martes, 29 de diciembre de 2009

2-Top Five

Como en la música popular es más importante la cultura que la música propiamente dicha, me parece conveniente dividir el Top Ten de la primera década del tercer milenio en dos partes: la primera, de acuerdo el impacto social y artístico de los álbumes, la segunda por su propuesta musical.

Parte uno:

The Rising – Bruce Springsteen. Nadie en el mainstream produjo tanto y de tanta calidad en la década. Este álbum fue la respuesta al acontecimiento más importante de estos años: el ataque a las Torres Gemelas.

Fíjate bien – Juanes. Nunca antes un artista latino, cantando en español, con temas latinoamericanos, tuvo tanto éxito comercial y social. No hubo continente que se resistiera a la sinceridad del colombiano.

In Rainbows – Radiohead. La banda más importante de los últimos veinte años, revolucionó el uso de la red y marcó una nueva tendencia en la industria sin hacer un solo video.

A Bigger Bang – The Rolling Stones. ¿Mucho indie, fusiones étnicas y voces exóticas? Sus satánicas majestades mostraron la vigencia del rock con toda la obviedad que los caracteriza.

Get Behind Me Satan - The White Stripes. De la mano del artista más prolífico de la década, una revolución desde la tradición.

Parte dos:

Raising Sand – Alison Krauss & Robert Plant. Con la producción de T-Bone Burnett un par de íconos refrescaron la música.

Don’t Give up on Me – Solomon Burke. El regreso del Reverendo para dejar claras las cosas en el soul.

You Are the Quarry – Morrisey. Entre el glamour y la farándula, el cantante de Manchester pone en evidencia todas las imitaciones.

Cuatro caminos – Café Tacuba. La mejor banda de rock de América Latina se expone con un disco delicioso.

The Hours – Philip Glass. Si usted creyó que el drama estaba en la actuación de Nicole Kidman o en la historia de Virginia Wolf estaba sordo. Una banda sonora memorable.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Es roja otra vez y es la quinta

El Poderoso terminó la década por lo alto: no sólo cerrando un periodo de cinco finales y tres títulos, sino con una campaña formidable que no dejó ninguna sombra de duda desde la eficacia de las clasificaciones ni la calidad del juego ni la entrega de todos los jugadores ni la brillantez de algunos.

El desempeño del equipo fue tan magnífico y arrollador que los comentarios aviesos de los habituales antipáticos gratuitos que tenemos en los grandes medios movieron a risa más que a rabia. Y a posteriori, los desatinos de Eduardo Lara se ven mayúsculos pues no supo ver en qué equipos estaban los jugadores que necesitaba la selección para las eliminatorias. Lara no comprendió el valor de los veteranos como Choronta ni de los jóvenes como Jackson… bien retirado esté.

Sueños del balón corrigió algunos errores infantiles cometidos a principios de año y acertó contra pronósticos en la elección de Leonel Álvarez. No porque haya ganado, sino porque recuperó a una leyenda que estaba nublada por otras divisas, la trajo a su lugar original y esto llenó de orgullo a la hinchada y de seguridad a los jugadores.

En muy poco tiempo, Leonel y los jugadores le dan otra oportunidad a la dirigencia de llevar la institución a un nivel alto y estable, con una presencia constante en torneos internacionales y lucha permanente por el título colombiano. Pero, sobre todo, con respeto por la afición.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Obama y la guerra justa

Valentía, audacia e inteligencia son atributos que exhibió Barack Obama en su discurso de recepción del Premio Nóbel de Paz. Tal vez haya sigo el primer político laureado que se comporte como estadista y no como un hombre moralmente bueno, halagado por un reconocimiento a su virtud. Tal vez haya sido la primera persona receptora del Premio que haya hablado de la guerra en términos más filosóficos y políticos que morales.

Obama ha expuesto con claridad la tradición intelectual más larga y fructífera de Occidente cual es la de la guerra justa. De contera, ha puesto en entredicho la doctrina moderna europea de la guerra legal que ha puesto a Occidente en un atasco desde la Segunda Guerra Mundial, porque los preceptos de la guerra legal son contradictorios e inservibles.

Tanta o más importancia que su discurso en El Cairo tiene este. Los asuntos planteados son, y deben ser junto a otros, el centro de la reflexión contemporánea sobre la relación entre la guerra y la política. El texto completo puede leerse en: http://www.univision.com/content/content.jhtml?cid=2203698

lunes, 7 de diciembre de 2009

Guerra civil posmoderna




Aplicar categorías schmittianas de política exterior para llegar a ser
kantianos en política interior. Ese es el reto teórico de este libro que no
puede ser leído al margen de situaciones concretas. Su relevancia reside en que
esas sitauciones concretas no son circunstanciales, sino estructurales. Eso hace
de este trabajo un genuino esfuerzo de pensar la politica, de usar al filosofía
política no tanto en exégesis académicas, eruditas o meramente teóricas, sino en
poner la teoría al servicio de los problemas del presente.



José Luis Villacañas, Universidad de Murcia


viernes, 20 de noviembre de 2009

Seminario Berlin

Finalizó en Medellín el Seminario Isaiah Berlin después de 100 años", organizado y hospedado por la Universidad Eafit.

El programa desarrollado fue el siguiente:
Primera Jornada (noviembre 11):
“Isaiah Berlin: An Overview”. George Crowder, Flinders University.
“En pos del ideal. Isaiah Berlin, sobre violencia y política”. Gloria María Gallego, Universidad Eafit.
“Enseñanzas de Isaiah Berlin a un ciudadano de un país andino”. Santiago Montenegro.

Segunda jornada (noviembre 12):
“Agonistic and Culturalist Interpretations of Pluralism”. George Crowder, Flinders University.
“Ni Berlin, ni Rawls”. Francisco Cortés Rodas, Universidad de Antioquia.
“Liberalismo agonista”. Liliana María López, Universidad Eafit.
"Berlin y Mill: Libertad como autorrealización”. Delfín Grueso, Universidad del Valle.

Tercera jornada (noviembre 13):
“An Liberal and Conceptual Interpretation”. George Crowder, Flinders University.
“La política como tragedia”. Jorge Giraldo Ramírez, Universidad Eafit.
“Dos conceptos de pluralismo”. Iván Darío Arango, Universidad de Antioquia.

La grabación en video de cada una de las conferencias, puede consultarse en: http://envivo.eafit.edu.co/conferencias/pregrados/humanidades/IsaiahBerlin.shtml

martes, 10 de noviembre de 2009

Instalación Seminario Berlin

Hace pocas horas el profesor George Crowder me preguntó cómo había llegado yo a la obra de Isaiah Berlin; le respondí que por Marx. Esto no es nada sorprendente. El primero y prácticamente único libro premeditado de Berlin fue su biografía intelectual de Marx con quien compartía muchas condiciones: judío laico, exiliado, ilustrado crítico de la Ilustración. Si Alexander Herzen fue el héroe de Berlin[1] su antihéroe fue Marx, cosa que se deduce al instante por la presencia que hace de ese nombre el más abundante en los índices analíticos de las obras de nuestro autor.

Esa misma pregunta está respondida en uno de los prólogos de los libros del profesor Crowder. Él confiesa que llegó a Berlin a través de sus estudios sobre el anarquismo del siglo XIX. Y cada uno de los ponentes y asistentes a este seminario tendrá sus razones, y seguramente muchas pueden resultar tan inesperadas como estas. Lo único seguro es nuestro pretexto que no es otro que el centenario de su natalicio. Podríamos hablar de algunas situaciones que saturan nuestro entorno y que proyectan nuestras intuiciones hacia las ideas que expone el autor de “Dos conceptos de libertad”, pero tan finas cavilaciones debemos dejarlas al fuero de cada uno, apenas hayan terminado nuestras sesiones.

Alguna persona muy curiosa encontrará que el pluralismo hace parte de la definición misional de esta universidad, pero eso no explica nada por sí mismo. El pluralismo debe poder sostenerse desde plurales teorías y concepciones, aunque habrá muchos aquí que van a sacar a relucir sus mejores argumentos para decir lo contrario, y está bien que así sea. Todo indica, también, que veremos quienes devalúen al buen Isaiah y otros que lo llevemos por senderos poco decorosos. Finalmente, de eso se trata la filosofía y no de la construcción de iglesias teóricas. En la Universidad EAFIT tratamos de hacer algo distinto a los altares paganos de la teoría crítica germana, el posestructuralismo francés, los analíticos ingleses o la filosofía de la liberación, para mencionar algo más criollo.

A mi particularmente me encanta la definición que Isaiah Berlin proporciona de la filosofía política. Ella es, dice, “filosofía moral aplicada a situaciones sociales”[2]. Uno no resucita pensadores medianos y oscuros –como Hamann o Belinsky, por ejemplo– por vanidad intelectual. Algo de eso habrá. Pero ese andar de Berlin por los extramuros de la tradición filosófica y ese afán de rescatar a los vagabundos y mendigos expulsados por los sacerdotes del canon intelectual tiene intenciones muy claras, que no han sido vistas por los ufanos buscadores de sistemas, pero que después de cada lectura y cada discusión quedan más claras.

Es obvio que este seminario pretende promover el estudio de la obra berliniana para ir un poco más allá de la lectura deliciosa y ligera, a la que es tan fácil llegar por esa prosa cálida y encantadora que la distingue. Que así sea.

Antes de iniciar nuestras sesiones, algunos agradecimientos deben expresarse en público. En primer lugar a los conferencistas, que sin hacerse de rogar, acogieron esta invitación. Después al The Isaiah Berlin Literary Trust y, en especial, al doctor Henry Hardy y a la señora Kate Cooper. A Eduardo Posada Carbó, que se moría por venir pero no pudo. A los colegas y estudiantes que silenciosamente cooperan para que esta actividad sea posible. Finalmente al señor Rector Juan Luis Mejía Arango y a Liliana María López, la jefe del Departamento de Humanidades, que alcahuetean estas ocurrencias mías.

[1] “Durante todo el resto de mi vida Herzen ha sido mi héroe”, dice Berlin. Berlin, I. 1993. En diálogo con Ramin Jahanbegloo. Madrid, Anaya & Mario Muchnik, p. 49. Trad. Marcelo Cohen.
[2] Ibídem, p. 69.

viernes, 30 de octubre de 2009

Los vivos y los muertos IV

El gran héroe de Isaiah Berlin es Alexander Herzen (1812-1870), una de esas figuras extrañas y marginales que bajo el impacto de los acontecimientos europeos de 1848 elaboraron un pensamiento que sólo empezó a ser comprendido en la segunda mitad del siglo XX. Como Tocqueville, Charlier, Fröbel. Herzen fue un socialista anómalo, desprovisto de todos los sentimientos redencionistas que caracterizaron a los revolucionarios de su tiempo.

Herzen se aparta de la reverencia tradicionalista por los muertos y de la creencia supersticiosa en la magnificencia del mundo de los que no han nacido. Por lo primero su crítica del progreso no es nada reaccionaria, por lo segundo se niega al sacrifico que demandan las utopías modernas de cualquier signo ideológico o tecnocrático. Para él no existe ninguna diferencia entre el lema de los gladiadores romanos (“los que van a morir te saludan”) y las exigencias de heroísmo y martirio que los ilustrados occidentales le exigen a los vivos.

Su convicción es clara: “el fin de cada generación es ella misma”. Lo único importante son los vivos. La única dimensión del tiempo que vale la pena es la que cubre una generación, el periodo de una vida humana, a lifetime como dicen los angloparlantes. Ello nos proporciona modestia y metas cercanas. Lo más importante: no permite que se sacrifique a los vivos para hacer que los que no han nacido (y no sabemos si nacerán) vivan mejor.

viernes, 23 de octubre de 2009

Aplausos y asientos

Un amigo decente pero inmaduro (léase biche) me espeta un porqué si Medellín tiene la mejor afición del país no llena el estadio. Yo le aclaro que “mejor” no es “más”. Es cierto, no somos muchos. Mis estimativos siempre se mueven entre veinte y treinta mil, y la cifra más fina sería como veintisiete mil… los mismos veintisiete mil de siempre. Este diálogo a propósito del reciente partido contra Tolima.

