, de consecuencias globales, de comienzos del XXI. La dictadura expulsó casi el 3% de la población; una porción mucho mayor en capital humano. Casi diecisiete años habría de durar el régimen.

Hace 30 años vimos en Bogotá a Los Prisioneros. La banda de rock chilena impuso en América Latina el estribillo “el futuro no es ninguno / de los prometidos en los doce juegos”; el futuro de los jóvenes es patear piedras, decían. Un mes después, Pinochet convocó un referendo que lo sacó del poder y llevó a la convocatoria de elecciones libres en 1989.

Hace 27 años, cuando se inició la apertura económica en Colombia, se abrió una gran discusión sobre el modelo económico chileno. Buena parte de los analistas económicos pronosticaron el desastre que le esperaba a Chile y el mismo destino para Colombia, si se atrevía a seguir ese camino. Que no se podía vivir de las materias primas y, prácticamente, sin industria.

En 1973, el producto interno per cápita de Chile era igual al colombiano multiplicado por 1,6. En 2016, era necesario multiplicar el producto colombiano por 2,4 para igualar al chileno. El porcentaje de chilenos que ganan menos de dos dólares diarios ha sido entre una cuarta y una quinta parte del porcentaje de colombianos pobres, hasta hace poco cuando el país austral redujo esa cifra alrededor del 1%. El desempleo chileno, incorporando nuestras maromas estadísticas, se mantiene dos puntos debajo del nuestro. Chile ocupa el lugar 38 en el Índice de Desarrollo Humano y Colombia está 59 puestos más atrás.

El camino económico y social chileno, impulsado con el retorno de la democracia y las nuevas condiciones globales de los años noventa, ha sido el más exitoso de América Latina. De hecho, Chile es el único país de la región que pertenece al primer mundo, suponiendo que la categoría todavía tenga aplicación.

Quienes hablan solo de economía suelen olvidar que la política es más determinante. Cuando se consolidó la dictadura chilena Colombia empezó a padecer el conflicto armado y la agresión del narco. También nuestros punkeros gritaron “no futuro” dos años antes de 1991, cuando reverdeció nuestro régimen político. El 8% de la población se fue del país desde entonces. La brecha económica entre los dos países se abrió justamente cuando la guerra se escaló en Colombia desde mediados de los noventa. En ningún indicador hay más diferencia entre Chile y Colombia que en la tasa de homicidios; las diferencias llegaron a ser de más de veinte veces.

Resignarse a la guerra o regodearse en ella es condenarse a la pobreza y a un menor desarrollo.

El Colombiano, 23 de septiembre

martes, 18 de septiembre de 2018

Colombia: así en la guerra como en la paz


"Más conocida por su guerra civil, Colombia es un país diestro en buscar negociaciones con guerrillas, paramilitares y narcos; pero ha sido mucho menos diestra en la construcción de unas instituciones políticas eficaces, de un territorio integrado y de una sociedad decente.

Este ensayo recorre la historia de esos múltiples intentos de paz 'tan antiguos como el conflicto armado. Está escrito por quien ha sido testigo del último gran intento por lograr esa 'paz inestable' en un país cuya tarea, ahora, es esa construcción que afiance la tan anhelada paz".

Título: Colombia
Autor: Giraldo Ramírez, Jorge
Colección: La Huerta Grande Ensayo
Edición: Rústica
Páginas: 96
Fecha: Septiembre 2018
Lugar: España
PVP: 12 €

Leer el primer capítulo aquí:
http://www.lahuertagrande.com/publicacion/colombia/

lunes, 17 de septiembre de 2018

Victimismo

Serena Williams es mujer, adulta, madre, negra, muy rica, estadounidense y la mejor tenista de la historia, incluyendo a cualquier hombre. Tiene otros rasgos identitarios que desconozco (religión, política, filiaciones culturales). Hace una semana fue amonestada por una falta en la final del US Open. La penalizó un árbitro hombre, adulto, padre, blanco, clase media y portugués (desconozco otros rasgos identitarios). Ella lo acusó de mentiroso, ladrón y de discriminarla como mujer. Ignoro si su susceptibilidad incluía otros reproches. El problema evidente es que —dado el caso que el juez se hubiera equivocado (cosa que nadie ha confirmado)— la beneficiaria de la supuesta discriminación fue otra mujer, joven, soltera, mestiza (hija de negro y japonesa), proletaria aún, japonesa y deportista novata en ascenso.

