lunes, 28 de diciembre de 2015

Diciembre caliente

Todavía reina la idea de que en diciembre el mundo entra en receso. Los guerreros clásicos del norte lanzaban sus operaciones con la convicción de que en diciembre se podía hacer muy poco; no a causa de la navidad si no de la nieve. Los políticos mañosos del sur prefieren tomar medidas impopulares en los últimos días del año pues la opinión pública está de vacaciones. Pero el mundo no para y este diciembre de 2015 estuvo tan movido que anuncia que el bisiesto que le sigue será muy intranquilo.

En Colombia se finiquitó el punto de justicia transicional –que por definición poco tiene que ver con la justicia corriente– entre el Gobierno nacional y las Farc. Antes que el Centro Democrático, Human Rights Watch descalificó el texto pero el proceso terminará en un acuerdo en algún momento del primer semestre y llevará a los colombianos a un plebiscito a mediados del año. La gran incertidumbre no está en la firma de la paz sino en su construcción, así esta se reduzca al cumplimiento de lo firmado. El reformismo verbal de Santos chocará con los poderes regionales en manos del crimen y del capitalismo político, y con el complejo político constructor de Vargas Lleras.

Mientras tanto, la región se volverá más inestable. Ya el régimen chavista dio en diciembre dos pasos para instalar la dictadura: una asamblea paralela a la recién elegida y una corte suprema más dócil. En Venezuela habrá golpe del chavismo o del ejército contra el chavismo o insurrección civil o desesperanza, y en el corto plazo, nada es bueno para Colombia. En Ecuador se dará el pulso sobre las pretensiones de Correa de perpetuarse en el poder. El gobierno de Brasil está mareado. ¿Será capaz Macri de estabilizar de forma expedita a Argentina después de los 30 decretos del 14 de diciembre? ¿Cómo va a detener Castro el nuevo éxodo de la isla? ¿Firmada la paz en Colombia, será México el nuevo foco de desorden en el continente?

Estados Unidos tendrá elecciones presidenciales. Hasta noviembre todo indicaba que el partido republicano se suicidaría con Donald Trump, pero las encuestas del 22 de diciembre muestran el ascenso de Ted Cruz lo que le daría un aspecto renovado e hispanizado para enfrentarse a una candidata demócrata con 20 años de desgaste o experiencia, según se mire. Por su parte, las noticias europeas solo confirman el declive vertiginoso del continente. Esta semana se registró el refugiado número un millón y el Estado Islámico entró a hacer parte de la fórmula para la desintegración europea; las fronteras del continente está incendiadas y nadie está seguro en ninguna metrópoli. No necesitamos visa, pero no dan muchas ganas de ir por allá.

Sin mencionar la crisis de la policía nacional ni los malos augurios de la economía. Feliz año.

El Colombiano, 27 de diciembre

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Una canción

2015 fue el año del reconocimiento general de Nina Simone (1933-2003). Nina fue marginal con el repertorio, inestable con las disqueras, demasiado áspera para los tiempos de canciones infantiles de The Beatles y el romanticismo del soul. Pero en este año explotaron los documentales, biografías, tributos y reediciones de algunos discos, incluyendo pastas de 180 gramos.

Rhiannon Giddens lanzó un disco magnífico de versiones y algunas canciones propias –su opera prima como solista– estimulada por uno de los mejores productores de la historia. Giddens, una muchacha sureña que toca de todo y canta casi como le da gana, encontró su inspiración en Tomorrow is my Turn de Nina Simone en su versión en concierto. Y así se llama su álbum.

Tomorrow is my Turn fue una cancioncilla gris, alegre y superficial como los muchachos de París, que apareció en un álbum de 1965 en el que Simone mostraba su francofilia. Ya su apellido artístico lo había sacado del nombre de la actriz Simone Signoret (1921-1985) y entonces –tal vez más libre– se lanzó con interpretaciones de canciones originales en francés. La liviandad de Tomorrow queda aplastada con justicia por temas como Ne me quitte pas o I Put Spell on You.

