miércoles, 30 de enero de 2013

Familias

Madres matan a sus hijos, padres violan a sus hijas, hijos matan a sus padres, parejas dejan bebés en los basureros. Grupos de vecinos rechazan a la policía para proteger un delincuente en El Limonar o en la 13, otro destruyen más de 90 casas de vecinos enemigos en la comuna 3. Pan diario en la crónica roja.

Parece que tenemos que reflexionar un poco acerca de la manera vacía de hablar de la familia y de idealizarla. De niño oía decir que familia que come (o reza) unida, unida permanece. Después vimos que el delito también une, ¿recuerdan que para doña Herlinda Gaviria su hijo Pablo era un santo? Parece que lo importante no es la unidad familiar, sino el tipo de valores y relaciones que se dan en la familia, y el tipo de familia.

En 1958 el sociólogo estadounidense Edward Banfield publicó un libro que en español se llamaría “Las bases morales de una sociedad atrasada”, basado en sus trabajos de campo en el norte y el sur de Italia. Allí introdujo el concepto de “familismo amoral”. Banfield descubrió en el sur de Italia algo que nos debe resultar conocido: un tipo de sociedad basado en la idea de que lo más importante es la familia y, en consecuencia, que todo lo que favorezca a la familia o a uno de sus miembros es bueno, y todo lo que los perjudique es malo.

Banfield puso de presente que bajo este tipo de modelo no hay valores, ni ética alguna, ni es posible construir lazos sociales firmes y duraderos. Me quedan pocas dudas de que el familismo amoral ha sido uno de los pilares de la sociedad antioqueña y una de las explicaciones del éxito de la mafia en nuestra región, y de otras empresas familiares de poca santidad que van desde directorios políticos hasta la Interbolsa de hoy.

Ahora vemos la disolución de la moral más básica y los crímenes más horrendos en el seno de las familias. Ya el familismo amoral no garantiza la unidad familiar, porque la falta de valores no une nada. ¿Y qué familias son? Usualmente jóvenes que crían hijos indeseados, niños levantados por abuelos y por tíos, menores que cambian de padre putativo más rápido que de uniforme escolar. ¿Esa es la familia que defienden los defensores de la familia?

¿A qué familia están dirigidas nuestras políticas públicas? ¿Sobre qué criterios se diseñan los programas de desarrollo humano de nuestras empresas? Es sabido que en el país han sido identificados cerca de 19 tipos de familia, y que el tipo clásico –el que se dibuja en los empaques de papel higiénico– representa menos de la mitad de los hogares colombianos. Hay que volver a pensar en la familia, con menos ideología y más sociología. Y no creer que la familia tradicional es la buena.

El Colombiano, 27 de enero

lunes, 28 de enero de 2013

Top 10: Magio

Les comparto, sin orden específico (sin contar grupos de España):

Charly García - Unplugged

Gustavo Cerati - Amor Amarillo

Maria Gabriela Epumer - Perfume

Robi Draco Rosa - Amor vinci omni

Caifanes - El nervio del volcán

Aterciopelados - Gozo Poderoso

Fito Páez - El amor después del amor

Café Tacuba - Cuatro caminos

Los prisioneros - Pateando piedras

Los fabulosos cadillacs - Fabulosos calavera

miércoles, 23 de enero de 2013

El escritor sin ojos

Hace rato no leo las opiniones del escritor William Ospina. Casi exactamente desde que leí su ensayo “¿Dónde está la franja amarilla?” (1996). Su lectura me resultó desconcertante, pero el desconcierto se me aclaró ante las críticas demoledoras y respetuosas –entre otros– de Eduardo Posada Carbó y Salomón Kalmanovitz. Mi juicio hoy es que tal texto, que se tornó popular, es realmente amarillo.

Al parecer, Ospina acaba de publicar un elogio de Chávez y de su obra. Un entusiasta colega me remitió la entrevista que Cecilia Orozco le hizo, una sustentación de las afirmaciones que –se nota– le parecieron extrañas a la periodista (El Espectador, 12.01.13). Allí, el autor de “La serpiente sin ojos” hace varias afirmaciones: el pueblo venezolano vive contento, hay polarización pero no hay violencia; todo ello, siempre en contraste con lo que pasa en Colombia.

