lunes, 16 de marzo de 2009

Tinieblas II

La marcha en las tinieblas supone admitir la incertidumbre como el nuevo ambiente social y sicológico. Incertidumbre respecto al pasado, al presente y al futuro.

La incertidumbre respecto al futuro en tanto la crisis moderna es básicamente la bancarrota de la idea de progreso tal y como la esbozó Condorcet y fue aceptada por los ilustrados, llámense socialistas o liberales. No hay ningún determinismo cultural o económico que garantice que el mundo va siempre a lo mejor, siguiendo una inexorable línea ascendente. También se ha agotado la confianza en el voluntarismo que pretendiendo la imposición de la felicidad sumió a Occidente en el terror.

La incertidumbre respecto al pasado que se ha vuelto tornadizo, en la medida en que viejas anécdotas van adquiriendo el carácter de nuevos acontecimientos para tratar de comprender el presente, y en que se presentan nuevas interpretaciones para viejos acontecimientos. Los síntomas de este carácter cambiante del pasado se revelan en el éxito del revisionismo histórico y la multiplicación de las obras sobre el pasado.

La incertidumbre respecto al presente que se ilustra bien por el tono alarmista de la ciencia natural que alerta sobre el agotamiento de los recursos y la arista autodestructiva del desarrollo técnico y que duda de la capacidad de la naturaleza y de las especies para recrearse. El desconcierto de las ciencias sociales, que aún no reaccionan más allá del escándalo ante la caducidad de sus marcos interpretativos, contribuye a esta desolación.

La incertidumbre hace que en el mundo contemporáneo los más incómodos sean los modernos y también los más reaccionarios: aterrados por un cambio veloz e impredecible, los pensadores ortodoxos modernos forman la parte más gruesa y conservadora del coro de los que refunfuñan.

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