lunes, 28 de diciembre de 2015

Diciembre caliente

Todavía reina la idea de que en diciembre el mundo entra en receso. Los guerreros clásicos del norte lanzaban sus operaciones con la convicción de que en diciembre se podía hacer muy poco; no a causa de la navidad si no de la nieve. Los políticos mañosos del sur prefieren tomar medidas impopulares en los últimos días del año pues la opinión pública está de vacaciones. Pero el mundo no para y este diciembre de 2015 estuvo tan movido que anuncia que el bisiesto que le sigue será muy intranquilo.

En Colombia se finiquitó el punto de justicia transicional –que por definición poco tiene que ver con la justicia corriente– entre el Gobierno nacional y las Farc. Antes que el Centro Democrático, Human Rights Watch descalificó el texto pero el proceso terminará en un acuerdo en algún momento del primer semestre y llevará a los colombianos a un plebiscito a mediados del año. La gran incertidumbre no está en la firma de la paz sino en su construcción, así esta se reduzca al cumplimiento de lo firmado. El reformismo verbal de Santos chocará con los poderes regionales en manos del crimen y del capitalismo político, y con el complejo político constructor de Vargas Lleras.

Mientras tanto, la región se volverá más inestable. Ya el régimen chavista dio en diciembre dos pasos para instalar la dictadura: una asamblea paralela a la recién elegida y una corte suprema más dócil. En Venezuela habrá golpe del chavismo o del ejército contra el chavismo o insurrección civil o desesperanza, y en el corto plazo, nada es bueno para Colombia. En Ecuador se dará el pulso sobre las pretensiones de Correa de perpetuarse en el poder. El gobierno de Brasil está mareado. ¿Será capaz Macri de estabilizar de forma expedita a Argentina después de los 30 decretos del 14 de diciembre? ¿Cómo va a detener Castro el nuevo éxodo de la isla? ¿Firmada la paz en Colombia, será México el nuevo foco de desorden en el continente?

Estados Unidos tendrá elecciones presidenciales. Hasta noviembre todo indicaba que el partido republicano se suicidaría con Donald Trump, pero las encuestas del 22 de diciembre muestran el ascenso de Ted Cruz lo que le daría un aspecto renovado e hispanizado para enfrentarse a una candidata demócrata con 20 años de desgaste o experiencia, según se mire. Por su parte, las noticias europeas solo confirman el declive vertiginoso del continente. Esta semana se registró el refugiado número un millón y el Estado Islámico entró a hacer parte de la fórmula para la desintegración europea; las fronteras del continente está incendiadas y nadie está seguro en ninguna metrópoli. No necesitamos visa, pero no dan muchas ganas de ir por allá.

Sin mencionar la crisis de la policía nacional ni los malos augurios de la economía. Feliz año.

El Colombiano, 27 de diciembre

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Una canción

2015 fue el año del reconocimiento general de Nina Simone (1933-2003). Nina fue marginal con el repertorio, inestable con las disqueras, demasiado áspera para los tiempos de canciones infantiles de The Beatles y el romanticismo del soul. Pero en este año explotaron los documentales, biografías, tributos y reediciones de algunos discos, incluyendo pastas de 180 gramos.

Rhiannon Giddens lanzó un disco magnífico de versiones y algunas canciones propias –su opera prima como solista– estimulada por uno de los mejores productores de la historia. Giddens, una muchacha sureña que toca de todo y canta casi como le da gana, encontró su inspiración en Tomorrow is my Turn de Nina Simone en su versión en concierto. Y así se llama su álbum.

Tomorrow is my Turn fue una cancioncilla gris, alegre y superficial como los muchachos de París, que apareció en un álbum de 1965 en el que Simone mostraba su francofilia. Ya su apellido artístico lo había sacado del nombre de la actriz Simone Signoret (1921-1985) y entonces –tal vez más libre– se lanzó con interpretaciones de canciones originales en francés. La liviandad de Tomorrow queda aplastada con justicia por temas como Ne me quitte pas o I Put Spell on You.

Pero 1968 ya eran otros tiempos: Vietnam, la lucha por los derechos de los negros y las mujeres, la pelea con su marido. En 1968, en un concierto en Londres que quedó registrado en video, Nina Simone cambia totalmente la canción y la convierte en un tema personal, profundo, feroz y conmovedor. El camarógrafo también se dio cuenta y registró la transformación del rostro de la princesa negra, acompasado con la mutación del tempo y de la voz.

Tomorrow is my turn apareció en francés en 1962 bajo el título L'amour c'est comme un jour y en inglés en el mismo año. La interpretó Charles Aznavour en ambos álbumes. La letra original fue vertida al inglés por el productor belga Marcel Stellman. Son datos. La letra original cambió. Hay mucha diferencia entre El amor es como un día y Mañana es mi turno. Una bobada y una proclama. La melodía de Aznavour desapareció y la canción se perdió entre su inmensa discografía.

Al final Tomorrow is my Turn es pura Nina Simone, fijada por siempre en su sesión londinense y recordada ahora por Rhiannon Giddens. Mi canción preferida de este año que ya pasó.

La vitrola, diciembre 2015

lunes, 21 de diciembre de 2015

Religare

Se nos dijo que habría un concierto organizado por el gobierno cubano para las delegaciones colombianas en el ciclo de la Mesa de Diálogos. Eran bastantes. Un grupo escogido de víctimas, la comisión de abogados, parte de la Comisión Histórica, las del Gobierno nacional y las de las Farc, muy numerosas, sobre todo la última con su primera fila en orden jerárquico encabezada por Timoleón Jiménez. El anfitrión sería el canciller cubano, en persona; el lugar, el Museo de Arte Religioso. Empezaban pequeños equívocos dicientes.

El Museo de Arte Religioso no existe ni en google maps ni en la mente de los cubanos. Cuando indagué después a mi amigo Julio, tras una larga serie de explicaciones, me dijo: “¡Ah!, esa es la iglesia de San Francisco de Asís”. En efecto, es un templo del siglo XVIII con una recepción parecida a la de un museo muy modesto. Adentro, es lo que es: una iglesia. La nave central con tapete rojo y las columnas restauradas con crucifijos en cada cara al centro. Al fondo, un enorme crucificado pendiendo del techo.

El concertista era Frank Fernández, el famoso pianista cubano. Fernández explicó el motivo: se trataba de un homenaje a las víctimas del conflicto armado. Saludó a todos los presentes sin reverencias ni al canciller, ni al gobierno, ni a las Farc. Fue explicando, paso a paso, el repertorio (Chopin, Lecuona, canciones latinoamericanas, él mismo), evocó –disculpándose– a las maestras Teresita Gómez y Ruth Marulanda, regañó a un fotógrafo y se entendió a gritos con el sonidista que estaba detrás de casi toda la audiencia.

En el museo que es una iglesia, en el concierto organizado por un gobierno ateo, el pianista –que no es un cura– empezó su presentación con piezas religiosas y la terminó con una pieza navideña y religiosa (lo cual ya dejó de ser tautológico). Dos Ave María, el de Bach y el obvio de Schubert, luego de una explicación sobre las treinta y más piezas que llevan ese nombre; y la Noche de paz del cura Gruber. Un par de veces se refirió Fernández a la paz, a la del mundo y a la de Colombia. No era solo de víctimas ni de pasado el asunto, era de paz y de futuro.

Fueron extraños el recogimiento y el silencio reinantes. Ahora en el mundo hay demasiado ruido, demasiados celulares y demasiadas selfies, no digamos en los museos, también en los conciertos y en las ceremonias religiosas. Según mis pesquisas se trató del primer acto social y público compartido por las comisiones negociadoras del Gobierno y de las Farc. No sé si eso se contó en Colombia. Fue el 14 de diciembre, un día antes de la firma del extenso acuerdo del punto cinco de la agenda. Viene el principio de otra paz.

El Colombiano, 20 de diciembre

jueves, 17 de diciembre de 2015

Las ideas en la guerra: María Teresa Herrán (II)

LOS "INTELECTUALES" Y SUS IDEAS (II)

Jueves, 10 de diciembre de 2015

Cuando los años terminan y el nuevo que llega trae incertidumbre, las listas abundan. Son casi tan desagradables como quienes posan de intelectuales o son escogidos como personajes del año en parte gracias a la publicidad que hacen de sus actuaciones. Por fortuna, el libro de Jorge Giraldo Ramírez rescata como “ejemplares” a filósofos, historiadores y sociólogos. En una lista –aclara una y otra vez que no es exhaustiva- pone como ejemplo a estudiosos que superaron los prejuicios de su ambiente social y académico.

Gente que supo “ver” lo que otros no vieron. Se destacaron en un contexto en que en que el pensamiento dominante en la “izquierda” (es decir, los que piensan que es prioritario el cambio, radical o no) era por lo menos ambiguo en relación con la subversión. O, simplemente, en un clima de anomia, en el que sectariamente se ignoraron tanto las fallas del comunismo como las carencias del capitalismo, dependiendo del lado en que se encontraban.

Veamos.

“Cayetano Betancur (1910-1982), el civilismo conservador”. Filósofo paisa, incomprendido, siempre discreto pero profundo y después olvidado. Algunos lo catalogarían como de “derecha” pero, como Pepe Mujica, en el lado socialista, coinciden en su análisis crudo de la realidad y en expresarse sin tapujos. Betancur fue crítico del fundamentalista Laureano Gómez, condenando “las conexiones de las armas con la política, de sangrienta memoria...” y consideró que “a la seriedad del marxismo, el cristianismo solo le oponía frivolidad”.

“Francisco Mosquera (1941-1994), el civilismo táctico”. Escritor y líder político, fundador del MOIR, en una actitud que Gilberto Viera calificó de “anticomunismo de izquierda”. Opuesto de frente a la lucha armada, Mosquera alegaba que en la sociedad colombiana había “una relación de fuerzas favorable” a los cambios.

“Carlos Jiménez Gómez, el civilismo estatal”. Abogado. ¿Por qué lo escogería, pregunto- si el imaginario tiene de él una percepción más bien negativa por recibir a Pablo Escobar, viajar a Panamá para lo que se vio como una nefasta negociación? Responde Giraldo en su libro: por “la manera de entender las relaciones entre la moral pública y la privada, política y violencia privada, violencia política y corrupción”… “buscando establecer una política de colaboración destinada a controlar y extirpar el uso comercio de narcóticos”.. pero a la vez percibió cómo “existe también un Leviatán que despacha en el monte”. A mi modo de ver, el entonces Procurador, como algunos más, percibió las consecuencias que la violencia política traería el narcotráfico, y se sumó desde su cargo, a las voces contra la represión del Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala. En cuanto al Estado le faltó, a mi modo de ver, mano dura y menos complacencia, en todos los estamentos, frente a los dineros del narcotráfico.

“Estanislao Zuleta, el civilismo de izquierda” (1935-1990). Filósofo y pedagogo, analista contrario a la violencia guerrillera: “su trabajo intelectual puede considerarse como una crítica intima a la izquierda marxista, a la lucha armada y a su propio periplo político” escribe el autor. Y exalta la “ética de la traición” de Zuleta, con la cual éste quería recalcar la capacidad de rebeldía y de reconocimiento de sus propios errores del pasado. Cita Giraldo con precisión a Zuleta sobre el “estado de desmoralización generalizada”, la debilidad del Estado y cómo “la tradición de los derechos humanos no corresponde a la tradición de la izquierda”. Un hueso duro de tragar, pero que refleja una realidad detrás del romanticismo de los sesentas, setentas, ochentas y noventas.

“Jorge Orlando Melo el civilismo democrático”, Historiador y profesor universitario, cuya mirada -escribe Giraldo- "no gira sobre los presupuesto teóricos e ideológicos como pasa con Zuleta, sino de su comportamiento y de su dinámica en el escenario político.” Eso lleva a Melo a controvertir esa admiración no disimulada hacia los grupos subversivos y cita a Melo “la más grave falla de los intelectuales colombianos es no haber podido mostrar al país… que en una república, así sea imperfecta, no es posible buscar metas de paz y democracia usando una herramienta que es, por definición, contraria a esos objetivos” (a mi modo de ver buena parte del periodismo ha caído en esa actitud reverencial sobre todo en sus entrevistas con la cúpula de las FARC, con el Presidente Santos y sus ministros. Ejemplos: Entrevista de Antonio Caballero en La Habana a la delegación de las FARC, Francy Sepúlveda y su cubrimiento de Presidencia).

