martes, 24 de enero de 2012

Chequeras, canteras, sanguijuelas, en el fútbol

La rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona alcanzó niveles globales, y ha desatado una variedad de reflexiones sobre el juego, el negocio, las organizaciones, y otras menos comunes sobre el arte, la cultura, la filosofía. El contraste entre los duelos de esta semana por la Copa del Rey y el comienzo del torneo colombiano es patético. Que sea un pretexto para hablar de los tipos de clubes de fútbol. Propongo tres: los que se basan en el dinero, los que hacen escuela y los negocios de renta privada rápida, es decir, chequeras, canteras y sanguijuelas.

El Madrid de los últimos 12 años es el prototipo de club que deposita todas sus esperanzas en la chequera: comprar los mejores jugadores, pagar sumas exorbitantes, romper el mercado para ganar. En esa estela están Manchester City, Chelsea, PSG. Algunos países han usado el dinero para introducir el fútbol en sus culturas: Estados Unidos, Japón, los árabes.

El Barcelona de los últimos 20 años es el prototipo de los equipos que tienen una filosofía del juego, una escuela (La Masía) y un método, cuyo objetivo es enaltecer el espectáculo y tratar de ganar. Algunos intentan seguir esta senda, como el Arsenal, el Athletic Bilbao, pero la mayoría son inconsistentes. También hay clubes que se basan en la cantera pero básicamente como vía para formar jugadores y ponerlos en el mercado, como pasa con la mayoría de los equipos brasileños, argentinos y uruguayos.

El periodista Jorge Barraza describió bien lo que se llama aquí las sanguijuelas. Dice Barraza que Suramérica es continente de clubes pobres y dirigentes ricos. La cosa se basa en hacer que los clubes carguen con los gastos y que todas las ganancias vayan a los bolsillos de los dirigentes, con el cuento de la propiedad de los pases y el papel de los representantes.

De todos estos tipos hay ejemplares en Colombia y en Antioquia. En los ochenta tuvimos las chequeras de la mafia y los equipos más ganadores eran los de más presupuesto. Ahora, por fortuna, hay más dineros legales, y clubes como Nacional, Junior y Cali viven al ancho que les permiten los grupos económicos que se adueñaron de ellos.

Cantera para hacer escuela no hay. Hay cantera para vender jugadores y enriquecer a los cazatalentos y a unos intermediarios feroces en el negocio de las piernas. Hay equipos como Envigado que se pueden dar el lujo de no tener afición y que espanten en su estadio porque lo suyo es el mercado de los pases.

Después están las sanguijuelas que son casi todos. Pero hay unas especies peores que otras. Los equipos que canalizan recursos que el Estado debiera gastar mejor en otras cosas, como los de Bogotá, Quindío, Pasto. Véase como muestra el chantaje que el Itagüí le hizo al municipio para sacarle la bicoca de 2.500 millones anuales. Entre las sanguijuelas entra, cómo no, mi equipo el Medellín. Pero la actual dirigencia supera la condición de simple chupasangre, porque lo que está haciendo es chupándose el alma de la hinchada, acabando con la afición más apreciada por su lealtad. Esos son vampiros.

El Colombiano, 23 de enero 2012

jueves, 12 de enero de 2012

Un proyecto cívico antioqueño

La revista Semana publicó en diciembre un volumen especial de 242 páginas titulado “La fuerza de Antioquia”. El subtítulo engañosamente publicitario es “Una tierra vanguardista que avanza al ritmo del siglo XXI”. Puede dar lugar a muchos equívocos una publicación como esta, sobre todo porque muchas veces son usadas como estrategias de mercado y vaciadas con publirreportajes.

No es este el caso. Hay una mirada general –casi enciclopédica– a la región con la dosis suficiente de miradas críticas y evaluaciones juiciosas, con balances equilibrados de casi todos los actores. Este clima denota un cambio en la postura paisa: hay autocrítica, poca autocomplacencia y más realismo para encarar los problemas. Esto hace parte del cambio cultural.

Visto de conjunto el material que se presenta, me parece que se puede resumir en dos palabras: reinvención y proyecto.

El anónimo autor de la introducción usa la palabra reinvención. Este es un descubrimiento relativamente reciente de la prensa y la academia internacionales que se puede condensar en la idea de que hace 15 años Medellín era la imagen global de ciudad problemática y hoy es vista como ciudad de soluciones. También se trata de una ventaja relativa deriva de la visibilidad que le otorga a Antioquia el contraste con la crisis crónica del Valle del Cauca y el más reciente desbarajuste bogotano.

La palabra proyecto no aparece en el texto pero ilustra bien su contenido. Me gusta más proyecto que modelo, que es la palabra que ha usado la tecnocracia de las dos últimas administraciones municipales. Proyecto es una palabra más modesta, que ilustra mejor un esfuerzo de más de 20 años y nos recuerda todos los días que faltan muchas cosas por hacer.

Pero, ¿cuáles son las líneas maestras de ese proyecto? La primera es la transformación del regionalismo en una fuerza positiva. Llámese como se quiera: sentido de pertenencia, patriotismo solidario, republicanismo, civismo regional, lo cierto es que muchos antioqueños nunca se fueron, ni se llevaron la plata y las ideas para otra parte. Incluso, muchos de los que se fueron, mantuvieron su compromiso con lo que se estaba sufriendo y luchando en la región.

La segunda línea maestra es la consolidación de una masa crítica dirigente en la que convergen empresarios, políticos, intelectuales y líderes sociales. Con excepción de pequeños núcleos de ortodoxos y resentidos, un ejercicio de diálogo que empezó en los años noventa se convirtió en una red tupida de relaciones, acuerdos y alianzas entre sectores muy diversos. Esta masa crítica se hizo pública en las últimas elecciones regionales, ante el peligro representado por el tridente clientelismo, corrupción y economía criminal.

La tercera línea está conformada por los criterios rectores que se vislumbran en lo que estamos haciendo. Un corte de cuentas con la violencia y con el enriquecimiento ilegal en el campo social; una mayor valoración por la educación, el pensamiento y las artes en el campo cultural; una visión global y moderna en el campo de los negocios; más apertura política y más audacia de los nuevos líderes.

Las posesiones en sus cargos del gobernador Fajardo y el alcalde Gaviria consonaron bien con este ideal. El asunto es que ya no basta la esperanza, necesitamos más realizaciones.

El Colombiano
, 9 de enero del 2011