Uno de los sesgos más peligrosos del mundo contemporáneo es la absorción de las individualidades por un sinnúmero de comunidades ficticias. Una cosa es que los homosexuales, por ejemplo, puedan movilizarse por sus derechos (con todas las garantías que un Estado de derecho liberal debe ofrecerles) y otra es que se les presente o se presenten como una comunidad. Las restricciones a la libertad o las violaciones de los derechos tienen su sentido básico en cuanto se cometen contra un individuo. Es innecesario inventar colectividades para lograr ese propósito (dice el filósofo Jürgen Habermas). Ni las mujeres, ni los homosexuales, ni siquiera los negros en las sociedades modernas, conforman una comunidad. Serena no sufrió una injusticia; se arropó en una condición que es desventajosa en muchos contextos (ser mujer) para hacer una protesta improcedente.

Nuestras identidades son complejas. Algunos componentes de nuestra identidad nos afilian con características y preferencias que son mayoritarias o que se aceptan como normales en la sociedad. Es muy extraño que un individuo reúna sobre sí todos los rasgos de la hegemonía social y cultural o que reúna todos los rasgos dominados; incluso Frida Kahlo (mujer, discapacitada, con gustos sexuales de baja aprobación), pertenecía a una élite cultural y económica. Quienes ven limitado el uso de sus capacidades o la realización de sus planes por las reglas o las creencias de la mayoría de la sociedad, usualmente conservan otros espacios en los cuales se pueden desplegar sin mayores obstáculos. En las sociedades modernas, por ejemplo, la riqueza, suele compensar ciertos rasgos que son objeto de discriminación social. Serena puede alegar que gana menos que Federer, pero su grado de riqueza es tal que esa inequidad no es perjudicial ni para ella ni para la sociedad. Da lo mismo tener ochenta yates que cien, sobre todo cuando solo se puede usar uno cada vez.

La “mitología de la víctima” (Daniele Giglioli) se ha erigido sobre esta serie de falacias. Una víctima no es ni más ni menos que eso; su victimización no le da derechos, ni méritos en otros campos.

El Colombiano, 16 de septiembre

lunes, 10 de septiembre de 2018

Benevolencia

Diré algo sobre una palabra que se menciona poco pero que resuena. Benevolencia. No la he estudiado, así que ese algo es, por fuerza, ajeno y fragmentario.

De la etimología. En occidente, el origen de la palabra es romano pero el del concepto es griego. Los griegos clásicos usaron eudokia que significaba recibir bien lo que parece conveniente para uno. Aristóteles no vio mayor mérito en esa idea elemental y propuso que se debería dar un sentido de la eudokia por el cual la opinión conveniente se manifestara hacia el otro distinto a uno.

Los romanos alteran por completo esta acepción desde el vocablo mismo. Benevolencia es buena voluntad; mantener una actitud de buena voluntad hacia los demás. Según el filólogo y sacerdote español Manuel Guerra, los primeros cristianos ya distinguían entre benevolencia y beneficencia, que es hacer el bien. La beneficencia es una expresión de la caridad.

De la historia de la filosofía. Para Aristóteles la eudokia era una virtud menor; da la impresión de que la tradición cristiana tampoco le da un lugar central. En todo caso, la beneficencia y la caridad en sus expresiones más materiales se convirtieron en el centro de la práctica cristiana. Una solución materialista y fácil que se expresa en la limosna. Mencio, el filósofo chino contemporáneo de Aristóteles, pone a la benevolencia (rén) entre las cuatro virtudes cardinales. En esta doctrina, “la benevolencia no es simplemente una cuestión de sentir de cierta manera: también tiene aspectos cognitivos y conductuales. Una persona totalmente benevolente estará dispuesta a reconocer el sufrimiento de los demás y a actuar de manera apropiada” (Stanford Encyclopedia of Philosophy).

De mi caletre, recordando que es una palabra prima de carácter. Se escapa un aspecto importante en esta aproximación. De la idea griega original, se pierde el recibir; de la idea romana, se pierde la buena voluntad. La benevolencia podría ser, también, recibir bien lo que hace el otro así a primera vista no pareciera conveniente para mí; es decir, recibirlo presumiendo que el otro tiene buena voluntad. No debiera, por tanto, distinguirse al hombre de buena del de mala voluntad, al menos en principio.

Los filósofos y profetas que han creído que los hombres son buenos, mantienen sus reservas. Mencio sigue la tradición de predicar las virtudes entre los cercanos; Jesús hacia el prójimo, que es lo mismo. Y después de algunas malas experiencias se distingue entre los hombres de buena y de mala voluntad.

