miércoles, 14 de noviembre de 2012

Favio en los corazones

La muerte de Leonardo Favio debe ser un motivo de duelo en la cultura popular latinoamericana y también en el arte. No solo en Argentina donde hay motivos adicionales y nada desdeñables. Que la figura de Favio le diga poco a la mayoría de la gente, es solo fruto de la ignorancia.

Favio, bautizado Fuad Jorge Jury, es uno de los principales referentes del arte latinoamericano. Y lo es fundamental e indiscutiblemente por su carrera cinematográfica. Críticos y público lo han consagrado como el mayor director de cine de Argentina, lo que no es poca cosa; al fin y al cabo el cine argentino es uno de los más importantes del continente. Su primera película, “El amigo”, data de 1960.

Su importancia como cantante y compositor es menor. Como intérprete está lejos de una figura como Sandro y como compositor más lejos aún de gente como Charly García. Su propia valoración en el mundo de la canción es que “le permitió vivir”, es decir, ganarse los pesos cuando una dictadura le bloqueó sus proyectos en el cine. Pero, aún así, hizo un par de álbumes muy buenos: su primero, “Leonardo Favio” (1968) y “Era… cómo podría explicar” (1974); y canciones sobresalientes como “El amanecer y la espera” o “María va camino a la vejez”. Tal vez tenga el mérito de ser el primer baladista en generalizar el uso del vos.

Además, siguiendo en la música, fue de los pocos que mantuvo conexiones con el rock y con el folklor. En 1968 popularizó el tema “Para saber cómo es la soledad” de Luis Alberto Spinetta y, después le mostró a las nuevas generaciones cosas antiguas y poco conocidas como “El niño y el canario” de don Hilario Cuadros, el fundador de Los Trovadores de Cuyo.

Este último dato no es gratuito. Favio era cuyano, lo que puede explicar no solo el gusto por su música en la zona cafetera colombiana –donde sus paisanos como Antonio Tormo o el Conjunto América siguen siendo exitosos en los pueblos– sino también que haya elegido a Pereira para vivir el exilio al que se vio sometido después de una masacre que le tocó presenciar en 1973, en una manifestación de bienvenida a Juan Domingo Perón.

Nacido en cuna humilde, abandonado por su padre y criado en hospicios varios, la sensibilidad social y política de Favio se dejó sentir fuera del cine y la canción. Fue uno de los iconos del peronismo, pero pasó a ser un patrimonio nacional. Hace años, cuando le pregunté por él a un académico peronista me dijo: “Lo amamos”; pero los colegas antiperonistas igual lo valoran.

Leonardo Favio es el caso más reciente de ese fenómeno peculiar que es el duelo por la muerte del íntimo lejano.

El Colombiano, 11 de noviembre del 2012

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