Casualmente, en ese mismo partido los hinchas del Poderoso protagonizamos uno de esos extraños espectáculos de tribuna, siempre insólitos para cualquier estadio del mundo pero posibles en la tribuna escarlata. Nuestro equipo acaba de perder 1-3, de locales, con un partido horroroso de algunos jugadores. Y en un acto espontáneo de masas –después de que los muchachos terminan su reunión en la mitad del campo y empiezan la marcha al camerino– los veinte mil de la noche se ponen de pie y aplauden a sus jugadores vencidos.

No es necesario desplegar el contraste con las turbas que asolan a Laureles cuando empatan, amenazan a los jugadores cuando pierden y cosas peores. Hablar de las reacciones de la plebe que vive del éxito empañaría esa nobleza espiritual que distingue al minoritario pero siempre leal pueblo rojo y que lo ha hecho siempre –desde el origen centenario del fútbol criollo– el mejor.

domingo, 18 de octubre de 2009

Pobre Argentina

De cuenta del fútbol –esa cosa que tanto intelectual refinado desprecia– la prensa mundial se ha volcado esta semana a examinar la trayectoria histórica de Argentina. No es común que The New York Times le dedique su primera página a un tema latinoamericano que no califica como acontecimiento y lo hizo (18.10.09). Más provocadores comentarios en el principal periódico en lengua castellana, cuidadoso del escritor argentino Álvaro Abós (16.10.09) y deliciosamente visceral el de John Carlin (18.10.09).

El pretexto es Diego Maradona y su gran salto civilizatorio: ya no coge a los periodistas a balazos como en el pasado sino que les suelta un rosario de insultos impublicables y no se arrepiente de ello. Un pretexto para que todo el mundo y media Argentina se sigan preguntando qué pasó con Argentina en el siglo XX, por qué pasó de ser el centro de la cultura latinoamericana y la mayor potencia económica del continente a su condición actual.

Al respecto Marcos Aguinis ha escrito lo que llama un panfleto (“Pobre patria mía”), que más bien es una reflexión apasionada y dolorida, libro precedido por un par de volúmenes titulados “El atroz encanto de ser argentino”. Datos para seguirle la pista al asunto. ¿Por qué ha de ser interesante este tema para un colombiano? Porque los colombianos solemos movernos en una relación ambivalente respecto a los argentinos, una de abierta admiración y otra de bronca, la primera de corazón y la otra de bilis.

lunes, 12 de octubre de 2009

Nóbel banal

La paz al igual que la guerra la hacen los políticos y los guerreros (que son políticos armados). Esto lo sabe casi todo el mundo con unas pocas excepciones, entre las que descuella el Comité Nóbel de Oslo. El Premio de la Paz se caracteriza por ignorar sistemáticamente la paz para poder ocultar la guerra.

Es que el premio que otorga anualmente se mueve en unas esferas de lo más azarosas: unas veces parece un reconocimiento a la caridad (Madre Teresa), los negocios sociales (Yunus) o el ambientalismo (Gore); otras un premio al activismo y al voluntariado que cae en personas casi anónimas de las que después nunca se sabe nada. Muchas otras veces se usa como arma política para molestar al enemigo de Occidente como la Unión Soviética (Sajarov), la Cortina de Hierro (Walesa), China (Dalai Lama).

Ahora el Comité se tapa los ojos y los oídos pero no la boca para darle el Nóbel al bueno de Obama, mientras caen todas las bombas en Afganistán. ¿Por qué? Para tratar de incidir en el futuro, para tratar de que Obama sea Carter. También intentaron que Arafat fuera Gandhi. ¿Será un buen cálculo?

jueves, 8 de octubre de 2009

Los vivos y los muertos III

En un lugar que no recuerdo, Eric Hobsbawm señala que uno de los acontecimientos cruciales de fines del siglo XX es que, por primera vez en la historia de la humanidad, el número de los seres humanos vivos superará al número total de todos los muertos desde que tenemos noticia. Es un apunte filosófico y metapolítico.

El marxista Hobsbawm recela del optimismo de Marx respecto a la novedad que traería al mundo el predominio de los vivos con su lujuria de futuro. ¿Cuáles son las continuidades? ¿Cuáles las tradiciones? ¿Cuáles los aprendizajes con que los noveles habitantes se enfrentarán a los problemas? Por supuesto, esa preocupación valida la importancia de la historia (de la filosofía, con más veras). Se dice: ¡cuán útil les hubiera resultado a los líderes políticos mundiales en 1989 unas cuantas lecciones sobre lo que pasó después de la Segunda Guerra Mundial!

Enseguida vienen preocupaciones más prosaicas. Hobsbawm se torna casi malthusiano pensando en un mundo con 10 mil millones de habitantes y la presión que tal masa ejercerá sobre la naturaleza; un mundo en el que Europa, aparte de pequeña, será cada vez más ridículamente minoritaria; un mundo proclive a conflictos insospechados. Sin embargo, tal vez el más grave de todos hoy sea la resistencia europea a aceptar un mundo diferente, que gira sobre otros ejes y tiene otros valores.

domingo, 4 de octubre de 2009

Springsteen y la filosofía

Cuando Bob Dylan fue introducido al “Salón de la fama del rock & roll” (20.01.88), Bruce Springsteen fue nominado para hacer la presentación. Allí pronunció una frase que empieza a convertirse en síntesis de buena parte de la historia del rock y en explicación cultural convincente de dos de sus mayores fenómenos: “Bob Dylan liberó la mente de la misma manera que Elvis liberó el cuerpo”, dijo.

Auxier y Anderson, profesores de filosofía en Southern Illinois University, son los editores del volumen “Bruce Springsteen y la filosofía” y usan esa sentencia como parte motiva en la introducción del volumen. Ellos le atribuyen a Springsteen haberse enfocado en el “el corazón y el alma” que “están más profundamente aprisionados” y que son “más difíciles de encontrar y más difíciles de liberar”, de lo que son mente y cuerpo.

El intento de Springsteen estaría en “el trabajo duro y la decencia básica” como esperanza para el alma, y para el corazón, la “bendición de la familia” y “el arte de la conversación”. El resultado no puede ser asegurado, pero con la música podremos tener un corazón y un alma complacidos. No será una revolución, pero será bastante.

martes, 29 de septiembre de 2009

Five Bruce five

Hacer rankings es una de las enfermedades de los melómanos. No hay llamados a la calma, ni a la apertura, ni relativismo que valga cuando esta tentación nos ataca. No hay que ser como Rob, el protagonista de “Alta fidelidad”, quien hace listas diarias y para todos los aspectos de la vida, pero un par de listas anuales son inevitables.

Cuando Bruce Springsteen cumple seis décadas, además de oír uno tras otro todos sus álbumes, uno vuelve a poner los gustos propios en una escala. Escala que era distinta hace veinte años y no sólo por la producción discográfica sino, sobre todo, por lo que pasa en la vida.

¿Los cinco mejores álbumes?
1. Darkness of the Edge of Town (1978)
2. Tunnel of Love (1987)
3. The Rising (2002)
4. Greetings from the Ashbury Park (1973)
5. The Ghost of Tom Joad (1995)

¿Las cinco mejores canciones?
1. The River (1980)
2. Thunder Road (1975)
3. Bobby Jean (1984)
4. I’ll Work for your Love (2007)
5. Hearts of Stone (1977)

sábado, 26 de septiembre de 2009

Bono vox, one Boss

Ya se sabe de la meticulosidad que exige organizar una gira de U2… y ella pone de presente la filosofía de la banda. La gira 2009 por Estados Unidos tuvo un detalle significativo, similar a la visita a Graceland en 1987 pero más festivo. Al fin y al cabo no es lo mismo rendir tributo al ídolo muerto que ensalzar al héroe vivo.

En la gira había una fecha y un lugar inamovibles: 23 de septiembre, New Jersey. La razón la sabían pocos. Bono haría subir al escenario a Bruce Springsteen el día de su 60º. cumpleaños. Lo demás puede ser contingente… que Springsteen cante “She’s the one” y que Bono coree “él es el único” o “él es el uno”.

De U2 sabemos sus deudas con The Clash, “la mejor banda de la historia” según sus palabras. Su devoción hacia Elvis, quien debía arrobar a cualquier niño en la década de 1960. En los últimos años, Bono ya había dado pistas de haber descubierto la magnitud del Boss. Un evangelio poco novedoso el mundo norteamericano y europeo, pero una verdad por descubrir en el trópico.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Teoría contra la reelección

La mayor parte de los argumentos que se escuchan y leen contra la segunda reelección del presidente Álvaro Uribe provienen de la vesícula biliar y no del cerebro, de los escarbadores de los códigos y no de la política. Quienes esto hacen sólo dan coces contra el aguijón. Al menos después de siete años queda demostrado que ese camino sólo hace más fuerte al líder. Es bueno, por tanto, buscar por otros lados y como lo que a mí me interesa es la teoría política, pues por ahí intento.

Primero están las razones democráticas. Casi todas favorecen la reelección menos una, más importante por sus consecuencias que en sí misma, y es la de la alternación. Ciertamente la alternación permite refrescar, innovar, ensayar otros caminos, en la gestión pública.

Después vienen las razones liberales. En un país donde el espectro de la confiabilidad se quiebra entre las Fuerzas Armadas y el Presidente de un lado, y el congreso y los jueces por otro, apelar empíricamente al lustre de la división de poderes no parece muy productivo. Sin embargo, la idea de la protección de las minorías y el fortalecimiento de los mecanismos contramayoritarios en tiempos de mayorías aplastantes debe ser un argumento fuerte.

Me gustan más las razones del pluralismo. En un país dividido entre las verdades liberales y las católicas y ahora volcado hacia las verdades del proyecto uribista, el rescate del valor del pluralismo es fundamental. Sacudir a la opinión pública de esta pugna tan aburridora e improductiva entre los pro y los anti puede producir un reverdecimiento entre la intelectualidad y la opinión pública.

Por último están las razones comunitaristas. La segunda reelección amenaza con echar al traste con la unidad del país nacional y el país político. Aquí país nacional es, como en cualquier teoría política respetable, el país que se mueve: los gremios y los sindicatos, los empresarios y los medios, la iglesia católica y los académicos. En medio de la leonera regional esta escisión puede resultar muy nociva para el Estado y la sociedad colombianos.

martes, 1 de septiembre de 2009

Opinadores caricaturescos

Arcadia ha vuelto a publicar (No. 47), inusual e inteligentemente, una reciente columna de Alejandro Gaviria sobre la opinión escrita en los medios colombianos. Gaviria retoma un viejo trabajo de un intelectual inglés que establece una reflexión a partir de la antinomia entre “científicos” y “literatos”. Muy importante el debate al que convidó a seis columnistas de la prensa escrita del país. Después de haber leído a Gaviria uno se inclinaba por la expectativa de una respuesta sesuda, que pudiera enriquecer el tema, profundizarlo y encontrarle variaciones. Pero no.

Me sorprendió muchísimo que apenas la mitad de los interlocutores se dejaran retar por una insinuación provocadora que puede ser muy productiva para la discusión sobre el papel de los intelectuales públicos en Colombia. A Hommes y Abad, especialmente, se les nota que pensaron antes de sentarse a escribir, que revisaron algún apunte viejo o retomaron alguna consideración que tenían en remojo.