Pero 1968 ya eran otros tiempos: Vietnam, la lucha por los derechos de los negros y las mujeres, la pelea con su marido. En 1968, en un concierto en Londres que quedó registrado en video, Nina Simone cambia totalmente la canción y la convierte en un tema personal, profundo, feroz y conmovedor. El camarógrafo también se dio cuenta y registró la transformación del rostro de la princesa negra, acompasado con la mutación del tempo y de la voz.

Tomorrow is my turn apareció en francés en 1962 bajo el título L'amour c'est comme un jour y en inglés en el mismo año. La interpretó Charles Aznavour en ambos álbumes. La letra original fue vertida al inglés por el productor belga Marcel Stellman. Son datos. La letra original cambió. Hay mucha diferencia entre El amor es como un día y Mañana es mi turno. Una bobada y una proclama. La melodía de Aznavour desapareció y la canción se perdió entre su inmensa discografía.

Al final Tomorrow is my Turn es pura Nina Simone, fijada por siempre en su sesión londinense y recordada ahora por Rhiannon Giddens. Mi canción preferida de este año que ya pasó.

La vitrola, diciembre 2015

lunes, 21 de diciembre de 2015

Religare

Se nos dijo que habría un concierto organizado por el gobierno cubano para las delegaciones colombianas en el ciclo de la Mesa de Diálogos. Eran bastantes. Un grupo escogido de víctimas, la comisión de abogados, parte de la Comisión Histórica, las del Gobierno nacional y las de las Farc, muy numerosas, sobre todo la última con su primera fila en orden jerárquico encabezada por Timoleón Jiménez. El anfitrión sería el canciller cubano, en persona; el lugar, el Museo de Arte Religioso. Empezaban pequeños equívocos dicientes.

El Museo de Arte Religioso no existe ni en google maps ni en la mente de los cubanos. Cuando indagué después a mi amigo Julio, tras una larga serie de explicaciones, me dijo: “¡Ah!, esa es la iglesia de San Francisco de Asís”. En efecto, es un templo del siglo XVIII con una recepción parecida a la de un museo muy modesto. Adentro, es lo que es: una iglesia. La nave central con tapete rojo y las columnas restauradas con crucifijos en cada cara al centro. Al fondo, un enorme crucificado pendiendo del techo.

El concertista era Frank Fernández, el famoso pianista cubano. Fernández explicó el motivo: se trataba de un homenaje a las víctimas del conflicto armado. Saludó a todos los presentes sin reverencias ni al canciller, ni al gobierno, ni a las Farc. Fue explicando, paso a paso, el repertorio (Chopin, Lecuona, canciones latinoamericanas, él mismo), evocó –disculpándose– a las maestras Teresita Gómez y Ruth Marulanda, regañó a un fotógrafo y se entendió a gritos con el sonidista que estaba detrás de casi toda la audiencia.

En el museo que es una iglesia, en el concierto organizado por un gobierno ateo, el pianista –que no es un cura– empezó su presentación con piezas religiosas y la terminó con una pieza navideña y religiosa (lo cual ya dejó de ser tautológico). Dos Ave María, el de Bach y el obvio de Schubert, luego de una explicación sobre las treinta y más piezas que llevan ese nombre; y la Noche de paz del cura Gruber. Un par de veces se refirió Fernández a la paz, a la del mundo y a la de Colombia. No era solo de víctimas ni de pasado el asunto, era de paz y de futuro.

Fueron extraños el recogimiento y el silencio reinantes. Ahora en el mundo hay demasiado ruido, demasiados celulares y demasiadas selfies, no digamos en los museos, también en los conciertos y en las ceremonias religiosas. Según mis pesquisas se trató del primer acto social y público compartido por las comisiones negociadoras del Gobierno y de las Farc. No sé si eso se contó en Colombia. Fue el 14 de diciembre, un día antes de la firma del extenso acuerdo del punto cinco de la agenda. Viene el principio de otra paz.