“Francisco de Roux, el civilismo católico”. Economista y sacerdote jesuita. Un ejemplo para todas las vertientes de la sociedad colombiana, respetado por todos y cuyos esporádicos artículos en El Tiempo deberían de ser coleccionados para aprender la convivencia. Como con los anteriores, Dr. Giraldo cita unas frases que definen su comportamiento ejemplar: “la guerra de la guerrilla en Colombia es injusta porque los guerrilleros saben que no es posible conseguir sus objetivos por las armas y, sin embargo, se empeñan en ellas… porque la victimización es insoportablemente escandalosa y prueba de una crisis espiritual descomunal”

Antanas Mockus, el civilismo social. Matemático y filósofo. El libro recorre su trayectoria, así como su tesis del divorcio entre las tres categorías de reglas: legales, culturales y morales. Y desde luego, sobresale por su defensa de “la vida es sagrada” lema que se inscribe en el cementerio Central, que concibe como EL principio fundamental que se debería aplicar, máximo cuando pretendemos darle lecciones a los demás países. Al profesor Mockus, a Mauricio García Villegas, a la suscrita y a tantos otros, nos interesa el comportamiento de seres humanos y sociedades, más allá de los discursos moralistas o las teorías encajonadoras.

Los anteriores ejemplos coinciden en que los colombianos escogidos por Jorge Giraldo han sido incomprendidos por sus contemporáneos, en particular por aquellos fundamentalistas que, a veces sin ni siquiera proponérselo, propician la guerra. Porque lo que Giraldo se propone con este libro es recalcar “el pensamiento contra la guerra”. En sentido contrario, un pensamiento de guerra incluye, a mi modo de ver, la intolerancia con el otro, los estereotipos, las diarreas mentales, las contradicciones entre el decir y el hacer, el papel de los medios y de la publicidad que inflan y vitrinean no solo pensadores de escasa contextura sino también a claros propiciadores -más inconscientes que conscientes- de actitudes de violencia verbal. En fin, los que, de todas las tendencias, hacen referencia constante a la paz sin precisarla.

Cada quien puede seguir incluyendo colombianos que en vez de la ligereza habitual, analizaron los contextos y las proyecciones. Yo incluiría a Orlando Fals, cuya posición no se puede limitar a un breve episodio en su largo recorrido vital, al final de la cual “sentir, pensar, actuar” fue un reconocimiento de los errores del radicalismo y de la posición frente a la guerra. También, no necesariamente académicos, como un Alberto LLeras, escritor impecable.

En buena hora llega el libro de Jorge Giraldo, en momentos en que hay que mirar el futuro desde un presente analítico, de proyección y contextos, sin tanto énfasis en las ramas, que no dejan ver el bosque.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Las ideas en la guerra: Ana Cristina Restrepo

Sin bola de cristal

Ana Cristina Restrepo
El Colombiano, 9 de diciembre de 2015

En alguna película escuché la frase: “Inteligente es el que sabe qué va a pasar después”. No era un elogio a Nostradamus ni a los de su linaje: se refería a las personas del común, sin dones sobrenaturales ni percepción extrasensorial; aquellas que enfrentan el futuro sin oráculos, de una manera clásica que a veces parece perder vigencia: pensando. A falta de bola de cristal, de habilidad para descifrarla y de fe para creer en sus designios, esa gente imagina el futuro sacando provecho de las lecciones del pasado. Procuran anticiparse al yerro. Cuando ese ejercicio de reflexión se hace público, su valor es inmenso.

La perspectiva de la firma de los acuerdos en La Habana, ha abierto todos los cajones de las dudas. El más hondo contiene la pregunta: ¿Cómo asumir un país en posconflicto? Desde dos ópticas diversas, una periodista, Claudia Palacios, y un filósofo y académico, Jorge Giraldo, se dedicaron a esa reflexión.

Perdonar lo imperdonable (Editorial Planeta), de Claudia Palacios, es una obra periodística testimonial que parte de un principio de observación, neutral: “Este libro no es un trabajo para apoyar o no el actual proceso de paz con la guerrilla”, advierte la autora. Después de un año y medio de reportería, Palacios recoge testimonios de reconciliación de distintos actores del conflicto, experiencias de reinserción y voces de profesionales en torno al perdón. Finaliza con entrevistas a personajes que han sido testigos de excepción en la historia de procesos de diálogo en Colombia como Enrique Gómez Hurtado, Antonio Navarro Wolff, César Gaviria y Andrés Pastrana, entre otros.

Las ideas en la guerra (Editorial Penguin Random House) es el libro del profesor Jorge Giraldo, cuyo razonamiento central es mostrar cómo en nuestro país no hubo una crítica de la violencia que se convirtiera en impronta de nuestra cultura política: “Por el contrario, la justificación de la guerra fue generalizada y provino de distintas corrientes de pensamiento y de múltiples fuentes institucionales”. Agrega que no se debe solo al activismo de los grupos guerrilleros y sus entornos políticos.

Después de elaborar un detallado marco histórico, el analista desarrolla críticas provocadoras, sin temor a controvertir los nombres ‘sagrados’ de los anaqueles. (En su blog, la politóloga María Teresa Herrán ya emprendió el debate en torno a este escrito). Es de singular interés el cuarto capítulo, dedicado a siete lugares comunes que el discurso dominante ha naturalizado y que –según Giraldo– los intelectuales colombianos no han logrado desarticular, entre ellos destaco tres: “Nada ha cambiado” (interpretaciones negativas de nuestros procesos políticos y sociales), las “causas objetivas” y el “carácter altruista” atribuido a las organizaciones guerrilleras.

Al margen de coincidir o no con sus planteamientos, ambas publicaciones tienen un valor común: su propósito constructivo de cara al reto que se avecina. Recomiendo su lectura porque ante la incertidumbre de nuestro futuro social y político, tan pleno de esperanza como de recelo, la indiferencia no es una opción. Necesitamos pensar juntos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Sin ránquines

No tengo una muestra mínima de productos culturales del 2015 como para hacer con alguna seriedad un ejercicio de listados, que tanto me gustan. Pero no puedo dejar de mencionar algunos que valieron la pena y otros que quedan en la fila para vacaciones o el año entrante.

Empiezo por el cine. Mis películas del año están en los puntos opuestos del mismo arco. Al final “Mad Max”, la continuación de la saga distópica de George Miller con más adrenalina, decibeles y vértigo, pero también con más ternura. Al principio “Magia salvaje”, lo más parecido al mundo antes de la destrucción a la que lo estamos sometiendo, el país que no conocemos y ya estamos empezando a conocer gracias al desescalamiento de la violencia. Habrá que prestar atención a “The Martian”, donde todo conspira para ver un buen resultado.

En libros, el premio Rómulo Gallegos hizo que el país le prestara atención a Pablo Montoya Campuzano y a toda su obra hasta hoy. La novela galardonada recibió toda clase de elogios, pero hay que volver sobre otras; “Los derrotados” puede ser un buen comienzo. Aunque salió a fines del año pasado, “El instante maravilloso” llegó al país en este. Se trata de una antología de poesía rusa del siglo XX editada por Jorge Bustamante García para la Unam. Toda la sensibilidad de los hombres y mujeres que sufrieron el bolchevismo. ¡Ajmátova!

“La historia de la Corte Suprema de Justicia de Colombia (1886-1991)”, del profesor de la Universidad Icesi Mario Cajas Sarria es, probablemente, el libro más importante que se publicó en Colombia este año; desde una perspectiva histórica y social. Cajas llena un hueco grande para la comprensión del país. La editorial Acantilado publicó la traducción de “La música en el castillo del cielo”, el Bach del director y escritor John Eliot Gardiner. A última hora hojeé el libro sobre los 85 años de la Liga Antioqueña de Fútbol que se ve muy encantador; el proyecto lo hizo Universo Centro. Habrá que prestar atención al ensayo de Ramiro Ceballos, “Razón rebelde. Pequeño tratado de la virtud crítica” publicado por la Universidad de Antioquia.

Queda la música. Este año me quedo con una mujer sencilla, fuera de la farándula ya casi grotesca, gran cantante, instrumentista, compositora. Se llama Rhiannon Giddens y salió de la foto de grupo a la individual con el álbum “Tomorrow is My Turn”. Más datos en la revista “La Vitrola” que se publica en Envigado. Notable que “Rolling Stone” haya incluido a Bomba Estéreo en su top 50 del año; no sé si algún artista colombiano subió tan alto en la apreciación de la biblia de la música popular. Atención a discos locales muy buenos: “Nochedumbre” de David Machado, canciones, y “Alzando vuelo” de F-31 Quinteto, tangos.

Me quedan tres palabras: vamos, vamos Medellín.

El Colombiano, 13 de diciembre

viernes, 11 de diciembre de 2015

Las ideas en la guerra: María Teresa Herrán

De los intelectuales y sus ideas (I)

¿Quiénes son “intelectuales”? El término se ha vuelto bastante pedante, antipático y excluyente. Como cuando llaman o se autoproclaman algunos periodistas como “investigadores”, distinguiéndolos de los simple y llanos reporteros que, en ocasiones, investigan mejor y saben más de la realidad que los primeros. En todo caso, de elogioso, el término se volvió ambiguo. Como las ambigüedades de quienes son proclamados o se autoproclaman "intelectuales” en Colombia. Y mucho más en el tema de la trajinada “paz”.

Sea escrito de paso, los puristas intelectuales colombianos casi siempre trataron con menosprecio al periodismo, considerándose una casta especial. Por fortuna, las cosas han cambiado, al menos fuera del país, y hoy la premio Nobel de literatura es periodista, a mucho honor. No puede uno creer que, por ejemplo, José Obdulio Gaviria, sin duda gran lector, sea hoy un intelectual, dedicado como está a lanzar sus dardos envenenados y light contra la a mi modo de ver mal llamada izquierda, en la que se encuentran personajes que corresponden al mismo perfil, en vice conversa.

Precisamente, sobre ese tema, y en mala hora de ambigüedades, es el libro del filósofo Jorge Giraldo Ramírez sobre los errores de interpretación de algunos intelectuales tanto sobre el papel del Partido Comunista Colombiano como de las guerrillas. Para Giraldo, los comunistas criollos no se inmutaron con los cambios en el resto del mundo, en particular con el llamado “euro comunismo”. Muchos intelectuales de izquierda, tampoco: se mostraron demasiado admirativos de lo que Debray llamó -lo recuerda el autor- la “virginidad teórica del radicalismo latinoamericano”.

En cuanto a las FARC y el ELN, se aislaron. “Guerrillas “anestesiadas” de los movimientos rurales, de la propia constitución del 91 (lo que no pasó, obviamente con el M-19), sus documentos programáticos eran estáticos. Y también, observa el autor, con propuestas “extrañas”, como las de las FARC al pronunciarse en favor de la elección popular del Procurador o “delirantes” del ELN, proponiendo una democracia popular directa. En resumidas cuentas, salvo pocas excepciones, Giraldo Ramírez considera que “no hubo crítica de la violencia sino justificación de la guerra”.

Giraldo demuestra cómo cierta intelectualidad se estancó en su interpretación de los hechos, utilizando lugares comunes no ciertos como que tenemos una y “tradición de mezcla de política y violencia”, o que “nada ha cambiado” en la débil democracia colombiana. En resumidas cuentas, para Giraldo coincidieron el comunismo y el nacionalismo radical (de origen católico o étnico) en una época variopinta de guerra de guerrillas, que acertadamente categoriza en tres olas.

Pero el intelectualismo radical cometió a veces la torpeza (el término es de la suscrita) de no ver las ventajas de nuestra democracia y, en cambio, de admirar demasiado la lucha armada. En cuanto al Frente Nacional, para el autor, subestimó el papel de las disidencias de izquierda (¿MRL?) y “la necesidad ciudadana de derechos” sin tener en cuenta que “la guerra civil ha sido improductiva en Colombia”.