Pero solo después de una mala experiencia individual. Cada persona debería recibir la oportunidad de que su opinión, su acto, su silencio, sean tomados como venidos de la buena voluntad. Solo después, cuando se verificara una mala intención, entraría a ser objeto de desconfianza. Solo después y solo él. Todos los demás deberían conservar intacta su presunción de buena voluntad.

El Colombiano, 9 de septiembre

domingo, 9 de septiembre de 2018

Draco Rosa, Medellín, 02.09.18


Robi Draco Rosa

Medellín, 2 de septiembre de 2018

1. Seven Nation Army (The White Stripes cover)
2. Divididos
3. Pasion
4. Try Me
5. Tu tren se va
6. Te fumaré
7. Lie Without a Lover
8. Mad Love
9. Livin' la Vida Loca
10. Hablando del amor
11. Madre Tierra
12. Llanto subterráneo
13. Vagabundo
14. Penélope
15. Delirios
16. Para no olvidar
17. Blanca mujer
18. Vértigo
19. Vivir
20. Brujería
21. La flor del frío
22. Amantes hasta el fin
23. Roadhouse Blues (The Doors cover)

lunes, 3 de septiembre de 2018

Fractura social y cambio

Desde lejos se debe ver una sociedad muy extraña. Una a la cual se le consultó en las urnas dos veces en menos de dos años sobre los que —según todos los diagnósticos— eran los principales problemas del país, la guerra y la corrupción, y la ciudadanía no pudo dar un veredicto claro como fruto de sus fracturas. Desde la historia se dirá quiénes fueron los líderes que se opusieron al cambio en dos asuntos tan cruciales. De cerca y en el curso de los acontecimientos, las cosas no son tan tremendas. Digo que no hubo veredicto claro porque la victoria del no en 2016 fue tan pírrica como falsa la derrota del 26 de agosto pasado.

Aceptemos que el país está dividido por tercios entre los que rechazan cualquier cambio, los que queremos varios cambios en el régimen político y los indiferentes, que nunca cuentan para nada. Las fuerzas del no carecen de futuro. Desde que la sociedad occidental entró en la modernidad, el flujo, la variación, la dinámica, es lo único que permanece. Cuando las fuerzas del no tienen suficiente obstinación, el resultado previsible es una ruptura turbulenta del orden político. Esa es la situación que afronta el régimen político hoy.

El problema es que el gobierno de Duque es débil: tiene la menor favorabilidad para un recién llegado a la Casa de Nariño desde 1998 (40%, según Gallup Poll), la coalición que lo candidatizó es minoritaria en el congreso y su partido no le tiene confianza. Un gobierno débil necesita un presidente hábil y audaz, y está por verse si Iván Duque es ese tipo de gobernante. Y el camino más claro que tiene ante sí es el del acuerdo nacional que salió de sus labios varias veces hasta el 7 de agosto.

Hace veinte días la ruta no estaba clara, según Eduardo Posada Carbó (“Gran pacto: ¿con quién?”, El Tiempo, 10.08.18). El miércoles 29 de agosto, sin embargo, se avizoró una salida. El presidente Duque convocó una cumbre con todos los partidos políticos, los promotores de la consulta y los presidentes de Senado y Cámara para discutir la agenda legislativa anticorrupción. De ese hecho se derivan dos conclusiones. La primera, es que los once millones y medio de ciudadanos que votamos el 26 de agosto no perdimos el voto: la consulta perdió jurídicamente y triunfó en términos políticos. La segunda, es que la consulta le permitió a Duque encontrar materia y oportunidad para adelantar el pacto nacional.

Si el gobierno logra sacar adelante esta iniciativa, habría logrado superar la principal —aunque no la única— razón del malestar ciudadano y de la fractura social que vive el país. Como siempre, esto implicará provocar un disgusto en las fuerzas que se resisten al cambio y, hoy por hoy, es difícil predecir su reacción más probable.

El Colombiano, 2 de septiembre

lunes, 27 de agosto de 2018

Agosto

Anticorrupción: Pocas cosas quedaron bien hechas en la consulta que se realiza hoy, pero hay que votar. Así como las Farc tuvieron su misa fúnebre en las marchas del 4 de febrero del 2008, la corrupción debiera tenerlo hoy. No lo tendrá. El partido del presidente le ha hecho el vacío a la voluntad expresada por el presidente Duque y no se movilizará. Toda duda ha quedado despejada. No debe dormirse con tranquilidad si no hemos aprovechado la oportunidad de sacudir a los corruptos en las urnas. Hay que votar.