Lo de Yolanda Reyes es un desliz. Uno no puede cabalgar acusando de maniqueísmo un texto que en su primer párrafo anuncia que lo va a hacer es “caricaturizar una caricatura”. Así que opinar sin leer o escuchar bien aquello acerca de lo que se va a tratar es, al menos, una indelicadeza. A Alfredo Molano, cuando declara que “mi distanciamiento de la academia es cada vez mayor”, se le salió lo medieval. Y el señor Valencia, que cree que la mejora en los indicadores de desarrollo humano es incompatible con los pobres de San Juan de Arama, completa un panorama en el que la caricatura sugerida se vuelve realidad.

Debe sonreír Gaviria. Las caricaturas saltaron al papel para darle la razón.

viernes, 28 de agosto de 2009

Tres modos de mirar la política

Entre las muchas maneras de mirar la política ninguna es más clásica que la de los antagonismos. La política trata de una cadena sinfín de conflictos y luchas que se resuelven en acuerdos y pactos, después de los cuales aparecen problemas que dan lugar a nuevos desacuerdos y enfrentamientos. La gran política siempre conduce a enfrentamientos entre dos bloques. De hecho, la mayoría de los mecanismos electorales en Occidente están diseñados para llevar las diferencias a una elección entre dos.

La manera más tradicional de ver la política ha sido a través de las gafas de la oposición entre derecha e izquierda. Mucho se ha discutido sobre el asunto y en una columna de prensa no se pueden dar muchos argumentos. Baste decir que me parece genial la sentencia de José Ortega y Gasset quien dijo que ser de izquierda o derecha es “una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. Son maneras parciales de ver la realidad y formas de simplificación que entierran valores importantes en una sociedad.

Hace 25 años Luis Carlos Galán planteó otra óptica distinta. En una sociedad permeada por el narcotráfico, la corrupción y la quiebra de los valores tradicionales, lo importante era tratar de hacer una política decente. Donde decente significa honesta, transparente y no subordinada a ningún interés criminal. No sé si Galán sabía, pero ya en esos años algunos filósofos políticos empezaron a usar la decencia como una categoría fuerte. Una sociedad decente es la que no humilla a sus ciudadanos, una sociedad decente es la que hace todo lo posible por aliviar el sufrimiento de la gente.

Uno de los mayores pensadores del siglo XX, Norberto Bobbio, propuso otra manera especial de mirar las confrontaciones políticas. Para el maestro italiano lo definitivo es la separación entre extremistas y moderados. Básicamente, los extremistas son los que no tienen escrúpulos para justificar o usar medios criminales para lograr objetivos políticos. Los que se alían con las mafias, los grupos armados ilegales, los que apelan a la violencia abierta o soterrada. Los moderados plantean sus diferencias sin pensar que los demás no puedan tener su propia verdad, están abiertos al diálogo y tratarán de resolver sus disputas sin derramar sangre.

En sociedades donde el orden todavía es precario, como Colombia, las gafas de Galán y Bobbio son más pertinentes que las que sólo sirven para ver a la derecha y a la izquierda. Galán tocó la clave de la política colombiana a fines de los años ochenta y esa clave suponía una lucha contra el clientelismo, la corrupción y el narcotráfico. Después desgraciadamente estos tres problemas se encontraron con los aparatos siniestros de las Farc, los paramilitares y las bandas criminales.

Si entendiéramos esto avanzaríamos mucho y nos quitaríamos de encima a los charlatanes y acusadores gratuitos que andan día a día pegándole a todo el mundo la etiqueta de “izquierdista” o “derechista” para poder sentirse seguros y sabios.

Publicado en El Colombiano, 24.08.09

domingo, 23 de agosto de 2009

Los vivos y los muertos II

En esa lección de política, historia y narrativa que es El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx toma como punto de partida filosófico la contraposición entre los vivos y los muertos. A diferencia de las concesiones de Burke al mundo de los muertos y de la prudencia negociadora que sugiere Canetti, Marx llama a una insurrección de los vivos.

“La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”, sentencia. El espíritu revolucionario consiste en derribar el poder del mundo de los muertos que se expresa en la tradición. Por eso las revoluciones políticas tienen que estar precedidas de una revolución espiritual, de lo contrario toda imposición, todo despotismo que pretenda saltar sobre las circunstancias están condenados a volver a “la inmundicia anterior”. Esta es la sugerencia sobre la cual construyó Antonio Gramsci su atractiva interpretación.

Marx nunca creyó en la idea de reeditar el pasado; esa nostalgia se la deja a los herederos de Rousseau y al reaccionarismo romántico. Es famosa su alusión hegeliana de que la historia sólo se repite como tragedia o comedia. Cierto cinismo le lleva a reconocer que un pasado atractivo puede utilizarse instrumentalmente, falseándolo por supuesto, para apalancar los nuevos procesos políticos. Pero su advertencia es taxativa: “La revolución no puede sacar su poesía del pasado, solamente del porvenir”.

Quienes sólo miran al pasado apenas conocen el mundo de los espectros, pero de lo que se trata es de encontrar los espíritus de la época. En el mundo político la oposición entre vivos y muertos es la lucha entre los espectros y los espíritus.

lunes, 17 de agosto de 2009

Sicología y política

El muy serio analista político Andrés Oppenheimer se excusa de incurrir en un análisis sicológico del presidente Rafael Correa (El Colombiano, 16.08.09). La excusa es válida porque tales argumentos son de lo más raro en los escritos políticos y sólo en medio de grandes tormentas se usan como recurso de combate; al fin y al cabo nadie siente necesidad de hacer un perfil sicológico de un político “bueno”, eso sólo se hace con uno “malo”.

Es más válida si se escribe para un medio colombiano, pues en los últimos años los rasgos síquicos del líder se han vuelto un expediente recurrido, incluso entre opinadores provenientes de la academia. Una cierta impotencia para explicar los fenómenos del carisma y la popularidad casi incondicional en tiempos de la política mediática y la cyberopinión, mezclada con un apasionamiento mal disimulado.

No es que se apele a la tradición de la sicología de masas creada por Gustave Le Bon, apuntalada por Freud y después reformulada magistralmente por Elias Canetti. No. Por lo regular se trata de una manera sutil de convertir el chisme de coctel o de cama en información pública y de insinuar con frases sibilinas lo que no se puede sostener en un debate franco o ante un tribunal.

El uso de los hechos o los signos que podrían explicar una siquis enferma en el gobernante demuestra la admiración torturada del escritor político por el líder, a quien se termina mitificando desde el ataque poco razonable. Y así mismo deja ver la desconfianza que se tiene en la fortaleza de las instituciones sociales, las bondades del sistema político, las exigencias de un mundo interconectado y el juicio del ciudadano.

martes, 11 de agosto de 2009

Estado de excepción regional

Los cambios políticos ocurridos durante la última década en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Honduras han sumido a los analistas y a los políticos en una discusión tan intensa como confusa. Ni se diga de las opiniones sobre el clima de inestabilidad que se ha generado en las otrora tranquilas y aburridas relaciones interamericanas, que tenían a Cuba como único tema animado.

Para una vertiente de los estudios políticos, todavía marginal por estos lares, tales equívocos provienen de una ciencia política anacrónica y un sistema de categorías políticas que ha envejecido mal sin que sus usuarios se percaten o se molesten en revisarlas. Una muestra de esta incapacidad es la discusión sobre si Venezuela es una dictadura o una democracia, o la tendencia a especular sobre las condiciones psíquicas de Chávez u otros gobernantes regionales.

Me parece que entre los renovadores del pensamiento político podemos encontrar pistas más útiles. Una está en el concepto de “estado de excepción”. Tal como el pensador italiano Giorgio Agamben lo dice, el estado de excepción representa una especie de zona intermedia entre la democracia y el absolutismo, caracterizada por la suspensión del orden jurídico y la concentración del poder en una parte del Estado. A ello se le puede agregar la creación de una institucionalidad paralela con sello partidario, la generación de un clima de emergencia permanente y la movilización hostil contra los adversarios políticos.

Esto caracteriza claramente los casos venezolano, boliviano y nicaragüense, y en menor medida el de Ecuador. Se trata de estados de excepción prolongados donde la ley pública y general da paso a una arbitrariedad sostenida por un apoyo popular mayoritario y un control fuerte de todos los órganos del poder público. De esta manera el totalitarismo, igual que ocurrió en la Alemania nazi, puede imponerse tras una cuidadosa adaptación a las formas democráticas y un uso calculado de la retórica revolucionaria.

La otra peculiaridad es que estos estados de excepción necesitan alterar la institucionalidad y la gobernabilidad regionales y tratan por todos los medios de crear un estado de excepción en la región. Primero, porque la movilización y el clima de emergencia necesitan la creación de un enemigo externo, que siempre será Estados Unidos en el trasfondo pero que tiene que buscar sus adversarios apropiados, como Colombia, Perú o México. Segundo, para hacer explotar instituciones como la Comunidad Andina o la OEA, poner en cuestión la legalidad internacional y cambiarlas por condiciones favorables a los nuevos poderes.

Algunas de las implicaciones prácticas de este análisis permitirían afirmar que Venezuela, Bolivia y Nicaragua son las puntas de un proyecto político que tiene como aliados a las Farc y a los demás carteles regionales de la cocaína y constituyen el principal factor de desestabilización. Mientras que el potencial beneficiario a mediano plazo es el nuevo poder emergente brasileño que lucha por crear un espacio suramericano bajo su hegemonía. Todo esto en medio de la pasividad de Estados Unidos, la complicidad de Europa occidental y la actividad rusa, china e iraní.

Publicado en El Colombiano, 10.08.09

miércoles, 5 de agosto de 2009

Los vivos y los muertos I

Según Elias Canetti existen “tres oposiciones fundamentales” en la vida social humana, verdaderas regularidades de los procesos de conservación y movimiento de las sociedades, que son las dobles masas de los hombres y las mujeres, los vivos y los muertos y los amigos y los enemigos. Estas masas pueden traslaparse como en la guerra y otras formas extremas de supervivencia, pero tienen también sus casos de primacía o de pureza.

Existe una lucha desigual entre el mundo de los vivos y de los muertos cuya asimetría explica la constancia y la determinación de los vivos por preservar su mundo. El nacimiento y la enfermedad, el autocuidado y el suicidio, la gestión de la propia vida y la biopolítica, las explosiones demográficas y los contragolpes que sufre la soberbia técnica, la fatalidad del replicante y la ilusión del vampiro, todos esos fenómenos expresan la dinámica de aglutinación de la masa de los vivos.

Esa asimetría irreductible, en la que a la larga la muerte siempre triunfa, implica también el respeto hacia el mundo de los difuntos y la voluntad de que esa lucha no llegue al punto de la provocación y la incitación que desate toda la fuerza de los muertos. Mostrarle a quien agoniza un verdadero interés por conservarlo es ganar un poco su benevolencia en el más allá. En nuestra época parece, a veces, que este respeto es apenas un ardid para ganar tiempo en la esperanza de que un objetivo inconfesado e ilusorio de conquistar la inmortalidad pueda conseguirse.

Esta oposición no puede ocultar la existencia de una figura altanera y perturbadora: la del sobreviviente.

domingo, 2 de agosto de 2009

Volver

Pasa la vida por la llanura placentera del descubrimiento de nuevas novelas y de viejos escritores, de saber que cantantes de antaño eran más que una canción, de conocer nuevas síntesis y relatos inesperados del pasado, de sentir un verano sostenido por primera vez en tres años y volver a saber del calor y de atardeceres de colores.

Así nos llega la mitad de año bajo la tiranía de las vacaciones del norte, la repetición de los capítulos vistos de las series de televisión y la vacuidad de la prensa que también manda su seriedad a la playa. Empieza esa horrible sensación de pensar que la única novedad es el campeonato colombiano de fútbol, el primero del mundo en lentitud y desgano, el más densamente poblado por árbitros incapaces y analistas mediocres.