Para no caer en una crítica destructiva, o en el chismorreo señalador (típico de muchos intelectuales peleadores) el filósofo en el buen sentido de la palabra dedica un capítulo a los que llama “ejemplares”. Siete cuyos nombres dejo en suspenso para el próximo jueves, así como la percepción –que no comparto- que tiene Giraldo de Fals Borda. También otros enfoques, como el de los estereotipos, en los que, sin conocer al autor antes de la presentación del libro en Fescol, tenemos ciertas“ afinidades electivas”, como las llamaría Goethe.

Entonces, un libro interesante. Bien puede ser un punto de partida para detectar muchos baches en el análisis de aquellas que en este blog se han llamado “inteligencias desperdiciadas”; o con la para unos “escandalosa” expresión de “diarreas mentales”. Y, en todo caso, para asumir los retos de lo que sucederá en el 2016.

Publicado el 3 de diciembre de 2015 en: http://mariatherran46.blogspot.com.co/

lunes, 7 de diciembre de 2015

Salgado

Supe de Sebastião Salgado hace un cuarto de siglo gracias a Jairo Ruiz Sanabria, fotógrafo y gestor del concurso de fotografía Los trabajos y los días, ahora latinoamericano. Recuerdo las conversaciones sobre la iniciativa, el uso del título de Hesíodo y la inducción sobre algunas eminencias de la fotografía social como Dorothea Lange y el recién descubierto artista brasileño.

Circulaba una edición de Workers y allí estaban las impresionantes fotos de la minería informal en la Sierra Pelada, en Minas Gerais. Se le escucha decir a Salgado que para él ese cráter en el que 50 mil personas hormigueaban entre el lodo para sacar un bulto de tierra y salir a lavarlo, era la representación de los mitos sobre la infancia de la humanidad. Lo dice en La sal de la tierra, el documental que da cuenta de su vida y que dirigieron Win Wenders y Juliano, el hijo del protagonista.

Salgado venía de explorar la vida del campo en las sierras andinas, semidesérticas, frías, lentas. El fragor que produce el oro pareció meterlo de cabeza en la modernidad. Luego vino Kuwait. Después de mirar el libro de Salgado sobre el trabajo de bomberos de medio mundo para detener los incendios que causó Saddam Hussein y taponar los pozos petroleros del emirato, caben pocas dudas de que esta es una de las grandes epopeyas del siglo XX y, tal vez de la historia humana.

Un mundo en el que se respira humo, se vive siempre a oscuras a pesar de las teas gigantes de los pozos ardientes y de las explosiones del crudo bajo la tierra, y en el que se camina sobre un suelo hirviendo, haciendo un trabajo titánico para desactivar la venganza del dictador iraquí. Salgado empezó a atisbar las secuelas de la guerra. Buscando trabajadores heroicos se encontró con el más destructivo de los oficios humanos. Entonces vino Éxodo, el trabajo sobre la migración forzada en África, los Balcanes y otras partes del mundo dominadas por Marte.

Tras de ir y venir sobre el territorio en el que se llevaba a cabo el terrible genocidio ruandés, Salgado quedó devastado. Llegó a la misma conclusión del agente Smith en Matrix: el hombre es un virus, el azote del mundo, la peor de las especies. Después de una etapa romántica, casi roussoniana, había pasado a un pesimismo que escandalizaría Hobbes. Volvió a las tierras de la familia en Vitória y descubrió el efecto devastador de la deforestación y la sequía.

Fue la inspiración para sus –probablemente– obras finales. La recuperación de un pedazo de selva atlántica con más de 10 millones de árboles sembrados y heredados a Brasil como parque natural y Génesis, la obra sobre la mitad del mundo que permanece virgen y casi intocada por el hombre. Más fácil redimirse con la naturaleza.

El Colombiano, 6 de diciembre

lunes, 30 de noviembre de 2015

Subsidios y posconflicto

El populismo es una especie política con una trayectoria ya casi centenaria. A pesar de ello son todavía insuficientes los estudios sobre el tema al punto que un experto reconoce la dificultad de explicarlo (Loris Zanatta, El populismo, 2015). Una posible definición diría que el populismo es clientelismo a gran escala basado en un esquema de subsidios a la población, comprada así para la movilización política permanente y la creación de una base electoral amarrada y servil. Esa política suplanta la creación de trabajos decentes y le niega a los bienes básicos la calidad de derechos. Hace poco, Cecilia López hizo un análisis de esta política y muestra las críticas que ya está haciendo la Cepal (“Subsidios e informalidad”, El Tiempo, 16.11.15).

El caso del chavismo en Venezuela ilustra los problemas de esta manera de atender los problemas sociales. Durante los primeros años la pobreza bajó, pero después volvió a niveles peores que los de 1999. Además la combinación de subsidios con rentismo petrolero y ataque a la producción, está dejando al país en la miseria y el desespero. Aunque en grado menor, Colombia también aplicó este modelo. Solo que disperso, sin propaganda y usado electoralmente, sobre todo, por los jefes locales de todos los partidos. Ahora Germán Vargas Lleras, con chequera, casas gratis y disfrazado de albañil, se proyecta como una especie de Nicolás Maduro a la colombiana. Además, con una conducta guiada por el “todo vale” (La silla vacía, 26.08.15).

El gobierno nacional está empezando a revisar algunas de estas políticas porque, como dice López, “no gradúan a nadie”, es decir, nadie sale de la pobreza con ellas a pesar de los recursos que se invierten y de los enormes costos de transacción que generan. Solo el programa de “Familias en Acción” se lleva medio punto del producto interno bruto. La exministra señala que hay relación entre la informalidad y la aplicación de subsidios, lo que demostraría la precariedad del país en materia de creación de empresas modernas y responsables. Las malas políticas de subsidios incluyen problemas técnicos de diseño e identificación de beneficiarios y, lo peor de todo, enormes sumas que llegan a gente (muchas veces corporaciones o sectores económicos completos) que no las necesitan.

De cara a la implementación de los acuerdos de La Habana, se hace más urgente aún revisar esta política. El establecimiento de los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial dice estar encaminado a la eliminación de la pobreza extrema rural, pero la sostenibilidad de ese acuerdo depende de que se cree un entorno propicio para la generación de ingresos y la creación de riqueza en las regiones periféricas. El recurso al subsidio debe ser focalizado y transitorio. Y el reto es que los pobres rurales dejen de serlo a partir de esfuerzos productivos, no de subsidios.

El Colombiano, 29 de noviembre

sábado, 28 de noviembre de 2015

Las ideas en la guerra: entrevista de La silla vacía

"Los intelectuales criticamos a los demás, pero no nos miramos a nosotros": Jorge Giraldo

Por: Juanita León, Jue, 2015-11-26 17:03

Las ideas en Colombia suelen ser desdeñadas. Tanto periodistas como analistas vivimos concentrados en los sucesos y los personajes detrás de ellos, y poco exploramos la responsabilidad de las ideas que los llevan a seguir un camino u otro.

Sin embargo, como lo demuestra Jorge Giraldo, en su libro recién publicado Las ideas en la guerra, los intelectuales terminan teniendo un rol determinante en la creación de los marcos de referencia con los que se interpretan los momentos históricos y las acciones de los personajes que los provocan.

Este decano de la Escuela de Ciencias y Humanidades de la U. Eafit, y miembro de La Silla de la Paz, hace una dura crítica a aquella intelectualidad colombiana que, con sus ideas, legitimó la lucha armada como el medio principal -casi que único- para reclamar una participación en el poder. La Silla lo entrevistó ayer.

Leer la entrevista [copiar y pegar]:
http://lasillavacia.com/historia/los-intelectuales-criticamos-los-demas-pero-no-nos-miramos-nosotros-jorge-giraldo-52470

lunes, 23 de noviembre de 2015

Apocalipsis

Así se titula el último libro en vida de Oriana Fallaci (1929-2006), la gran reportera del siglo XX. Se trata del largo epílogo de una entrevista a sí misma –El apocalipsis (2005) es el título exacto– y de la tercera entrega de su manifiesto frente a la ofensiva islámica contra Occidente. Las dos primeras se titularon La rabia y el orgullo (2001) y La fuerza de la razón (2004).

Desde una perspectiva feminista, criticó tempranamente la cultura en el Lejano Oriente en un libro que se tituló El sexo inútil (1961). Cuando llegó el Once de Septiembre, ella ya había estado en Vietnam y Beirut, desnudó a Arafat y a Gadafi, y desafió al ayatolá Jomeini. Si su trilogía desconcertó, fue a quienes conocían solo sus denuncias de la situación occidental. Su enfrentamiento al islamismo radical fue visto como xenófobo y, por ello, las buenas gentes no lloraron su muerte.

Ahora Europa, París otra vez, –como en los motines del 2005 o en el ataque a Charlie Hebdo– vuelve a poner en evidencia las limitaciones de la política occidental, la perversión de algunos intelectuales y la estupidez del hombre de la calle; todas ellas escarnecidas por la autora de Un hombre a lo largo de su carrera.

El Occidente secular ha mostrado su incapacidad para tratar con la religiosidad contemporánea y, sobre todo, su torpeza para hospedar culturas diversas, sin desconocerlas ni permitir que disuelvan sus instituciones que los acogen. La geopolítica occidental en Oriente no toca a los Estados patrocinadores del terrorismo islámico ni asume que mientras la yihad ataca en Europa, el mundo musulmán vive una guerra civil.

Mientras tanto, pensadores europeos erigidos en apóstoles de la violencia cobran una celebridad propia de futbolistas y cantantes pop. Tal es el caso del intelectual esloveno Slavoj Zizek. Todavía estaban tibios los cadáveres de la guerra yugoslava cuando Zizek empezó a vender libros pregonando que también se debe matar a un buen hombre, solo que a él se le mata con una buena bala de un arma buena (Sobre la violencia, 2009, p. 53).

Y dejo para el final al inefable hombre de la calle, al de la conversación de café, los 140 caracteres de Twitter, los reenvíos de Facebook, algunas firmas descuidadas en los periódicos. Los estúpidos que salieron a cazar excusas al aire, como pispirispis, para justificar la masacre, compadecer a los asesinos, acusar a las víctimas y posar de irreverentes atacando los valores y las instituciones de Occidente.

Esos rasgos desnudan la frivolidad en que ha caído la cultura en Occidente y dentro de ella, cierta política, cierto periodismo, alguna filosofía y toda la opinadera vacua. Las divisas con las que Francia convenció al mundo hace más de dos siglos son mera palabrería: Libertad, ¿qué es?, igualdad ¿de consumo?, fraternidad ¡qué risa!

El Colombiano, 22 de noviembre

lunes, 16 de noviembre de 2015

Calcomanías

Cuando uno se acostumbra a la búsqueda del sentido –un hábito propio de estudiantes de filosofía– puede terminar especulando sobre trivialidades o atribuyéndole significado a cosas que simplemente están allí, sin muchas razones y que apenas prueban que los seres humanos somos descuidados, arbitrarios y no muy racionales. Me pasa cuando me muevo en el trasporte público que permite la observación del detalle callejero.

Uno de los enigmas sin importancia de las calles de Medellín, o de cualquier ciudad del mundo, son las insignias que los conductores ponen en sus automóviles. ¿Por qué pegar anuncios o figuras baratas en objetos lujosos? ¿Por qué exhibirlos? ¿Son manifiestos, declaraciones de fe, expresiones de admiración? La pregunta más elemental es por qué el dueño de un automóvil hace propaganda gratuita a una marca cualquiera. Porque está claro que a los que pegan la manzanita que Steve Jobs le robó a The Beatles no les pagan por hacerle propaganda a Apple.

Las calcomanías de animales parecen más inocuas. Veo carros con mulas, ¿qué querrá decir eso? ¿Es terco? ¿Compró el carro con un trabajito (de mula)? ¿Admira el ganado equino en su versión modesta? Vacas, ¿es de signo tauro? ¿Conduce como ídem? Me suena. Caballos, ¿quiere? ¿Tiene un caballo? ¿Muchos? ¿Su caballo tiene pegada una calcomanía de su carro?

