martes, 21 de agosto de 2012

Olímpicas

Los resultados de los juegos olímpicos siempre suscitan inquietudes. ¿Por qué el éxito? ¿Por qué en ciertas disciplinas? Estamos hablando de países y de banderas, por más que les pese a los enemigos de las patrias que se sienten, como lo confesó hace poco Paul Kennedy, como marcianos.

La mayoría de las especulaciones políticas se van al suelo. Les va tan bien o tan mal a las democracias como a las dictaduras, a los órdenes liberales como a los populistas. China supera por mucho a Japón, pero Corea del Norte apenas hace un tercio de su vecina del sur. Veintiún años después de la disolución de la Unión Soviética esta le hubiera ganado los juegos a Estados Unidos. Pero lo cierto es que los Estados fallidos tienen malos desempeños deportivos ya que entre los primeros 15 países del ranquin de Foreign Policy solo Afganistán se ganó un bronce.

La economía nos despista un poco. A Brasil le va peor que a la Italia en crisis, la mediocre Colombia le gana por mucho al exitoso Chile y la riqueza mexicana no tiene nada que hacer con la dieta de cupones de los cubanos. Pero es diciente que en la lista del Banco Mundial de los 30 países más pobres, según el producto per capita, sólo haya tres medallistas, mientras entre los 30 primeros sólo hay 4 países sin preseas.

Algo muy parecido ocurre con las tasas de alfabetización. De los 30 países menos alfabetizados del mundo, de acuerdo con los datos del Pnud, apenas 2 subieron al podio en Londres, mientras entre los 30 países con mejor tasa de alfabetización sólo 4 países no tuvieron medallas, pero entre ellos están Tonga y Antigua & Barbuda, cuya población acumulada es inferior a la de Itagüí.

Se puede hallar cierta correlación inversa entre éxito olímpico y violencia. La segunda región más violenta que es Centroamérica apenas se ganó una medalla de plata, la más violenta que es África del sur ganó 7, pero 6 son de Suráfrica. Surámerica que es la tercera en este indecoroso ranquin obtuvo 30 medallas, una cifra muy inferior a sus dimensiones y en conjunto perdería las olimpíadas con Australia.

Sin embargo, hay excepciones. Jamaica que tiene la cuarta tasa de homicidios más alta del mundo tuvo un desempeño brillante en las dos últimas olimpíadas. Casi todas sus preseas son en atletismo, quizás debido a que –como dijo una velocista jamaiquina– “cuando escuchamos una pistola echamos a correr”.

Al final hay cosas que dan más certidumbre. Una fuerte disciplina individual, apoyada por la familia y rodeada, aunque sea, por un pequeño grupo de profesionales, puede redundar en una hazaña deportiva. Si existe apoyo estatal, como el que surgió en Colombia en los dos gobiernos anteriores, se puede obtener un balance mejor. Pero parece que un factor crítico es la formación deportiva en el sistema educativo.

El Colombiano, 19 de agosto

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