Hasta que un domingo como cualquiera otro abre su tarde generosa y el sol del poniente pega contra el cemento y los acrílicos de las graderías que empiezan a enrojecerse con la lealtad cierta de las mismas veinte mil almas de siempre, y norte se llena de trapos saturados de x (las x del anonimato, la humildad y la resistencia). Entonces se despierta el sentimiento antiguo y el corazón se levanta y ya no somos nosotros cuando aparece en la cancha una fila india de once muchachos vestidos con la camiseta sagrada.

Es uno de los sentidos que tiene la vida.

miércoles, 29 de julio de 2009

Masa y poder

La figura de Elias Canetti (1905-1994) sigue siendo muy extraña a pesar de su frecuencia en bibliotecas y librerías. Judío nacido en un pueblo búlgaro del Imperio Austro-Húngaro y escritor en lengua alemana, su producción es inquietante. El Premio Nobel (1981) puso al mercado a girar alrededor de “Auto de fe”, su única y críptica novela que –para ser francos- me desconcertó y me hizo sentir perdedor de unos valiosos pesos.

Sin embargo, su gran obra es “Masa y poder”, sólo que no es ficción y como no-ficción es inclasificable. Podría ser una obra de antropología filosófica pero sus procedimientos son radicalmente heterodoxos. Canetti construye una serie de díadas y tipologías –algunas de ellas muy originales– para ampliar la interpretación de la vida sociopolítica. La díada más fuerte es, por supuesto, la que componen la masa (un instinto tan fuerte como la libido y el hambre) y el poder (una capacidad que siempre está más allá, en extensión y tiempo, que la fuerza).

Allí está como una de las obras mayores del siglo XX. Una obra que, en especial, debe ser leída atentamente por los interesados en la política. El maestro Norberto Bobbio lo hizo y quedó deslumbrado. No la conectó con su paso drástico y definitivo de la filosofía del derecho a la filosofía política, pero de sus memorias siempre queda la impresión de que la rebelión juvenil del 68 y la lectura de “Masa y poder” le sirvieron de catapultas para cambiar de perspectiva.

martes, 21 de julio de 2009

La aversión al agua

Con motivo de la reapertura de la Estatua de la Libertad, el célebre periodista estadounidense Guy Talese escribió un reportaje para The New York Times (04.07.09) en el que cuenta una travesía completa en Circle Line alrededor de la isla de Manhattan para terminar a los pies de la dama. Talese plantea lo inusual de su situación a partir de su rechazo del agua, de su miedo a navegar y de su negativa a aprender a nadar.

¡Que tal si el origen del apellido Talese fuera “thalassa” (mar en griego) para urdir una pequeña ironía! Todo indica que el reportero no le ha dado muchas oportunidades al mar ni a los grandes ríos. Cosa distinta pasó con Charles Darwin quien confesaba: “Odio el mar… odio cada ola del mar”, y ello a pesar de tener que trasegar por los mares en sus viajes de naturalista, soportando todos los mareos, malestares y agobios imaginables.

Las fobias que Talese atribuye a pequeños traumas familiares y Darwin a sus debilidades físicas, las atribuye Carl Schmitt a una mitología política. La que entiende que hay unas formas sustancialmente diferentes de hacer política entre las potencias de la tierra y las potencias del mar, la misma que ha hecho que –por ejemplo, Antonio Negri– distinga entre política continental y política atlántica, la misma que tal vez se remonte a Tucídides y a su decisión de llevar a Atenas de la tierra al mar.

jueves, 16 de julio de 2009

Metidos en honduras

Poco a poco –y van tres semanas desde el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya– empieza a conocerse en detalle el proceso político que aún no termina. Antes de tener mayores datos los opinadores del afán ya habían dictado sentencia: los unos, porque la democracia es sagrada; los otros, porque el chavismo es malvado. Acá no entran los políticos que siempre se guían por una posición, no una opinión.

Sin embargo, el tema hondureño es tan complejo que parece excelente para una clínica de filosofía política.

Declarar el fin de la democracia en Honduras supone que ¿la democracia es básicamente elecciones libres? ¿la soberanía popular se expresa única o principalmente a través del sufragio? ¿sólo el Ejecutivo encarna la soberanía popular? ¿debe interpretarse cada ataque serio contra el presidente por parte de los demás poderes públicos como una amenaza a la soberanía popular y a la democracia? O de otro lado, ¿cuál es la fuerza vinculante de la constitución política? ¿no expresa la constitución política la soberanía popular también? ¿si el ejecutivo pierde el apoyo de los demás poderes, no significa que efectivamente ha perdido el poder? ¿puede la comunidad internacional imponer un presidente y un régimen político particular en un país, así sea uno pequeño?

Para finalizar, ¿no será más bien que los debates políticos occidentales se dan dentro de la democracia? ¿y que debemos asumir que la democracia es un "concepto esencialmente polémico"? ¿y que cuando se habla de democracia se quiere atacar una determinada posición política?

miércoles, 8 de julio de 2009

El lugar de Michael Jackson

Es difícil ubicar a Michael Jackson. No sólo porque su vida transcurrió en una dimensión desconectada del mundo, sino porque rompió con los límites de lo que puede aprehenderse dentro de la música o la cultura populares.

Si nos atenemos al número de páginas que ocupa en Rock of Ages (The Rolling Stone History of Rock and Roll) se trata de una figura importante. Eso sí, muy distante de Elvis Presley o Bob Dylan y detrás de grandes artistas negros como Chuck Berry, Jimi Hendrix o James Brown. Jackson apenas aparecería si habláramos de compositores o instrumentistas, pero la música popular no trata solo de eso.

Michael Jackson es de un tiempo que apenas está llegando. De cyber personajes que dependen de una mezcla de talento, tecnología, empresa y comunicaciones y que se mueven en el plano global. Su funeral fue un intento de la comunidad negra por rescatar a un miembro que habían perdido, al menos, desde 1982.

Las palabras más frecuentes en los obituarios fueron performer y entertainer. Y están bien. Jackson fue una mezcla de payaso, bailarín y mago, cuyo éxito está ligado indisolublemente a la televisión, el video y la publicidad. Pero, sobre todo, a su propia transformación en un personaje de ficción, extra-humano, que corona su carrera con una muerte propia de la industria del entretenimiento.

jueves, 18 de junio de 2009

Las nuevas caras del racismo

Durante el Segundo Congreso Colombiano de Filosofía, la profesora Ángela Uribe recordó una idea ampliamente admitida en Colombia durante la primera mitad de siglo. La idea tiene dos partes: en general, Colombia es un país incapaz de civilización dada su condición geográfica, sus malas tierras y el mestizaje de su gente; en particular, sólo hay una región en la cual es posible el proceso civilizatorio y es la Sabana de Bogotá. Uno de los principales mentores de esta tesis fue Laureano Gómez.

Las ciencias sociales colombianas y, precisamente, una mayor ilustración de las élites y las clases medias han logrado la refutación de esa idea. Sin embargo, las conclusiones que se derivan de ella siguen vivas y colean. En general, los medios de comunicación se cuidan muy bien de ilustrar los males del país a través de lo que en Bogotá llaman “provincia”. Y es una desgracia que a veces algunos académicos se dejen llevar por esta tentación.

Hace algunos años escuché en la capital una frase como consigna “O Bogotá salva al país o el país hunde a Bogotá”. Algunos columnistas son campeones de esta fórmula que tiene variantes a la enemiga: costeño, corrupto; valluno, narco; paisa, paraco… Bogotá es la isla ilustrada, brillante y venturosa que sobrevive –no se sabe como– en el mar de inmundicia que es la provincia colombiana.

lunes, 15 de junio de 2009

La filosofía y la cultura popular

Las relaciones de los filósofos en ejercicio con la cultura popular han sido tradicionalmente problemáticas. Tanto o más que las de la intelectualidad aburguesada que sólo acepta lo popular tras la pátina de al menos un siglo de antigüedad y depuración. Tal ha pasado con el jazz, el tango y la fotografía. El fútbol y el cine siguen en la sala de espera.

La editorial Open Court de Chicago inició en el 2000 la publicación de una serie de libros en colaboración dirigidos a “presentar ensayos de filósofos académicos, explorando los significados, conceptos y problemas en los programas de televisión, películas, música y otros íconos de la cultura popular”. Desde Los Simpson hasta El señor de los anillos o desde el ipod hasta Radiohead, la colección se acerca ya a medio centenar de títulos.

Quienes filosofamos en español mantenemos esta actitud que oscila entre la repugnancia y la indiferencia. Hay excepciones. Alberto Buela en Argentina no tiene empacho en publicar un libro sobre el juego gaucho de la taba, por ejemplo. Y Fernando Savater publicó hace poco un grueso y atractivo volumen bajo el título “Misterio, emoción y riesgo”. Aquí se dedica con gusto, humor y profundidad a la literatura y el cine de aventuras, como otras veces se explaya sobre carreras de caballos.

A ver si el paso cansino de la filosofía da para atisbar, a lo lejos y adelante, a la cultura popular.

miércoles, 10 de junio de 2009

Malos tiempos para la privacidad

Se sabe de la caída de las fronteras entre lo público y lo privado, se sabe que la llamada esfera íntima –cuyo invento le atribuye Hannah Arendt a Rousseau– también está siendo amenazada. Conocemos los argumentos que pretenden concluir en que las personas públicas no tienen derecho a tener vida privada ni tampoco vida íntima.

Todo eso se sabe, pero cuando un medio de comunicación que se precia de liberal. Que ataca semanalmente al Papa y al episcopado español, que defiende con las uñas la opción personal (llámese droga, aborto o sexo), toma como bandera política las fotos de un paparazzi en la casa de campo del Primer Ministro de Italia, la cosa se pone más preocupante. Significa que los adalides de la libertad se traicionan en la primera oportunidad, queriendo hacer campaña electoral contra al derecha con una filosofía ultraderechista.

Leo El País todos los días y detesto a Berlusconi cada que aparece en la prensa. Pero Berlusconi es un ser humano y la incongruencia de los apóstoles liberales es inadmisible. El País ha caído bajamente convirtiéndose en ejemplo de las críticas que hace a menudo a la cultura fundamentalista y a las tácticas que traicionan las convicciones propias.

domingo, 7 de junio de 2009

Poesía con política

Pensaba que los males derivados de la mezcla de los poetas en la política y, especialmente, el fanatismo de los poetas en la política y el extremismo de las luchas entre poetas eran males nuestros. Los males de exponer en público y por escrito sus malquerencias y contratiempos, y convertirlas en el soporte de sus querellas estéticas y políticas. Eso pensaba hasta que leí “Lo inoportuno y lo inaceptable” de Manuel Rico (El País, 06.06.09).

Rico nos cuenta el debate entre los poetas españoles a propósito de la muerte de Mario Benedetti. Cómo el poeta Antonio Gamoneda disiente cortésmente en su obituario acerca del valor de la obra del uruguayo y de cómo se le vienen encima, desproporcionadamente, otros, entre ellos el editor Jesús García Sánchez (dinero de por medio, claro está). En lo que a mí respecta, no sé que es de peor gusto: criticar a un difunto con el cadáver todavía caliente o quebrar las lanzas por defender estéticamente la obra de Benedetti.