El Colombiano, 20 de diciembre

jueves, 17 de diciembre de 2015

Las ideas en la guerra: María Teresa Herrán (II)

LOS "INTELECTUALES" Y SUS IDEAS (II)

Jueves, 10 de diciembre de 2015

Cuando los años terminan y el nuevo que llega trae incertidumbre, las listas abundan. Son casi tan desagradables como quienes posan de intelectuales o son escogidos como personajes del año en parte gracias a la publicidad que hacen de sus actuaciones. Por fortuna, el libro de Jorge Giraldo Ramírez rescata como “ejemplares” a filósofos, historiadores y sociólogos. En una lista –aclara una y otra vez que no es exhaustiva- pone como ejemplo a estudiosos que superaron los prejuicios de su ambiente social y académico.

Gente que supo “ver” lo que otros no vieron. Se destacaron en un contexto en que en que el pensamiento dominante en la “izquierda” (es decir, los que piensan que es prioritario el cambio, radical o no) era por lo menos ambiguo en relación con la subversión. O, simplemente, en un clima de anomia, en el que sectariamente se ignoraron tanto las fallas del comunismo como las carencias del capitalismo, dependiendo del lado en que se encontraban.

Veamos.

“Cayetano Betancur (1910-1982), el civilismo conservador”. Filósofo paisa, incomprendido, siempre discreto pero profundo y después olvidado. Algunos lo catalogarían como de “derecha” pero, como Pepe Mujica, en el lado socialista, coinciden en su análisis crudo de la realidad y en expresarse sin tapujos. Betancur fue crítico del fundamentalista Laureano Gómez, condenando “las conexiones de las armas con la política, de sangrienta memoria...” y consideró que “a la seriedad del marxismo, el cristianismo solo le oponía frivolidad”.

“Francisco Mosquera (1941-1994), el civilismo táctico”. Escritor y líder político, fundador del MOIR, en una actitud que Gilberto Viera calificó de “anticomunismo de izquierda”. Opuesto de frente a la lucha armada, Mosquera alegaba que en la sociedad colombiana había “una relación de fuerzas favorable” a los cambios.

“Carlos Jiménez Gómez, el civilismo estatal”. Abogado. ¿Por qué lo escogería, pregunto- si el imaginario tiene de él una percepción más bien negativa por recibir a Pablo Escobar, viajar a Panamá para lo que se vio como una nefasta negociación? Responde Giraldo en su libro: por “la manera de entender las relaciones entre la moral pública y la privada, política y violencia privada, violencia política y corrupción”… “buscando establecer una política de colaboración destinada a controlar y extirpar el uso comercio de narcóticos”.. pero a la vez percibió cómo “existe también un Leviatán que despacha en el monte”. A mi modo de ver, el entonces Procurador, como algunos más, percibió las consecuencias que la violencia política traería el narcotráfico, y se sumó desde su cargo, a las voces contra la represión del Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala. En cuanto al Estado le faltó, a mi modo de ver, mano dura y menos complacencia, en todos los estamentos, frente a los dineros del narcotráfico.

“Estanislao Zuleta, el civilismo de izquierda” (1935-1990). Filósofo y pedagogo, analista contrario a la violencia guerrillera: “su trabajo intelectual puede considerarse como una crítica intima a la izquierda marxista, a la lucha armada y a su propio periplo político” escribe el autor. Y exalta la “ética de la traición” de Zuleta, con la cual éste quería recalcar la capacidad de rebeldía y de reconocimiento de sus propios errores del pasado. Cita Giraldo con precisión a Zuleta sobre el “estado de desmoralización generalizada”, la debilidad del Estado y cómo “la tradición de los derechos humanos no corresponde a la tradición de la izquierda”. Un hueso duro de tragar, pero que refleja una realidad detrás del romanticismo de los sesentas, setentas, ochentas y noventas.

“Jorge Orlando Melo el civilismo democrático”, Historiador y profesor universitario, cuya mirada -escribe Giraldo- "no gira sobre los presupuesto teóricos e ideológicos como pasa con Zuleta, sino de su comportamiento y de su dinámica en el escenario político.” Eso lleva a Melo a controvertir esa admiración no disimulada hacia los grupos subversivos y cita a Melo “la más grave falla de los intelectuales colombianos es no haber podido mostrar al país… que en una república, así sea imperfecta, no es posible buscar metas de paz y democracia usando una herramienta que es, por definición, contraria a esos objetivos” (a mi modo de ver buena parte del periodismo ha caído en esa actitud reverencial sobre todo en sus entrevistas con la cúpula de las FARC, con el Presidente Santos y sus ministros. Ejemplos: Entrevista de Antonio Caballero en La Habana a la delegación de las FARC, Francy Sepúlveda y su cubrimiento de Presidencia).

