miércoles, 24 de abril de 2013

Chavismo

La valoración del tipo de régimen que constituyó la autodenominada revolución bolivariana de Hugo Chávez en Venezuela ha sido objeto de una gran controversia académica, política y mediática. Tal discusión no ha impedido que las caracterizaciones habituales estén dominadas por la etiqueta de populismo; una variedad de régimen político o de gobierno distintivamente latinoamericana.

En la historia política del continente los ejemplos principales de esta política han sido los gobiernos de Juan Domingo Perón en Argentina (1946-1955), Getulio Vargas en Brasil (1930-1945) y Lázaro Cárdenas en México (1934-1940). Sus características básicas fueron un modelo de desarrollo hacia adentro basado en la estatización de sectores estratégicos, creación de una base popular organizada de trabajadores urbanos y rurales empoderada y destinataria de la política social, un ideario nacionalista, un proyecto cultural apoyado en una intelectualidad comprometida.

El chavismo no cumple con ninguna de estas características.

La economía bolivariana depende de la venta de petróleo, cuyos ingresos efectivos en este momento provienen casi exclusivamente de Estados Unidos. El chavismo tomó como primer enemigo social al sindicalismo y llevó a su mínima expresión a la Central de Trabajadores de Venezuela. Los principales movimientos sociales venezolanos hoy son el estudiantado y la juventud que han sido bastiones de la oposición al “socialismo del siglo XXI”.

El chavismo no es nacionalista, es internacionalista. En el interior, el imaginario bolivariano propende por la construcción discursiva de un enemigo interno que, según las elecciones del pasado domingo, es ni más ni menos que la mitad de la población. En el exterior, el régimen se ha puesto al servicio de Cuba, poniendo en manos de la isla procesos estratégicos del país como la defensa del ejecutivo, la información censal y notarial, y las misiones sociales.

El proyecto socialista del siglo XXI carece de una intelectualidad propia, toda es prestada de teóricos y famosos atacados por el síndrome de Siracusa, el mismo que llevó a Platón en su vejez a servir de faro a un tirano que desconocía. El alemán Hans Dieterich inventor de la fórmula y que renegó de Chávez en 2007; el argentino Ernesto Laclau que ha guiado la construcción retórica de los enemigos del régimen; Maradona, eminencia de una corte de bufones con uno que otro colombiano.

Hasta ahora el chavismo ha sido un autoritarismo competitivo, basado socialmente en lo que Marx llamaba el lumpenproletariado y económicamente en una economía extractiva, que ha erigido una nueva clase dominante rentista y corrupta. Ausente el líder carismático, es posible que la élite de poder se incline hacia una dictadura de partido, aumentando las tensiones internas y trasladando el centro del conflicto al seno de las fuerzas armadas. Mientras tanto, su principal apoyo serán las novísimas instituciones internacionales lideradas por el Alba: Unasur y la Celac, en las que Colombia hace las veces de convidado de piedra.

El Colombiano, 21 de abril.

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