Lo más sorprendente es que todos estiman al poeta uruguayo por “su compromiso político”. Desde que Platón postulara el rey-filósofo la gran discusión ha sido acerca de la relación de los filósofos con el poder. Pocos se han ocupado de las tentaciones y caídas frecuentes de los poetas. Las tentaciones políticas de los poetas son innumerables. Me consuela pensar en la miseria de los aedos que se convierten en bufones de tiranos y piratas. Al fin y al cabo, no hay seña más segura que oponerse al entusiasmo político de un poeta.

jueves, 4 de junio de 2009

Obama y el 3 de junio

El 3 de junio del 2009 fue un día especial. El gobierno de los Estados Unidos promovió y apoyó la derogatoria de la Resolución VI (31 de enero de 1962) de la OEA, mediante la cual se excluyó al Gobierno de Cuba de su participación en el sistema interamericano. Al mismo tiempo, el presidente Barack Obama lanzó un mensaje de amistad a los pueblos musulmanes. Lo primero en San Pedro Sula (Honduras), lo segundo en el recito de la Universidad de El Cairo.

De esta manera el gobierno estadounidense empieza a desactivar las dos guerras religiosas más importantes en las que se embarcó en los últimos cincuenta años: la guerra contra el comunismo y la guerra contra el islamismo radical. Guerras en las que estuvo a la altura de sus enemigos, pero no en desfase con lo correspondía a su poder y a sus responsabilidades. Y desactivando estas líneas de enemistad no parece pretender subestimar el conflicto político sino relativizarlo, modificando el enfoque de los enemigos absolutos y la consiguiente guerra de aniquilación que eso implica.

No sabemos si el 3 de junio pasará a la historia. Finalmente quienes la escriben no están exentos de la enfermedad sensacionalista, pero sí marca un hito desde la perspectiva de la filosofía política y para los criterios que empiezan a construirse para orientar a los conductores de la diplomacia de Estados Unidos. Podemos tener más certeza de que sus rivales morderán la mano tendida y pondrán a prueba la prudencia de Obama.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Sánduche cubano

Medio siglo de polémica sobre Cuba representa suficiente ilustración respecto a antecedentes y contextualizaciones. Tan largo como pobre ha sido el debate y las posiciones tan opuestas, fanáticas todas y parecidas como las dos mitades de un pan. Me limito aquí a entregar un jamón o una lechuga, usted escoja:

1. El bloqueo es una violación del derecho internacional, pero sobre todo un precedente que vulnera lo que Michael Walzer denomina “la posición moral de los Estados”. Un ejemplo seguido con disimulo por diversos gobiernos americanos, en diversas coyunturas, para castigar a los vecinos.

2. La exclusión de un Estado de una comunidad regional como la Oea con el argumento de que no se ajusta a un tipo de régimen político demoliberal es una herencia de la ideología wilsoniana y una muestra de universalismo que amenaza el pluralismo esencial de la sociedad internacional.

3. El largo silencio de la izquierda occidental sobre las atrocidades del régimen castrista, incluyendo muchos partidos liberales, ha sido una expresión de fariseísmo que socavó toda legitimidad a los pregoneros de los valores ilustrados.

4. Las expresiones de apoyo y “celebración” de la entronización de la dictadura de los hermanos Castro van en contravía de la reforma intelectual y moral que requiere todo proceso que pretenda afianzar las ideas de libertad, dignidad personal y autogobierno de la sociedad.

La aparición de las firmas de la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín en actos de respaldo al régimen cubano debieran disgustar a los líderes políticos que apoyan dichas administraciones. Al menos ofenden a ciudadanos que vemos como nuestros impuestos se destinan a propaganda de este tipo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Sanchos y quijotes II

Es Richard Rorty (1931-2007) quien usa las figuras de Sancho y El Quijote para explicar su noción de la política y la relación que ella tiene con la filosofía. Rorty comparte la idea de Oakeshott de que la política debe tener características de ductilidad, desapasionamiento, modestia, deliberación y capacidad para los acuerdos. Así, el modelo de político debiera ser Sancho Panza y no El Quijote.

El dominio que la figura de El Quijote ha tenido en la vida política moderna arrojó saldos desastrosos en el utopismo, la intemperancia y la beligerancia cotidiana y en todos los frentes. El Quijote soñador, visceral, ávido de novedades y aventuras debiera ser recluido a la vida privada. La vida privada debiera cargarse de emoción y ciertos toques de locura. La vida política ideal debiera ser aburrida.

La apreciación de Rorty subvierte los esquemas de los políticos y los intelectuales modernos. Ellos usualmente han querido ser héroes públicos y grises personas privadas. Haciéndolo han traumatizado la esfera política moderna y se han empobrecido individualmente. La alienación marxiana asoma la cabeza: predican un tipo ideal de vida buena mientras sus actos individuales contribuyen poco a hacerla posible para ellos y su prójimo.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Sanchos y quijotes I

Sin hermenéutica literaria –sólo con el sentido común– podemos hablar de los arquetipos de Sancho y El Quijote como prosaico y soñador, simple y alambicado, señor de su casa y pretendiente del mundo, respectivamente. Entre el vasto material metafórico y analógico a que han dado lugar los personajes de Cervantes, la política y la filosofía ocupan un lugar importante.

El pensador inglés Michael Oakeshott (1901-1991) propone una lectura bastante acorde con la anterior comparación. Para él la filosofía no debe tener “presuposición, reserva, freno ni modificación”*. La filosofía debe ser atrevida, alborotadora, disolvente, tal vez, incluso, descabellada. Dígase quijotesca. La política en cambio debe ser todo lo contrario: sobria, ordenada, contenida, adaptable. Dígase sanchesca.

El retrato que el profesor mexicano Jesús Silva-Herzog ofrece de Oakeshott se titula “gobernar en bicicleta”. Para manejar bicicleta hay que pedalear y es seguro que para ser un ciclista notable no se requiere conocer la “teoría general del ciclismo”**. La filosofía puede cabalgar en un táparo creyendo que es un Bucéfalo y embistiendo molinos de viento como si de tratase del mismísimo Señor Gris. La política debe apartarse de ello.

*Oakeshott, Experience and its Modes, 1933.
**Silva-Herzog, La idiotez de lo perfecto, México, FCE, 2006.

viernes, 8 de mayo de 2009

El ladrón, la contingencia y la ley

Todo el mundo sensato sabe lo que sucedió el 6 de mayo en Londres: Barcelona-Chelsea, 1-1, clasificación catalana, comentarios y polémicas. Todos saben. Me llamaron la atención las posturas de diversos periodistas (unos) y microfonistas (otros).

El colombiano (Carlos Vélez, RCN): el árbitro se robó el partido, la Uefa arregló todo para que el Barcelona estuviera en la final. Lo complementa otro paisano (Andrés Marocco, Espn): y hay que poner cuidado porque se van a robar también la final.

El argentino (Miguel Simón, Espn): son contingencias del juego, los árbitros son un factor más como el estado del campo, el clima o la conducta de la tribuna. No se debe pensar el fútbol “con picardía”, le dice con decencia a su colega colombiano.

El inglés (Rob Hughes, New York Times): el acto vergonzoso del partido son las protestas desmedidas e irrespetuosas de los jugadores, demanda que la Uefa sancione a Drogba, Ballack y Hiddink.

Así estamos. Los comentaristas colombianos no creen que la gente se equivoque, cree que roba; no piensan que la autoridad actúa de buena fe, hace complots; no cree que exista azar en el fútbol (o en la vida), todo son conspiraciones. Espero que la grandiosa ignorancia de Carlos Vélez no desacredite internacionalmente nuestro buen sentido.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Raza quimerista

Rafael Uribe Uribe (1859-1914) era un niño cuando buena parte de los liberales colombianos se dedicaron al delirio hasta el punto de que la historia terminó agrupándolos bajo la rúbrica de “Olimpo radical”. Las prédicas sobre el federalismo y la libertad encubrieron siempre la defensa de poderes regionales semifeudales en contra de cualquier intento de creación de un Estado central que mereciera tal nombre.

Uribe Uribe asimiló la lección y terminó describiendo la personalidad colombiana bajo los rasgos de los radicales. “Raza quimerista”, dijo. Quizás esto vaya en contravía de la conclusión que sacara Jaime Jaramillo Uribe de que nuestra característica haya sido siempre la medianía, pero no le falta razón. En especial no le falta porque tal “quimerismo” fue la enfermedad que dejó al liberalismo como alternativa poco creíble (ayudado por su aventuras militares).

Tampoco le falta razón por la manera como en el siglo XX asumimos las utopías europeas e intentamos embellecer las instituciones precolombinas. De hecho, mientras el pensamiento político contemporáneo es claramente antiutópico (Berlin) o distópico (Foucault) o, al menos moderado por el realismo (Rawls), aquí la palabra utopía todavía se pronuncia con veneración y entusiasmo.

miércoles, 29 de abril de 2009

“El populismo es popular”

El amigo y colega Juan Carlos Celis se lamenta en un comentario de mi operación para “reducir populismo a popular”. Tal reducción no puede deducirse del contexto de mi cartica de 400 palabras, de la misma manera que no puede confundirse el concepto en un texto persuasivo que en uno argumentativo. Ya Lenin se había defendido de algunos contradictores pidiéndoles que no confundieran sus textos de propaganda con tesis filosóficas.

Decir “el populismo es popular” es, a lo sumo, señalar una característica del fenómeno sin ninguna pretensión de exhaustividad. Digamos que es una banalidad, pero es la expresión más corriente cuando se habla de populismo. Ludovico Incisa da una definición general de populismo diciendo que es una fórmula política en la que el pueblo es la “fuente principal de inspiración y objeto constante de referencia”. Para Gino Germani una de sus características clave es la “movilización e integración” del pueblo*. Para Ernesto Laclau denota la presencia de un proceso de construcción del pueblo vinculado directamente con una lógica política por fuerza antagónica**.

Sin embargo tal banalidad, en mi autoindulgente comentario, o tal reducción, en la adusta crítica de Celis, bastaría para cuestionar la caracterización de Uribe como populista (Uribe que no construye “pueblo” sino “patria”) y para invitar a discernir fenómenos viejos como la demagogia o nuevos como la telepolítica como formas que pueden aparecer en diversas corrientes políticas sin que por ello debamos confundirlas. El “esfuerzo del concepto” que razonablemente demanda Celis es asimétrico. En este caso quienes quieren renovar la definición de populismo y defender una interpretación alterna a la que ha dominado en América Latina tienen la obligación de ofrecer mejores definiciones y convencer a las comunidades académicas correspondientes de que las usen.

*Bobbio, N., N. Mateucci y G. Pasquino (1997). Diccionario de Política. México: Siglo XXI. **Laclau, E. (2005). La razón populista. México: FCE.

viernes, 24 de abril de 2009

Carta abierta a Rodolfo Arango

Estimado Rodolfo:

Quiero continuar el intermitente diálogo filosófico que traemos ya desde hace algunos años. No será ahora a propósito de los derechos humanos sociales o las teorías de la justicia sino sobre la disyuntiva política para las próximas elecciones y, esto, por tu columna en El Espectador (16.04.09).

Siento una alegría juguetona cuando te oigo hablar de disyuntiva, “antagonismo ideológico” y aquello de que “la política agonista requiere alternativas discernibles”. Se trata de un caso adicional acerca de cómo los proclamados anti-schmittianos no pueden eludir la política adversarial (Mouffe) ni escapar al criterio de lo político. Es una alegría puramente teórica y banal en épocas en que las definiciones de la política basadas exclusivamente en los consensos, la comunidad ideal de comunicación y el pensamiento único liberal han caído en desuso.

Me refiero en primer lugar a las disyuntivas referidas a la agenda que son guerra-paz, populismo-reformas estructurales, desigualdad-inclusión. Hay una falsa disyuntiva entre guerra y paz que ya ha sido aclarada por la literatura y, lo que es más importante, por la población. Halcones y palomas ya no funciona. Además, el panorama colombiano ha cambiado significativamente: esquematizando, en lo político estamos en posconflicto, mientras en lo militar el enemigo son las bandas del narcotráfico. Populismo, ¿qué es populismo? El populismo es popular y buena parte de los políticos contemporáneos pueden ser llamados populistas, eso no dice nada. El asunto parece ser más bien de eficacia, quién es capaz de hacer “grandes cosas” (Maquiavelo). Varios de los aspirantes que vos criticás como Fajardo y Mockus han hecho grandes cosas en lugar de hacer discursos pomposos sobre reformas estructurales (hay algo ya problemático en esto de “estructuras”). Por último, ¿quién en Colombia está en contra de la inclusión? Nadie, es un falso problema, el asunto es cuáles son los medios más adecuados para lograrlos.