“Francisco de Roux, el civilismo católico”. Economista y sacerdote jesuita. Un ejemplo para todas las vertientes de la sociedad colombiana, respetado por todos y cuyos esporádicos artículos en El Tiempo deberían de ser coleccionados para aprender la convivencia. Como con los anteriores, Dr. Giraldo cita unas frases que definen su comportamiento ejemplar: “la guerra de la guerrilla en Colombia es injusta porque los guerrilleros saben que no es posible conseguir sus objetivos por las armas y, sin embargo, se empeñan en ellas… porque la victimización es insoportablemente escandalosa y prueba de una crisis espiritual descomunal”

Antanas Mockus, el civilismo social. Matemático y filósofo. El libro recorre su trayectoria, así como su tesis del divorcio entre las tres categorías de reglas: legales, culturales y morales. Y desde luego, sobresale por su defensa de “la vida es sagrada” lema que se inscribe en el cementerio Central, que concibe como EL principio fundamental que se debería aplicar, máximo cuando pretendemos darle lecciones a los demás países. Al profesor Mockus, a Mauricio García Villegas, a la suscrita y a tantos otros, nos interesa el comportamiento de seres humanos y sociedades, más allá de los discursos moralistas o las teorías encajonadoras.

Los anteriores ejemplos coinciden en que los colombianos escogidos por Jorge Giraldo han sido incomprendidos por sus contemporáneos, en particular por aquellos fundamentalistas que, a veces sin ni siquiera proponérselo, propician la guerra. Porque lo que Giraldo se propone con este libro es recalcar “el pensamiento contra la guerra”. En sentido contrario, un pensamiento de guerra incluye, a mi modo de ver, la intolerancia con el otro, los estereotipos, las diarreas mentales, las contradicciones entre el decir y el hacer, el papel de los medios y de la publicidad que inflan y vitrinean no solo pensadores de escasa contextura sino también a claros propiciadores -más inconscientes que conscientes- de actitudes de violencia verbal. En fin, los que, de todas las tendencias, hacen referencia constante a la paz sin precisarla.

Cada quien puede seguir incluyendo colombianos que en vez de la ligereza habitual, analizaron los contextos y las proyecciones. Yo incluiría a Orlando Fals, cuya posición no se puede limitar a un breve episodio en su largo recorrido vital, al final de la cual “sentir, pensar, actuar” fue un reconocimiento de los errores del radicalismo y de la posición frente a la guerra. También, no necesariamente académicos, como un Alberto LLeras, escritor impecable.

En buena hora llega el libro de Jorge Giraldo, en momentos en que hay que mirar el futuro desde un presente analítico, de proyección y contextos, sin tanto énfasis en las ramas, que no dejan ver el bosque.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Las ideas en la guerra: Ana Cristina Restrepo

Sin bola de cristal

Ana Cristina Restrepo
El Colombiano, 9 de diciembre de 2015

En alguna película escuché la frase: “Inteligente es el que sabe qué va a pasar después”. No era un elogio a Nostradamus ni a los de su linaje: se refería a las personas del común, sin dones sobrenaturales ni percepción extrasensorial; aquellas que enfrentan el futuro sin oráculos, de una manera clásica que a veces parece perder vigencia: pensando. A falta de bola de cristal, de habilidad para descifrarla y de fe para creer en sus designios, esa gente imagina el futuro sacando provecho de las lecciones del pasado. Procuran anticiparse al yerro. Cuando ese ejercicio de reflexión se hace público, su valor es inmenso.

La perspectiva de la firma de los acuerdos en La Habana, ha abierto todos los cajones de las dudas. El más hondo contiene la pregunta: ¿Cómo asumir un país en posconflicto? Desde dos ópticas diversas, una periodista, Claudia Palacios, y un filósofo y académico, Jorge Giraldo, se dedicaron a esa reflexión.