Aretha: Murió el 16 de agosto una de las más grandes voces femeninas de la historia; “en cualquier género”, añadió el reportero de The New York Times. Nunca fueron el soul, en particular, ni la música negra estadounidense, en general, escuchadas masivamente en Colombia. Menos aún en los años de gloria de Aretha, sesentas y setentas. Cuando la prensa mundial quería poner en primera plana los sesenta de Madonna, se murió Aretha y devolvió las cosas en su lugar.

Asesinatos: La tendencia de los hechos alternativos intenta hacer de las suyas en Medellín. Cuando en todas partes del mundo el incremento del homicidio es un fracaso, algunas autoridades quieren convencernos de que un mayor número de asesinatos es una señal de la actividad exitosa de las autoridades. ¡No puede ser! Cada muerte violenta de un ciudadano devela una falla social, y el aumento de la tasa de homicidios es un indicador negativo para el administrador público.

Avianca: ¿Tiquetes a Cali a más de 300 dólares? ¿A precios de Medellín-Miami o Medellín-Orlando? La ineficiencia de una compañía privada es un problema, pero que el Estado regule las rutas e impida la competencia abierta en el mercado del trasporte aéreo es una calamidad para la ciudadanía.

Don Raúl: El dueño del DIM, ahora presidente, y dentro de poco técnico, quizás hasta delantero, se ha empeñado en convertir la corporación en una especie de Envigado FC. Un equipo que nunca desciende, a veces compite y siempre vende. En plena final Don Raúl —comerciante, al fin y al cabo— vendió a Yairo Moreno y ahora a Didier. Por hacerlo, no vende abonos ni boletas y ha desanimado al hincha. ¡Nos vas a homicidar!, Don Raúl, diría Malevo.

Masaya: Nombres icónico de la rebelión contra Somoza es ahora plaza de la lucha contra Ortega y Murillo. El comandante dictador había acallado a Ernesto Cardenal, el autor de “Hora 0”; trató de usar la música de Luis Enrique Mejía y Norma Helena Gadea, quienes protestaron y expresaron su oposición al régimen. A principios de mes, salió hacia el exilio Carlos Mejía Godoy. Es imperativo que los colombianos que simpatizaron con el sandinismo se pronuncien. Que no pase lo mismo que con el chavismo y su inundación de refugiados y de billetes sin valor.

El Colombiano, 26 de agosto.

lunes, 20 de agosto de 2018

Tres mujeres

La Sociedad Colombiana de Filosofía le rindió homenaje esta semana, en su congreso bienal en Bucaramanga, a Beatriz Restrepo Gallego. Beatriz hizo sus estudios filosóficos en Estados Unidos, España y Bélgica, y ejerció la docencia en la Universidad de Antioquia. Su especialidad ha sido la filosofía práctica, es decir, ética y política, y se ha ocupado, además, de la educación tanto en sus aspectos filosóficos como disciplinares. Su magisterio y capacidad profesional se expresó en distintas posiciones en las universidades de Antioquia, Pontificia Bolivariana y Eafit, pero no se limitó a la academia. Beatriz estuvo en el sector público como Secretaria de Educación de Antioquia (1991-1993) y en el Plan Estratégico de Antioquia, en el tercer sector como integrante de las juntas directivas de diversas fundaciones y, actualmente, en la de Empresas Públicas de Medellín. Una compilación de algunos de sus escritos será publicada próximamente por la Editorial Eafit.

Este acto de reconocimiento me lleva a resaltar con gratitud la trayectoria de otras dos mujeres que han contribuido a la comprensión de las sociedades antioqueña y colombiana y que, aunque son muy conocidas entre sus pares, lo son menos en otros ámbitos.

Ana María Jaramillo —socióloga e historiadora— ha realizado una de las contribuciones más importantes a la comprensión de los fenómenos de violencia en Medellín y Antioquia; además, durante los años ochenta fue de las primeras personas en ocuparse de la historia obrera. Su papel como intelectual estuvo vinculado de modo orgánico a los organismos no gubernamentales, en especial a la Corporación Región desde donde ha hecho un aporte notable a los procesos ciudadanos en la ciudad. En la última década, la labor investigativa de Ana María estuvo dedicada a la memoria histórica del conflicto armado en varios municipios de Antioquia, el más reciente de los cuales se ocupó del caso de Medellín. Hace poco fue exaltada por Colciencias como investigadora emérita.

