lunes, 23 de abril de 2012

El pelo del gato

Durante los últimos años he sentido los efectos de dos transeúntes nocturnos de la Avenida El Poblado. Un personaje, que me imagino circulando por los andenes de norte a sur, que destruye recurrentemente las vidrieras de los estacionamientos de buses y de los dispositivos de publicidad, algunas vitrinas y avisos corporativos. El otro que circula en una motocicleta de alto cilindraje, que me parece escuchar de sur a norte, usando la avenida como pista de carreras y desplegando un ruido atronador. Creo que pasa lo mismo en otras avenidas de la ciudad.

Estos dos hombres son representantes del pequeño vandalismo, la destrucción en pequeña escala de los bienes públicos, tanto materiales como intangibles. El primero, que me represento como uno de los llamados con decencia “habitantes de la calle”, que trata de inutilizar o al menos deslucir el mobiliario urbano. El otro, que me parece más bien un malcriado de estratos altos, que despierta vecindarios, aturde amantes y provoca accidentes.

Estos vándalos, el de costal sucio de cabuya y el de la moto brillante de 5 millones de pesos, pueden ser las figuras de los destructores urbanos: los ladrones de cables, los deliberados atacantes de las cámaras de seguridad y la iluminación pública, los involuntarios derribadores de postes y semáforos, los que rayan fachadas de casas y edificios, los que petardean locales comerciales y sedes bancarias, las hordas de derrotados en las tardes de fútbol, el desocupado que se llevó un pelo del bigote del gato de Botero. Más todos los que violan cotidianamente las normas básicas de la convivencia.

Tienen sus pares en las clases alta y media: los saqueadores silenciosos del patrimonio histórico, los cleptómanos de los pequeños tesoros de las oficinas públicas o corporativas, los reducidores del mercado cultural, los morbosos de la ostentación. Pero sigue siendo pequeño vandalismo.

El pequeño vandalismo suele ser banalizado o elogiado. Se banaliza por pequeño, pero se olvida que la escala y la recurrencia que tiene en nuestra sociedad supone un costo económico significativo y un daño mayor a la convivencia y a la idea, aún débil entre nosotros, de lo público. Se elogia dizque porque puede ser una señal de inconformismo o de resistencia social, de carácter ante el adocenamiento o por el atractivo estético que entrañan, a veces, las conductas desviadas.

No creo que se deba banalizar y tampoco que ante el pequeño vandalismo acudamos, como último recurso, a la paciencia o a la pura resignación. Pero ello no nos debe hacer olvidar que sigue siendo pequeño, que se trata de un pelo del bigote del gato de Botero. Y que hay otro vandalismo que representa –siguiendo la metáfora– destruir o robarse o comerse el gato completo. El terrorismo, la corrupción, el daño grave al medio ambiente, el corporativismo que se apropia de ramas enteras del Estado (por estos días, bien representado por la judicatura), todos estos fenómenos ilustran bien la acción de los grandes vándalos.

El Colombiano, 15 de abril

miércoles, 11 de abril de 2012

Las preferencias del Procurador

Mi revisión de los relatos evangélicos sobre la pasión de Cristo me remiten a dos tipos de jueces: el juez indiferente que mira para otro lado y se lava las manos como Pilatos (Mt. 27: 24) y el juez inclemente como Caifás. Se entiende que en Semana Santa me pregunte qué clase de juez es el Procurador General de la Nación.

Así que me propuse una pequeña investigación sobre los fallos de esta Procuraduría contra los alcaldes del país desde 2008. La información disponible no parece muy completa y los totales de sanciones difieren mucho según las fuentes, pero los casos que logré registrar suman 81. Para mi análisis deseché aquellos movimientos que no lograron siquiera el 1% de las alcaldías del país o sea 10, por lo bajo.

¿Cuáles son los partidos más castigados teniendo en cuenta la relación entre electos y sancionados? El resultado es: Polo Democrático 15%, Convergencia Ciudadana 11%, Partido Verde 10%, Alianza Social Indígena 9,8%, Partido Liberal 9,2%. ¿Cuáles son los partidos menos castigados teniendo en cuenta este mismo parámetro? Colombia Democrática 2,9%, Alas Equipo Colombia 4,8% y Partido Conservador 5%.