Perdonar lo imperdonable (Editorial Planeta), de Claudia Palacios, es una obra periodística testimonial que parte de un principio de observación, neutral: “Este libro no es un trabajo para apoyar o no el actual proceso de paz con la guerrilla”, advierte la autora. Después de un año y medio de reportería, Palacios recoge testimonios de reconciliación de distintos actores del conflicto, experiencias de reinserción y voces de profesionales en torno al perdón. Finaliza con entrevistas a personajes que han sido testigos de excepción en la historia de procesos de diálogo en Colombia como Enrique Gómez Hurtado, Antonio Navarro Wolff, César Gaviria y Andrés Pastrana, entre otros.

Las ideas en la guerra (Editorial Penguin Random House) es el libro del profesor Jorge Giraldo, cuyo razonamiento central es mostrar cómo en nuestro país no hubo una crítica de la violencia que se convirtiera en impronta de nuestra cultura política: “Por el contrario, la justificación de la guerra fue generalizada y provino de distintas corrientes de pensamiento y de múltiples fuentes institucionales”. Agrega que no se debe solo al activismo de los grupos guerrilleros y sus entornos políticos.

Después de elaborar un detallado marco histórico, el analista desarrolla críticas provocadoras, sin temor a controvertir los nombres ‘sagrados’ de los anaqueles. (En su blog, la politóloga María Teresa Herrán ya emprendió el debate en torno a este escrito). Es de singular interés el cuarto capítulo, dedicado a siete lugares comunes que el discurso dominante ha naturalizado y que –según Giraldo– los intelectuales colombianos no han logrado desarticular, entre ellos destaco tres: “Nada ha cambiado” (interpretaciones negativas de nuestros procesos políticos y sociales), las “causas objetivas” y el “carácter altruista” atribuido a las organizaciones guerrilleras.

Al margen de coincidir o no con sus planteamientos, ambas publicaciones tienen un valor común: su propósito constructivo de cara al reto que se avecina. Recomiendo su lectura porque ante la incertidumbre de nuestro futuro social y político, tan pleno de esperanza como de recelo, la indiferencia no es una opción. Necesitamos pensar juntos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Sin ránquines

No tengo una muestra mínima de productos culturales del 2015 como para hacer con alguna seriedad un ejercicio de listados, que tanto me gustan. Pero no puedo dejar de mencionar algunos que valieron la pena y otros que quedan en la fila para vacaciones o el año entrante.

Empiezo por el cine. Mis películas del año están en los puntos opuestos del mismo arco. Al final “Mad Max”, la continuación de la saga distópica de George Miller con más adrenalina, decibeles y vértigo, pero también con más ternura. Al principio “Magia salvaje”, lo más parecido al mundo antes de la destrucción a la que lo estamos sometiendo, el país que no conocemos y ya estamos empezando a conocer gracias al desescalamiento de la violencia. Habrá que prestar atención a “The Martian”, donde todo conspira para ver un buen resultado.

En libros, el premio Rómulo Gallegos hizo que el país le prestara atención a Pablo Montoya Campuzano y a toda su obra hasta hoy. La novela galardonada recibió toda clase de elogios, pero hay que volver sobre otras; “Los derrotados” puede ser un buen comienzo. Aunque salió a fines del año pasado, “El instante maravilloso” llegó al país en este. Se trata de una antología de poesía rusa del siglo XX editada por Jorge Bustamante García para la Unam. Toda la sensibilidad de los hombres y mujeres que sufrieron el bolchevismo. ¡Ajmátova!

“La historia de la Corte Suprema de Justicia de Colombia (1886-1991)”, del profesor de la Universidad Icesi Mario Cajas Sarria es, probablemente, el libro más importante que se publicó en Colombia este año; desde una perspectiva histórica y social. Cajas llena un hueco grande para la comprensión del país. La editorial Acantilado publicó la traducción de “La música en el castillo del cielo”, el Bach del director y escritor John Eliot Gardiner. A última hora hojeé el libro sobre los 85 años de la Liga Antioqueña de Fútbol que se ve muy encantador; el proyecto lo hizo Universo Centro. Habrá que prestar atención al ensayo de Ramiro Ceballos, “Razón rebelde. Pequeño tratado de la virtud crítica” publicado por la Universidad de Antioquia.