Hablemos ahora de las disyuntivas en cuanto a las opciones políticas. Izquierda y derecha no es hoy el dilema. Esa frontera no separa opciones respecto a los principales problemas del país. ¿Violencia? Es difícil discernir ya quién ha sido más feroz. ¿Corrupción? Los partidos tradicionales son la mamá grande de la corrupción, pero la izquierda no puede lanzar una sola piedra. ¿Ideología? En Colombia todos los partidos constituidos son filosóficamente liberales. Izquierda y derecha tampoco separan a la población, la mayoría de la gente no se adscribe a partidos y vota por consignas y personas. El mundo le cambió las preguntas a los discursos tradicionales de la derecha y la izquierda y ahora tienen poco que decir. Preguntá en Medellín, Barranquilla, Cali y Cartagena quiénes votaron por sus alcaldes: todos, gente de muy diversa laya; incluso en Bogotá la derecha liberal votó por Moreno. En términos estrictamente tácticos, si Colombia se ha derechizado poner el debate izquierda-derecha simplemente es suicidarse, cosa que puede hacer el científico pero no el político (Weber).

Una conclusión: lo que vos llamás “centro” es el único competidor serio y viable del uribismo. Un consejo: no te lucen esas descalificaciones criminalizantes contra Fajardo.

miércoles, 15 de abril de 2009

Colcha de retazos II

El colega Oscar González ha leído la colcha de retazos en clave de eclecticismo. Se trata de combinar y mezclar ideas con más intenciones de eficacia que de construir sistemas muy elaborados y bien compuestos. No gozó de buena fama el eclecticismo en filosofía ni tampoco aquellos que son considerados sus representantes: Antiseri y Reale expulsaron a Cicerón de su Historia del pensamiento filosófico y científico, nadie lee a Orígenes (salvo Enrique Serrano) ni a Antíoco de Ascalón.

En los aprendizajes del catecismo marxista, como debía suceder en todos los catecismos, la palabra eclecticismo era condenatoria. Señal de impureza, mestizaje de ideas, hibridación de ideas incompatibles. Todas las ortodoxias condenaron a la colcha de retazos y la convirtieron en imagen de lo mal hecho, por manos toscas y con materiales innobles.

González se acordó de Goethe: “Pero ecléctico lo es todo aquel que de aquello que lo rodea, de aquello que en torno suyo sucede, asimilase lo que a su naturaleza conviene; y en este sentido puede apellidarse ecléctico cuanto llamamos educación y progreso, ya en teoría, ya en la práctica”*. Pero Goethe no pudo cambiar la historia, menos aún como personaje excéntrico en medio de tantas luces.

*“Miscelánea –Máximas y reflexiones- Del Archivo de Macaria”.
Johann. W. Goethe. Obras completas. Tomo I. Madrid. Aguilar de Ediciones. 1950. Pág. 357.
Recopilación, traducción, Estudio preliminar, Prólogos y Notas de Rafael Cansinos Assens.

viernes, 3 de abril de 2009

Colcha de retazos I

La colcha de retazos es un producto híbrido de la pobreza, la dignidad y la creatividad. Las amas de casa pobres del campo o de los pueblos que no podían acceder a los costos de los cubrelechos no se conformaron con dejar sus camas desnudas y decidieron cubrirlas con una colcha elaborada con el retal de los sastres y modistas, los sobrados de rico y pedazos salvados de prendas destruidas por el trabajo y el tiempo. Vimos desde niños, al menos de la generación del Frente Nacional (1957) hacia atrás, estos útiles domésticos que hoy se llaman genérica y elegantemente “linos”. Piezas falsamente regulares hechas de mosaicos de tela de formas inverosímiles y el inventario más desordenado y amplio de colores.

Contado así este relato, se pueden entender todas las implicaciones filosóficas, sociales y políticas que tiene la metáfora colombiana de la “colcha de retazos”. En Colombia se dice “colcha de retazos” con una connotación negativa para hablar de algo incoherente, elaborado con pobres materiales y sin plan ni mano maestra. La metáfora fue usada por los críticos para denostar la Constitución de 1991 y se usa con frecuencia para atacar medidas administrativas, cuerpos legales o teorías.

La colcha de retazos ha cobrado su revancha. Hoy no existe ningún producto accesible en el mercado colombiano que compita con la calidad artesanal y el atractivo estético de la colcha de retazos y es muy difícil encontrar uno más costoso por el lujo y la faena que incorporan. La metáfora peyorativa de la colcha de retazos es producto del pensamiento moderno para el cual la coherencia, la riqueza y la ilustración de personas singulares eran la garantía de simetría, verdad y eficacia. Hoy la colcha de retazos puede ser la bandera del pensamiento posmoderno que descree de la armonía, la homogeneidad y defiende el conocimiento y las obras elaboradas cooperativamente.

sábado, 28 de marzo de 2009

Tinieblas IV

El perfeccionismo abarca todas aquellas ideologías que prometen un mundo perfecto y feliz aquí en la tierra. Son perfeccionistas los nazis, los comunistas, los integristas religiosos, los demócratas radicales y los globalistas. Un mundo perfecto requiere un Estado absoluto, una ley universal o la bondadosa y correcta autorregulación de las personas y las sociedades. Es imposible que exista la sociedad perfecta, pero los perfeccionistas no aceptan esta afirmación y a través de su acción política se convierten en promotores de catástrofes.

Lo contrario al perfeccionismo es el falibilismo. Las personas y las sociedades vivimos en la oscuridad y somos muy propensos a equivocarnos; no existe una ley eterna y universal que sea cierta e infalible; si existe la verdad, es muy difícil conocerla y a lo poco que podemos conocer accedemos de múltiples y a veces contradictorias maneras. Para los falibilistas no hay tronos desde los que se pueda sentar cátedra, no existen teorías capaces de explicarlo todo, ni métodos abstractos de investigación.

Algunas de las consecuencias políticas del falibilismo pueden ser descritas de la siguiente manera: hay que dejar un amplio margen en la sociedad para el ensayo y el error lo que significa una amplia esfera de libertad; por tanto, no puede pretenderse que el derecho cubra todas las actividades humanas con prohibiciones y regulaciones; es muy importante que otros órdenes normativos como la ética, la política, la religión y el mercado tengan margen para la intervención en la actividad humana; el pilar de la organización política debe ser el pluralismo, no la democracia que es apenas un procedimiento; no debe pedírsele al gobierno que se ocupe de todos los asuntos y en cambio debe delegarse a la sociedad y a los individuos muchas cargas y responsabilidades.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Obituario: Saúl Álvarez

Murió esta semana en Bogotá Saúl Álvarez, fundador y dueño de Musiteca, dispensador de consuelo para buena parte de los melómanos bogotanos y algunos otros que vivimos más lejos de las estrellas pero más cerca del corazón de la tierra. Conocí a Saúl hace 28 años en su pequeña caseta de latas azules cuando la Calle 19 se había convertido en un desafío a la tiranía de las tiendas de discos que no nos vendían lo que buscábamos sino lo que les daba la gana.

La última vez que hablé con él fue el martes 10 de marzo separando un pedido que incluía Fleet Foxes, Antony and the Johnsons y TV on the Radio. Se apresuró a adelantarme que estaba por llegarle una remesa y a contarme que el Liverpool ya le iba ganando al Real Madrid por la Champions. Musiteca dejó los andenes para que Bogotá se viera más bonita y más muerta y se trasladó a un centro comercial unos metros más abajo. Fútbol o tenis se veían en un televisor sin volumen mientras sonaban las novedades musicales por los altavoces y uno se tomaba un café con Saúl y sus hermanos hablando de conciertos y alardeando de los espectáculos recién vistos o por ver.

En Medellín el equivalente era Carlos Aguilar, muerto hace 12 años, quien nunca fue propietario, que yo sepa, pero sí el carismático vendedor de algunas de las tiendas más emblemáticas en la ciudad para los amantes del rock. La responsabilidad de buena parte de mi discoteca está repartida entre ambos; las fuentes de la otra parte restante pertenecen a otra historia.

Recuerdo a Aguilar en este momento porque estamos en los tiempos del fin de los disqueros. El disquero es a la música como el librero a la literatura. El disquero conoce los discos, los artistas, las canciones, las anécdotas, pero lo más importante es que conoce el alma de cada melómano. El disquero es una mezcla de confesor y consejero espiritual. Cuando Aguilar o Álvarez lo veían a uno llegando a sus templos empezaban a desplegar sobre las vitrinas lo que uno necesitaba, incluyendo los dislates habituales, y también lo que no iba a buscar.

El disquero es, además, un evangelista que nos muestra donde están los nuevos santos. Usted no conoce esto, me dijo Saúl una vez en 1985 para venderme la antología que Asylum había publicado de Tom Waits. Lo mismo que hizo diez años después Carlos con Jeff Buckley. Todo aquel que entienda que un disco es un objeto cultural tan venerable como un libro, que no es lo mismo una canción en el éter que en un vinilo, ni una obra reproducida en un cedé que en un ipod, entenderá lo que significa el duelo por la muerte del disquero.

viernes, 20 de marzo de 2009

Tinieblas III

Se comprende con facilidad la relación que existe entre la presencia insoslayable de factores de miedo en el mundo contemporáneo y la necesidad acuciante de seguridad. Aquellos factores de miedo como las guerras, el poderío no occidental, la crisis económica, el deterioro del ambiente, los asteroides errantes que nos golpearán, el espectáculo cotidiano de la maldad, se han acentuado por la incertidumbre que signa los últimos años.

En consecuencia los discursos sobre la seguridad se han incrementado, incluso abusivamente. Naciones Unidas ha pretendido reunir todos los beneficios deseables bajo la rúbrica de la seguridad. En 1994 empezó a hablar de “seguridad humana” para referirse a empleo e ingresos (seguridad económica), nutrición (seguridad alimentaria), salud (seguridad en la salud), ambiente (seguridad ambiental), derechos individuales (seguridad personal), derechos colectivos (seguridad de la comunidad), seguridad propiamente dicha (seguridad política). Es decir, todo lo que otros tiempos y enfoques se reunía bajo grandes palabras como paz, progreso, justicia, socialismo o democracia.

Esta tendencia a convertir todo en una faceta de la seguridad, amén de absurda, puede tornarse peligrosa. El mismo organismo de Naciones Unidas que pergeñó tan rimbombante teoría postuló como programa de la comunidad internacional la liberación del miedo. Se reproducen así buena parte de los sueños modernos de vivir una vida personal y política en la que ni el temor, ni la incertidumbre, ni el riego existan. La casa, el país y el mundo como un inmenso invernadero libre de amenazas en un extremo de la pequeña galaxia en que vivimos.

Mientras no entendamos que los mundos perfectos y totalmente seguros no existen sino en los cuentos de hadas, los perfeccionistas seguirán estimulando las ansias de control de los autoritarios.

lunes, 16 de marzo de 2009

Tinieblas II

La marcha en las tinieblas supone admitir la incertidumbre como el nuevo ambiente social y sicológico. Incertidumbre respecto al pasado, al presente y al futuro.

