miércoles, 27 de mayo de 2009

Sánduche cubano

Medio siglo de polémica sobre Cuba representa suficiente ilustración respecto a antecedentes y contextualizaciones. Tan largo como pobre ha sido el debate y las posiciones tan opuestas, fanáticas todas y parecidas como las dos mitades de un pan. Me limito aquí a entregar un jamón o una lechuga, usted escoja:

1. El bloqueo es una violación del derecho internacional, pero sobre todo un precedente que vulnera lo que Michael Walzer denomina “la posición moral de los Estados”. Un ejemplo seguido con disimulo por diversos gobiernos americanos, en diversas coyunturas, para castigar a los vecinos.

2. La exclusión de un Estado de una comunidad regional como la Oea con el argumento de que no se ajusta a un tipo de régimen político demoliberal es una herencia de la ideología wilsoniana y una muestra de universalismo que amenaza el pluralismo esencial de la sociedad internacional.

3. El largo silencio de la izquierda occidental sobre las atrocidades del régimen castrista, incluyendo muchos partidos liberales, ha sido una expresión de fariseísmo que socavó toda legitimidad a los pregoneros de los valores ilustrados.

4. Las expresiones de apoyo y “celebración” de la entronización de la dictadura de los hermanos Castro van en contravía de la reforma intelectual y moral que requiere todo proceso que pretenda afianzar las ideas de libertad, dignidad personal y autogobierno de la sociedad.

La aparición de las firmas de la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín en actos de respaldo al régimen cubano debieran disgustar a los líderes políticos que apoyan dichas administraciones. Al menos ofenden a ciudadanos que vemos como nuestros impuestos se destinan a propaganda de este tipo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Sanchos y quijotes II

Es Richard Rorty (1931-2007) quien usa las figuras de Sancho y El Quijote para explicar su noción de la política y la relación que ella tiene con la filosofía. Rorty comparte la idea de Oakeshott de que la política debe tener características de ductilidad, desapasionamiento, modestia, deliberación y capacidad para los acuerdos. Así, el modelo de político debiera ser Sancho Panza y no El Quijote.

El dominio que la figura de El Quijote ha tenido en la vida política moderna arrojó saldos desastrosos en el utopismo, la intemperancia y la beligerancia cotidiana y en todos los frentes. El Quijote soñador, visceral, ávido de novedades y aventuras debiera ser recluido a la vida privada. La vida privada debiera cargarse de emoción y ciertos toques de locura. La vida política ideal debiera ser aburrida.

La apreciación de Rorty subvierte los esquemas de los políticos y los intelectuales modernos. Ellos usualmente han querido ser héroes públicos y grises personas privadas. Haciéndolo han traumatizado la esfera política moderna y se han empobrecido individualmente. La alienación marxiana asoma la cabeza: predican un tipo ideal de vida buena mientras sus actos individuales contribuyen poco a hacerla posible para ellos y su prójimo.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Sanchos y quijotes I

Sin hermenéutica literaria –sólo con el sentido común– podemos hablar de los arquetipos de Sancho y El Quijote como prosaico y soñador, simple y alambicado, señor de su casa y pretendiente del mundo, respectivamente. Entre el vasto material metafórico y analógico a que han dado lugar los personajes de Cervantes, la política y la filosofía ocupan un lugar importante.

El pensador inglés Michael Oakeshott (1901-1991) propone una lectura bastante acorde con la anterior comparación. Para él la filosofía no debe tener “presuposición, reserva, freno ni modificación”*. La filosofía debe ser atrevida, alborotadora, disolvente, tal vez, incluso, descabellada. Dígase quijotesca. La política en cambio debe ser todo lo contrario: sobria, ordenada, contenida, adaptable. Dígase sanchesca.

El retrato que el profesor mexicano Jesús Silva-Herzog ofrece de Oakeshott se titula “gobernar en bicicleta”. Para manejar bicicleta hay que pedalear y es seguro que para ser un ciclista notable no se requiere conocer la “teoría general del ciclismo”**. La filosofía puede cabalgar en un táparo creyendo que es un Bucéfalo y embistiendo molinos de viento como si de tratase del mismísimo Señor Gris. La política debe apartarse de ello.

*Oakeshott, Experience and its Modes, 1933.
**Silva-Herzog, La idiotez de lo perfecto, México, FCE, 2006.

viernes, 8 de mayo de 2009

El ladrón, la contingencia y la ley

Todo el mundo sensato sabe lo que sucedió el 6 de mayo en Londres: Barcelona-Chelsea, 1-1, clasificación catalana, comentarios y polémicas. Todos saben. Me llamaron la atención las posturas de diversos periodistas (unos) y microfonistas (otros).

El colombiano (Carlos Vélez, RCN): el árbitro se robó el partido, la Uefa arregló todo para que el Barcelona estuviera en la final. Lo complementa otro paisano (Andrés Marocco, Espn): y hay que poner cuidado porque se van a robar también la final.

El argentino (Miguel Simón, Espn): son contingencias del juego, los árbitros son un factor más como el estado del campo, el clima o la conducta de la tribuna. No se debe pensar el fútbol “con picardía”, le dice con decencia a su colega colombiano.

El inglés (Rob Hughes, New York Times): el acto vergonzoso del partido son las protestas desmedidas e irrespetuosas de los jugadores, demanda que la Uefa sancione a Drogba, Ballack y Hiddink.

Así estamos. Los comentaristas colombianos no creen que la gente se equivoque, cree que roba; no piensan que la autoridad actúa de buena fe, hace complots; no cree que exista azar en el fútbol (o en la vida), todo son conspiraciones. Espero que la grandiosa ignorancia de Carlos Vélez no desacredite internacionalmente nuestro buen sentido.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Raza quimerista

Rafael Uribe Uribe (1859-1914) era un niño cuando buena parte de los liberales colombianos se dedicaron al delirio hasta el punto de que la historia terminó agrupándolos bajo la rúbrica de “Olimpo radical”. Las prédicas sobre el federalismo y la libertad encubrieron siempre la defensa de poderes regionales semifeudales en contra de cualquier intento de creación de un Estado central que mereciera tal nombre.

Uribe Uribe asimiló la lección y terminó describiendo la personalidad colombiana bajo los rasgos de los radicales. “Raza quimerista”, dijo. Quizás esto vaya en contravía de la conclusión que sacara Jaime Jaramillo Uribe de que nuestra característica haya sido siempre la medianía, pero no le falta razón. En especial no le falta porque tal “quimerismo” fue la enfermedad que dejó al liberalismo como alternativa poco creíble (ayudado por su aventuras militares).

Tampoco le falta razón por la manera como en el siglo XX asumimos las utopías europeas e intentamos embellecer las instituciones precolombinas. De hecho, mientras el pensamiento político contemporáneo es claramente antiutópico (Berlin) o distópico (Foucault) o, al menos moderado por el realismo (Rawls), aquí la palabra utopía todavía se pronuncia con veneración y entusiasmo.