Las religiosas son muy contraproducentes. Hay una aplicación linda de la Virgen, en un corazón de cuentas con un perfil como dibujado en estilo manga. Hay rostros de Jesús y el pez con su santo nombre. El problema es que enseguida ve uno al conductor infringiendo todas las normas, insultando a los demás, sacando una pistola por la ventanilla (pasa), y enseguida se pregunta qué tiene que ver el símbolo con el tipo que va al volante.

Hay unas inequívocas. Los taxis (principalmente) con la cara de Pablo Escobar, que se puede combinar con cualquiera de las anteriores sin ningún problema. Vi, no hace mucho, una volqueta amarilla (por fortuna olvidé la placa) con Pablo en un lado y el Che en el otro. Espectacular. La alienación de las ilegalidades, la figuración de la combinación que nos puso en crisis durante tres décadas. Me sirvió para un breve intercambio con el escritor Juan Villoro sobre este nexo que los mexicanos, por fortuna, todavía no conocen.

¿Necesitamos una semiología de las imágenes en los automóviles? Alguien podría hallar allí rasgos de la cultura urbana. O a lo mejor los tipos solo están tapando rasguños, decoloraciones, huecos, con sus calcomanías baratas.

André Glucksmann: acaba de morir el pensador francés, figura menor pero visible de la intelectualidad europea en el último medio siglo. Un espíritu libre incubado en el marxismo, que en 1975 derribó el muro comparando nazismo y estalinismo. Cuarenta años después muchos colombianos y latinoamericanos no han llegado a ese estado de madurez.

El Colombiano, 15 de noviembre

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Las ideas en la guerra: Gustavo Duncan

Gustavo Duncan

EL Tiempo, 5 de noviembre de 2015

En la revolución se impusieron las ideas de quienes legitimaban la lucha armada como el medio principal para reclamar una participación en el poder, no obstante la existencia de opciones pacíficas y democráticas.

Jorge Giraldo, el autor de Las ideas en la guerra (Edit. Debate, 2015), en el proceso de escritura se tropezó con la siguiente anécdota, narrada por Nicolás Buenaventura. En una ocasión en que Gilberto Vieira, secretario del Partido Comunista, visitó un campamento de las Farc, al terminar su discurso un guerrillero, de evidente origen rural, le increpó porque al final si la revolución triunfaba la tierra no iba a ser de ellos, los campesinos, sino del Gobierno. A lo que Vieira respondió: “Es que el Gobierno va a ser usted mismo”.

La anécdota no apareció en 'Las ideas en la guerra', el autor no encontró el lugar propicio para introducirla, pero bien hubiera podido aparecer en cualquier parte porque contiene la esencia del libro. Giraldo plantea que en la prolongación y en la ferocidad del conflicto en Colombia jugaron un papel central las ideas de actores concretos que influyeron sobre las opciones y trayectorias tomadas por la insurgencia.

No solo fue que la revolución se antepuso a cualquier tipo de reforma que hubiera aliviado las condiciones materiales de la población que la guerrilla reivindicaba, como aquel guerrillero que increpó a Vieira cuando le confirmó que el tema de la tierra debía esperar a la victoria total. Fue también que se impusieron las ideas de quienes legitimaban la lucha armada como el medio principal para reclamar una participación en el poder, no obstante la existencia de opciones pacíficas y democráticas.

Lo interesante del libro de Giraldo es que estas decisiones están plasmadas en las mismas voces de la dirigencia comunista. A través de una exhaustiva recopilación de documentos de los distintos partidos e insurgencias, se revela cómo el país no estaba condenado por su estructura socioeconómica a una guerra de guerrillas de varias décadas, sino que fue una decisión deliberada de una dirigencia política. Tanto así que las voces de dirigentes revolucionarios opuestos a la violencia fueron desechadas. En ocasiones, como en el caso de José Cardona Hoyos, asesinadas por sus propios compañeros.

Esa es la otra virtud del libro. Giraldo rescata a aquellos intelectuales que, a pesar de toda la presión y la corriente de los tiempos, se mantuvieron firmes en contra del baño de sangre que iba a sacudir al país. Personajes como Francisco de Roux, Francisco Mosquera, Jorge Orlando Melo, Fernando Guillén y Mockus son, con justicia, reivindicados.

lunes, 9 de noviembre de 2015

María Patricia

Desde antiguo, la teoría política oscila entre la valoración del peso de las instituciones y el de las personas en la gestión pública. Durante el siglo XX, dominó una interpretación impersonal que fue controvertida por Isaiah Berlin (1909-1887) quien insistió en la importancia del papel de los individuos en la historia, con razón, creo yo. Son muchos los casos de instituciones que no han sobrevivido a sus líderes o de líderes que han destruido las instituciones que los albergaron. Por eso dediqué columnas al trabajo exitoso del alcalde Gaviria y del gobernador Fajardo.

Hoy hablo de María Patricia Giraldo, alcaldesa de San Carlos. Una mujer campesina de la vereda Santa Rita, donde hizo su primaria. Terminó el bachillerato en una institución de Hogares Juveniles Campesinos. Desplazada por la violencia en 1998, hizo el esfuerzo de estudiar derecho y especializarse en Medellín.

María Patricia volvió a San Carlos y fue personera municipal entre 2008 y 2010, durante la administración de Francisco Javier Álvarez, desempeñando una labor que contribuyó a que su comunidad se hiciera acreedora al Premio Nacional de Paz 2011. En ese año se postuló a la alcaldía y gracias a su triunfo se convirtió en la primera mujer en acceder por vía electoral al cargo en el municipio, evento que no han vivido las principales ciudades del país, ni Medellín, ni Antioquia.

El liderazgo de María Patricia, la continuidad en las últimas administraciones (falta por ver la siguiente), el acompañamiento de Medellín, Antioquia, la nación y varias organizaciones civiles, han permitido que San Carlos se convierta en la mejor práctica de posconflicto en el país. Habría que añadir que –a su vez– el oriente antioqueño es la región colombiana que más logros puede exhibir en materia de superación de los efectos de la guerra y que sus lecciones deben estudiarse para la fase posterior al acuerdo que saldrá de La Habana.

Después de padecer el repertorio completo de calamidades de la guerra, San Carlos es pionero y ejemplo en materia retorno de desplazados (14 mil), identificación de desaparecidos (una cuarta parte de los reportados) y desminado humanitario (zona libre de minas). También fue objeto de un trabajo de reconstrucción de memoria histórica por parte del Centro Nacional y otros dos ejercicios, de un proyecto de reparación colectiva del territorio y de un proceso exitoso de generación de confianza entre la fuerza pública y la ciudadanía. La alcaldesa quiere despedirse impulsando un programa de turismo de paz y reconciliación.

Deja la alcaldía con optimismo por los posibles frutos del proceso de paz, pero muy preocupada por diversos obstáculos que se avizoran como la corrupción, el acceso al poder público por parte de personajes que priorizan su interés particular y los discursos radicales que circulan entre la sociedad civil. Ejemplo y motivo de admiración esta mujer.

El Colombiano, 8 de noviembre.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Las ideas en la guerra: Iván Garzón

Iván Garzón Vallejo

El Espectador, 3 de noviembre

La guerra en Colombia se ha prolongado, entre otras cosas, porque no hemos desarrollado una cultura cívica de rechazo a la violencia política. Dirigentes políticos que apoyaron la lucha armada —en el Partido Comunista— e intelectuales que difunden lugares comunes que justifican el recurso a las armas han sido responsables de ello. Así lo plantea Jorge Giraldo Ramírez en el libro Las ideas en la guerra (Debate).

Ya en su informe para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas el filósofo había expuesto una tesis controversial (teniendo en cuenta la mitad de los informes): el conflicto ha persistido porque las Farc han decidido mantener su lucha revolucionaria para así conservar su propia existencia política. El libro, por lo tanto, es una explicación de esta tesis, y para ello muestra cómo en el concierto de las guerrillas latinoamericanas las Farc sobresalen por su obstinación en la lucha armada —a la que se plegó el Partido Comunista—, a su reconocida falta de representación de los campesinos y los sectores populares, y a su incapacidad para leer las oportunidades del contexto nacional —el Frente Nacional, procesos de paz fallidos y la Constituyente de 1990—, el latinoamericano —ninguna guerrilla venció a regímenes democráticos sin apoyo popular— y el internacional —el fracaso del socialismo real y la transición de la izquierda europea a la socialdemocracia— para combatir por las reformas desde el ámbito civil.

Rebeldes en busca de una revolución imposible en un país con una democracia prácticamente ininterrumpida que hizo las reformas a pesar de ellos, han contado sin embargo con un ambiente intelectual que ha justificado su terco e infructuoso recurso a las armas. Que acá los cambios son marginales, que el conflicto tiene causas objetivas, que el Frente Nacional cerró el sistema político y excluyó a la izquierda, que Cuba tiene un modelo social y educativo ejemplar aunque sin libertades, o que los revolucionarios son héroes altruistas además de potenciales mártires son ideas que han contribuido a legitimar la anacrónica longevidad de nuestro conflicto o su naturalización: que siempre está ahí.

En contraste, Giraldo Ramírez señala la fuerza del ejemplo de siete intelectuales y políticos: Cayetano Betancur, Francisco Mosquera, Carlos Jiménez Gómez, Estanislao Zuleta, Jorge Orlando Melo, Francisco de Roux y Antanas Mockus, que rechazaron la violencia y enfrentaron con valor civil la utopía revolucionaria.

Además de la lección de historia del socialismo colombiano en el contexto latinoamericano, de la aguda crítica al dogmatismo y sectarismo de la izquierda armada y del diálogo entre realismo político y republicanismo liberal que inspiran a su autor, este libro propone ideas que, si son recibidas por sus posibles destinatarios, podrían cambiar el curso del conflicto armado: éste es el momento propicio para dar el paso a la vida civil (negociadores de las Farc); una paz sostenible requiere un Estado fuerte y una política de amigo-enemigo no violenta (clase política y policy makers); es un deber moral asumir un compromiso ético en contra de la violencia (intelectuales y dirigentes de izquierda), y hay que construir una sociedad civil fuerte y participativa cimentada en una cultura de tolerancia y legalidad (ciudadanos).

lunes, 2 de noviembre de 2015

De Antioquia me gusta

Las ceibas bongas de la Serranía de Abibe (si no las han acabado de tumbar) y la serranía con neblina; la ruda amabilidad de la gente, que ya escasea; la arepa, blanca, plana, simple, la amarilla también; la pintura minuciosa y poco reconocida de don Alejandro Serna; el ceviche de chicharrón en “La curva del gordo” en Amagá; el Atanasio Girardot lleno y vestido de rojo; Buenos Aires (corregimiento de Andes), que le hace más honor al nombre que la ciudad argentina; Caracolí con el domo plateado que se veía desde el tren; el río Cauca, café, angosto, hondo; el rigor y el compromiso de Cayetano Betancur; las iguanas que se calientan en los techos de zinc de Caucasia; los Farallones del Citará, volubles y majestuosos; el ají de los catíos de Dabeiba; Débora Arango; el Deportivo Independiente Medellín, escuela de sentimientos, el decano del fútbol colombiano, la razón para pasar un fin de semana en la urbe; el chorizo de “Los comerciales” en Don Matías; El Peñol, el que está bajo la represa; los embera; Envigado el viejo, donde crecimos, estudiamos, trabajamos (no el de ahora); el pensamiento díscolo y la prosa espontánea de Fernando González; el ferrocarril, que lo acabaron; los fríjoles con chicharrón, no la bandeja paisa; Gonzalo Vidal que era caucano y se oye todo el año en el himno y el Viacrucis; el personaje de Dalila Sierra en el poema de Jaime Jaramillo Escobar, y todos los personajes y todos los poemas del mismo poeta; Jardín todo, con montañas, gentes, quebradas, pájaros y jóvenes que lo van a mejorar; el sentido de la justicia que ya mostraban un fiscal Escobar y un juez Ferrer hace 120 años, según una crónica de Jorge Mario Betancur, y que ahora está embolatado; la madre Laura, aunque ya sea santa y tenga telenovela; el sabio Manuel Uribe Ángel y toda su obra; María Cano, antes de que la sepultaran en vida; Marsella, sobre todo subiendo; Medellín, dura, diversa, acogedora (pero con menos ruido); los nadaístas erráticos, divertidos y soberbios por necesidad; el río Nechí con babillas navegando en troncos; el valle del Penderisco, con Urrao y demás; Ramón Hoyos, Cochise y todos los ciclistas profesionales, más los aficionados, menos los que se dopan; el rock de acá y todo lo que ha salido de él; Santa Elena, por un recuerdo; Sucre, corregimiento de Olaya; la toponimia española del Bajo Cauca y el Nordeste, la indígena del Occidente y la bíblica del Suroeste; los tule con su cosmogonía orgullosa y sus apellidos europeos; Urabá, lleno de negros, banano, humedad, belleza; el río Verde de los Montes y también el río Verde, sin apellido, pero con piedras grandes; los gurres de San Vicente, es decir, el monumento y los ancestros; Zaragoza en general. Quedan faltando buenas y hay muchas cosas que no me gustan.

