viernes, 16 de enero de 2009

Huntington: una partida silenciosa

En pleno 24 de diciembre pasado murió Samuel Huntington (1927-2008). Una fecha excelente para quien no desee concentrar mucha atención sobre su funeral. Como es natural, el mundo académico occidental se inundó de obituarios; como es usual, en Colombia nos dedicamos al mutismo que provoca todo lo extraño a la provincia.

La extensa carrera de Huntington en Harvard University se vio acompañada de una obra prolífica, que ya era influyente antes de la publicación de su primer trabajo de largo aliento: “Political Order in Changing Societies” (1968). Este libro y “El choque de las civilizaciones” (1996) le atrajeron popularidad y regalías, fama y polémica. Esto puede explicarse tal vez por el carácter de estas obras: esfuerzos teóricos para tratar de establecer explicaciones y soluciones generales para mundos políticos convulsos.

Siempre estas generalizaciones rebosantes de líneas maestras, ideas-fuerza y escorzos teóricos para cumplir con el propósito de la síntesis están sometidas al escarnio de los expertos en detalles, anomalías y excepciones. Por si fuera poco, construir grandes teorías en tiempos posmodernos no deja de ser una audacia que a veces se paga cara. Lo supo Huntington y lo sabe Francis Fukuyama, uno de sus discípulos: “Quizás todas las grandes teorías estén condenadas al fracaso”, ha dicho éste hace poco.

No fue Huntington un pensador temerario según la definición que de ellos hace Mark Lilla. No traspasó las fronteras del mundo académico y ni siquiera se destacó por una personería pública como ciudadano. Fue satanizado eso sí por dos ideas conservadoras: la base de toda democracia debe ser el orden; no es posible pensar en un cuerpo político global. Toda satanización está vinculada con la ignorancia, de modo que “El choque de las civilizaciones” se convirtió en una referencia de medio mundo y en una lectura de pocos. Muchos se atreven, equivocadamente, a establecer un vínculo teórico entre el choque y el eje del mal de Bush. Ni siquiera hay un vínculo político, pues Huntington condenó como “imperial” la guerra en Irak y una de sus ideas nucleares es el rechazo del imperialismo (que tiene una esencia liberal).

Se fue en silencio pero su nombre se seguirá oyendo durante un buen tiempo.

1 comentario:

Iván Garzón Vallejo dijo...

Más allá de las lecturas políticamente correctas de las tesis de Huntington que se han publicado con ocasión de su muerte, y de la crítica que a mi juicio puede hacerse específicamente a "¿Who we are?" (un texto de todos modos imprescindible para comprender la actual sociedad norteamericana), creo que en "El choque de civilizaciones" Huntington propuso un paradigma para comprender las relaciones internacionales en el mundo de la posguerra fría. Ése es un legado que no se puede desconocer.