Una cosa interesante de las respuestas de Ospina es que se ubica así mismo como un observador ecuánime. Esto es un avance y resulta atrayente para una discusión medianamente rigurosa. Así que me ocuparé de esas aseveraciones. Qué le guste o no le guste Chávez no es interesante, y que se sienta incómodo con la realidad colombiana es algo compartido por 45 millones de paisanos y, por tanto, superfluo.

Eso de que un pueblo esté contento es una cosa un poco extraña para los estudios sociales, a pesar del empeño que pusieron los pensadores del siglo XVIII en la búsqueda de la felicidad. Y si miramos el último sondeo de Gallup World –una sospechosa empresa imperialista– tiene razón: Venezuela ocupa un honroso cuarto lugar, ligeramente detrás de Panamá, Paraguay y El Salvador.

Otra cosa resulta de mirar dos asuntos críticos para el bienestar de una sociedad: su nivel de desarrollo humano y su tranquilidad. El primero se mide desde hace 25 años por Naciones Unidas, el segundo se puede estimar por la tasa de homicidios. En los 5 años trascurridos entre 2007 y 2011, Venezuela perdió 15 puestos en el ranquin mundial de desarrollo humano, bajando al puesto 73 (PNUD, 2012). En el mismo periodo la tasa de homicidios de Venezuela ha oscilado entre 45 y 52 por cien mil habitantes (UNDOC, 2012).

Ospina hace un énfasis en la violencia, que parece ser el lado flaco de Colombia en cualquier comparación con Venezuela, pero no tiene razón. En la década pasada la tasa de homicidios en Venezuela siempre ha sido más alta que la colombiana y las diferencias han estado por encima de 10 puntos, acercándose a 20 en el 2012. Caracas tuvo una tasa de 108 en 2011. Según la académica venezolana Ana María Sanjuán, en el 2010 ocurrieron en Venezuela cerca de 3.000 secuestros y parece que el fenómeno no cede.

Así las cosas, no quedo muy convencido de irme a vivir a Venezuela o de elegir a un Chávez como presidente de Colombia.

El Colombiano, 20 de enero

lunes, 21 de enero de 2013

Top 10: respuesta de Juan Agudelo

Jorge, demasiadas restricciones en un mundo que cada vez se nos propone sin tanto prejuicio y sin límites musicales… Dijeron latinos, Brasil es Latinoamérica. Que nos haya gustado mirar más a Miami es otra cosa. Y lo de españoles es porque, de una buena vez deberíamos comenzar a tener en cuenta una cantidad de buenos grupos españoles, que ni los mismos españoletes promueven.

Ahí va mi lista de latinos
  1. Charly García, Parte de la religión
  2. Los Saicos, Demolición
  3. Chinoy, Que salgan los dragones
  4. Luis Alberto Espineta, Almendra
  5. León Gieco, Bandidos rurales
  6. La Pequeña Orquesta Reincidente, Miguita de pan
  7. Fito Páez, El amor después del amor
  8. Caifanes, El silencio
  9. Héctor Buitrago, Conector
  10. Soda Estéreo, Signos
  11. Andrés Calamaro, Honestidad Brutal

jueves, 17 de enero de 2013

Medellín y los límites del éxito en seguridad

Medellín y los límites del éxito en seguridad

RAZÓN PÚBLICA
REGIONES

Domingo, 13 de Enero de 2013 23:02

Tags: bacrim, combos, conflicto armado, envigado, fuerzas militares, jorge giraldo ramírez, medellín, policía, seguridad democrática

La reciente masacre mafiosa en Envigado refleja una paradoja: se ha logrado bajar la tasa de homicidios, pero una nueva violencia difusa se resiste, alimentada por el desplazamiento, la fragmentación social y las rivalidades políticas.

Puede leerse en:  http://www.razonpublica.com/index.php/regiones-temas-31/3503-medellin-y-los-limites-del-exito-en-seguridad.html

lunes, 14 de enero de 2013

Guillermo Hoyos Vásquez

Durante el puente más deprimente del año, el 5 de enero, murió en Bogotá Guillermo Hoyos Vásquez, uno de los filósofos e intelectuales más importantes del país.