Este primer examen permite una hipótesis provisional: a la Procuraduría no le gustan los partidos alternativos como Polo, Verde y ASI, y parece más indulgente con los conservadores. Pero todavía sería necesario establecer otra correlación. Como el tamaño de las representaciones partidarias tiene un rango tan amplio que se mueve entre los 20 alcaldes del Polo y los 240 conservadores, es necesario establecer las diferencias entre el porcentaje de electos y el porcentaje de sancionados por cada colectividad.

En este caso la pregunta es, ¿cuáles son los partidos más castigados en relación con su participación en el total de alcaldes? El resultado es: Polo Democrático +13,2%, Partido Verde +8,2% y Alianza Social Indígena +6%. Y ¿cuál es el partido menos castigado según este mismo criterio? El Partido Conservador -16,9%. De aquí resulta una curiosidad y es que partidos con jefaturas involucradas en la parapolítica como Alas Equipo Colombia, Colombia Viva y Colombia Democrática han tenido menos sanciones en relación con su participación en el total de las alcaldías.

Por departamentos, los más castigados son Santander (9) y Tolima (8). Mientras los menos son Antioquia (3), Boyacá (2) y Huila (2), Caldas es el único departamento significativo (digamos con más de 10 municipios) que no tiene sancionados. Es decir, los alcaldes menos sancionados están en departamentos de tradición conservadora.

El último aspecto de mi análisis tiene que ver con la severidad de las sanciones. Cuando la Procuraduría desarrolla investigaciones 3 de cada 4 alcaldes terminan recibiendo sanciones de más de 10 años de inhabilidad, lo que sin dudas demuestra mucha severidad y poca capacidad para ponderar las penas.

Mi conclusión provisional, hasta que me muestren mejores datos es que la Procuraduría ha actuado como Pilatos cuando se trata de conservadores. Cuando se trata de los nuevos partidos de centroizquierda el Procurador es como Caifás, que al decir de los evangelistas no necesitó testigos (Mt. 26: 65).

El Colombiano, 8 de abril

martes, 10 de abril de 2012

Economía criminal en Antioquia: narcotráfico


Este libro surge del encuentro imprevisto de varias trayectorias investigativas, un encuentro que demuestra la importancia estructural y estratégica que tienen las economías criminales en Antioquia.

Después de más de una década de trabajo sobre la violencia urbana y los problemas humanitarios en el departamento, la socióloga e historiadora Ana María Jaramillo encontró la ocasión para preguntarse por el estado de los estudios regionales sobre narcotráfico. La respuesta señala el desplazamiento que ocurrió en las preocupaciones de los investigadores antioqueños –académicos o no– hacia el conflicto armado y sus secuelas en materias humanitaria y de seguridad.

Gustavo Duncan transformó su conocimiento y dedicación al estudio de los fenómenos de autodefensas y paramilitares en un intento por comprender las relaciones entre tráfico de drogas, crimen y poder tanto social como político. En mi caso, la pérdida de centralidad del conflicto armado de carácter político y la inquietud por las fuerzas que alimentan la inseguridad en la región ha orientado las pesquisas hacia la economía criminal. Y en este punto confluye el conocimiento de varios colegas de la Universidad EAFIT, en especial del profesor Alberto Naranjo.

Superados o en vías de superación los fenómenos épicos del Cartel de Medellín, las milicias populares, las Auc y las aventuras urbanas de las Farc y el Eln –que han dado para películas, novelas, documentales, afectos y odios, aquí y afuera– queda la más opaca y no menos cruda presencia del narcotráfico como eje articulador de otras economías criminales e informales, y como expresión de una cultura permisiva, incómoda con la legalidad y atraída por el enriquecimiento y el ascenso social rápidos. Este es el punto de encuentro de la búsqueda de los investigadores reunidos en este volumen.