El Colombiano, 9 de agosto

Tótem y tabú

De forma escueta e imprecisa el dualismo entre tótem y tabú, que propuso Sigmund Freud en 1913, puede llevarse al que existe entre los objetos que se veneran como sagrados –tótem– y aquellos otros, referidos sobre todo a prácticas, que se consideran prohibidos –tabú–. Freud usó la metáfora a partir de las sociedades primitivas pero todas las épocas tienen sus tótemes y sus tabús, incluyendo la moderna que intentó vanamente abolirlos todos.

La filosofía contemporánea planteó la emergencia de la técnica como un nuevo dominio sobre el hombre (en algunos casos podría decirse, contra el hombre). Al respecto, véase el pensamiento de Martin Heidegger o el de Danilo Cruz Vélez, entre nosotros. Un intelectual español plantea el carácter religioso de la relación actual con los dispositivos electrónicos (Félix de Azúa, “Religiosos”, El País, 27.10.15). De otro lado, políticos y filósofos están tratando, desde mediados del siglo XX, de establecer el homicidio y la guerra como tabúes de hoy.

Respecto al primer asunto las imágenes cotidianas son patéticas. Recuerdo la situación de un padre joven almorzando con su hijita de unos ocho años en un restaurante de centro comercial. El hombre se pasó una hora sin mirar ni a la comida ni a la hija, embelesado en su teléfono inteligente. (Embelesado aplica, hace poco me percaté de que los muchachos usan el teléfono como espejo, a falta de vidrieras.) Gasté mi hora mirando a la pobre niña desarraigada del afecto paterno por la obsesión con el chat. Los dispositivos móviles, el computador, se han convertido en los objetos totémicos de esta generación que les atribuyen –como el hombre primitivo a un palo mal pintado– unos poderes que no tienen. El tótem del oso no era el oso, tampoco su fuerza.

Respecto al intento de convertir la violencia física en un tabú, los resultados son muy modestos, a despecho de las mil páginas que se gastó Steven Pinker para mostrar éxitos (“Los ángeles que llevamos dentro”, 2012). En Colombia escucho menos aplausos para Antanas Mockus cuando dice que la vida es sagrada que los que le dan a un profesor de Los Andes por decir lo contrario.

El gran éxito actual para hacer un tabú es la prohibición de la comida. Hoy todo da cáncer o da cáncer y engorda. Los científicos que trabajan para la Organización Mundial de la Salud se comportan como todo especialista que pierde de vista el contexto y la complejidad de todo problema: como unos pendejos. Podrían decir –lo cual es verdad – que da más cáncer respirar en cualquier ciudad grande del mundo que comer chorizo a granel, pero pelear con la cadena del automóvil es tan complicado como dejar de respirar.

Así las cosas, los productos de Apple son tótemes y los de las casas de morcilla de Envigado, tabús.

El Colombiano, 1 de noviembre

jueves, 29 de octubre de 2015

Comisión Histórica: Gustavo Gallón

El informe de Jorge Giraldo para la CHVC

Gustavo Gallón
El Espectador, 28 de octubre de 2015

“Cualquier acuerdo para la terminación de la guerra será más sólido mientras mejor trate de entender nuestro drama desde una perspectiva colectiva, y mientras más respeto guarde por los que han sufrido”.

Con esta apertura mental e invitación a la concordia termina el informe del profesor Jorge Giraldo para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, creada por el Gobierno y las Farc. Qué valioso habría sido que el resto de su texto se hubiera trabajado con tal sabiduría y cautela.

En su opinión, el conflicto armado en Colombia habría persistido por la debilidad del Estado, y “la extraordinaria longevidad del mismo” se debería a su mezcla con el narcotráfico. Siendo un punto de vista respetable, su escrito no lo desarrolla con maestría.

Esa debilidad del Estado la atribuye en primer lugar a lo que considera como el escaso tamaño de la fuerza pública. En sus palabras, “la élite gobernante se autoinhibió para enfrentar la insurgencia guerrillera” al haber delegado “a los militares toda la responsabilidad para enfrentarse con un fenómeno de naturaleza estrictamente política, como es la guerra civil revolucionaria”. Ordinariamente dicha delegación ha sido interpretada como una cesión de poder al Ejército, en desmedro de la democracia. Ha dado lugar a cierta militarización del Estado y a graves abusos, incrementando así los motivos de la guerra, según documentados informes de Naciones Unidas y de la Comisión Interamericana sobre la situación de derechos humanos en Colombia. La fuerza pública está integrada por 450.000 efectivos, 100 mil más que en Brasil, cuya población es cuatro veces superior. El gasto militar en nuestro país representa el 3,5 % del PIB, tres veces más que en Brasil, según el Banco Mundial.

Acontecimientos bélicos notorios brillan por su ausencia en este ensayo. Si bien se advierte allí que en 1965 hubo una importante reforma laboral, no se menciona que simultáneamente se bombardeó a Marquetalia, ni que ese año se expidió el Estatuto Orgánico de la Defensa Nacional mediante el decreto 3398, que autorizó a los militares para crear grupos paramilitares e introdujo nociones claves de la Doctrina de Seguridad Nacional en las fuerzas armadas. La relación entre éstas y los paramilitares sólo aparecería con la vinculación de Rodríguez Gacha a la actividad anticomunista a mediados de los años 80: “desde ese momento en adelante, miembros de la fuerza pública participaron en las redes logísticas y operativas de estos núcleos privados contrainsurgentes”, según Giraldo.

Un segundo componente de esa debilidad del Estado sería la baja inversión en infraestructura vial. Y un tercer componente, la baja tributación, que privaría al Estado de suficiente dinero para cumplir con sus obligaciones. Ciertamente esos son dos problemas nacionales, pero su relación de causa a efecto con el conflicto armado no es evidente, y el informe no la demuestra.

Mucha gente en el país, mal informada y sin rigor analítico, puede tener una visión similar. Sin proponérselo, este informe hace visible ese hecho y pone de presente que hace falta divulgar más información y propiciar más reflexión sobre nuestro conflicto armado para construir la paz. Gracias, profesor Giraldo.

*Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljuristas.org)

domingo, 25 de octubre de 2015

Ciudadanía

Llegó la hora de la ciudadanía. Amarillean afiches y pasacalles, se desperfilan los ejercicios de Photoshop y ya dejamos de mirar algunos rostros llenos de botox para rejuvenecer filipichines. Olvidaremos algunas vallas a las que les sentaría bien un letrero de “se busca” (“también caerán”) en la parte superior. Y dejaremos de oír la saturación radial de propaganda política pagada y la subliminal que se sueltan comentaristas deportivos y pinchagujas. Dejaremos de ver lo que se ve y de oír lo que se oye.

En muchas partes se sentirán aliviados porque pesa más lo que no se oye ni se ve. La presión de los combos para que las comunidades se callen y voten por “el duro”. El estrés de los paterfamilias que se “apuntaron” en una campaña para recibir contratos en el próximo cuatrienio. El temblor ignorante de las familias que cuidan un pequeño puesto burocrático como si fuera un regalo y un tesoro. El cinismo del sujeto que vende el voto o la torpeza del que se deja comprar lo que es suyo, sus derechos.

Al final de la fila, en la mesa de votación, en el cubículo, se necesita poco valor para poner la equis donde le plazca y donde le dijeron, compraron, obligaron. En el acto de votar, ser ciudadano dura cinco segundos y requiere –en la intimidad– una pizca de personalidad. Vote como quiera, libremente, sin miedo y sin rabia, sin obsecuencia ni reverencia y verá cómo se siente de bien. Ganaríamos mucho todos si cada uno ante el tarjetón es él mismo y no el jefe de combo, el patrón contratante o el jefe manipulador.

Ahora. Ganamos más si el ciudadano piensa en su situación, la de Medellín y la de Antioquia. ¿Cree que van mal Medellín y Antioquia? Vote por los candidatos del cambio, por los críticos acérrimos de la gestión de Aníbal Gaviria y Sergio Fajardo. ¿Van bien Medellín y Antioquia? Los candidatos que quieren avanzar a partir de lo que se ha hecho son pocos. Para la Gobernación de Antioquia solo Federico Restrepo da certeza sobre la continuidad de la obra de Fajardo. Para la Alcaldía de Medellín la única amenaza seria a los progresos de las últimas tres administraciones es Juan Carlos Vélez, sin ideas, cuya carta de presentación consiste en que va a seguir las instrucciones de un senador de la república. ¡Por favor!

Tengo muchas dudas de que –como dicen algunos analistas– las elecciones regionales sean intrascendentes. Son periodos de cuatro años. En los próximos cuatro años habrá posconflicto y desaceleración económica. Los niveles de incertidumbre y riesgo en los planos social, económico y político serán muy altos. Ello demanda gobernantes con alta preparación, buenos equipos, ideas renovadoras y gran imaginación. Los demagogos y parlanchines, los clientelistas y corruptos, solo agravarán las cosas.

El Colombiano, 25 de octubre

lunes, 19 de octubre de 2015

Deliberando

Llovieron comentarios (e insultos) por mi columna de la semana pasada en la que criticaba al candidato Juan Carlos Vélez. Me parece muy bien. En Colombia falta deliberación. Aquí la mayoría de los políticos no discuten y la mayoría de los opinadores se van por las ramas. Me parece loable que sus partidarios hayan salido a la palestra ya que su candidato suele eludir el foro público. Respondo a los que están a la altura, empezando por mi gran amigo Jaime Jaramillo Panesso (El Colombiano, 15.10.15).

¿Por qué no estoy de acuerdo con Vélez? Porque no se quiso comprometer con los programas locales dirigidos a reparar a las víctimas (y eso incluye a las de la guerrilla), reconstruir la memoria de la ciudad y atender a los desmovilizados. Su gesto muestra carencia de sensibilidad para atender las necesidades del posconflicto. También porque se esconde detrás del mantra de la seguridad democrática. Esa política fue rural, dirigida a enfrentar a las guerrillas y estaba basada en el poder duro. La seguridad urbana necesita otros criterios –principalmente poder blando– y Vélez ha demostrado que no los conoce.

La seguridad ciudadana no necesita machos. Necesita líderes perceptivos, que sepan usar la inteligencia, la tecnología y la capacidad de coordinarse con entidades del orden nacional. No se combaten ladrones de celulares con helicópteros artillados. Al lado de Federico Gutiérrez o de Alonso Salazar, Vélez es un aprendiz en materia de seguridad. Eso de andar proponiendo robocops para llevar a las comunas y un programa de empleo pagando informantes no solo es demagógico, es peligroso.