La última vez que estuve con Guillermo Hoyos fue hace poco más de dos meses en la asamblea de la Sociedad Colombiana de Filosofía, entidad de la que compartíamos membresía. Durante muchos años nuestro lugar de encuentro fueron los congresos, conferencias, presentaciones de libros, como se supone que sea entre personas que comparten una vocación, que también es profesión y disciplina.

Pero no fue en la arena filosófica donde conocí a Hoyos; fue en el humus de la acción social. Fue durante el momento de mayor entusiasmo para mi generación: el proceso constituyente que se inició en 1989 y culminó con la proclamación de la constitución política de 1991. Hoyos vio en él, básicamente, un proceso democrático cuyo principal aporte fue “hacer conciencia en el pueblo del principio de soberanía popular como procedimiento”.

Esta remembranza pone de presente el doble carácter de la vida de Guillermo Hoyos Vásquez. De un lado, el filósofo formado en Alemania en la década del sesenta, traductor de Jürgen Habermas y renovador de la tradición fenomenológica en Colombia. Del otro, el intelectual público, cofundador del Cinep en 1974, partícipe en las iniciativas de paz de los años ochenta y promotor de los incipientes debates de bioética en lo que va del siglo. (Para una síntesis de su trayectoria consúltese el artículo de Oscar Mejía Quintana, “Guillermo Hoyos Vásquez: testimonio para una biografía intelectual”.)

Ahora. No se trata de dos caminos separados. Hace algunos años durante una conferencia en Medellín, Hoyos afirmó que en Latinoamérica y Colombia la filosofía estaba obligada a ser filosofía política. No desconocía la validez de otras ramas de la filosofía, ni mucho menos la potencia que ellas pueden ofrecer a la actividad humana. Su énfasis apuntaba a la tarea urgente de hacer sociedades más equitativas, democráticas y decentes, y a la imposibilidad de que el filósofo ignore esa demanda.

La vida de Guillermo Hoyos ilustra el esfuerzo por cumplir con su preceptiva. De eso da cuenta el título del volumen que se publicó en el 2008 en su homenaje: “La responsabilidad del pensar”.

En Hoyos la responsabilidad se expresó en una enorme capacidad de trabajo que, incluso, le permitía sobreponerse a la enfermedad que lo agobió en los últimos años pero que no le disminuyó su actividad y protagonismo. También en su comprensión de la importancia de las instituciones, pues Hoyos no parecía creer en el trabajo solitario: siempre estuvo en instituciones, creando, alentando, dirigiendo.

Guillermo Hoyos, nacido en Medellín en 1935, es sin lugar a dudas uno de los personajes más importantes del país en varios ámbitos en los últimos 45 años. Como tal es un ejemplo.

El Colombiano, 13 de enero

viernes, 11 de enero de 2013

¿Se salvará el 2012?

Para eludir juicios de ciclo largo, me limitaré a afirmar que el año 2012 ha sido el peor para el Estado colombiano desde 1991. En la ciencia política se evalúa la fortaleza de un Estado por su capacidad para hacer creíbles los monopolios de la seguridad, la justicia y la tributación. Son señales de la fortaleza de un Estado la protección de sus fronteras, una política económica inclusiva y la participación de los impuestos en los ingresos generales.

Desde 1991 el Estado colombiano había venido fortaleciéndose. Mejoró su capacidad de recaudo y con ello aumentó el gasto público social, que produce inclusión. Desde 1999 construyó un nuevo Ejército y mejoró significativamente su eficacia, desmanteló el paramilitarismo y derrotó a la guerrilla. Lo más importante incrementó su legitimidad.

En 2012 varios y grandes han sido los retrocesos en materia de construcción del Estado. El primero, el fallo de La Haya que cercenó una parte importante del mar territorial colombiano y del que el actual gobierno no puede exonerarse. La burda negociación del gobierno con las cortes, aumentó la corrupción, la venalidad y el descrédito de la rama judicial. Después la aprobación de una reforma tributaria que debilita las finanzas del Estado con la típica fórmula de hacer populismo con los pobres, subvencionar a los ricos y poner a pagar a la clase media.