Queda la música. Este año me quedo con una mujer sencilla, fuera de la farándula ya casi grotesca, gran cantante, instrumentista, compositora. Se llama Rhiannon Giddens y salió de la foto de grupo a la individual con el álbum “Tomorrow is My Turn”. Más datos en la revista “La Vitrola” que se publica en Envigado. Notable que “Rolling Stone” haya incluido a Bomba Estéreo en su top 50 del año; no sé si algún artista colombiano subió tan alto en la apreciación de la biblia de la música popular. Atención a discos locales muy buenos: “Nochedumbre” de David Machado, canciones, y “Alzando vuelo” de F-31 Quinteto, tangos.

Me quedan tres palabras: vamos, vamos Medellín.

El Colombiano, 13 de diciembre

viernes, 11 de diciembre de 2015

Las ideas en la guerra: María Teresa Herrán

De los intelectuales y sus ideas (I)

¿Quiénes son “intelectuales”? El término se ha vuelto bastante pedante, antipático y excluyente. Como cuando llaman o se autoproclaman algunos periodistas como “investigadores”, distinguiéndolos de los simple y llanos reporteros que, en ocasiones, investigan mejor y saben más de la realidad que los primeros. En todo caso, de elogioso, el término se volvió ambiguo. Como las ambigüedades de quienes son proclamados o se autoproclaman "intelectuales” en Colombia. Y mucho más en el tema de la trajinada “paz”.

Sea escrito de paso, los puristas intelectuales colombianos casi siempre trataron con menosprecio al periodismo, considerándose una casta especial. Por fortuna, las cosas han cambiado, al menos fuera del país, y hoy la premio Nobel de literatura es periodista, a mucho honor. No puede uno creer que, por ejemplo, José Obdulio Gaviria, sin duda gran lector, sea hoy un intelectual, dedicado como está a lanzar sus dardos envenenados y light contra la a mi modo de ver mal llamada izquierda, en la que se encuentran personajes que corresponden al mismo perfil, en vice conversa.

Precisamente, sobre ese tema, y en mala hora de ambigüedades, es el libro del filósofo Jorge Giraldo Ramírez sobre los errores de interpretación de algunos intelectuales tanto sobre el papel del Partido Comunista Colombiano como de las guerrillas. Para Giraldo, los comunistas criollos no se inmutaron con los cambios en el resto del mundo, en particular con el llamado “euro comunismo”. Muchos intelectuales de izquierda, tampoco: se mostraron demasiado admirativos de lo que Debray llamó -lo recuerda el autor- la “virginidad teórica del radicalismo latinoamericano”.

En cuanto a las FARC y el ELN, se aislaron. “Guerrillas “anestesiadas” de los movimientos rurales, de la propia constitución del 91 (lo que no pasó, obviamente con el M-19), sus documentos programáticos eran estáticos. Y también, observa el autor, con propuestas “extrañas”, como las de las FARC al pronunciarse en favor de la elección popular del Procurador o “delirantes” del ELN, proponiendo una democracia popular directa. En resumidas cuentas, salvo pocas excepciones, Giraldo Ramírez considera que “no hubo crítica de la violencia sino justificación de la guerra”.

Giraldo demuestra cómo cierta intelectualidad se estancó en su interpretación de los hechos, utilizando lugares comunes no ciertos como que tenemos una y “tradición de mezcla de política y violencia”, o que “nada ha cambiado” en la débil democracia colombiana. En resumidas cuentas, para Giraldo coincidieron el comunismo y el nacionalismo radical (de origen católico o étnico) en una época variopinta de guerra de guerrillas, que acertadamente categoriza en tres olas.