Gloria Isabel Ocampo es antropóloga formada en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en París. Fue investigadora del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) y profesora de la Universidad de Antioquia. Ambas instituciones publicaron su trabajo “La instauración de la ganadería en el valle del Sinú: la hacienda Marta Magdalena, 1881-1956”. En lo que va corrido de esta década publicó dos trabajos de antropología política decisivos para la comprensión del funcionamiento del Estado en los niveles regional y local, a partir del estudio del caso del departamento de Córdoba. El primero, titulado “Poderes regionales, clientelismo y Estado” (2014); el segundo, “¿Cuál Estado para cuál ciudadanía? Paradojas y disyunciones de la modernización del Estado en Colombia” (2018).

Desde la penumbra en que suelen mantenerse la investigación social y el trabajo del pensamiento, vale la pena destacar a estudiosas como Beatriz, Ana María y Gloria Isabel e invitar al estudio de sus obras.

El Colombiano, 19 de agosto

lunes, 13 de agosto de 2018

Duque qué, cómo, con quién

La presentación del presidente Iván Duque Márquez el 7 de agosto dejó muy en claro —como debía de ser— qué es lo que se propone hacer. Lo más urgente fue su mensaje de conciliación y unidad en un país que dejó atrás la guerra y tiene envenenadas sus relaciones políticas. Lo más importante, la señal de que quiere cambiar una forma de gobierno que ha erosionado seriamente la credibilidad del sistema político, anunciando un fuerte control a la corrupción. Por supuesto, hizo su lista de temas entre los que descuellan, por su novedad, el delineamiento de una política económica que no se base en el petróleo y el impulso a la economía naranja. Hasta ahí, todo rosas. Muy preocupante su populismo punitivo (no recuerdo presidente de la era moderna hablando de cadena perpetua) y sus concesiones al atavismo cultural de sus aliados.

Los actos del 7 de agosto no dejan claro cómo lo va a hacer. Primero, porque no indicó cuáles van a ser los temas prioritarios. No se casó con una consigna, ni con tres huevitos, y necesita hacerlo porque los recursos son escasos y el tiempo también. Con el gabinete envía un mensaje de conocimiento y renovación. Muy extraño el ministro de Defensa, ignorante en una materia en la que el país ha aprendido mucho. Cuando todo el mundo creía que un gobierno liderado por el Centro Democrático era fiable en política de seguridad, aparece un interrogante grande en ese renglón. Un acierto entregarle a Martha Lucía Ramírez la implementación del acuerdo con las Farc, pero la clave de ella está en la seguridad en las regiones. Equidad y cultura de la legalidad aparecieron como propósitos que deben estar acompañados de una estrategia coherente que se exprese en la reforma tributaria, por ejemplo. Veremos.

Hasta el 7 de agosto parecía que Duque gobernaría con el apoyo firme de dos bancadas minoritarias (Centro Democrático y conservadores) y la alianza condicional de tres bancadas más (Cambio Radical, U y liberales). Después del discurso del senador Ernesto Macías esto parece enredado. Macías se lanzó contra medio país más que contra Santos, y lo indignó, y le mostró los dientes a Duque, pues le dijo casi literalmente: haga su unidad gobernando que acá en el congreso nos vamos a dedicar a saldar cuentas. El Centro Democrático alberga el temor paranoide de que Duque se salga del redil y tiene —todo el mundo lo sabe— una fractura interna seria entre radicales y moderados, tradicionales y modernos, que su jefe no puede estar atendiendo al detalle.

Después de dieciséis años de cesarismo, es un respiro que Duque esté en la Casa de Nariño. Empieza a gobernar con una oposición menos feroz que la que tuvo Santos, pero con una coalición suspicaz. Tendrá un corto compás de espera. Luna de miel, no.

El Colombiano, 12 de agosto

lunes, 6 de agosto de 2018

Andágueda en Jardín

Entre los toponímicos bellos de Colombia están Jardín (árabe) y Andágueda (embera). Quiso el destino que fueran vecinos; vecinos desconocidos. Puso Dios una muralla de basalto entre el suroeste antioqueño y el centrooriente chocoano. Dice Isacsson en su Biografía Atrateña que, por equivocación el nombre del río Andágueda quedó cortado en la confluencia que dio origen al Atrato y que este debió conservar el nombre del afluente principal. De ser cierto, este error nos dejó la palabra confinada en el vecindario y se la llevó hasta el Golfo de Urabá, tan lejos del Citará.