Las medidas del gobierno Santos han agudizado el cambio de estructura económica del país, convirtiéndonos paulatinamente en una economía dependiente del sector minero y energético con una agricultura y una industria débiles. Con dos agravantes, no somos tan ricos en materia minera y el Estado está regalando, en la práctica, los recursos naturales, como lo demuestran los trabajos de Guillermo Rudas y privilegiando a los inversionistas foráneos (Marta Lucía Ramírez, El Tiempo, 23-12-12).

La democracia colombiana está resentida en su legitimidad. El presidente de la República tiene una favorabilidad inferior a la que tuvo Samper en sus peores momentos y el desprestigio de la justicia y del congreso es absoluto. Con pocas excepciones, los congresistas no han mostrado ser representantes de la ciudadanía sino un simple grupo de presión más que legisla para su propio interés, el de sus financiadores y el del Ejecutivo.

¿Qué mensaje le trasmite a la gente el ministro de Hacienda cuando sostiene -como lo hizo defendiendo la reforma tributaria- que el Estado no necesita plata? Si no necesita, ¿por qué no hay infraestructura, la salud está en crisis y la inversión en ciencia y tecnología sigue entre las más bajas de la región? Si el Estado colombiano no necesita dinero, es porque el 34% de la población bajo la línea de pobreza está condenada.

Rectificación: El presidente de la Bolsa de Valores de Colombia no hizo parte de la junta directiva de Interbolsa como afirmé en esta columna el 16 de diciembre pasado. Pido disculpas.

El Colombiano, 6 de enero

jueves, 10 de enero de 2013

Aniversario de películas

Se acaba el 2012 y como desde hace sesenta años la revista británica Sight & Sound cada año terminado en 2 realizó una encuesta entre críticos sobre las mejores películas de la historia. Este año hubo noticia con la entronización de “Vértigo” (Alfred Hitchcock, 1958) como la nueva mejor película.

Los caminos de la crítica son herméticos, a veces incomprensibles y siempre conservadores. Tal vez por eso, el diario El País de España decidió realizar una votación entre el público sobre el mismo tópico. Los resultados son muy distintos a los de los críticos y para mi perspectiva particular de lego en la materia, más adecuados a mi gusto. Lo curioso del podio final es que las tres películas más votadas cumplieron décadas en este año que termina: El padrino (Francis Ford Coppola, 1972), Blade runner (Ridley Scott, 1982), Casablanca (Michael Curtiz, 1942). Que el público no haya cedido a los impactos fílmicos más recientes, muestra que la gravitación de estas obras es mayúscula.

Es coincidencia que el origen de las tres películas sean obras pensadas con un destino diferente al cine. Casablanca surgió de la obra de teatro “Everybody comes to Rick’s” de Murray Burnett y Joan Alison (1938), El padrino de la novela de Mario Puzo (1969) y Blade runner del libro de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” (1962). Puede decirse que las películas hicieron célebres a los libros, aunque Dick se ha convertido en el más celebrado escritor de ciencia ficción y con ello se ha hecho un lugar en la historia por derecho propio.

¿Puede decirse que estas películas con clásicos? A despecho de los ortodoxos, sí. Hace varias décadas el escritor Italo Calvino propuso 14 definiciones de los que es un clásico; lo hizo pensando en literatura, sin embargo, a mi modo de ver, esas definiciones son aplicables al cine y particularmente a estas tres películas.

Hay una especialmente aplicable a ellas: son películas que “se configuran como equivalentes del universo”. Es una proeza el logro de retratar gran parte de los problemas humanos y de los dilemas morales a través de las tensiones entre tres personas enamoradas en la frontera de una guerra descomunal, el afecto y las diferencias en el seno de una familia mafiosa y la desesperación de cuatro androides buscando prolongar la vida en una tierra prohibida.

Casablanca, El padrino y Blade runner están lejos de ser obras originales; todo lo contrario, son temas de la tradición literaria y artística. Pero pudieron decantar en la brevedad de una película, en la economía de sus textos, el poder de sus personajes y la capacidad creativa de sus escenas la emoción, la reflexión y la angustia de muchas de las situaciones que vivimos. Esperamos de ellas que nos ayuden a comprender mejor a los demás y a nosotros mismos.

El Colombiano, 30 de diciembre