lunes, 11 de septiembre de 2017

Pérdida del vos

Pocas cosas hay de nuestro modo de ser, el paisa, que me provoquen nostalgia o me convoquen a una causa de conservación o defensa. Las perdidas, perdidas están y no volverán por muchas invocaciones que hagamos. Muchas de ellas vale la pena que hayan muerto. Al fin y al cabo el desmadre y el despiste en que se metió Antioquia entre 1960 y comienzos de este siglo se debe en gran parte a los demonios que se ocultaban tras ese modo de ser que nos parecía tan épico y que engendró ditirambos como, por ejemplo, los de Jorge Robledo Ortiz que se incrustaban en el inconsciente a través de la oratoria de Rodrigo Correa Palacio.

Una de las pocas cosas que lamento de verdad, que me entristece, es la pérdida del vos. El voseo es una de las formas que tiene el habla latinoamericana, especialmente en Centroamérica y el Cono Sur, aunque nada ajeno a la región andina. En Colombia, se trata de un uso típicamente paisa, del centro, oriente y sur de Antioquia y el viejo Caldas; pero no solo, ya que existe en otras regiones. Pero basta aguzar el oído, en la casa, el trabajo, la calle, para palpar su agonía.

El trato de vos es uno de los rasgos más característicos no solo del habla sino de nuestra manera de ser y de relacionarnos con los demás. Lo dijo Martin Heidegger (1889-1976), siempre a propósito de sus reflexiones ontológicas: “el lenguaje es la casa del ser”. Y con más fuerza y no menos profundidad Ernesto Sábato (1911-2011): “el lenguaje es la sangre del espíritu”. Si nos atenemos a estas proposiciones y nos adentramos en sus implicaciones podemos entender que no se trata de un asunto menor sino de todo lo contrario, de uno de los nervios de la cultura, la identidad y el alma.

El escritor y pensador argentino diagnosticó la vergüenza frente al vos como indicador de “un fuerte sentimiento de inferioridad y un subconsciente espíritu de vasallaje” (“El voseo”, 1966). Y se justificaba por ocuparse de ese tema diciendo que en momentos de crisis era necesario hacer conciencia de la propia situación. Sin dudas, hay arribismo en el abandono del vos y el abrazo del tú. Arribismo característico de las clases medias en tiempos de prosperidad y de trato recurrente con el mundo exterior y con las clases altas. También hay algo de eso que Fernando González bautizó mejor como complejo de hideputa.

Ahora los padres, los maestros, los jefes, usan y abusan del tú sin saber siquiera conjugarlo, como una impostación, a pesar de que les sea imposible ocultar el capote de montañero que todos llevamos. Pero la inoculación sobre los niños y los jóvenes hará que el desplazamiento del vos sea más natural. ¿La casa y el espíritu dónde quedarán?

El Colombiano, 10 de septiembre.

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