lunes, 18 de octubre de 2010

Solomon Burke

Desde muy joven Solomon Burke se tomó en serio su postulación como rey del soul. En sus conciertos y presentaciones televisivas usó cetro, báculo y un trono inmenso para acomodar sus voluminosos 200 kilos. Pero antes de ser rey fue predicador, heredero de una de las miles de iglesias norteamericanas y, muy pronto, obispo.

Al final, poco o nada de eso importa. Lo único trascendente es la música de Burke y, sobre todo, su voz. No fue un compositor significativo –aunque “The price” sea una gran canción. Su atractivo siempre estuvo en la interpretación. Recordado por sus años de gloria en la década de 1960, yo prefiero al cantante de la última década, más único y menos estándar, enriqueciendo las composiciones de intérpretes superlativos como Tom Waits, Van Morrison o Elvis Costello.

Esa reaparición de Solomon Burke en el siglo XXI, además, significó la revalorización del soul y la reincorporación de las voces negras virtuosas (casi un pleonasmo) a los principales canales de difusión de la música popular. Burke aparecía en las filas traseras de una marcha encabezada por John Legend, Alicia Keys, Usher y otros nombres que no sabemos si serán recordados dentro de 20 años.