Para Antioquia, objeto a Luis Pérez. Los que ya no somos jóvenes sabemos de Goyeneche, un señor bogotano a quien le encantaba lanzarse a la presidencia con propuestas tales como pavimentar el río Magdalena, pues lleno de arena y agua no le faltaba sino cemento para hacer una autopista. Goyeneche iba a solucionar la congestión en el tráfico construyendo las ciudades en el campo. Bueno, Luis Pérez le iba a poner segundo piso al río Medellín y ahora quiere hacer autopistas aéreas para entrar a Medellín. Más demagogia que locura.

Pero Luis Pérez no hace parte del folklor. El folklor es ingenuo y simpático. Luis Pérez no es ni lo uno ni lo otro. Sus relaciones políticas son bastante peligrosas y su manera de hacer política es humillante y clientelista. Sus antecedentes como alcalde son nefastos. Los principales símbolos de su gestión son La Escombrera en la Comuna 13 y la vajilla que costó cien millones de pesos. Sus críticos viven acorralados por los pleitos judiciales y las amenazas, como acaba de ocurrir con el periodista Pascual Gaviria. Es candidato porque Santos le está pagando el favor de haber sido jefe de finanzas de su campaña.

Mis diferencias con Vélez son programáticas, con Luis Pérez son éticas.

El Colombiano, 18 de octubre

lunes, 12 de octubre de 2015

Elecciones y postconflicto

En 2016 se firmará el “Acuerdo para la terminación” entre las Farc y el gobierno nacional. Eso es un hecho. Puede que usted se dé cuenta o no. Puede que a usted le guste o no. Eso va a pasar. A partir de ese momento Colombia no será la misma; se crearán programas derivados del acuerdo y habrá que poner en marcha políticas para complementar y ajustar las demás esferas de la vida nacional. Entraremos en una transición que se calcula que puede durar 10 años.

Antioquia será el principal escenario de esa intervención. ¿Por qué? Porque Antioquia fue el principal escenario de la guerra durante los últimos 35 años. Porque en Antioquia vivía una de cada cinco víctimas en el mismo periodo. Porque, si descontamos las imprecisas cifras de desplazados, en Antioquia vivía una de cada tres víctimas de la guerra. Una de las principales zonas de concentración de las Farc para el desarme y la desmovilización estará en Antioquia, en esa enorme región que va desde Urabá hasta el Bajo Cauca y que tiene al Nudo de Paramillo como ombligo.

Puede que usted no se dé cuenta. Puede que no le guste. Pero tocó. El periodista mexicano Jorge Ramos nos lo acaba de recordar: “Toca es una maravillosa expresión colombiana que significa, a la vez, responsabilidad e inevitabilidad. Si algo toca es que no hay opciones más que una. Y en Colombia la paz toca” (“Paz para mis amigos”, El Colombiano, 07.10.15). Si algo toca y uno no está de acuerdo o no se da cuenta, peor para uno.

Medellín y Antioquia se tienen que preparar y lo han venido haciendo en los últimos años. El alcalde Aníbal Gaviria fortaleció la Casa de la Memoria (iniciada en la administración Salazar), promovió el Informe de Memoria Histórica de Medellín, puso en marcha la investigación sobre los hechos de La Escombrera ocurridos durante la alcaldía de Luis Pérez. El gobernador Sergio Fajardo puso en marcha el programa “Preparémonos para la Paz” y –como alcalde– adelantó la experiencia más exitosa de reinserción ejecutada en el país.

Hoy estamos ante dos disyuntivas. El candidato Juan Carlos Vélez Uribe no quiso firmar el pacto para darle continuidad a los programas de postconflicto de Medellín. Luis Pérez es el candidato de casi todos los parapolíticos condenados en Antioquia y no ha dicho ni mu sobre el asunto. Si usted quiere que Antioquia quede pagando en el postconflicto pues vaya y vote por estos dos señores. Si usted, sepa o no, esté de acuerdo o no, cree que Antioquia y Medellín deben prepararse para lo que se viene le toca revisar bien el tarjetón. En Antioquia el único que le jala a la paz es Federico Restrepo. En Medellín, el único que le jala a la guerra es Juan Carlos Vélez.

El Colombiano, 11 de octubre.

lunes, 5 de octubre de 2015

Fajardo

El paso de Sergio Fajardo de la alcaldía a la gobernación generó interrogantes. Sin duda, una cosa es manejar una ciudad rica y otra hacerlo con un departamento relativamente pobre. Además, Antioquia –como dijo Álvaro Uribe hace 20 años– tiene las complejidades de un país entero. El discurso de Fajardo no cambió mucho: educación, oportunidades, legalidad, transparencia.

El gobernador adoptó como programa bandera el de Antioquia la más educada con varias estrategias, entre ellas, infraestructura física y el programa de becas. Como pasa siempre en este tema, el impacto no se puede ver en el corto plazo, pero una señal de su potencial provino de la ministra Gina Parody que adoptó el modelo antioqueño para darle norte a la acción del gobierno nacional.

La educación ha sido una obsesión de Fajardo alineada con dos criterios distintos. Uno técnico, identificado hasta la saciedad por los principales expertos mundiales en desarrollo. El otro político, y es que un plan estratégico consensuado en la región a fines del siglo pasado puso la educación como ancla del proyecto regional. Dicho esto no se entiende que Luis Pérez diga que los parques educativos son un proyecto inmobiliario (¿será que si gana los va a privatizar para convertirlos en hoteles o residencias?) o que Andrés Guerra prometa reducir la inversión en educación (El Colombiano, “El presupuesto de seguridad de Antioquia pasará del 1 al 5 por ciento”, 29.09.15).

El balance del gobierno departamental en materia de infraestructura educativa es alucinante. Antioquia carecía de una política en la materia. Se formuló, se creó una unidad en la Secretaría de Educación, se mejoraron 817 establecimientos educativos (promedio de casi 7 por municipio), más ciudadelas, los parques educativos y sedes universitarias (un dato por conocer).

Pero la intervención de mayores efectos inmediatos en Antioquia es la realizada en infraestructura vial. El departamento recuperó más de 10 mil kilómetros de vías. Fajardo deja el 88% de la red vial en buen estado después de haber recibido apenas el 15% en esas condiciones. La conectividad ha mejorado muchísimo en toda la geografía del departamento y, especialmente, en las zonas más alejadas como Urabá, el suroriente, Nudo de Paramillo y nordeste. Lo más distintivo, sin embargo, no se ve: el modelo de contratación que aseguró la trasparencia y eficacia en las licitaciones. No faltan los contratistas habituados al incumplimiento y a la trampa que afectan los planes y sueñan con que el próximo gobierno sea de corruptos.

De todas las iniciativas la más bonita, en mi opinión, es la promoción de cafés especiales. Con poco dinero, mucha imaginación, pequeños incentivos materiales y grandes incentivos simbólicos, muchas familias cafeteras empezaron a cambiar una tradición centenaria y a especializarse en producir cafés de muchas variedades y buena calidad. Juventud, tecnología y orgullo telúrico se dejan ver en las zonas cafeteras.

El Colombiano, 4 de octubre

lunes, 28 de septiembre de 2015

Fin del fin

No son pocos los foros en los que planteé en el último año que el acuerdo entre las Farc y el gobierno nacional era un hecho. Las condiciones militares, políticas y diplomáticas así lo insinuaban. El peor escenario para los dirigentes políticos, empresariales y sociales del país es pensar en lo contrario pues la transición prevista desde la firma de los acuerdos durará diez años, según lo previsto hasta ahora.

Los anuncios del 23 de septiembre pasado suponen la verificación fáctica de aquel pronóstico. Por desatención o agudeza, los titulares de la edición gringa de CNN anunciaron la firma del acuerdo de paz el jueves 24. El apretón de manos entre Santos y Timochenko, así como la fijación de una fecha para el acuerdo final en marzo del próximo año, simbolizan la entrada en la fase final de la negociación. El fin del fin.

Como se suscribió en La Habana hace tres años, el objetivo del acuerdo es la terminación del conflicto armado entre las Farc y el Estado colombiano. Nada más y nada menos. Nada más porque el fin definitivo de las hostilidades con la guerrilla más feroz y obstinada del país no significa que en abril próximo Colombia vaya a ser Suiza. Nada menos porque la primera condición de una sociedad bien ordenada es el silencio de los fusiles.

El experto peruano Carlos Basombrío lo dijo en un seminario en la Universidad Eafit: no es lo mismo una sociedad con guerra que sin guerra. Esta banalidad se le olvida a muchos. Recuerdo que hace quince años un campesino del Putumayo dijo, cuando se le preguntó qué era lo que más deseaba, que lo único que pedía era que lo dejaran tranquilo. En las ciudades y regiones pacificadas hace rato, este dato es subestimado por algunos.

La justicia transicional no es justicia ordinaria ni justicia penal. Las líneas gruesas acordadas en Cuba representan un logro importante. Los crímenes de lesa humanidad serán juzgados y generarán condenas; habrá restricciones a la libertad durante tiempos iguales a los que se definieron para las autodefensas y paramilitares durante la administración de Álvaro Uribe. Del mismo modo, quienes no se acojan a la justicia transicional podrán ser juzgados bajo la legislación ordinaria con penas que pueden llegar a los veinte años de prisión.

La justicia transicional siempre es justicia política. Abogados y organismos internacionales han tratado de codificarla, pero no se puede. Siempre depende de la posición de la opinión pública, de los interlocutores, de la correlación de fuerzas, del contexto internacional. No conocemos todavía las setenta páginas que, se dice, tiene el acuerdo, pero creo que lo alcanzado es bueno y, quizá, lo mejor dentro de lo posible. En abril nacerán criaturitas colombianas para las cuales las Farc solo serán una pesadilla de sus padres y abuelos.

El Colombiano, 27 de septiembre.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Ahora hay que ganar la paz

Este 23 de septiembre no solo marcó el punto de no retorno en la negociación iniciada hace tres años para poner fin al conflicto entre las Farc y el Estado colombiano, sino que también sirvió de hito para fijar el término de los diálogos. De esta manera, la prolongada escena habanera entra en la fase final que se coronará –podemos decirlo con más certeza– con un acuerdo.

Sin dudas, la culminación de los acuerdos sobre el punto cinco de la agenda –conocido como el de víctimas– marcaba el principal obstáculo para las partes. Para el Estado colombiano porque la jurisprudencia nacional e internacional impide la aplicación de la vieja fórmula de amnistía e indulto. Para las Farc, porque las condiciones de justicia comprometen existencialmente a los mandos de la guerrilla y simbólicamente su representación como agentes colectivos del drama colombiano. Para la sociedad, porque la idea de un acuerdo sin alguna aplicación de justicia era inaceptable.

Es bueno recordar, que la discusión sobre víctimas era más compleja pues incluía un relato plural como el de la Comisión Histórica, la conformación de una comisión de la verdad y los acuerdos sobre reparación y justicia recientes. Todos han cedido. Ahora es tarea de los líderes políticos y de los formadores de opinión contribuir a que haya una opinión pública comprensiva que ponga entre paréntesis los agravios y se enfoque en las tareas del futuro.

Lo que falta en estos meses ni es poco ni es secundario. Los términos del desarme y la desmovilización nos inquietan, legítimamente, a muchos. El proceso legal e institucional para poner en marcha la implementación de los acuerdos está crudo y tiene muchos inconvenientes. Hay una treintena de pendientes, algunos de ellos cruciales, dentro de los textos ya pactados en La Habana.

El Estado colombiano ganó la guerra hace siete años. Las partes del conflicto, el Estado y las Farc, están a punto de ganar el acuerdo para terminar las hostilidades de manera oficial y definitiva. Falta lo más importante: que la sociedad colombiana toda, sin exclusiones, sepa ganar la paz. El reto es enorme y nadie deberá desentenderse de él. No será tarea exclusiva del gobierno, ni de la fuerza desmovilizada.

Tenemos un acumulado que a menudo se ha desdeñado. Las experiencias de los acuerdos de paz desde 1989 hasta la desmovilización paramilitar de 2005. Los laboratorios de paz en el Oriente antioqueño, el Magdalena Medio, Urabá y Córdoba, y otras regiones. Los procesos de retorno, desminado y atención a las víctimas. Tenemos una gran experiencia atendiendo las contingencias de los desastres naturales en el Ruiz, Armenia, Páez o las inundaciones del 2011. Si Bogotá mira a las regiones en lugar de ponerse a inventar fórmulas, aprovecharemos nuestro pasado reciente.