A ambos lados sendos ríos San Juan, allá municipios como Bagadó y Tadó, aquí Andes y Betania, en las dos vertientes gentes embera que antes eran llamadas citarabirás, colonos mestizos que se creen blancos, y negros, cada vez más negros a este lado de los Farallones. Los asentamientos colonos en Andágueda anteceden en dos siglos y medio a los de nuestro suroeste. Manuel Uribe Ángel pensó en una carretera que las uniera, pero los ingenieros se adelantaron y Andágueda está más vinculada con Risaralda que con Antioquia.

Fue un escritor de dos pueblos —Jardín y Andes— quien conectó, que sepamos, por primera vez las dos regiones en una historia. Jesús Botero Restrepo (1921-2008) publicó la novela Andágueda en 1947, es decir a sus tiernos 26, que produjo un impacto enorme entre dos lectores de ojos bien abiertos: Manuel Mejía Vallejo y Gonzalo Arango. Los podrán acusar de paisanaje pero no de ignorantes. Mejía la consideró la mejor novela indigenista escrita en América; Gonzalo dijo de Botero, con nostalgia y rabiecita que era “el mejor escritor irrealizado de Colombia”.

Pues bien, sobre Andágueda y Jesús Botero versarán las Narrativas Pueblerinas que se llevarán a cabo en Jardín entre el 17 y el 19 de agosto. Narrativas Pueblerinas es un encuentro literario dirigido al amplio público: a los habitantes de Jardín y a los que quieran oír hablar de letras en medio del aire puro y la belleza. Está diseñado para disfrutar las tres primeras horas de la noche, y que los asistentes tengan tiempo para detenerse en sus quehaceres y en los rincones del pueblo.

Este año estarán Astrid Bedoya, Jesús Botero García, Efrén Giraldo, Martha Luz Gómez, Juan José Hoyos, Jairo Morales, Juan Carlos Orrego y Alonso Salazar, ilustrándonos sobre autor, novela, cultural regional y territorio. Habrá espacios para la música negra e indígena y para la presentación de la nueva edición de la novela a cargo de la Editorial EAFIT. La iniciativa, que data del año pasado pero quiere volverse una tradición, es de la casa de huéspedes Gallito de las Rocas, la Corporación Cultural de Jardín y la Corporación Escuela de Música de Jardín. Este año cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura, Comfama, y las universidades de Antioquia y Eafit.

El Colombiano, 5 de agosto

jueves, 2 de agosto de 2018

Literature in Jardín, Colombia

Narrativas Pueblerinas -the literary meeting in Jardín- will be dedicated to the writer Jesus Botero Restrepo (1921-2008) and the Andágueda region. Botero published the novel Andágueda in 1947, that is to say to his early 26 years, producing an enormous impact. Manuel Mejía Vallejo considered it the best indigenist novel written in America.

Narrativas Pueblerinas will take place in Jardín between August 17 and 19 (20189. It is a literary encounter addressed to the wide public: to the inhabitants of Jardín and to those who want to hear about letters in the midst of pure air and beauty. It is designed to enjoy the first three hours of the night, and that the attendees have time to stop in their chores and in the corners of the town.

This year will be musicians, journalists, scholars and writers, among whom are the renowned chroniclers Juan José Hoyos and Alonso Salazar. There will be spaces for black and indigenous music and for the presentation of the new edition of the novel by the Editorial EAFIT. The initiative, which dates back to last year but wants to become a tradition, is from the Gallito de las Rocas Guesthouse, the Corporación Cultural de Jardín and the Escuela de Música de Jardín. This year it has the support of the Ministry of Culture, Comfama, and the universities of Antioquia and Eafit.

lunes, 30 de julio de 2018

Narrativas pueblerinas, Jardín, 17 al 19 de agosto

La segunda versión de Narrativas pueblerinas se llevará a cabo entre el viernes 17 (en la tarde) y el domingo 19 de agosto próximos.

El título de este año es Andágueda. Jesús Botero Restrepo y alude tanto a la obra como al escritor como a la región chocoana, situada al costado occidental de los Farallones del Citará, al otro lado de Andes y Jardín.

Los invitados de esta versión son:
Astrid Bedoya
Jesús Botero García
Efrén Giraldo
Martha Luz Gómez
Juan José Hoyos
Jairo Morales
Juan Carlos Orrego
Alonso Salazar