Pero el intelectualismo radical cometió a veces la torpeza (el término es de la suscrita) de no ver las ventajas de nuestra democracia y, en cambio, de admirar demasiado la lucha armada. En cuanto al Frente Nacional, para el autor, subestimó el papel de las disidencias de izquierda (¿MRL?) y “la necesidad ciudadana de derechos” sin tener en cuenta que “la guerra civil ha sido improductiva en Colombia”.

Para no caer en una crítica destructiva, o en el chismorreo señalador (típico de muchos intelectuales peleadores) el filósofo en el buen sentido de la palabra dedica un capítulo a los que llama “ejemplares”. Siete cuyos nombres dejo en suspenso para el próximo jueves, así como la percepción –que no comparto- que tiene Giraldo de Fals Borda. También otros enfoques, como el de los estereotipos, en los que, sin conocer al autor antes de la presentación del libro en Fescol, tenemos ciertas“ afinidades electivas”, como las llamaría Goethe.

Entonces, un libro interesante. Bien puede ser un punto de partida para detectar muchos baches en el análisis de aquellas que en este blog se han llamado “inteligencias desperdiciadas”; o con la para unos “escandalosa” expresión de “diarreas mentales”. Y, en todo caso, para asumir los retos de lo que sucederá en el 2016.

Publicado el 3 de diciembre de 2015 en: http://mariatherran46.blogspot.com.co/

lunes, 7 de diciembre de 2015

Salgado

Supe de Sebastião Salgado hace un cuarto de siglo gracias a Jairo Ruiz Sanabria, fotógrafo y gestor del concurso de fotografía Los trabajos y los días, ahora latinoamericano. Recuerdo las conversaciones sobre la iniciativa, el uso del título de Hesíodo y la inducción sobre algunas eminencias de la fotografía social como Dorothea Lange y el recién descubierto artista brasileño.

Circulaba una edición de Workers y allí estaban las impresionantes fotos de la minería informal en la Sierra Pelada, en Minas Gerais. Se le escucha decir a Salgado que para él ese cráter en el que 50 mil personas hormigueaban entre el lodo para sacar un bulto de tierra y salir a lavarlo, era la representación de los mitos sobre la infancia de la humanidad. Lo dice en La sal de la tierra, el documental que da cuenta de su vida y que dirigieron Win Wenders y Juliano, el hijo del protagonista.

Salgado venía de explorar la vida del campo en las sierras andinas, semidesérticas, frías, lentas. El fragor que produce el oro pareció meterlo de cabeza en la modernidad. Luego vino Kuwait. Después de mirar el libro de Salgado sobre el trabajo de bomberos de medio mundo para detener los incendios que causó Saddam Hussein y taponar los pozos petroleros del emirato, caben pocas dudas de que esta es una de las grandes epopeyas del siglo XX y, tal vez de la historia humana.

Un mundo en el que se respira humo, se vive siempre a oscuras a pesar de las teas gigantes de los pozos ardientes y de las explosiones del crudo bajo la tierra, y en el que se camina sobre un suelo hirviendo, haciendo un trabajo titánico para desactivar la venganza del dictador iraquí. Salgado empezó a atisbar las secuelas de la guerra. Buscando trabajadores heroicos se encontró con el más destructivo de los oficios humanos. Entonces vino Éxodo, el trabajo sobre la migración forzada en África, los Balcanes y otras partes del mundo dominadas por Marte.

Tras de ir y venir sobre el territorio en el que se llevaba a cabo el terrible genocidio ruandés, Salgado quedó devastado. Llegó a la misma conclusión del agente Smith en Matrix: el hombre es un virus, el azote del mundo, la peor de las especies. Después de una etapa romántica, casi roussoniana, había pasado a un pesimismo que escandalizaría Hobbes. Volvió a las tierras de la familia en Vitória y descubrió el efecto devastador de la deforestación y la sequía.

Fue la inspiración para sus –probablemente– obras finales. La recuperación de un pedazo de selva atlántica con más de 10 millones de árboles sembrados y heredados a Brasil como parque natural y Génesis, la obra sobre la mitad del mundo que permanece virgen y casi intocada por el hombre. Más fácil redimirse con la naturaleza.

El Colombiano, 6 de diciembre