lunes, 18 de septiembre de 2017

Medellín hace memoria

A veces es bueno mirar atrás. A Medellín y Antioquia les ha servido de mucho mantener un fuerte sentido de pertenencia alimentado por una visión optimista del pasado y un sentido casi heroico de que habría un futuro mejor. Sin esa pujanza, sin esa confianza, no habríamos salido del hoyo en el que nos metimos en la segunda mitad del siglo XX. Pero, a veces, es bueno mirar atrás.

Así lo entendió la administración del alcalde Aníbal Gaviria Correa (2012-2015) cuando tomó la iniciativa de proponerle al Centro Nacional de Memoria Histórica la realización de un informe de memoria de la ciudad. Los dos entes estatales más el Ministerio del Interior asumieron la financiación. La realización corrió por cuenta de la Universidad Eafit, la Universidad de Antioquia y la Corporación Región, y la coordinación recayó en esta última que, por demás, ha liderado los demás informes de memoria (cuatro) hechos en Antioquia.

Después de más de dos años de trabajo se presentó el pasado jueves, en el Centro Cultural de Moravia, el informe que lleva por título Medellín: memorias de una guerra urbana. Son 518 páginas divididas en cinco capítulos más una introducción y unas recomendaciones. El libro físico se esfumará, como ha pasado con los demás informes, pero está disponible para leer o descargarse en el sitio web del Centro Nacional de Memoria Histórica.

El trabajo incluyó 20 talleres en los que participaron 324 personas, 13 grupos focales con 102 personas, 70 entrevistadas, todas ellas de los más diversos estamentos y condiciones de la sociedad. Son incontables las fuentes documentales consultadas, así como incuestionable –sin falsa modestia– el bagaje de los investigadores y las instituciones que estuvieron a cargo de esa tarea. Sin embargo, todos los participantes y promotores creemos que este es un relato más y de que es bueno para nuestra sociedad que haya más relatos y más variados.

No pretendo hacer una síntesis de un trabajo tan vasto. Solo contar con tristeza que, cifras en mano, Medellín fue el municipio con la población más victimizada del país. Algo de lo que no somos conscientes nosotros y menos aún quienes, sin entendernos, nos acusan colectivamente. Solo señalar que Medellín no se jodió en los ochenta, cuando llegaron el ruido y la furia, sino dos décadas atrás cuando todos los sectores dirigentes se apoltronaron en la complacencia por los éxitos de sus antecesores y no fueron capaces de entender los cambios que estaban ocurriendo y las tempestades que, sin querer, estaban sembrando. Solo enfatizar que si esta ciudad se levantó, fue porque muchas personas e instituciones se juntaron, resistieron, sembraron luz; fue porque hubo acciones del Estado a nivel nacional, voluntades de organismos de cooperación, que contribuyeron de modo decisivo a ayudarnos. Solo recordar que no somos inmunes.

Léanlo. A veces es bueno mirar atrás.

El Colombiano, 17 de septiembre

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