El 23 de septiembre será un día importante en la historia contemporánea del país. Llegó la hora de probar que podemos ganar la paz como en 1821, 1904 y 1958. Pero ahora tendrá que ser una tarea más incluyente y trasformadora.

El Colombiano, 24 de octubre.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Elecciones y no repetición

Uno de los elementos críticos de la justicia transicional es el de no repetición. La no repetición se concibe –según la Unidad de Víctimas– como las “acciones, medidas y procesos encaminados a evitar la repetición de violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario, generar cambios en el funcionamiento de las instituciones, transformar factores estructurales de la violencia y lograr una incidencia positiva en la cultura política, con el fin de fortalecer la política de prevención general”.

En términos generales, y muy vagos, se concibe que la fortaleza de las instituciones, el cumplimiento la ley, la garantía de los derechos y la atención a las víctimas son instrumentos que permiten predecir que los daños y las vulneraciones de un pasado cercano y violento no van a volver a ocurrir. Como suele pasar con nuestras visiones legalistas, rara vez se conecta este tema con la permanencia de organizaciones, colectivos y personas en posiciones desde las cuales pueden seguir lastimando a la población.

Hace poco (31 de julio de 2015), la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá produjo una sentencia que se sale de esta rutina y hace un llamado a las autoridades a tomar medidas concretas para evitar que la población victimizada en el conflicto armado siga sufriendo atropellos desde los cargos de representación pública. La sentencia se dio en un caso contra dos miembros de grupos paramilitares en el Magdalena y el magistrado ponente fue Eduardo Castellanos Roso.

La sentencia usa el concepto “maquinaria política” para significar que “familiares y antiguos coequiperos de personas condenadas por concierto para delinquir agravado se siguen presentando a elecciones”, con el “propósito común de ganar elecciones para ocupar cargos públicos y acceder a las rentas del Estado, sin tener en cuenta consideraciones de tipo programático, ideológico o partidista” (pp. 694-695). Y pone el ejemplo de hijos, hermanos o “asesores de confianza” de personas condenadas por parapolítica u otros delitos graves que remplazan a los condenados en las listas electorales.

La sentencia considera que el triunfo de maquinarias políticas asociadas a personas condenadas por hechos relacionados con el conflicto armado y la extensa victimización de la población, amenaza las garantías de no repetición. Además, “exhorta a la Fiscalía General de la Nación para que… informe si la permanencia en cargos públicos de familiares, amigos o antiguos funcionarios públicos que trabajaron de la mano de personas condenadas por auspiciar grupos armados ilegales, haya podido obstaculizar el cumplimiento de la normatividad de Justicia Transicional”.

No sé si la fiscalía hará algo. Pero los ciudadanos sí debemos actuar. En Antioquia hay más de una docena de políticos condenados que tienen sus maquinarias andando. Por otro lado, ¿Luis Pérez, el alcalde de la Operación Orión y de La Escombrera, es una garantía de no repetición en la gobernación?

El Colombiano, 20 de septiembre.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Refugiados

En 1972, Giorgos Dalaras –quien ha llegado a ser el cantante popular más importante de Grecia– grabó el disco Asia Menor. Una obra con letras de Pitágoras (no el filósofo) y música de uno de los más importantes compositores helenos, Apostolos Kaldaras. Tuve la oportunidad de conocer, y obtener, la bella edición de 2004 con textos en griego e inglés, gracias a un amigo de ese país. Los once cortes del disco hablan de la Catástrofe; la expulsión de los griegos que vivían en Turquía. Hubo millón y medio de desplazados y más de 300 mil griegos muertos. Pero no es de música que quiero hablar.

El ingente desplazamiento forzado hacia Europa, que ya supera cualquier fenómeno parecido después de la Segunda Guerra Mundial, se produce por las líneas de confrontación entre musulmanes y cristianos en África, y entre musulmanes en Oriente Medio. Europa es el centro de convergencia de los refugiados y de los mercaderes de personas que pueden haber ganado 160 mil millones de euros en el último lustro, según DW. En América, el mercado de migrantes a Estados Unidos mueve 12 mil millones de dólares al año, según la OIT. Pero no es de negocios que quiero hablar.

Las mafias de trata de personas son la última parte de la cadena de esta movilización de muchedumbres. En el comienzo de la cadena están las guerras y los abusos de gobiernos autoritarios. En América, las guerras de Centroamérica y los Andes y las dictaduras del Cono Sur expulsaron a millones de personas desde hace cuatro décadas. Estos casos fueron sistemáticos y poco deliberados. También los hubo episódicos y deliberados como la expulsión de ciudadanos indeseables por parte del régimen castrista de Cuba en los eventos conocidos como Camarioca en 1965 (entre 3 y 5 mil expulsados) y Mariel en 1980 (125 mil). Tal vez allí aprendió Nicolás Maduro como desplazar colombianos. Pero no es de política que quiero hablar.

Basta sentarse con un poco de atención a mirar las imágenes que ofrece la televisión internacional, las fotografías, a escuchar los testimonios de los refugiados. Basta releer la letra del cuarto corte del disco de Dalaras: “ser un refugiado es incluso más amargo que la muerte”. Y después, escuchar a quienes justifican el desplazamiento. Nadie en Colombia había justificado el desplazamiento forzado hasta que la Marcha Patriótica y algunos grupitos que se proclaman de izquierda salieron a decir que Maduro estaba en lo cierto y que había procedido correctamente. No es música, ni negocios, ni política, es humanidad. Dirigentes políticos que no conocen la compasión porque no les importan las personas y a quienes no les interesa saber que el arraigo es una necesidad profunda de los seres humanos (Simone Weil).

“En el lugar donde debería estar el padre, está la madre buscando a sus hijos”.

El Colombiano, 13 septiembre

domingo, 13 de septiembre de 2015

La tercera realidad


Los textos que se reúnen en este libro tienen como trasfondo la historia colombiana entre 1994 y 2014, y reflejan una parte de las discusiones nacionales sobre paz y reconciliación, derechos humanos y derecho humanitario. Son textos disidentes: contra el guerrerismo y el pacifismo ingenuos; contra la laxitud del Estado respecto a los límites de los actos legítimos de la fuerza pública y contra la violencia guerrillera ensañada con los más humildes; contra el espíritu reaccionario que detesta los derechos humanos y contra los que los usaron como un instrumento arrojadizo en medio de la niebla de la guerra.

Estas variadas disidencias, ejercidas durante veinte años por el autor, pueden ayudar a iluminar algunas de las tensiones que se avecinan. Aún en medio de la guerra, hay que tratar de mantener presente el horizonte de la democracia y de la reconciliación para que pueda darle forma a la manera de conducir las hostilidades, a los intentos de solución negociada y a las medidas posteriores a los eventuales acuerdos.

Conversación del autor con el periodista Daniel Rivera

Fecha y hora: lunes 14 de septiembre de 2015, 8:00 p.m.
Lugar: Salón Humboldt, Jardín Botánico de Medellín

lunes, 7 de septiembre de 2015

Diplomacia descosida

La crisis, ya crónica, con nuestros vecinos es uno de los casos particulares de la ineficiencia del gobierno nacional. La malicia política de Santos fracasó estruendosamente al pagarle a Ernesto Samper los favores recibidos en su campaña reeleccionista con su postulación para que fuera nombrado Secretario de Unasur para ayudarle a superar su condición de paria internacional, darle todas las garantías a los países del Alba y acabar de hundir a Colombia.

En Colombia los más ingenuos creyeron que una política de guante de seda funcionaría con dirigentes ideologizados como Rafael Correa o Nicolás Maduro o con simples corruptos como Diosdado Cabello o Daniel Ortega. Y confundieron la calma chicha con las buenas relaciones diplomáticas. La canciller se sonríe con sus pares de los países vecinos mientras ellos cada que pueden mandan dentelladas a la yugular colombiana.

La calamidad humanitaria en la frontera con Venezuela es el resultado de una mala política exterior. Santos está –hoy por hoy innecesariamente– hipotecado a Maduro al ponerlo como garante de las negociaciones con las Farc en La Habana. No le han dicho que el acuerdo, que esperamos, ya no necesita a los venezolanos, y el plato roto lo están pagando los residentes colombianos en Venezuela y las gentes que viven en la frontera.

Correa se había calmado con Colombia porque el gobierno le hizo concesiones a raíz de las quejas ecuatorianas por la aspersión aérea en la frontera y porque Colombia gira –me dijo un dirigente ecuatoriano– un millón de dólares mensuales para la atención a los refugiados colombianos en ese país. Como si no aprendiera la lección, se dice que Santos está escogiendo a Ecuador como sede de los diálogos con el Eln y así quedaremos en manos de Correa por unos años más. Ya Correa les pidió a sus compatriotas que no compraran productos en Colombia (El Tiempo, 02.09.15).

Nos quedaba Panamá, pero el año pasado Colombia –por iniciativa del Ministro de Hacienda– quiso meter al istmo en la lista negra de paraísos fiscales. Ahora que Colombia necesitó el voto de Panamá en la Organización de Estados Americanos para convocar una reunión de cancilleres con el fin de discutir la crisis con Venezuela, los panameños se abstuvieron y contribuyeron a la derrota (una más) diplomática del gobierno y del país (La silla vacía, “El factor Panamá, clave en la derrota de la OEA”, 02.09.15).

La política adversarial y beligerante de los dos administraciones de Álvaro Uribe no fue sustituida por una política dialogante sino por una no-política. Seis años de santismo han demostrado que el país carece de una estrategia diplomática y que el gobierno se ha especializado en acumular derrotas. No con las potencias continentales; con Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Panamá. Y sus efectos no son abstractos: pregúntenles a los isleños y a los guajiros.

El Colombiano, 6 de septiembre.

lunes, 31 de agosto de 2015

Abad, Acevedo

Héctor Abad Faciolince y Darío Acevedo Carmona han compartido un par de rasgos, los de ser intelectuales públicos –una tautología necesaria– y ser columnistas de El Espectador. Héctor desde una posición liberal y apartidista, Darío desde una postura particular afiliada al Centro Democrático. Ambos con argumentos y altura. Ahora comparten otro: los quieren callar.

A Darío Acevedo, historiador de la contemporaneidad colombiana, lo quieren callar las Farc. La agencia Anncol, que cumple la función de divulgadora y propagandista del grupo guerrillero, le ha lanzado ataques furibundos que lo obligaron a dejar su columna en el periódico capitalino. Como si fuera poco, grupos de estudiantes de la Universidad Nacional en Medellín, donde ejerce como profesor e investigador, lo han estado hostigando con mítines porque también lo quieren sacar de la universidad.

Estos ataques le dan la razón al profesor Carlo Tognato de la Universidad Nacional en Bogotá quien afirmó hace poco que “las universidades públicas, han sido escenarios de la guerra” y que es necesario que en la academia se pongan las cartas sobre la mesa en las discusiones actuales sobre los acuerdos de La Habana y el escenario futuro del país después de que ellos se firmen (La silla vacía, “La U. Nacional tiene que comenzar por decir adiós a la guerra”, 23.08.15).

A Héctor Abad, uno de los escritores colombianos más destacados en el ámbito internacional, lo quiere callar Luis Pérez. El candidato a la gobernación de Antioquia, avalado por lo peorcito del partido liberal y apoyado por Cambio Radical, lo demandó hace poco y por tercera vez. Entre tanto, sus áulicos usan las redes sociales y todos los mecanismos de la propaganda negra para hostigar al columnista y silenciarlo.

Abad contó detalles de su primera audiencia: “El duro (Luis Pérez) se baja de una inmensa camioneta negra, blindada, último modelo, vidrios polarizados. En el bolsillo de la camisa, bordado en rojo, su nombre… Entra al edificio flanqueado por dos hombres jóvenes, pelo cortado al rape, traje y camisa oscura, de esos que si uno ve venir de frente por la noche, prefiere cambiar de acera. Luego me entero de que son sus dos abogados” (El Espectador, “El proceso”, 22.08.15).