La incertidumbre respecto al futuro en tanto la crisis moderna es básicamente la bancarrota de la idea de progreso tal y como la esbozó Condorcet y fue aceptada por los ilustrados, llámense socialistas o liberales. No hay ningún determinismo cultural o económico que garantice que el mundo va siempre a lo mejor, siguiendo una inexorable línea ascendente. También se ha agotado la confianza en el voluntarismo que pretendiendo la imposición de la felicidad sumió a Occidente en el terror.

La incertidumbre respecto al pasado que se ha vuelto tornadizo, en la medida en que viejas anécdotas van adquiriendo el carácter de nuevos acontecimientos para tratar de comprender el presente, y en que se presentan nuevas interpretaciones para viejos acontecimientos. Los síntomas de este carácter cambiante del pasado se revelan en el éxito del revisionismo histórico y la multiplicación de las obras sobre el pasado.

La incertidumbre respecto al presente que se ilustra bien por el tono alarmista de la ciencia natural que alerta sobre el agotamiento de los recursos y la arista autodestructiva del desarrollo técnico y que duda de la capacidad de la naturaleza y de las especies para recrearse. El desconcierto de las ciencias sociales, que aún no reaccionan más allá del escándalo ante la caducidad de sus marcos interpretativos, contribuye a esta desolación.

La incertidumbre hace que en el mundo contemporáneo los más incómodos sean los modernos y también los más reaccionarios: aterrados por un cambio veloz e impredecible, los pensadores ortodoxos modernos forman la parte más gruesa y conservadora del coro de los que refunfuñan.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Tinieblas

Hablaba yo hace poco acerca del fin de la época de ilusiones que se abrió hace 20 años con la caída del Muro de Berlín (El Colombiano, 20.10.08). Lo hacía usando, como otros, la imagen de Alexis de Tocqueville del hombre que marcha en las tinieblas. El pensador francés hablaba de la incertidumbre a la que se enfrentaba Europa después de la oleada revolucionaria.

En términos estrictos la época de las ilusiones (1989-2008) fue revolucionaria, esto es de cambios drásticos, y guiada por los valores estadounidenses: libre mercado; libertades y derechos, a las buenas o a las malas; y cosmopolitismo, cooperativo o imperial. Esas tres ideas están cuestionadas en medio de una gran crisis económica, oleada de cambios políticos y poderes emergentes.

Hablar de incertidumbre, riesgo y tinieblas supone disipar una idea moderna e ilustrada. La ilustración se presentó como el fin del oscurantismo, la derrota del miedo y la instauración de horizonte de certeza y seguridad. Como en tantos otros propósitos, en este también fracasó.

El miedo existe, es consustancial a la condición humana y no es vencible mediante la educación, la ciencia o los dispositivos políticos. El miedo no es una creación de los poderes religiosos o políticos, más bien estos poderes pueden y tienen que existir porque el miedo existe. Que el miedo sea manipulable está claro, pero en tiempos inseguros suele ser más mal consejo ocultar el riesgo que ponerlo de presente.

martes, 3 de marzo de 2009

La malicia de la Academia

The Recording Academy, entidad famosa por la creación del Premio Grammy, siempre ha tenido sus trucos. Muchas veces nos hemos sentido engañados por sus decisiones y, en otras, podría pensarse que los estafados han sido ellos. Para evitar lo segundo la Academia suele recurrir a los mandatos de la tradición y al conservadurismo propio de las instituciones sólidas. A veces los recursos son poco ortodoxos y en otras ocasiones muy sutiles.

Ejemplos de ello lo tuvimos en la última ceremonia de premiación. Dada la precariedad de la producción musical en el 2008 y a la presión industrial y mediática que ponía a la banda inglesa Coldplay como estrella del año, la Academia decidió postular un disco del 2007 para aclamarlo como gran ganador del 2008: "Raising Sand", interpretado por Alison Krauss y Robert Plant, y producido por T. Bone Burnett. La trayectoria artística de cada uno de ellos sobrepasa la edad de cada miembro de Coldplay (exceptuemos por cortesía a la señora Krauss); y mejor no hablemos de la calidad de su discografía.

El segundo recurso fue casi imperceptible. Coldplay debía protagonizar uno de los actos centrales de la premiación y a la Academia se le ocurrió convencer a Radiohead para otra intervención. Tras nueve años sin apariciones en televisión e invitados a tocar ante una de las bandas que más ha explotado una imitación light de la gran agrupación de Oxford, el contraste resultó devastador. El disfraz de sargento pimienta de Chris Martin, con su pianito claydermaniano y su falso falsete, al lado del descuido natural de Thom Yorke y su voz sublime respaldada por tres decenas de tambores y bronces.

No había manera más contundente de colocar a una banda pequeña y anodina en su justo lugar.

miércoles, 25 de febrero de 2009

¿Ha perdido el liberalismo la inocencia?

El columnista Jonathan Freedland, todavía en el entusiasmo poselectoral, definió a Barack Obama como un “liberal duro, no sentimental y no ingenuo” (The Guardian Weekly, 05.12.08). Esas orientaciones las encuentra en la personalidad del nuevo presidente pero también las estima como un propósito para diferenciarse de Carter o Clinton. Freedland dice que este enfoque ha “desencantado a muchos creyentes de la izquierda liberal”. Y tiene razón. La izquierda liberal puede definirse bien por las características contrarias: es blanda, sentimental e ingenua.

En la misma línea el profesor Roland Paris (University of Colorado) distingue entre el liberalismo clásico que tenía presente al Leviatán y el liberalismo universalista del siglo XX, que él llama wilsonianismo, que lo escondió en las sombras y lo olvidó. La pérdida de la inocencia del nuevo liberalismo consistiría en aceptar que no hay manera de esconder al Leviatán*. Paris habla de las condiciones de las sociedades en guerra o situaciones de extrema violencia, en las que ni el libre mercado, ni la competencia electoral pura, ni la libertad de expresión disponible para insuflar el odio, son salidas. Por el contrario, representan factores de desinstitucionalización y desestabilización.

En una reciente entrevista el jefe del partido liberal colombiano y expresidente de la república, César Gaviria Trujillo, ha hecho una especie de declaración de fe alrededor de algunos postulados de la política de seguridad de la administración Uribe: a) la fuerza pública tiene que hacer presencia en todo el territorio, b) es necesario el monopolio de la fuerza, c) el Estado tiene que seguir fortaleciendo la fuerza pública, d) el presidente debe asumir activamente la jefatura de las fuerzas armadas (El Tiempo, 22.02.09). Quizás este sea otro síntoma de que los liberales están dispuestos a superar su propia edad de la inocencia.

El maestro Norberto Bobbio dijo que el poder es el alfa y omega de la política. Y esto lo aprenden los estudiantes de política desde las primeras semanas de clase. Que algunos liberales lo descubran hoy parece ser noticia.

*Paris, R. 2004. At the End’s War, Cambridge, Cambridge University Press, p. 50.

jueves, 19 de febrero de 2009

Apariencias: hipocresía y política IV

Existe un adagio viejo que se refiere a los tributos que el vicio le hace a la virtud. Hannah Arendt se extraña por la obsesión de la Revolución Francesa con la verdad detrás las apariencias y la suspicacia generalizada que emanó de esa actitud. La Revolución se dedicó a desenmascarar a sus hijos y una vez puesto en marcha este proceso empezó a devorarlos. ¿Por qué ensañarse en la hipocresía si, además de ser un vicio menor, constituye un tributo a la virtud? ¿No había acaso vicios peores en tratándose de enderezar moralmente a la nación y a la humanidad?

El filósofo argentino Alberto Buela también recuerda, a modo de petitio principii, que “en política lo que aparenta, lo que aparece es lo que existe”. Acá no puede procederse de otra manera que aceptando ese aserto. Dado que lo político sólo puede manifestarse en una esfera que llamamos “pública”, es aquello que se da a la publicidad no sólo lo relevante para lo político, sino su única y auténtica materia. Que en la política funcione el secreto es una cosa y que la esencia de lo político sea lo público es otra.

Dice Buela que “en política los símbolos no sustituyen a la realidad sino que son la realidad… No hay acción, hecho o pensamiento político si no aparece, si no se muestra”. La política vive de las apariencias, no hay una realidad política distinta de la que aparece. Cuando el político profesional se enmascara, se adorna con la ley y con la virtud cívica se obliga a cumplir la ley y conservar la conducta a que esas apariencias obligan. La hipocresía no es tributo formal a la virtud, la hipocresía genera obligaciones y vínculos.

No deja de ser divertido –aunque muchas veces sea irritante– que los espíritus contestatarios de hoy jueguen cotidianamente a la intriga palaciega, el rumor de coctel y la picaresca de club. Que traten de hacer política con el “se dice”, “me dijeron”, “es de buena fuente”. Y que conviertan en comedia aquello que las cortes y los consejos de príncipes en los siglos XVII y XVIII encarnaban como parte importante de la seriedad de la política.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Arendt: hipocresía y política III

La riqueza conceptual y filosófica, amén del asombroso revisionismo con que Hannah Arendt llena sus obras sobre la revolución y la violencia, orillan y velan temas muy sugestivos para la filosofía política, temas que no son simples menciones de paso sino argumentos fuertes a favor de su posición.

Uno de ellos es el de la relación entre la hipocresía y la política. En Sobre la violencia Arendt afirma que “si investigamos históricamente, las causas de la transformación de engagés (compromisos) en enragés (furias), veremos que no es la injusticia la que ocupa el primer plano, sino la hipocresía”*. Traducido esto a una expresión a la vez política e histórica “fue la guerra contra la hipocresía la que transformó la dictadura de Robespierre en el Reinado del Terror”**.

La pensadora alemana enfrenta a Montesquieu, con su idea de que aún la virtud debe tener límites, con Robespierre (y Rousseau en la sombra, por supuesto) que pensaba que tal idea era propia de “un corazón frío”. Los jacobinos y los bolcheviques creyeron que una de las tareas de la revolución era establecer un reinado puro de la virtud, de la mano de los puros de corazón. Por ello, tal vez, convirtieron a la hipocresía en su principal enemigo moral e hicieron de la suspicacia la característica conspicua del revolucionario.

El estandarte de la virtud sospecha de todo y de todos. La Revolución Francesa incluso la institucionalizó mediante una Ley de Sospechosos que, como era de esperarse, se convirtió en el camino más corto hacia la guillotina. Arendt hace manifiesta la paradoja que encierra la suspicacia sistemática: puesto que las motivaciones íntimas de los actos siempre permanecen en la oscuridad, toda exigencia de exponer en público las razones “verdaderas” transforma “a todos los actores en hipócritas”.

* Arendt, H. 1970. Sobre la violencia, México, Cuadernos de Joaquín Mortiz, p. 58. Trad. Miguel González.
** Arendt, H. 1988. Sobre la revolución, Madrid, Alianza Universidad, p. 100. Trad. Pedro Bravo.

lunes, 2 de febrero de 2009

Homicidio en Medellín: situación y perspectivas

Medellín logró en los últimos 6 años el más asombroso cambio en materia de seguridad. Ha salido de los 5 primeros lugares en tasa de homicidios en Colombia y no aparece entre las 10 más peligrosas de Latinoamérica. En el año 2008 se asesinaron en Bogotá casi 500 personas más que en Medellín, sin contar el subregistro que puso en evidencia el doctor Rodrigo Guerrero en El Tiempo.

¿De dónde proviene, entonces, la preocupación con los homicidios en Medellín? Ante todo de la comparación con su propio éxito: durante tres años (2005-2007) Medellín mantuvo por primera vez en dos décadas y media un número anual de homicidios inferior a mil. Ese límite se sobrepasó en el 2008. Según un indicador que empezamos a desarrollar en la Universidad Eafit, en el 2007 Bogotá y Medellín contribuyeron en la misma proporción (1.6) a la tasa de homicidios nacional; en 2008 hay un comportamiento divergente y Medellín pasó a aportar un poco más que Bogotá (0,14). Medellín contribuye con 2,3 puntos y Bogotá con 2,2 a la tasa nacional (que fue 30,4).