La Fundación Proantioquia cumplió con la necesaria función de facilitar este encuentro. Varias conversaciones con su Presidente Juan Sebastián Betancur alrededor de la pregunta por las condicionales regionales que propician la criminalidad en Antioquia fueron conduciendo al interés por las condiciones en que funciona la justicia, la debilidad de las instituciones locales y el poder económico ilegal, entre otros factores.

El resultado práctico fue el apoyo financiero de Proantioquia a un proyecto de investigación que involucró a investigadores de varios departamentos de la Universidad EAFIT, coordinados desde el Centro de Análisis Político de la misma. Fruto de este apoyo son los artículos de Duncan y Giraldo y Naranjo. El trabajo de Ana María Jaramillo proviene de otro proyecto diferente, como se indica en el respectivo lugar.

Finalmente, la impresión como libro de los resultados de estos trabajos de investigación se debe también al interés y apoyo de la administración municipal. El Alcalde Alonso Salazar Jaramillo y el Director de la Empresa de Seguridad Urbana de Medellín Jesús María Ramírez respaldaron esta iniciativa.

Jorge Giraldo Ramírez
Abril del 2011

Descargar aquí: http://www.box.com/s/59e7df316c24641d0570

lunes, 9 de abril de 2012

La nivelación

En su reciente visita a Medellín, por invitación de la Universidad Eafit y los buenos oficios de la Fundación Kreanta, el pensador español Josep Ramoneda presentó un cuadro de la actual situación europea –más bien sombrío, como debe ser. En él, señaló varios problemas entre ellos uno que llamó “desjerarquización”.

Tan horrible, hipersilábica e impronunciable palabra no hace referencia a cosa distinta a la que el filósofo alemán Max Scheler llamara nivelación. Lo que Scheler pone de presente es que el triunfo de la idea de la igualdad generó, tal vez inesperadamente, pérdidas en relación con la idea de la jerarquía. Nuestro colega argentino Alberto Buela, traduce esto al criollo cuando dice que es la misma tesis que Enrique Santos Discépolo expuso en “Cambalache”.

Se está hablando de la relación entre órdenes diversos como el espiritual, el afectivo, el social, y de la relación entre valores, fines e intereses. “Todos es igual, nada es mejor”, dice el poeta. Y aunque no se trata de las jerarquías propias de la sociedad señorial, debe quedar claro que esos órdenes y esos valores se entrañan en personas y en sectores sociales. Por eso los énfasis de Discépolo: “los inmorales nos han igualao”, da lo mismo el que mata que el que cura.

Ahora, no es lo mismo cuando la nivelación se da como un comportamiento cultural en el medio social que cuando proviene de las élites o de las instituciones. Que para alguna gente dé lo mismo el crimen sistemático que el ocasional va y viene, pero cuando la nivelación viene de la autoridad las cosas se ponen graves. Por eso, como ejemplo, me parecieron tan deplorables las posiciones que en este diario plantearon el padre De Roux y el poeta Roca, poniendo en el mismo plano al Ejército y la guerrilla (El Colombiano, 28.03.12).

Otro aspecto de la nivelación al que la filosofía ha prestado poca atención es el que tiene que ver con la abolición del calendario y el aplanamiento del espacio. En cuanto al tiempo, la antigua sabiduría de que hay un tiempo para cada cosa está casi perdida. Los tiempos de lo sagrado, lo afectivo, la labor y el ocio se han difuminado y solo va quedando un solo tiempo plano monótono en el que los dos primeros salen perdiendo. Y lo mismo pasa con los espacios. Con los físicos, porque el templo puede ser locutorio, la biblioteca cafetería, la oficina bar. Y se eliminan los espacios vitales por la publicidad de lo íntimo y lo privado, y la ruptura de los diques que contenían lo público.

Ante este problema –y otros contemporáneos– hay al menos tres actitudes. La respuesta reaccionaria de quejarse y propugnar por una vuelta imposible al pasado. La respuesta liberal, estupefacta y conformista, que se limita a observar el desarrollo del orden espontáneo. Y finalmente está la respuesta republicana, la del humanismo cívico, que, inconforme, busca enfrentar una situación indeseable mediante arreglos que adecúen los valores y la época.

El Colombiano, 1 de abril