Todos los enemigos de la libertad se parecen. Ellos no deliberan; su especialidad es la intimidación. En este caso no importa que sea una intimidación semilegal. Cualquiera sabe lo que se siente ante la escena que le tocó a Héctor Abad en el juzgado la semana pasada. Si no lo sabe puede ver “Buenos muchachos” de Martin Scorsese o poner en Youtube a un gorila de Donald Trump sacando al periodista Jorge Ramos de una rueda de prensa.

Libertad es lo que se pierde en Venezuela y Ecuador hoy. Y lo que se perderá ante cualquier mal voto que den los ciudadanos ahora o en el futuro.

El Colombiano, 30 de agosto

jueves, 27 de agosto de 2015

Redes cívicas y redes predatorias

Para analizar el papel del empresariado en la situación de Medellín en las últimas décadas hay que empezar por excluir a los grandes grupos del país que invirtieron en la ciudad desde los años setenta y que, a raíz de las dificultades económicas y la crisis social, decidieron irse. Hablo de los que decidieron quedarse. Dicho esto, creo que la línea maestra para el análisis es la que resulta de las redes que han construido los empresarios en los últimos 35 años. En Medellín –y esto es aplicable a Colombia– hay dos tipos de redes en contienda por el poder social: redes cívicas y redes predatorias.

Llamo red predatoria a la conjunción de intereses entre políticos, mafiosos y empresarios, que usaron la violencia y la política como vías de acumulación de riqueza. El factor central de esta red es el lavado de dinero; tuvo algunas actividades preferenciales en propiedad raíz, logística, juegos de azar, entretenimiento, deporte, aunque pudo extenderse a otras; y ha usado dispositivos como las licencias públicas, el contrabando, la farándula. Aunque este es un mundo oscuro por definición, indicios de esta red pueden encontrarse en los juicios por parapolítica, algunos fallos judiciales y las investigaciones del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

De otro lado, existe una red cívica cuyo origen se remonta al frente común que hizo una parte de la sociedad antioqueña ante el desafío del Cartel de Medellín al Estado. Diversas iniciativas civiles confluyeron en 1990 y sirvieron de puntal a los trabajos de la Consejería Presidencial para Medellín. Organismos no gubernamentales, sindicalistas y otros movimientos sociales, y una franja importante del empresariado se juntaron de manera inédita en la región y en el país a propósito de lo que en ese momento se llamó “alternativas de futuro para Medellín y Antioquia”.

Esa red cívica es la principal responsable de la recuperación de la ciudad y de lo que ahora se conoce como el “modelo Medellín”. El esquema fiscal de la ciudad, las alianzas público privadas, los espacios de participación, los organismos de control ciudadano, el comité universidad-Estado-empresa, la fortaleza de las empresas públicas, la importancia dada a los derechos humanos, los nuevos liderazgos en la política, son rasgos de la nueva gobernabilidad de la ciudad.

En el componente empresarial, esta red tuvo su ancla en la creación, en 1975, de la Fundación Proantioquia “como una respuesta anticipada a la necesidad de discutir, analizar, valorar y apoyar, desde el sector privado, políticas públicas de carácter regional y nacional”. Su orientación puede deducirse de las principales iniciativas nacionales y regionales que ha promovido: Corporación Excelencia en la Justicia, Transparencia por Colombia, Fundación Ideas para la Paz, Fundación Empresarios por la Educación y el Programa Medellín Cómo Vamos. La simple enumeración indica una visión estratégica que trasciende la ciudad y ha influido en el país.

Arcadia, 119, agosto de 2015

lunes, 24 de agosto de 2015

La apuntada

En el foro de candidatos a la Alcaldía de Medellín convocado por Fescol, El Espectador y la Universidad Eafit, realizado el pasado 20 de agosto, surgió una propuesta muy importante para la ciudad: la de realizar un pacto por la transparencia. La idea consiste en que los seis aspirantes hagan públicas las fuentes de financiación de sus campañas y los nombres de sus equipos de trabajo, con la intención de darle confianza a la ciudadanía de que no hay nexos con criminales, parapolíticos o personas ligadas a la ilegalidad.

Este tema es crucial para Medellín. Como dijo uno de los candidatos, se pueden discutir prioridades y políticas pero tiene que erigirse una barrera indiscutible entre el crimen y la política. Todos los candidatos expresaron su acuerdo y los organizadores del foro tienen la meta de que se suscriba formalmente.

Las declaraciones de buena voluntad son importantes. No hay que tomarlas con cinismo. Pero el tema no es fácil. Traigo a colación un método que instauró en Medellín un alcalde de infausta memoria que se llama “la apuntada” y que –me dicen– está otra vez en práctica en esta campaña. La apuntada funciona de varios modos. Uno, “financie mi campaña y yo le devuelvo el triple en contratos”. Ya se entiende que contratistas, como el de la Loma de los Balsos, sigan campantes burlándose de los ciudadanos y las administraciones, porque ya se están apuntando para los próximos cuatro años.

El otro sistema es de frente. Ir a la comunidad a firmar un supuesto contrato o pacto por cual el candidato se compromete a poner un columpio en un parque (o poco más) y la comunidad se compromete a votar por él. En este caso el candidato le quita a la persona su condición ciudadana y lo convierte en un cliente, en un pequeño mercachifle que vende sus derechos básicos por cualquier pendejada.

“La apuntada” la usaron los narcotraficantes hace años en varias partes del Valle de Aburrá. Recogían plata entre la gente para mandar mulas a Estados Unidos y Europa con la promesa de devolverles cuatro o cinco veces lo entregado. Muchas personas “de bien” se apuntaron sin preguntar pero sabiendo que era un crimen; unas se embolsillaron su plata y otras la perdieron porque las mulas caen, y se caen más las de los incautos.

Eso es parte de la cultura mafiosa. No hay narcotraficantes, que sepamos, entre los candidatos, pero hay campañas en Medellín y municipios vecinos, y a la Gobernación de Antioquia, que operan con este y muchos otros métodos practicados por la mafia. Cuando un político solo habla con el lenguaje del dinero encuentra unos interlocutores inmediatos que son los mercaderes sin escrúpulos y los criminales. Al lenguaje del dinero tiene que oponérsele el lenguaje ciudadano de la persuasión, la legalidad y la ética.

El Colombiano, 23 de agosto

martes, 18 de agosto de 2015

Gaviria

Una parte importante de las políticas adoptadas por la administración de Aníbal Gaviria Correa solo podrá ser evaluada a mediano plazo debido al carácter estructural y a la vocación indefinida que tienen. La creación del consorcio público, el cambio en la estructura burocrática del municipio o el proyecto Parques del Río son medidas de ese tipo. Todas tuvieron críticas diversas pero su bondad no se puede determinar a priori.

En aspectos específicos la ciudad no avanzó. El deterioro del centro de la ciudad continuó sin que todavía exista un proyecto serio de intervención. La ineficiencia de la autoridad de tránsito llegó a niveles que fracturaron la ya débil cultura ciudadana de conductores y peatones. Se han escuchado críticas a la forma como se conformó el equipo de la administración y, ciertamente, hay de todo: personas que mostraron solvencia técnica y otras que no se merecieron el sueldo.

Pero hay un tema en el que el legado de Aníbal Gaviria ya es indudable e histórico. Y no se trata de cualquier tema, sino de “el tema”: la seguridad, especialmente, en lo atinente a la vida que es la obsesión de Gaviria desde que entró a la política. Veamos los resultados: en la época de Pablo Escobar, éramos la ciudad más violenta del mundo y hace 14 años –en la época de Luis Pérez– también. Hoy Medellín está fuera de la lista de las 50 ciudades más violentas del mundo y ni siquiera está entre los 5 municipios más violentos del Valle de Aburrá. Terminaremos este año con menos de 500 homicidios y con una tasa cercana a 18 por cada cien mil habitantes.

Como saben todos los expertos en seguridad, es muy difícil aislar el impacto de los factores de la seguridad y hay una cosa cierta: nunca un solo factor explica los éxitos y los fracasos. Pero hay varios elementos de política que ya están siendo evaluados como positivos y que se deben a la gestión de la alcaldía. El aumento en el pie de fuerza policial, haber triplicado el número de cámaras, intervenir en los puntos calientes de la ciudad, incrementar la inversión, elevar la calidad de la información, mejorar la relación con el gobierno nacional. Lo más importante de todo fue la dedicación cotidiana al tema desde la oficina del propio alcalde.

La administración Gaviria deja una base importante para el próximo alcalde constituida por mejor infraestructura tecnológica, administrativa e investigativa; le hereda una política pública de seguridad diseñada sin afanes que incorpora las lecciones propias y ajenas en la materia. Y le deja el enorme reto de hacer sostenible la política de seguridad y bajar las tasas de homicidio a niveles cercanos a 10. El próximo alcalde deberá, además, avanzar en convivencia y cultura ciudadana, y hacer más eficientes el gasto y la inversión.

El Colombiano, 16 de agosto

lunes, 10 de agosto de 2015

De Antioquia me gusta

Las ceibas bongas de la Serranía de Abibe (si no las han acabado de tumbar) y la serranía con neblina; la ruda amabilidad de la gente, que ya escasea; la arepa, blanca, plana, simple, la amarilla también; la pintura minuciosa y poco reconocida de don Alejandro Serna; el ceviche de chicharrón en “La curva del gordo” en Amagá; el Atanasio Girardot lleno y vestido de rojo; Buenos Aires (corregimiento de Andes), que le hace más honor al nombre que la ciudad argentina; Caracolí con el domo plateado que se veía desde el tren; el río Cauca, café, angosto, hondo; el rigor y el compromiso de Cayetano Betancur; las iguanas que se calientan en los techos de zinc de Caucasia; los Farallones del Citará, volubles y majestuosos; el ají de los catíos de Dabeiba; Débora Arango; el Deportivo Independiente Medellín, escuela de sentimientos, el decano del fútbol colombiano, la razón para pasar un fin de semana en la urbe; el chorizo de “Los comerciales” en Don Matías; El Peñol, el que está bajo la represa; los embera; Envigado el viejo, donde crecimos, estudiamos, trabajamos (no el de ahora); el pensamiento díscolo y la prosa espontánea de Fernando González; el ferrocarril, que lo acabaron; los fríjoles con chicharrón, no la bandeja paisa; Gonzalo Vidal que era caucano y se oye todo el año en el himno y el Viacrucis; el personaje de Dalila Sierra en el poema de Jaime Jaramillo Escobar, y todos los personajes y todos los poemas del mismo poeta; Jardín todo, con montañas, gentes, quebradas, pájaros y jóvenes que lo van a mejorar; el sentido de la justicia que ya mostraban un fiscal Escobar y un juez Ferrer hace 120 años, según una crónica de Jorge Mario Betancur, y que ahora está embolatado; la madre Laura, aunque ya sea santa y tenga telenovela; el sabio Manuel Uribe Ángel y toda su obra; María Cano, antes de que la sepultaran en vida; Marsella, sobre todo subiendo; Medellín, dura, diversa, acogedora (pero con menos ruido); los nadaístas erráticos, divertidos y soberbios por necesidad; el río Nechí con babillas navegando en troncos; el valle del Penderisco, con Urrao y demás; Ramón Hoyos, Cochise y todos los ciclistas profesionales, más los aficionados, menos los que se dopan; el rock de acá y todo lo que ha salido de él; Santa Elena, por un recuerdo; Sucre, corregimiento de Olaya; la toponimia española del Bajo Cauca y el Nordeste, la indígena del Occidente y la bíblica del Suroeste; los tule con su cosmogonía orgullosa y sus apellidos europeos; Urabá, lleno de negros, banano, humedad, belleza; el río Verde de los Montes y también el río Verde, sin apellido, pero con piedras grandes; los gurres de San Vicente, es decir, el monumento y los ancestros; Zaragoza en general. Quedan faltando buenas y hay muchas cosas que no me gustan.

El Colombiano, 9 de agosto