El Presidente Uribe dio la impresión ante la opinión pública de que Medellín es el gran problema nacional. Las estadísticas lo desmienten. En Antioquia y Medellín se vive una guerra entre organizaciones de narcotraficantes, como en otras zonas del país. La diferencia está en que en Antioquia existe una mayor sensibilidad frente al tema y, además, una campaña sistemática de desprestigio contra la actual administración municipal. Sin embargo, la alerta presidencial debe ser bienvenida. Medellín debe continuar con su milagro en materia de seguridad y tiene que seguir jalonando las mejoras nacionales en los indicadores de seguridad como lo hizo en los últimos 6 años. Y para hacerlo la cooperación con los gobiernos departamental y nacional es imprescindible.

¿Cuáles son los factores que hacen que la situación de Medellín siga siendo frágil? El primero tiene que ver con una cultura de la ilegalidad que sigue siendo fuerte en el imaginario paisa; el segundo es la subsistencia de una economía ilegal muy grande que hace grandes esfuerzos por mantener canales abiertos de “blanqueo” de dinero; uno más lo constituye el gran número de personas adiestradas en el crimen y armadas en bandas, que bordea las 4 mil. Finalmente, la quiebra de las grandes organizaciones ilegales en la ciudad como las Auc y las Farc puede hacer que la criminalidad organizada recurra a la corrupción de la fuerza pública para suplir los servicios de seguridad que aquellos grupos le suministraban.

Sin embargo, ahora en Medellín hay nuevos elementos para responder a este desafío: hay más Estado y más institucionalidad; es posible hablar de un cambio cultural en la juventud y de una política de tolerancia cero respecto al narcotráfico en sectores claves de la sociedad; el Alcalde Alonso Salazar es a la vez el mayor conocedor de los fenómenos criminales en la ciudad. La renovada coordinación con Uribe y Ramos es una buena noticia. La puesta en marcha de los planes de desarme y la persecución a una empresa criminal reconocida como la de “Don Mario”, coloca metas de corto plazo. Es prematuro hacer pronósticos pero puede decirse que es muy difícil que Medellín retorne siquiera a la situación en que la dejó la administración Luis Pérez en el 2003, con un promedio anual de homicidios superior a 2 mil y una tasa promedio superior a 150.

miércoles, 28 de enero de 2009

La crítica de Sen

De lejos, el autor más citado en el último libro del Premio Nobel de Economía 1998 es Samuel Huntington*. Aunque también puede decirse que Amartya Sen cierra cuentas en él con varias corrientes importantes de la filosofía política: con el multiculturalismo, el comunitarismo, el liberalismo universalista. Sen marcó una tendencia, cada vez más madura, hacia el diálogo desde la economía con la política en general y la filosofía política en particular, por lo que no es extraño que a sus 72 años efectuara este tipo de ejercicio.

Identity and Violence ya estaba prefigurado en un artículo previo**. La preocupación principal del economista indio estriba en la conexión entre la violencia y la presunción de que existe una única identidad social o que ella debe ser un objetivo colectivo de primer orden. Su lamento permanente, y a veces fatigoso como todo lamento largo, es que “a pesar de nuestras diversas identidades, el mundo repentinamente sea una federación de religiones y civilizaciones en lugar de un conjunto de gente” (13).

Es agudo y bastante contemporáneo Sen cuando muestra las similitudes entre las versiones más fuertes del comunitarismo (que simplifica la identidad), del multiculturalismo (que aplaude la diversidad per se) y del liberalismo universalista (por exclusivo y autocentrado). Cree que allí hay una fuente de justificaciones de la violencia y de recursos para facilitar políticas de sangre. Este alegato contra el determinismo cultural no le impide presentar sus argumentos contra el reduccionismo económico que le pone raíces a la violencia en la pobreza y la desigualdad, y así desacredita o subvalora la importancia intrínseca de estos problemas sociales (142).

Empero a mi modo de ver Sen subvalora dos asuntos importantes. El primero se refiere a que voz, razón y elección no dibujan el único camino de la agencia social. Valga traer a cuento la crítica de John Stuart Mill a Jeremy Bentham por su incomprensión del papel de los elementos irracionales en la acción humana***. El segundo es que precisamente uno de los aspectos centrales de la política en algunos momentos (crisis) y lugares (líneas de fractura) es la configuración de un conflicto alrededor de una incompatibilidad percibida a propósito de un asunto singular. La política y los políticos simplifican, es parte de su naturaleza. Por fuera de la política, el mundo es multicolor, lleno de matices y rara vez está sujeto a la definición de la primacía de un aspecto de la vida.

* Sen, A. 2006. Identity and Violence: the Illusion of Destiny, New York and London, W. W. Norton & Company. Existe edición castellana por Katz.
** Sen, A. 2001. “La otra gente: más allá de la identidad”, Letras libres, 3/34, 12-24.
*** Agradezco la referencia a Malcolm Deas en el contexto de un coloquio del Liberty Fund sobre Bentham.

martes, 20 de enero de 2009

Choque de mentalidades

El filósofo estadounidense Richard Bernstein ha introducido dos matices importantes en el análisis de Samuel Huntington. El primero, epistemológico, retorna a la parsimonia que critica el autor de “El choque de las civilizaciones”. El segundo, conceptual, sugiere el uso del término “mentalidades”.

Bernstein define la mentalidad como una “concepción o forma de pensar” que condiciona la manera de actuar*. Así, la “guerra contra el terror” de Bush sería un “choque de mentalidades” en el que se enfrentan dos oponentes paralelos, que tienen certezas morales absolutas y menosprecian la posibilidad de comprender o establecer compromisos con el contrario. El choque de mentalidades excluye a los sectores de todas las civilizaciones o Estados, o cualquier otro tipo de unidad, que tienen posiciones autocríticas, pragmáticas y menos dogmáticas.

Según Bernstein, el problema no está en las diferencias constitutivas de las civilizaciones, las culturas o los proyectos políticos sino en cuál es el tipo de mentalidad que se impone entre los líderes y las minorías activas de cada una de ellas. Si esos líderes y esas minorías adoptan el “anhelo de absolutos” o el “falibilismo pragmático”. Buena parte de la convivencia se jugaría entonces al interior de estas unidades.

El rechazo de Huntington a la parsimonia** no le impediría, a mi modo de ver, aceptar la conclusión de Bernstein. Al fin y al cabo, aquel propuso una “norma de abstención”, para que cada civilización respetara los asuntos propios de las demás, y una “norma de mediación conjunta”, para propiciar el acuerdo entre civilizaciones.

* Bernstein, R. J. 2006. El abuso del mal: la corrupción de la política y la religión desde el 11/9, Buenos Aires, Katz. Trad. Alejandra Vasallo y Verónica Inés Weinstabl.
** Uso parsimonia en su acepción más general de “principio de simplicidad”. De Luna, E. 1996. “Epistemología de la investigación taxonómica: inferencias filogenéticas y su evaluación”, Boletín de la Sociedad Botánica de México, 58: 43-53.

viernes, 16 de enero de 2009

Huntington: una partida silenciosa

En pleno 24 de diciembre pasado murió Samuel Huntington (1927-2008). Una fecha excelente para quien no desee concentrar mucha atención sobre su funeral. Como es natural, el mundo académico occidental se inundó de obituarios; como es usual, en Colombia nos dedicamos al mutismo que provoca todo lo extraño a la provincia.

La extensa carrera de Huntington en Harvard University se vio acompañada de una obra prolífica, que ya era influyente antes de la publicación de su primer trabajo de largo aliento: “Political Order in Changing Societies” (1968). Este libro y “El choque de las civilizaciones” (1996) le atrajeron popularidad y regalías, fama y polémica. Esto puede explicarse tal vez por el carácter de estas obras: esfuerzos teóricos para tratar de establecer explicaciones y soluciones generales para mundos políticos convulsos.

Siempre estas generalizaciones rebosantes de líneas maestras, ideas-fuerza y escorzos teóricos para cumplir con el propósito de la síntesis están sometidas al escarnio de los expertos en detalles, anomalías y excepciones. Por si fuera poco, construir grandes teorías en tiempos posmodernos no deja de ser una audacia que a veces se paga cara. Lo supo Huntington y lo sabe Francis Fukuyama, uno de sus discípulos: “Quizás todas las grandes teorías estén condenadas al fracaso”, ha dicho éste hace poco.

No fue Huntington un pensador temerario según la definición que de ellos hace Mark Lilla. No traspasó las fronteras del mundo académico y ni siquiera se destacó por una personería pública como ciudadano. Fue satanizado eso sí por dos ideas conservadoras: la base de toda democracia debe ser el orden; no es posible pensar en un cuerpo político global. Toda satanización está vinculada con la ignorancia, de modo que “El choque de las civilizaciones” se convirtió en una referencia de medio mundo y en una lectura de pocos. Muchos se atreven, equivocadamente, a establecer un vínculo teórico entre el choque y el eje del mal de Bush. Ni siquiera hay un vínculo político, pues Huntington condenó como “imperial” la guerra en Irak y una de sus ideas nucleares es el rechazo del imperialismo (que tiene una esencia liberal).

Se fue en silencio pero su nombre se seguirá oyendo durante un buen tiempo.

lunes, 12 de enero de 2009

Gaza: no tan rápido

La nueva guerra entre Israel y Hamás ha suscitado posiciones más tajantes y veloces que los cohetes que se lanzan las partes. Los Estados, llámense orientales o árabes, musulmanes u occidentales, llevan 60 años presenciando enfrentamientos similares en la región y mantienen inconmovible su inercia, ese silencio es más poderoso y veloz que cualquiera otra actitud. Los formadores de opinión en Occidente responden sin pensar simplificando de la forma más insostenible que se trata de una agresión del Tsahal contra el pueblo palestino, a lo cual sólo puede seguir una condena.

Michael Walzer se ha pronunciado de nuevo sobre el tema (“The Gaza War and Proportionality”, Dissent, 08.01.09) poniendo de presente la superficialidad del uso del término “ataque desproporcionado” y planteando lo que deben ser las preguntas cruciales a la hora de discutir este asunto. Sobre lo primero baste refrendar la insistencia de Walzer en dos cosas: la proporcionalidad se refiere, tanto en el derecho internacional como en las teorías de la guerra justa, a la relación entre los medios usados y los propósitos buscados; la proporcionalidad usualmente es un argumento que se utiliza para justificar el uso de la fuerza que para criticarlo pues una de sus formas tradicionales es “¿cuántas muertes civiles serían necesarias para derrotar a los nazis?”

En cuanto a las preguntas que Walzer cree determinantes, son tres: Antes de empezar la guerra, ¿hay otras maneras de alcanzar el propósito? Una vez la guerra ha empezado, ¿quién es el responsable de poner a los civiles en la línea de fuego? Por último, ¿el atacante actúa para minimizar los riesgos para los civiles y se arriesga a sí mismo para ello? Walzer se queja –con razón– de que nadie se haga estas preguntas en los medios occidentales y de que se abandone la tarea de “formular las preguntas difíciles y preocuparse por las respuestas correctas”. Esa es, recalca, “la obligación moral de los comentaristas y de los críticos”.

Quizás Walzer continúa eludiendo un tema crucial en la discusión sobre la proporcionalidad y su habitual confusión con la simetría y en la defensa de la distinción entre combatientes y civiles, el mismo que eluden los medios a los que critica: la naturaleza de una guerra como la que vemos entre Israel y Hamás es radicalmente distinta a la de las guerras modernas, por su aguda asimetría y por la dificultad para separar al soldado del civil. Quizás Walzer no haya contemplado la posibilidad de que podría buscarse una forma de convivir con quienes nos quieren hacer desaparecer de la faz de la tierra.